La Borbonidad, S. L.

La Borbonidad, S. L.
Arturo del Villar

Nuestro señor el rey católico Felipe VI de Borbón ha inaugurado este 26 de octubre de 2020 el XXIII Congreso Nazional de la Empresa Familiar, un tema en el que tiene motivos sobrados para estar muy bien informado, puesto que su familia lleva reinando en España desde 1700, con dos breves interrupciones en 1868 y en 1931. La Borbonidad, sociedad limitada a su familia, es la empresa más antigua de cuantas existen en el reino, y aunque en los últimos años se halla en decadencia y amenaza ruina inminente, debido a la crisis provocada por el furor lujurioso del actual patriarca familiar, disimula sus pésimos balances de resultados con actos como el presente.

Ha leído campanudamente su majestad católica los motivos que le facultan para participar en el evento: “Al asistir a este Congreso quiero poner de relieve mi compromiso con la empresa familiar.” Pues claro, hombre, lo entendemos muy bien, porque La Borbonidad, S. L., es la empresa más familiar existente, ya que tiene siempre a un Borbón, macho o hembra, en la presidencia del Consejo de Administración. A veces su gestión resulta tan nefasta que los accionistas protestan y se ven obligados a expulsar al titular, como sucedió con Isabel II, tan viciosa y ladrona que llevó a la empresa a la bancarrota por el descrédito absoluto merecido, y con Alfonso XIII, un señorito chulo con dedicación plena al estupro de doncellas, cuando no procuraba incrementar su riqueza incluso mediante una guerra.

Los miembros de la familia borbónica tienen muchos defectos, pero sobresalen dos entre todos: el ansia de enriquecerse empleando operaciones mercantiles fraudulentas, y la lujuria exacerbada, que les hace perder la cabeza y colmar de regalos a sus amantes. La golfísima Isabelona les otorgaba títulos nobiliarios, cosa que no afecta a la cuenta de resultados económicos, pero sí a la decencia de una gestión empresarial. Su tataranieto Juan Carlos I ha resultado más dilapidador del patrimonio, porque en vez de títulos les regalaba millones, joyas y chalés tanto en España como en Suiza.

El escriba real, pensando sin duda en esta circunstancia, hizo leer a nuestro señor el rey: “No en vano el lema de este Congreso es ‘La fuerza de la recuperación’”, algo que nos ha gustado mucho oír a los vasallos, porque si su majestad pone en ejecución esa fuerza exigirá a su fugado y decrépito padre la devolución de los dos mil millones de euros que guarda en cuentas a su nombre en los bancos suizos. Se los ha apropiado mediante comisiones fraudulentas mientras estuvo al frente de La Borbonidad, S. L., lo que constituye un desfalco merecedor de una detención preventiva para el posterior juicio, porque quien tal hace tiene un nombre, que es el de delincuente.

En otro párrafo del discurso redactado por el escriba real leyó nuestro señor: “Las empresas familiares estáis en la vanguardia de la transformación de nuestro país.” Ojalá sea cierto, y La Borbonidad, S. L., contribuya a modernizar España, mediante la organización de un referéndum para permitir al pueblo elegir la forma de Estado que le parece más conveniente en el siglo XXI. Esa empresa está caduca, se fundó hace más de tres siglos y no ha modificado las normas por las que se rige desde entonces, pese a que el mundo se ha transformado totalmente en este lapso tan amplio de tiempo. Se halla tan anquilosada que es imposible su evolución, por lo que solamente es eficaz su disolución a causa de la quiebra de confianza de sus accionistas.

En todos los lugares que visita, rodeado de gorilas armados hasta el gorro, se le demuestra a nuestro señor que no tiene crédito ante el pueblo, y la empresa que preside carece de avales para mantener su actividad. Si fuera consecuente con las palabras que pronuncia en los discursos, convocaría el referéndum que todos sabemos, incluido él, cómo resultará. Solamente así se conseguirá esa transformación de nuestro país que él parece preconizar. 
 

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