Destapando crímenes de lesa humanidad 80 años después en el cementerio de Guadalajara

La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica trabaja estos días en la exhumación de una fosa común con 21 cuerpos en el cementerio de Guadalajara. Fueron asesinados en a principios de 1940, finalizada la Guerra Civil. Ya ha aparecido una docena de cadáveres.

Destapando crímenes de lesa humanidad 80 años después en el cementerio de Guadalajara / Christian Martínez:

Llevan más de una semana desenterrando a pico y pala el silencio de la represión franquista en el cementerio de Guadalajara. A varios metros de profundidad, con las caricias de un pincel retiran la tierra, devolviendo la memoria y la dignidad de los hombres asesinados y arrojados a la fosa común número 3 junto a la tapia del cementerio.

El 1 de octubre la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) comenzó los trabajos de exhumación de 21 hombres asesinados por el franquismo entre el 24 de febrero y el 9 de marzo de 1940. Tras excavar varios metros de profundidad ya han aparecido los restos de una docena de cuerpos. Fueron arrojados a esta fosa común justo al lado de otra en la que se encontraron los restos de Timoteo Mendieta y otros 50 represaliados, cuya exhumación fue posible gracias a un exhorto judicial de la llamada “querella argentina contra los crímenes del franquismo”. En esta ocasión ninguna administración ha puesto impedimento y los trabajos promovidos y sufragados por la ARMH, que se realizan a petición de una decena de familiares de víctimas.

Con curiosidad y prudencia una mujer que lleva colgando dos fotos antiguas de un represaliado se asoma a ver los trabajos de exhumación. Es María Ángeles Ortega, de Sacedón, un pequeño municipio de Guadalajara. Lleva viniendo varios días seguidos esperando que aparezcan los restos de Romualdo Puerto Ibarra, el abuelo de su cuñado Ángel. “A mi abuelo también le fusilaron y le enterraron aquí, pero en otra fosa común, la número 21. Ahí debe haber unos 600 cuerpos más, y  como hace años ampliaron el cementerio y metieron las máquinas, sus restos deben de estar en el osario”, se lamenta.

Exhumación en Guadalajara de una veintena de fusilados - 4

El cuerpo de su abuelo Francisco Ortega Aranda es prácticamente irrecuperable. “A mi abuelo le asesinaron por venganza”, continúa María Ángeles. “Un hijo suyo, mi tío Cándido, era del Partido Comunista y se alistó con otros 16 jóvenes de Sacedón cuando estalló la guerra. Mi abuelo no había hecho nada, pero como su hijo se alistó con los republicanos y cuando terminó la guerra pudo escapar huyendo a Francia, mataron a su padre, a mi abuelo, solo por venganza”.

María Ángeles cuenta su historia familiar con voz triste y pausada. “El hermano de mi abuelo que era de Falange en Sacedón, intentó que no se lo llevaran a la cárcel, pero le amenazaron con llevárselo también a él preso, así que se calló para poder cuidar a sus cinco hijos y a sus sobrinos. Porque mi abuela también estaba en la cárcel. Le raparon el pelo y la dejaron encerrada tres años en combinación. Así se llamaba entonces a la lencería o a la ropa interior”.

Tras un largo silencio, un suspiro de alivio o esperanza. “Hoy me han dicho que puede que hayan encontrado a Romualdo, ahora hay que esperar a las pruebas de ADN y todo eso, pero en principio, ya está aquí”. En los próximos días tomarán muestras genéticas a una hija de Romualdo que vive en Francia y tiene 93 años.

Volver para morir

Romualdo Puerto Ibarra nació el 7 de febrero de 1903, en Sacedón, donde trabajaba de jornalero. Estaba casado y tenía tres hijos. “Estaba afiliado a la UGT, como casi todos los jornaleros de la época, pero como tenía a sus hijos no fue a la guerra ni se alistó. Pero terminando la guerra fue a Pareja, un pueblo cercano a Sacedón, donde había una reunión de la UGT. Al volver, un vecino les avisó que no entraran al pueblo, que huyeran, que los iban a matar. Así que ni entró, se fue a Francia con los demás”, relata Ángeles. “Cuando está casi llegando a la frontera salió un comunicado de Franco o algo así, que decía que si no tenían las manos manchadas de sangre, que no les iba a pasar nada y que podían volver a sus casas sin miedo. Algunos se quedaron en Francia, pero él tenía tres hijos y como no había hecho nada malo, volvió. Y el mismo día que llegó, cuando se echó a descansar llamaron a la puerta. Que venían a buscarlo y se lo llevaron preso a la cárcel de Guadalajara”.

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El 1 de octubre la ARMH comenzó los trabajos de exhumación en Guadalajara. Álvaro Minguito

El 24 de octubre de 1939, mediante el juicio sumarísimo nº 2453/39, Romualdo Puerto Ibarra es condenado a muerte. Fue asesinado cinco meses después.

“Lo que hacen con ellos mientras están presos, no se sabe bien. Pero me contaron que les llevaban a trabajar con un saco lleno de piedras a la espalda, atado con una cuerda, como si fuera una mochila, solo para joderlos más. Les darían lo que fuera de comer, si les daban algo, y trabajaban para los ricos gratis y en esas condiciones”, continúa María Ángeles. El 8 de marzo de 1940, casi un año después de terminar la guerra, Romualdo fue ejecutado y enterrado, según el registro del cementerio, en la fosa 3 del cementerio de Guadalajara. Tenía 37 años.

La Guerra Civil había finalizado, pero la represión franquista no había hecho más que comenzar. El Foro por la memoria de Guadalajara cifra en 822 los cuerpos de víctimas fusiladas y enterradas tras la guerra en el cementerio de Guadalajara, pero podrían ser más de mil. Tras varias ampliaciones del cementerio, los restos de una fosa común con centenares de cadáveres fueron removidos y, hoy día, son prácticamente inidentificables.

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Además, junto a la fosa número 3 en la que estos días trabaja la ARMH hay al menos otra docena de fosas comunes con aproximadamente 350 cuerpos. Están en el patio 4 y van a lo largo del la tapia del cementerio, donde aún hoy se pueden ver las huellas de los impactos de bala en el muro. La ARMH ha señalizado decenas de estos agujeros y pide que sean conservados.

Masa crítica para exhumar más fosas

“Una fosa llama a otra fosa”. Es la idea que repite Malena García, historiadora y la voluntaria encargada de las investigaciones de la ARMH, cada vez que alguien llega y pregunta si algún día podrán encontrar a sus familiares. A pesar de la pandemia no ha dejado de pasar gente, a cuenta gotas pero sin cesar, a visitar los trabajos de exhumación. Algunos son familiares de otros represaliados de otras partes de España. Otros son vecinos de Guadalajara que al enterarse han querido ver con sus propios ojos lo que llevaba 80 años enterrado y silenciado. “Tiene que haber una masa crítica para que se puedan exhumar más fosas, sobre todo las más granes. Tiene que haber más gente que reclamen a sus familiares fusilados”, dice Oscar, un jubilado voluntario de la ARMH que se encarga de fotografiar y documental cara paso que se da en la exhumación.

Exhumación en Guadalajara de una veintena de fusilados - 3

Entre la decena de voluntarios de la ARMH se encuentra Eugenio, que no deja de trabajar con un rictus melancólico que parece que mira al pasado. Es alto y callado, y no para de cribar la tierra que sacan de la fosa buscando con meticuloso cuidado restos de pequeños huesos o quizá algún botón. “Esto podrían ser falanges y esto pequeñitos huesos del cráneo, se nota por la porosidad del hueso, ¿ves?”, dice mientras aparta de la tierra cribada algunos trozos diminutos, que a simple vista solo parecen pequeños granitos de arena. “Los voy a dejar aquí para que los vean los que saben”.

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Pero Eugenio ya sabe lo suficiente para poderlos distinguir. Su bisabuelo fue encontrado en la fosa de al lado hace unos años. Y en esta ocasión, aunque no tiene enterrado a ningún familiar, no ha querido dejar de colaborar con la asociación. Ha pedido dos semanas de vacaciones para echar una mano. “Lo hago por ayudar, porque creo que es lo justo, es lo menos que se puede hacer por quienes defendieron la libertad. Por poner mi pequeño granito de arena”, dice, mientras sigue buscando huesos, cribando tierra.

También se ha pasado por la exhumación Violeta Santos, acompañando a dos alumnas suyas, que han podido recibir una clase magistral de historia a pie de fosa. Esta maestra también tiene enterrado aquí a su tío abuelo, Jesús Barriopedro Santamaría, nacido el 14 de enero de 1917, en Mondejar, Guadalajara. Vivía en la de Loranca de Tajuña, en la misma provincia, era soltero y trabajaba del albañil. También militaba en el Partido Comunista y llegó a ser comisario delegado de Guerra durante la contienda.

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Cuando terminó la guerra un grupo de franquistas y militares del ejercito golpistas fueron a buscarle a su casa, pero él no estaba. Registraron la casa e interrogaron a sus padres y hermanos, y se llevaron detenida a su madre para forzarle a que regresara. Jesús se entregó a los militares y lo llevaron preso a la cárcel de Pastrana. Después fue trasladado a la prisión militar de Guadalajara. Allí, el 22 de septiembre de 1939, fue condenado a muerte en juicio sumarísimo 819/39 por un delito de “adhesión a la rebelión con la concurrencia de agravante de perversidad social”.

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El 24 de febrero de 1940 fue fusilado en la zona de “la Rambla” al otro lado de la tapia del cementerio. Tenía 23 años. Sus restos seguramente también se encuentren en esta fosa número 3 del cementerio de Guadalajara.

En la parte religiosa del cementerio, a escasos cien metros de donde trabajan los voluntarios en la exhumación, hay otra lápida, con el mismo nombre repetido tres veces: Esteban Esteban Esteban. Está identificado como presbítero, un líder religioso católico, que según varios testimonios era el cura que daba el tiro de gracia a los fusilados. César, que trabajó 35 años en el cementerios de Guadalajara y tiene a un abuelo y a un tío enterrados en fosas comunes allí mismo, cuenta que a este cura le llamaban 'Seis dedos'. “Era manco de la mano derecha y llevaba siempre un guante negro”. Los forenses que vinieron cuando exhumaron la fosa 1 decían que por la trayectoria de la bala en los cráneos del tiro de gracia, el tirador era zurdo.

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Encontramos su lápida con ayuda de María Ángeles. Está enterrado con otros religiosos y pone que murió a los 85 años, en 1982. “¿Y este moriría tranquilamente en la cama? Ya da igual”, se lamenta María Ángeles. Le duele recordar que aquel cura, participase o no en los fusilamientos, fue amnistiado cinco años antes de morir.

Demócratas antifranquistas

Para Emilio Silva, presidente de la ARMH lo más importante de estas exhumaciones y de la futura Ley de Memoria Democrática que se está redactando es “terminar con esta equidistancia, hay que acabar con esta confusión de guerra entre hermanos”, dice. “Nos gustaría que se llamara Ley de Memoria Antifranquista. Es en lo que hay que poner el dedo, en este país no te puedes llamar demócrata sin condenar el franquismo”, sentencia Silva.

Este mes la ARMH cumple 20 años trabajando en exhumaciones, y ya llevan más de 180 realizadas. Aún quedan más de 114.000 desparecidos, según documentó el juez Garzón, de los cuales, según el antropólogo forense Paco Etxeberría, que también ha visitado esta exhumación, aún se pueden recuperar los restos de unos 20.000 represaliados ,ya que el resto serían inidentificables.

Aunque Silva y Etxeberría han discrepado recientemente sobre el redactado de la futura ley, ambos coinciden que para que la memoria histórica no se quede otra vez en la cuneta, debe ser el Estado el responsable de realizar este trabajo y así garantizar que haya verdad, reparación y justicia.

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Fuente → elsaltodiario.com

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