El rey y la francocracia

El rey y la francocracia
Manuel Ruiz Robles

“Con las primeras hojas de los chopos y las últimas de los almendros, la primavera traía a nuestra República de la mano”  Antonio Machado (1875-1939)

El final de la Guerra Civil y la excepcional situación geoestratégica de España, incentivaron probablemente los planes de invasión del III Reich. El 1 de septiembre de 1939 el führer Adolf Hitler ordenaba la invasión de Polonia, detonante de la II Guerra Mundial. La dictadura franquista contribuyó en cierta medida al desencadenamiento de la agresión nazi, pues implicaba un incremento importante de los recursos que potencialmente respaldaban la acción bélica alemana. Una guerra que costó a la humanidad del orden de 60 millones de víctimas mortales y pérdida masiva de bienes.

La traca final de aquel holocausto fue la destrucción de las ciudades japonesas Hiroshima y Nagasaki mediante el lanzamiento, sobre poblaciones indefensas, de las dos primeras bombas atómicas de la historia. Una criminal acción imperialista del Gobierno de los EEUU, injustificable desde cualquier punto de vista racional. Esta acción aterradora inauguró la era del pavor atómico, con el consiguiente dominio efectivo de la mayor potencia militar de la historia sobre el llamado mundo capitalista.

El militar que dirigió el exterminio de demócratas en España, e impuso una dictadura sanguinaria, no era un general monárquico cualquiera. Su padrino de bodas había sido Alfonso XIII, padre del rey que no reinó, y abuelo de Juan Carlos l “el inviolable”, padre de Felipe VI y prófugo de la justicia. Posiblemente huido por temor a las fiscalías suiza y española que, según parece, investigan algunas de sus fechorías.

Franco desarrolló su carrera militar masacrando independentistas marroquíes al frente de la Legión, cuyas hazañas bélicas describe magistralmente nuestro compañero Luis Gonzalo Segura, en su reciente artículo Las sombras de la Legión, “lo mejor de la historia de España”

Los jefes de la Legión, entre ellos Francisco Franco, llevaron a la muerte a miles de soldados, mayormente procedentes de familias obreras y campesinas, obligados a alistarse en defensa de los intereses de la monarquía.

El rey Alfonso XIII era uno de los principales propietario de las minas del Riff, explotación colonial en régimen de monopolio, junto a aristócratas y políticos. Esa actividad corrupta del rey fue la motivación principal de sus aventuras coloniales en Marruecos y causa probable de los desastres militares. La monarquía se hizo odiar, perdiendo finalmente los apoyos que tenia en el Ejército, lo que abrió paso a la II República con la consiguiente huida del rey.

Llueve sobre mojado.

El escritor Arturo Barea, autor de la trilogía La forja de un rebelde -citado por nuestro genial compañero Luis Gonzalo en su artículo sobre la Legión y sus hazañas- da recientemente su nombre a una plaza del madrileño barrio de Lavapiés, en cuyas proximidades vivió. En las calles adyacentes a la plaza de Arturo Barea transcurrió mi infancia y adolescencia. En mi caso durante los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado.

En aquellos años 40 y 50 la escasa iluminación pública fluía mortecina de unas exiguas farolas de gas, al igual que sucedía en otros barrios obreros de Madrid, sumidos en la escasez, el hambre y las cartillas de racionamiento. Mientras tanto, la opulencia y las rutilantes luces eléctricas embellecían el monárquico y muy franquista barrio de Salamanca. A principios del verano del 60, a los 16 años, ingresaba por oposición en la Escuela Naval, situada en Marín, un pequeño pueblo pesquero de la bella ría de Pontevedra. Atrás quedaban mi querido barrio y mi niñez.

El exterminio sistemático de republicanos y republicanas continuó bajo la dictadura franquista, una dictadura impuesta a los pueblos del estado español mediante la fuerza de las armas. La guerra en Europa finalizó con la derrota del nazismo y del fascismo, con gran coste humano para la Unión Soviética, principal artífice de la victoria. La derrota de la Wehrmacht (ejército alemán), en la batalla de Stalingrado, inclinó definitivamente la situación a favor de las fuerzas aliadas.

En España, por el contrario, la derrota militar de las fuerzas constitucionalistas (fuerzas republicanas) se saldó con una dictadura que duró cuatro décadas, fundamentalmente debido a los intereses económicos y militares de los EEUU, que cobraron su apoyo a la dictadura de Franco en forma de bases militares sobre nuestro suelo. En contraprestación, el Gobierno de los EEUU propició la anulación de facto de la Resolución 39/I de las Naciones Unidas, que condenó al régimen de Franco por su respaldo a la Alemania nazi.

Las citadas bases militares, extranjeras, siguen menoscabando la soberanía de nuestro pueblo, e indirectamente también la del resto de pueblos de la Unión Europea, la patria grande de la que formamos parte. No en vano el gran filosofo español Ortega y Gasset, fundador de la Agrupación al Servicio de la República, pensó acertadamente que el problema era España y la solución Europa, refiriéndose, sin duda, a la inculta clase dominante española, responsable de muchos de nuestros males.

La “modélica” Transición supuso una mutación del franquismo, basada en un pacto entre las élites político-económicas del franquismo y las élites políticas de la oposición, que no propiciaron una democracia autentica sino una adaptación de las estructuras político-económicas de la dictadura a una nueva correlación de fuerzas. El resultado, cuarenta años después, es devastador: un régimen intrínsecamente inestable sumido en una crisis irreversible.

La crisis del régimen del 78, agravada por la crisis de Estado, hace inviable cualquier intento de reforma constitucional efectiva, debido sobre todo a la existencia perturbadora de la monarquía. La única salida potencialmente estable a la grave situación que atravesamos ha de ser un gran pacto federal o confederal que abra paso a la proclamación de la República, o de las Repúblicas, y la consiguiente formación de un Gobierno provisional -incluida la imprescindible participación de los partidos soberanistas con representación parlamentaria- a fin de decretar una ley electoral justa y la consiguiente convocatoria a elecciones constituyentes.

Por otro lado, las fuerzas democráticas tienen la grave responsabilidad de llevar a cabo, de forma urgente, el aislamiento del franquismo, origen de la actual francocracia, base del poder de la monarquía, que envenena la convivencia. Es necesaria nuestra integración efectiva en Europa, heredera de la victoria sobre el fascismo. Unión Europea que vuelve a ser marco de luchas populares, pues el huevo de la serpiente es predecible y constituye una amenaza letal inminente.

He tomado el vocablo francocracia, que da título a este artículo, de una ponencia: Del franquismo a la “francocracia”. El trauma social de la transición española, de Ángeles Diez, doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, presentada en las II Xornadas de Memoria Histórica: a Transición a debate que tuvieron lugar en la Diputación de Pontevedra durante los días 11 e 12 de este mes de setiembre. Pienso que es un texto de enorme interés.


Fuente → rebelion.org

banner distribuidora