

Como por todo el mundo es conocido, la Corona como jefatura de estado en España es una institución hereditaria,
que no es elegida por la ciudadanía, ya que pasa de una generación a
otra de la misma familia “real”. No obstante, cabe recordar que Juan
Carlos I no tuvo un padre rey, puesto que él sí que fue elegido; elegido por el dictador Francisco Franco.
Un rey fugado
La huida del rey emérito y, junto a él, de buena parte de la legitimidad
que tiene la institución monárquica, ha vuelto a poner encima de la
mesa la cuestión de la forma de Estado. O, dicho de otra manera, se ha
vuelto a tratar la cuestión de si los españoles y las españolas debemos
tener la capacidad de elegir quien queremos que asuma la jefatura del
Estado.
Más allá de esta anomalía, la salida por la puerta de atrás –y con
los bolsillos llenos- del que fue para mucha gente el máximo pilar de la
transición y del llamado régimen constitucional del 78, ha ocasionado
una brecha en nuestra democracia, ya de por sí con carencias, además de
recordarnos a aquella frase atribuida a Valle-Inclán, en la que decía que “Los españoles han echado al último Borbón, no por rey sino por ladrón”.
A pesar de esto, una pequeña parte de la población sigue defendiendo su figura,
atribuyéndole a esta escapada hacia delante unos tintes heroicos,
puesto que se va “para dejar que la justicia actúe libremente” y “para
no dañar la imagen pública de España” puesto que él “es honrado, pero se
ha juntado con la tipa que no debía”. Parece ser que algunos de sus
súbditos –un rey tiene súbditos, no conciudadanos- le han sido más
fieles a él como monarca y a la Corona como institución de lo que lo ha
sido él mismo a España, país que reinó durante prácticamente 40 años.
Juan Carlos I vino a nuestro país –puesto que no nació aquí, al igual
que la reina emérita- con una economía relativamente humilde. Ahora se
va de España con una fortuna incalculable, en sentido literal, puesto que durante su mandato fue inviolable, es decir, que no se le pudo juzgar, ni en consecuencia, fiscalizar su riqueza y la procedencia de la misma. Es, en términos capitalistas, un auténtico ganador.
No obstante, un servidor se siente más identificado con los
perdedores de la historia, con aquellos que, además de no enriquecerse,
perdieron en ocasiones sus hogares, sus familias y todo lo que les
rodeaba por la defensa de la democracia.
Por este motivo, ahora que todo el mundo habla de la huída del
monarca, es decir, de la fuga de nuestro ex-jefe de estado, vamos a
aprovechar esta ocasión para remontarnos en el tiempo y hablar de una
salida un tanto más digna: la del presidente Juan Negrín y otros muchos ilustres personajes de la II República Española.
El exilio republicano

Juan Negrín. Autor: Desconocido. antes de 1939. Fuente: Wikimedia Commons.
Dominio público.
Dominio público.
Se había perdido ya la capital y buena parte del territorio español,
toda la resistencia se mostraba ya desgastada y con carencias y los
problemas organizativos e internos complicaban más una situación, ya de
por si francamente difícil. La zona mediterránea había acogido las
instituciones ministeriales, incluida la casa del presidente Negrín,
situada en la posición Yuste, cerca de las poblaciones de Elda-Petrer,
en la finca El Poblet. Esta era, a grandes rasgos, la coyuntura
político-militar que había cuando, -tras varias derrotas militares y
estratégicas que hacían imposible recobrar el control del Estado, lo que
se hizo latente tras la sublevación del coronel Casado-, allá sobre las
5 de la mañana del 6 de Marzo de 1939, el presidente Negrín decidía la salida del Gobierno del territorio español.
Ante el riesgo inminente y cada vez mayor de que fueran detenidos por
el bando golpista, la mayoría de ministros fueron al aeródromo de
Monóvar a esperar la salida de los aviones al exilio. No obstante, no hicieron lo mismo Negrín y Álvarez del Mayo, quienes se desplazaron cerca de allí para despedirse de la fiel dirección comunista.
Negrín llegó a la posición Dakar cerca de las 10 de la mañana. Al
igual que la posición Yuste, eran lugares tranquilos, apartados, que
parecían permanecer ajenos a cuanta barbarie se estaba produciendo por
todo el país a causa de la guerra civil. Allí se encontró con Dolores Ibarruri,
Uribe, Toggliati, Alberti y muchos otros comunistas. Tras saludar y
comunicar su inminente salida, informa también de que la Pasionaria
debía abandonar el país con la mayor brevedad posible.
Posteriormente, desde la humilde casa en la que se encontraban todos
reunidos, a petición de los comunistas, se redactó un último escrito, en
el que se solicitaba una nueva negociación. Se esperó una respuesta
hasta las 14h. Desgraciadamente, nunca la hubo. A su vez, se enteraron
allí de que el comunista encargado de organizar militarmente a Alicante había sido detenido por las fuerzas golpistas.
Así pues, el territorio disponible se había reducido a unas cuantas
comarcas de la zona del Vinalopó, lo que les obligaba a acelerar el
proceso de escapada del territorio. Por este motivo, mientras se
realizaba este último escrito, ya se habían organizado en grupos y
planificado la salida al Fondó de Monóvar y su posterior huída del país.

Mapa del Medio Vinalopó. Autor: Montxo Vicente y Sempere, 14/12/2004.
Fuente: Wikimedia Commons (CC BY-SA 2.0.).
El pequeño aeródromo de El Fondó de Monóvar se encontraba a poco
menos de media hora de la posición Dakar en la que se encontraban, a
escasos 12 kilómetros de distancia. Había sido construido a petición del
gobierno republicano a comienzos del verano de 1937 y se dotaron de los
servicios necesarios para su funcionamiento, ya que hasta su
construcción en esta pedanía no había ni luz eléctrica ni teléfono.
Se narra que en un primer trayecto hacia allí se llevó a la
Pasionaria y a algunos de sus acompañantes. Una vez allí, los primeros
que marcharon desde el aeródromo emplearon dos avionetas con una escasa
autonomía de vuelo, las cuales habían llegado de Murcia, y con las que
llegarían a Oran pasado el mediodía. En la primera de las avionetas
marcharían Rafael Alberti, María Teresa León, Antonio Cordón y Malinovsky. Minutos después, en la segunda, partirían Dolores Ibarruri, Cattelas, Monzón y Minev.
Horas más tarde, ya sobre el medio día, llegaron Negrín y Álvarez del
Mayo al aeródromo. Allí los esperaban los ministros, a excepción de
Uribe y Moix. En un ambiente de enorme tensión y, tras pocos minutos, se
produjo por parte del Gobierno la salida del territorio español
mediante dos Douglas DC-2 con dirección a Toulose.
A pesar de esto, esa misma noche aún se realizó en el mismo aeródromo una última reunión del Buró Político del Partido Comunista de España,
en el que el dirigente Toggliati preguntó al oficial Líster y al
destacado militar Modesto si existía alguna manera factible de frenar la
victoria total del golpe, a lo que ambos contestaron que era imposible
ya hacer nada.
Sin más posibilidades, se acordó la partida al exilio y el
mantenimiento de un pequeño grupo en el país que se encargaría de
organizar la actividad clandestina. Eran altas horas de la madrugada y
algunos testimonios afirman que se podían ver ya a lo lejos los avances de las fuerzas golpistas.
Sin una mayor planificación, media hora antes del amanecer, un grupo
subió en dos aviones con destino a Toulouse, mientras que aquellos que
se encargarían de la actividad clandestina en el país trataron de
escapar en distintas direcciones sin ser vistos.
Poco tiempo después, con los primeros rayos de luz, entraron al aeródromo los sublevados,
quienes no encontraron allí a ningún personaje relevante. El lugar del
que habían partido estas ilustres personas se encontraba vacío. Sin
embargo, allí yacía perdida la esperanza de un gobierno democrático, así
como la vida pasada de todas las personas que tuvieron que huir sin
poder mirar atrás.
Viva las cadenas
Decía Karl Marx que la historia siempre
se repite dos veces, la primera en forma de tragedia y la segunda de
farsa. La tragedia para la Casa Real Española se produjo en el 2014, en
un contexto de movilización y presión social en el que tuvieron que
sacrificar la figura pública del rey Juan Carlos I para salvar la Corona. Dicho de otra modo, se tuvo que acabar con el rey y el malestar que causaba entre la ciudadanía para poder salvar la monarquía.
Ahora viene la farsa. La farsa se produce cuando, a pesar de que la
población tiene constancia del mal proceder del emérito -debido a las múltiples informaciones que han aparecido
en los últimos años y que han provocado que incluso sea apartado de la
agenda institucional-, se le quiere seguir presentando como un hombre
ejemplar y dolido con la situación.
En las facultades de Historia se suele emplear la expresión “Viva las
cadenas”, -la cual fue acuñada por una parte del pueblo español tras el
regreso de Fernando VII en 1814-, para
representar la cultura política de la época. Una cultura política de un
pueblo que, por desconocimiento, dio la espalda a la Constitución y
abrazó de nuevo al autoritarismo que tantos males le había causado.
Sin duda alguna, el día de mañana, se estudiarán todos los “Viva el rey” dichos estos meses como lo que son: una anomalía democrática,
una muestra de un pueblo que rehúye de sus responsabilidades y se
esconde en grandes figuras protectoras, a pesar de que estas se
transformen en pesadas estatuas de oro que le van a caer encima.
España podrá cerrar sus heridas cuando reconozca el sacrificio de
todas aquellas personas que fueron asesinadas por luchar por la
justicia, la libertad y la democracia. Ese día estaremos un paso más
cerca de ser ciudadanos y no súbditos. Por el momento, mientras sigamos
condecorando, homenajeando y bonificando a las personas e instituciones
herederas de la tradición más reaccionaria y autoritaria de España, podremos levantar la voz para protestar, pero cada vez que lo hagamos sólo se escuchará un “Viva el rey y Viva las Cadenas”.
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