Notas sobre la posibilidad de un nuevo republicanismo español
 
Nuestra república tiene que ser seductora, acogedora y suficientemente moderada

Notas sobre la posibilidad de un nuevo republicanismo español
Xabel Vegas


El rey emérito se ha autoexiliado. No por esperada la noticia deja de ser trascendente. Supone un episodio más, y no menor, en el deterioro de la imagen de Juan Carlos de Borbón, construida a base de mitología sobre la Transición española y particularmente sobre su papel en el 23-F. Todo aquel edificio, cimentado con el silencio o la complicidad de los medios de comunicación, se ha venido abajo como un castillo de naipes. Y amenaza con llevarse por delante a la propia institución monárquica, encarnada ahora en su hijo Felipe VI.

El establishment político y económico hace ya tiempo que inició la Operación Cortafuegos para evitar que el desastre afectase a la corona. Y bien es cierto que sería ingenuo ver en todo esto una luz por la que asoma la tercera república española. Pero el escenario es propicio, si no para pensar un cambio en el modelo de Estado que obligaría prácticamente a un proceso constituyente, sí al menos para iniciar un camino de construcción de un movimiento cívico republicano que pueda trazar la hoja de ruta para, en el medio-largo plazo, plantear seriamente el debate acerca de la jefatura de Estado con algún viso de éxito.

El PSOE es el partido que realmente sostiene la monarquía en este país, el que dotó a la institución de una legitimidad social que trascendía el eje izquierda-derecha.


Lo cierto es que jamás la institución monárquica española, en este periodo democrático, ha estado tan desprestigiada como ahora. Algunas encuestas ya indican que los republicanos podrían ser más que los monárquicos en nuestra sociedad. Y desde luego para las generaciones más jóvenes ser monárquico es una rareza y una anomalía democrática. Un eco del pasado destinado a extinguirse más temprano que tarde.

¿Cómo aprovechar este escenario propicio para construir un movimiento republicano que sea capaz de mirar hacia el futuro y de pensar más allá de una década? Para empezar, cualquier experimento en este sentido tendría que cumplir tres requisitos elementales:
  • Que no esté vinculado a la izquierda política
  • Que sea un movimiento plural y políticamente transversal
  • Que no aparezca como un remedo nostálgico de la II República española
El vínculo entre república e izquierda ha sido paradójicamente el mayor hándicap del republicanismo, que desde la restauración de la democracia ha aparecido públicamente como reivindicación izquierdista de la experiencia que se vivió entre 1931 y 1936. El bienio derechista aparece en este relato como un mero accidente, lo que ha impedido percibir el carácter plural del verdadero republicanismo. Un movimiento social sensato que pretenda plantear seriamente el debate sobre el modelo de jefatura de Estado tal vez debería renunciar a unos símbolos demasiado vinculados a la izquierda política, por mucho que emocionalmente nos resulte difícil desprendernos de ellos.

Desvincular república e izquierda no es una tarea fácil. No solo porque supone darle la vuelta a un imaginario colectivo bien instalado en la mentalidad de los españoles y las españolas. También porque tal cosa pasa porque los partidos explícitamente republicanos, particularmente Podemos, Izquierda Unida y Esquerra Republicana de Catalunya, renuncien a cualquier tentación de protagonismo sobre el movimiento republicano. Algo que hoy, conociendo a sus líderes, parece poco probable.

Foto Iván G. Fernández
Resulta imprescindible, eso sí, ganarse a las bases socialistas para la causa republicana. El PSOE es el partido que realmente sostiene la monarquía en este país, el que dotó a la institución de una legitimidad social que trascendía el eje izquierda-derecha. Pero la militancia socialista, según las encuestas, está muy dividida sobre este asunto. Y si se produjera una escalada aún mayor de noticias que acaben por salpicar al actual monarca, el tradicional apoyo de los líderes socialistas a la causa monárquica podría peligrar, arrastrando consigo a las bases más condescendientes con la monarquía. O bien podría ocurrir lo contrario: que la militancia socialista empuje a sus dirigentes a romper con el tabú político que hasta ahora ha protegido a la corona. Más aún con partidos a la izquierda del PSOE que podrían hurtarle votantes en la arena del republicanismo. En todo caso resulta difícil imaginar un debate político serio sobre el modelo de jefatura de Estado sin la aquiescencia del PSOE, o al menos de sus bases.

Nuestra república tiene que ser seductora, acogedora y suficientemente moderada

 Cualquier movimiento republicano serio y con una hoja de ruta a medio-largo plazo tiene la complicada tarea de atraer también a sectores conservadores de la sociedad. Es imprescindible seducir a personas significativas del centro-derecha español que se podrían ver atraídos por un republicanismo sensato, moderado y de carácter transversal. Hacen falta liderazgos plurales, que sean capaces de construir referentes políticos republicanos que vayan más allá de la tradición izquierdista.

Un republicanismo transversal que se pretenda exitoso en su tarea de formular el debate acerca de la jefatura de Estado en diez o quince años necesita un cierto acercamiento al patriotismo español al que la izquierda es alérgica. Se trata de oponer, frente al actual patriotismo monárquico casposo y de reminiscencias franquistas, un nuevo patriotismo español moderno, europeísta, plural y con la ciudadanía y no la nacionalidad como eje vertebrador. La tradición liberal española nos proporciona elementos útiles y no suficientemente explorados para construir un relato histórico en torno a un patriotismo distinto al que hoy maneja la derecha más casposa, de reminiscencias franquistas.

Foto Iván G. Fernández
Los problemas territoriales de España, particularmente la cuestión catalana, es quizás uno de los mayores frenos para cualquier hoja de ruta republicana a medio-largo plazo. Su presencia en la agenda política española no solo ensombrece cualquier otro debate sino que bunkeriza a la derecha y aísla a sus sectores más sensatos y moderados de otras miradas a lo español. No obstante la crisis sanitaria de la Covid 19 y sus consecuencias económicas parecen haber dejado en un segundo plano el asunto catalán, aunque no sabemos hasta cuando. No parece descabellado aprovechar el actual escenario para tantear las posibilidades de construir una transversalidad republicana, sin prisas pero sin pausa y huyendo del maximalismo del que tanto hacemos gala en la izquierda.

Un republicanismo transversal necesita un cierto acercamiento al patriotismo español al que la izquierda es alérgica.


La república que muchos soñamos es una república democrática. Y la democracia es principalmente un proyecto de convivencia, también con aquellos con los que no coincidimos en prácticamente nada. Si seguimos con ese republicanismo que cada 14 de abril exhibe la bandera tricolor junto a hoces y martillos o estrellas rojas, difícilmente llegaremos a ver la tercera. Nuestra república tiene que ser seductora, acogedora y suficientemente moderada como para que la mayoría de la sociedad, de derecha a izquierda, se pueda sentir identificada con ella. No es una tarea fácil. Pero es una tarea ilusionante.

Foto Casa Real



Fuente → nortes.me

banner distribuidora