

- La vida académica de la institución se prolongó desde 1933 hasta el comienzo de la Guerra Civil
- Constituye el precedente de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo
La llegada de la II República en abril de 1931 no solo supuso un
cambio de modelo de Estado sino también el compromiso de convertir
España en una sociedad más justa e igualitaria, partiendo de la
definición de nuestro país como una República de trabajadores, aceptando
el estatuto de autonomía para algunas regiones y proclamando la
aconfesionalidad del Estado.
Junto a estos principios básicos, otros de suma importancia eran el
erradicar el analfabetismo que en un porcentaje muy alto sufría con
especial incidencia la España rural, así como el fomento de la cultura
en todos sus campos. En la práctica los presupuestos destinados a
conseguir estos fines se incrementaron en un 50 por 100.
Muchos de los protagonistas de este profundo cambio político y moral
eran intelectuales formados en la Institución Libre de Enseñanza que
habían mantenido vivo su espíritu crítico frente a la decadencia de la
Monarquía alfonsina. Personajes como Azaña, Américo Castro, Pérez de
Ayala, Blas Cabrera, Antonio Machado, Picasso y un largo etcétera, iban a
alcanzar un notable protagonismo dejando su impronta en lo que muchos
críticos han juzgado como una Edad de Plata en la historia creativa de
nuestro país trágicamente zanjada por el golpe de estado de Julio del
36.
En este contexto se iba a ir fraguando la creación de la Universidad
Internacional de Verano en la capital de Cantabria aprovechando las
magníficas circunstancias que la ciudad reunía. Menéndez Pelayo había
legado a la ciudad su espléndida biblioteca, 40.000 volúmenes que
versaban sobre Literatura, Historia, Ciencias, Filosofía, etc. poniendo
como una de las condiciones de su herencia a la ciudad que su
extraordinaria colección bibliográfica estuviera bajo la dirección y
cuidado de un bibliotecario perteneciente al cuerpo de archiveros y
bibliotecarios, cargo que recayó en Miguel Artigas en 1915, turolense de
nacimiento, el cual llegó a ser director de la Biblioteca Nacional en
1930 y miembro de la Real Academia de la Lengua en 1935, así como
programador de los cursos para extranjeros que la Sociedad Menéndez
Pelayo organizó en 1924 y que contaron con la docencia de Gerardo Diego,
José María de Cossío y Pedro Salinas entre otros nombres ilustres.
Con anterioridad la Universidad de Liverpool en 1921 ya había elegido
la ciudad para dar sus clases de Lengua y cultura española al igual que
había hecho el Colegio Mayor Universitario, adscrito a la Universidad
de Valladolid, ofreciendo cursos para extranjeros.
Respecto al campo científico, la Casa de Salud Valdecilla era una
institución que se había convertido en un punto de referencia para las
investigaciones médicas dónde acudían con asiduidad los mejores
investigadores españoles y extranjeros.
La estación de Biología Marina fundada por Augusto González Linares,
pionera en España, y en la que se habían formado profesores de la talla
de Orestes Cendreros o Celso Arévalo, completaba una más que
interesantísima oferta cultural a nivel local y que trascendía más allá
de los límites provinciales.

4.
Acto de inauguración del curso académico 1934 de la Universidad
Internacional de Verano de Santander. ‘El Cantábrico’, 10 de julio de
1934.
Todos estos elementos hacían viable la creación de una Universidad
santanderina como ya habían solicitado Don Marcelino y el profesor
González Linares. El primero echaba en falta la creación de una Facultad
de Filología y estudios clásicos y el segundo pidió un centro
universitario enfocado a la Biología, sugerencias que hasta el día de
hoy el campus de la Universidad de Cantabria ha ignorado haciendo gala
de un clamoroso olvido.
Por si fuera poco, la ciudad contaba con la biblioteca que Benito
Pérez Galdós había reunido en San Quintín, su residencia veraniega,
dónde albergaba interesantísimas obras que las autoridades locales
intentaron sumar al patrimonio santanderino y que la guerra civil y el
desprecio de los triunfadores por los escritos de un viejo republicano
frustró definitivamente.
La iniciativa de creación de la Universidad Internacional de Verano
en la capital cántabra correspondió al mencionado Pedro Salinas,
Secretario de su Patronato y destacado miembro de la Generación del 27,
que contó con el apoyo fundamental del Ministro de Instrucción Pública y
Bellas Artes, Fernando de los Ríos, que supieron apreciar y aprovechar
los medios citados anteriormente y el interés de personajes como Ortega y
Gasset, Menéndez Pidal, Unamuno, Ramón Carande y otros muchos.
El Palacio de la Magdalena, hasta 1930 sede de veraneo regio,
debidamente acondicionado, así como su parque, era el lugar idóneo para
iniciar en el verano de 1933 la actividad universitaria. La celebración
de reuniones científicas, los distintos cursos universitarios, las
enseñanzas de francés, inglés, italiano y alemán, además de los cursos
para extranjeros, fue el programa educativo con el que nació la
Universidad incluido la búsqueda de la convivencia entre profesores y
alumnos en la vida cotidiana dentro y fuera de las aulas.

Las actividades que hoy conocemos como extensión universitaria
enriquecieron el ambiente universitario. La presencia de la compañía
lorquiana de teatro La Barraca, los recitales poéticos de escritores de
la Generación del 27, las excursiones a Altamira y otros yacimientos
arqueológicos, así como otras muchas actividades, acompañaron la
estancia de profesores y alumnos.
De forma paralela, pero con diferente planteamiento, orientación y
contenidos, el 1 de julio de 1933 dieron comienzo, en la sede
agustiniana del Colegio Cántabro (ubicada frente al Hospital Marqués de
Valdecilla, al lado de la Ciudad Jardín), los Cursos de Verano de la
Universidad Católica. De hecho, su impulsor fue la Asociación Católica
Nacional de Propagandistas, cuyo presidente era Ángel Herrera Oria,
futuro cardenal de la Iglesia.
La llegada al poder en 1934 del gobierno pactado entre radicales y
cedistas supuso una amenaza para la continuación de la Universidad
Internacional. La considerable reducción presupuestaria, las críticas de
la derecha y el apoyo que ésta brindaba a la Universidad Católica de
Verano crearon una seria polémica política avivada por las protestas del
consistorio santanderino, que veía poner en peligro la continuidad del
proyecto. Solventadas buenamente las estrecheces económicas, el centro
prosiguió con su labor permaneciendo como lugar de reunión y trabajo
para profesores españoles y extranjeros, que veían en la Magdalena una
institución a la altura de otras grandes citas culturales europeas.
El inicio de la guerra civil sorprendió en el Palacio a numerosos
estudiantes y profesores extranjeros, que fueron rescatados por buques
de sus nacionalidades que arribaron al puerto santanderino. Los
estudiantes españoles organizados por una comisión de profesores fueron
evacuados hacia Francia con el compromiso de volver a la España
gubernamental.
A modo de conclusión podemos decir que, sin duda, los años
republicanos de la actual UIMP constituyeron uno de los períodos más
brillante de la misma y, como escribió el profesor Julián Marías en
1986, la Universidad de Verano fue una de las primeras víctimas de la
guerra civil. Destino cruel, poco más de un año después, y hasta 1939, la
península de La Magdalena, sede de la Universidad, pasaría a
convertirse en uno de los campos de concentración que proliferaron en la
España franquista.
Este artículo se ha basado en el estudio realizado por Benito
Madariaga y Celia Valbuena acerca de la Universidad Internacional de
Verano de Santander (1932-1936), así como en el trabajo realizado por el
profesor Fusi Aizpurúa sobre la cultura en España.
Fuente → desmemoriados.org
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