¿Para cuándo la abdicación de Felipe VI?


¿Para cuándo la abdicación de Felipe VI? @ellibelaresc

Digámoslo claro de una vez: la situación de la monarquía en estos momentos, ya lo era mucho antes, es insostenible. Los escándalos de Juan Carlos I, la forma en que ha amasado su fortuna, el supuesto ocultamiento de las donaciones a la Hacienda Pública ocultándolas al fisco, ver con estupor cómo el hombre a quien se encumbró estaba enriqueciéndose de manera presuntamente ilícita mientras representaba a España, en una especie de pluriempleo en el que, por un lado, realizaba las funciones que tenía conferidas por la Constitución —en algunos casos las excedía— y por el otro creaba estructuras financieras para ocultar al fisco el dinero cobrado de donaciones, presuntas comisiones y un largo etcétera, dejan al actual Jefe del Estado una única salida: abdicar en el pueblo español y que este decida su modelo de país. Es muy grave que esas actividades se produjeran durante el tiempo en que ocupaba la Jefatura del Estado y es muy grave que la impunidad que da la inviolabilidad haya sido utilizada para acumular riquezas y ocultarlas en países con secreto bancario. El New York Times calculó, en base a una información de Forbes, que la fortuna de Juan Carlos de Borbón superaba los 2000 millones de euros. ¿De dónde sacó todo ese dinero?

Cuesta entender cómo las derechas de este país defienden una institución corrupta y pretenden desvincular los comportamientos de Juan Carlos de Borbón de los de Felipe VI. La realidad es que la institución monárquica ha quedado tocada. No hay más que comprobar los abucheos que están recibiendo el Borbón y la periodista en su gira por España, una serie de visitas que no tienen más intención que la de un lavado de cara de la institución. Pretender separar las actividades de Juan Carlos I de la monarquía como institución no es más que buscar una salida desesperada y, en cierta medida, tapar un caso de presunta corrupción. Hasta la fecha, Felipe VI no ha hecho más que guardar silencio y mantenerse de lado ante unos escándalos que implican a su padre pero que afectan tanto al prestigio como a la institución que ocupa la Jefatura del Estado. Felipe de Borbón ante los hechos ha preferido callar a dar la cara ante el pueblo español, afrontar las consecuencias y pedir perdón.

La democracia es una forma de organización del Estado en la que las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de participación directa o indirecta que confieren legitimidad a sus representantes. En sentido amplio, democracia es una forma de convivencia social en la que los miembros son libres e iguales y las relaciones sociales se establecen conforme a mecanismos contractuales. Según esta definición, la monarquía no entraría en la categoría de institución democrática, puesto que no ha sido elegida por el pueblo y, por lo tanto, no tiene legitimidad alguna para ocupar cargos en un Estado democrático.

Las últimas revelaciones sobre el emérito demuestran que la monarquía vive de espaldas a la situación de la ciudadanía española. Ya no fue solo la cacería de Botsuana, sino que, según ha publicado El Confidencial, en los años más duros de la crisis económica, Juan Carlos I sacó una media de 100 000 euros al mes de sus cuentas en Suiza para cubrir gastos no declarados de la Familia Real. El pueblo sufriendo y el Jefe de Estado sacando dinero sin declarar a Hacienda de sus cuentas en Suiza. Esto es la monarquía, «todo por el pueblo, pero sin el pueblo», y no cambiará por mucho que los monarcas se pongan la etiqueta del parlamentarismo o de la democracia. Todo lo que hizo o pudo hacer Juan Carlos de Borbón, todos los negocios, todas las presuntas comisiones enmascaradas en donaciones, no es más que la consecuencia de la inviolabilidad que una Constitución democrática le reconoce que, en realidad, no es más que otorgar legalidad a la impunidad y permitir que un Jefe del Estado pueda vivir fuera de la ley.

Felipe VI debería recordar lo que dijo en 2014, ante los representantes del pueblo: «La Corona debe […] velar por la dignidad de la Institución, preservar su prestigio y observar una conducta íntegra, honesta y transparente, como corresponde a su función institucional y a su responsabilidad social. Porque, sólo de esa manera, se hará acreedora de la autoridad moral necesaria para el ejercicio de sus funciones. Hoy, más que nunca, los ciudadanos demandan con toda razón que los principios morales y éticos inspiren –y la ejemplaridad presida– nuestra vida pública. Y el Rey, a la cabeza del Estado, tiene que ser no sólo un referente sino también un servidor de esa justa y legítima exigencia de los ciudadanos». Por tanto, la única salida digna que le queda a la institución monárquica es devolver la voz al pueblo y que sea este, con la libertad democrática que da el sufragio universal, quien decida, de una vez por todas, el modelo de Estado que quiere.

Han sido muchos años ocultando los desmanes del monarca. Pero ha sido la actitud del emérito durante tantos años la que ha hecho imposible mantener el engaño oculto. Esa práctica de esconder las prácticas reales para no perturbar a la plebe ha sido heredada por Felipe VI, que en medio de la crisis más dramática que ha vivido el pueblo español intentó ocultar el escándalo con un comunicado de tapadillo que permitiera robarnos el debate que nos merecemos. La pervivencia de la monarquía está en cuestión por la propia genética borbona, no busquéis culpables fuera de Zarzuela.
 

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