La Universidad de Verano del Partido Comunista de Madrid invitó a Sin Permiso
a un debate sobre la propuesta constituyente y la combinación entre
gobierno y ruptura. Este artículo se basa en la ponencia presentada.
El
tema planteado es polémico, complejo y muy necesario. Voy a intentar
ceñirme a las definiciones que nos reúnen hoy aquí. ¿Existe una
propuesta constituyente? o planteado de otra manera ¿la crisis del
régimen del 78 es de tal magnitud que es necesaria esa propuesta
constituyente? La respuesta es afirmativa. El régimen del Reino de
España está en una profunda crisis cuyos principales factores son los
siguientes.
La corrupción. Las noticias de estos
días sobre el anterior rey son más que suficientes para demostrar que el
conjunto del régimen se aguanta sobre un amplio y sofisticado sistema
de corrupción, que no es reciente, ya que forma parte de su propia
configuración. Recordemos que algunas de las más importantes crisis
políticas vividas en estos 40 últimos años han estado relacionadas con
la corrupción. Fue así en la última etapa del gobierno González. El
gobierno de Rajoy cayó a partir de las numerosas tramas corruptas del
PP. La corrupción es también una forma de funcionamiento del capitalismo
de amiguetes que se ha impuesto en el Reino de España. Aunque
discutible, recordemos la cita de Valle Inclán: “los españoles han
echado al último Borbón no por rey, sino por ladrón”.
El 15-M
fue el aldabonazo de que para una importante mayoría de la sociedad las
cosas habían llegado al límite. El 15-M pone en cuestión al régimen,
quiebra el bipartidismo y emerge la conciencia de que es posible cambiar
las cosas. Otra cosa, es la evolución política y las ilusiones y
frustraciones que se hayan podido originar.
La rebelión catalana
es el otro elemento determinante. Se puede tener una opinión u otra
sobre los dirigentes del independentismo catalán, pero no hay ninguna
duda de que se trata de uno de los movimientos populares más importantes
de los últimos años en Europa, un movimiento democrático y masivo que
ha puesto en cuestión al régimen de la Monarquía y situado la república
como un objetivo político de millones de personas. La rebelión catalana
expresa también el fracaso del Estado de las Autonomías, de su
fiscalidad, del conglomerado político y administrativo con el que el
régimen del 78 quiso evitar el problema de la existencia de diferentes
naciones en el Reino de España.
Sin embargo, hay que señalar el retraso de la clase trabajadora,
del movimiento obrero, en tener una voz y una fuerza propia para darle
una impronta de clase a las alternativas al régimen. El movimiento
obrero pagó la factura más grande tras la crisis del 2008. Las huelgas
generales contra los recortes, la reforma de las pensiones y la reforma
laboral no triunfaron y durante todos estos años se ha pagado duramente
en paro, precariedad y crecimiento desorbitado de la desigualdad.
Otros movimientos democráticos y especialmente la movilización de las mujeres
son elementos que suman contra el actual régimen, también en sus
numerosas y brutales expresiones patriarcales. Para que el panorama
quede completo hay que mencionar la pérdida de soberanía con el cambio
constitucional del artículo 135 acordado por Zapatero y Rajoy, más los
numerosos ataques a las libertades, como la Ley Mordaza, o la Ley
Montoro respecto a las administraciones públicas y especialmente los
ayuntamientos; o como los tribunales son los que acaban tomando
decisiones políticas y sociales que siempre benefician a los más ricos.
Digámoslo
con propiedad se necesita una propuesta constituyente, una propuesta
republicana como alternativa al actual régimen monárquico. Mejor sería
decir, propuestas constituyentes, en plural, pues el reconocimiento de
diferentes naciones en el Estado español nos obliga a pensar en
plurinacional, en el reconocimiento de proyectos constituyentes, sin que
eso signifique prejuzgar el resultado final. Por ejemplo, si se
defiende una república federal debería ser el resultado de un acuerdo
con el resto de las naciones, del ejercicio de su propia soberanía, no
la imposición desde arriba. Una cuestión interesante que merecería otro
debate.
La pandemia no ha paralizado esos procesos. La crisis
social que ha abierto los agudizará y obliga a las izquierdas a
respuestas nuevas, más ambiciosas, a establecer una estrategia
republicana y socialista, porque a la crisis del régimen del 78 se le
suma una crisis social de consecuencias imprevisibles para el propio
sistema capitalista. Se han reunido las condiciones para que las
izquierdas sitúen como objetivo político concreto la alternativa
republicana como una respuesta a la actual crisis, tanto democrática,
como nacional y social.
La respuesta a la pandemia
Este
análisis es el punto de partida para responder a la pregunta ¿cómo
combinar gobierno y ruptura? La pregunta también podría ser: ¿es posible
combinar gobierno con ruptura? Como marxistas no somos contrarios a los
gobiernos ni al Estado, pero analizamos en cada momento lo que
representan, porque si nuestro objetivo es la república y el socialismo
debemos analizar si este u otro gobierno nos ayuda a avanzar y a
determinar cuál debería ser la táctica adecuada. Teóricamente desde el
gobierno podrían tomarse medidas encaminadas hacia la ruptura, hacia la
satisfacción de las necesidades materiales y democráticas de la mayoría.
Por ejemplo, el gobierno podría tener como objetivo echar abajo las
contrarreformas que impuso el gobierno del PP: reforma laboral; ley
mordaza; control de la justicia; una negociación para abordar
democráticamente el conflicto con Cataluña, etc. De momento no lo
parece.
Desde el punto de vista de esos objetivos, hubiera sido
mejor tener las manos libres estando fuera del gobierno para presionar y
exigir. El argumento de que solo se pueden cambiar las cosas desde el
gobierno no siempre corresponde a la realidad, ya que depende de qué
tipo de gobierno, de su debilidad, de la presión que se le pueda
realizar, de la relación con los movimientos de masas, etc. Ejemplos hay
muchos. En Portugal, comunistas y Bloco están fuera del gobierno sobre
la base del cumplimiento de un acuerdo de gobierno. En Italia,
Rifondazione Comunista apoyó desde fuera el gobierno. En Francia, en los
años 80 y 90 los comunistas estuvieron en el gobierno dirigido por los
socialistas y eso significó uno de los elementos clave de pérdida de
influencia en la sociedad francesa. Por eso, lo decisivo es cuáles son
los objetivos y, ya incluso antes de la pandemia, estaban por detrás de
las necesidades de la gente y de una perspectiva de ruptura social y
política con el neoliberalismo y el régimen del 78.
Hay otros
elementos a tener en cuenta. Al estar en el gobierno se deja vacío el
flanco de la organización de una alternativa desde las izquierdas. Si el
gobierno no responde a las necesidades de la población trabajadora no
existe, al menos en estos momentos, una fuerza política organizada que
pueda responder positivamente. Como también se desprecia el
empoderamiento social de los movimientos, de las asociaciones, de los
sindicatos, porque el cambio, la ruptura, tiene que ser la expresión del
movimiento organizado de los de abajo. Es evidente que una vez se está
en el gobierno hay que adaptar la táctica que consistiría en:
presionarlo, vigilarlo y exigirle a través de la movilización.
La
pandemia lo ha puesto todo patas arriba. De pronto ha habido que tomar
decisiones difícilmente imaginables en situación de normalidad. La
pandemia ha reflejado las debilidades del sistema, particularmente en la
sanidad, pero también la fragilidad del conjunto del sistema
capitalista. Además, los capitalistas y las derechas pretenden que la
nueva normalidad sea volver al pasado, a que el dinero público siga
financiando la sanidad privada, que se mantenga la enseñanza concertada
pagada por el Estado, que el dinero fluya para salvar las empresas
privadas, seguir ayudando a la banca, etc. etc.
Veamos algunos
ejemplos de porque afirmamos que las decisiones del gobierno se han
quedado por detrás. Se presenta el Ingreso Mínimo Vital (IMV) como una
de las medidas estrella. El ministro de Inclusión y Seguridad Social,
José Luis Escrivá, ha declarado que ha habido 500.000 solicitudes. Según
Oxfam, en el 2019 había unos 10 millones de personas en situación de
pobreza, y muchas más debe de haber en la actualidad. La medida estrella
está bien lejos de responder a las necesidades. También si lo medimos
como inversión económica, calculada en alrededor de 3.000 millones, es,
más o menos, lo que costará salvar las autopistas privadas que rodean
Madrid, y es muchísimo menos de lo que se le paga a la Iglesia, o se
gasta en comprar armamento inútil y no digamos lo que se está pagando
para salvar a la banca. Una medida valiente, de ruptura en el ámbito
social hubiera sido la implantación de una renta básica universal.
El
llamado escudo social está basado en la ayuda que tendrá que venir de
Europa y en la deuda que se genere. Sin embargo, no hay medidas para que
los más ricos paguen más, por lo que es evidente que pretenderán que se
pague entre todos y eso significarán nuevos recortes y sacrificios para
las clases trabajadoras.
La reforma laboral de Rajoy es otra
decisión de enorme repercusión que el gobierno no se atreve a derogar.
La presión de las patronales está siendo más potente que la promesa del
gobierno y la exigencia de los sindicatos. A nadie se le escapa la
importancia de esta cuestión para la negociación colectiva y
especialmente ante la crisis que se avecina.
Cierto que algunas
medidas responden a necesidades de la gente trabajadora, pero lo que
afirmamos es que son limitadas frente a la gravedad de la crisis, que no
ponen en cuestión el legado de Rajoy, que no se toman medidas para que
paguen quienes más tienen y que desde el gobierno no se está trabajando
para la ruptura política y social con el actual régimen.
En los
años 70 del pasado siglo tuvo cierto éxito la fórmula importada de
Italia y que el eurocomunismo hizo suya de “un partido de lucha y de
gobierno”, en la que parecería mirarse Unidas Podemos. En Italia esa
idea consistió en la búsqueda de un compromiso histórico con la
Democracia Cristiana y en España la política de Carrillo de aceptación
de la Monarquía, los Pactos de la Moncloa, etc. La fórmula esquiva
definir qué lucha y qué gobierno. Si es un partido que lucha por la
transformación social, por el socialismo, no puede estar supeditado a un
gobierno que ni en sueños piensa en ello. En la práctica sucedió que la
lucha se supeditó al gobierno, que lo importante era el gobierno y que
el partido y sus dirigentes acabaron dependiendo de las instituciones,
de los gobiernos o de los parlamentos. No es un espejo en el que
mirarse.
¿En qué consistiría un proceso de ruptura?
La
gravedad de la crisis actual no garantiza una salida republicana. Se
necesita un empuje, una voluntad y organización para debilitar y dividir
a las clases dirigentes, y una estrategia para lograrlo. En primer
lugar, declarar abiertamente qué se quiere y que se está dispuesto a
emprender acciones y movilizaciones para un cambio. Definir los
contenidos políticos y sociales (una alternativa republicana, feminista y
ecológica, medidas de urgencia para responder a las necesidades
sociales, prioridad de lo público, derogación de medidas antisociales y
antidemocráticas de los anteriores gobiernos, reconocimiento de los
derechos nacionales…) y buscar las alianzas que permitan sumar fuerzas
políticas y sociales para lograrlo.
El punto de partida podría ser
una alianza de las izquierdas y los nacionalistas e independentistas
(algo parecido a las fuerzas que echaron a Rajoy y dieron el voto de
confianza a Sánchez) sumando el sindicalismo y el asociacionismo, las
organizaciones feministas, ecologistas, etc. Una mayoría política y
social por un cambio de régimen que pudiera expresarse en el ámbito
electoral, y, sobre todo, en el de la movilización. Hay episodios en la
historia de España en los que acuerdos de ese tipo significaron un
empuje decisivo para cambios políticos y sociales, como fue el Pacto de
San Sebastián previo a la II República, las alianzas obreras en los años
30 o el Frente Popular, o las diferentes asambleas y plataformas
previas a la muerte del dictador Franco.
Nadie dice que sea fácil
ni que sea para mañana, aunque la urgencia de la crisis lo exigiría, y
que la resistencia de las derechas y las clases poseedoras será fuerte,
como ya lo está siendo contra este gobierno. Está en juego si el camino
es el de la transformación política y social o el de seguir repitiendo
viejas fórmulas para gestionar algunos pequeños cambios, pero
manteniendo la estructura de poder y de clase que nos ha llevado a la
catástrofe que se nos viene encima.
Nota:
Para
buscar referencias históricas sobre este debate se puede consultar las
decisiones del Cuarto Congreso de la Tercera Internacional, en
particular las resoluciones sobre la táctica (apartado sobre el gobierno obrero) y sobre el frente único. (A partir de la página 206)
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