La vigencia de la propuesta constituyente. ¿Cómo combinar gobierno y ruptura?

La vigencia de la propuesta constituyente. ¿Cómo combinar gobierno y ruptura? / Miguel Salas:

La Universidad de Verano del Partido Comunista de Madrid invitó a Sin Permiso a un debate sobre la propuesta constituyente y la combinación entre gobierno y ruptura. Este artículo se basa en la ponencia presentada. 

El tema planteado es polémico, complejo y muy necesario. Voy a intentar ceñirme a las definiciones que nos reúnen hoy aquí. ¿Existe una propuesta constituyente? o planteado de otra manera ¿la crisis del régimen del 78 es de tal magnitud que es necesaria esa propuesta constituyente? La respuesta es afirmativa. El régimen del Reino de España está en una profunda crisis cuyos principales factores son los siguientes.

La corrupción. Las noticias de estos días sobre el anterior rey son más que suficientes para demostrar que el conjunto del régimen se aguanta sobre un amplio y sofisticado sistema de corrupción, que no es reciente, ya que forma parte de su propia configuración. Recordemos que algunas de las más importantes crisis políticas vividas en estos 40 últimos años han estado relacionadas con la corrupción. Fue así en la última etapa del gobierno González. El gobierno de Rajoy cayó a partir de las numerosas tramas corruptas del PP. La corrupción es también una forma de funcionamiento del capitalismo de amiguetes que se ha impuesto en el Reino de España. Aunque discutible, recordemos la cita de Valle Inclán: “los españoles han echado al último Borbón no por rey, sino por ladrón”.

El 15-M fue el aldabonazo de que para una importante mayoría de la sociedad las cosas habían llegado al límite. El 15-M pone en cuestión al régimen, quiebra el bipartidismo y emerge la conciencia de que es posible cambiar las cosas. Otra cosa, es la evolución política y las ilusiones y frustraciones que se hayan podido originar.

La rebelión catalana es el otro elemento determinante. Se puede tener una opinión u otra sobre los dirigentes del independentismo catalán, pero no hay ninguna duda de que se trata de uno de los movimientos populares más importantes de los últimos años en Europa, un movimiento democrático y masivo que ha puesto en cuestión al régimen de la Monarquía y situado la república como un objetivo político de millones de personas. La rebelión catalana expresa también el fracaso del Estado de las Autonomías, de su fiscalidad, del conglomerado político y administrativo con el que el régimen del 78 quiso evitar el problema de la existencia de diferentes naciones en el Reino de España.

Sin embargo, hay que señalar el retraso de la clase trabajadora, del movimiento obrero, en tener una voz y una fuerza propia para darle una impronta de clase a las alternativas al régimen. El movimiento obrero pagó la factura más grande tras la crisis del 2008. Las huelgas generales contra los recortes, la reforma de las pensiones y la reforma laboral no triunfaron y durante todos estos años se ha pagado duramente en paro, precariedad y crecimiento desorbitado de la desigualdad.

Otros movimientos democráticos y especialmente la movilización de las mujeres son elementos que suman contra el actual régimen, también en sus numerosas y brutales expresiones patriarcales. Para que el panorama quede completo hay que mencionar la pérdida de soberanía con el cambio constitucional del artículo 135 acordado por Zapatero y Rajoy, más los numerosos ataques a las libertades, como la Ley Mordaza, o la Ley Montoro respecto a las administraciones públicas y especialmente los ayuntamientos; o como los tribunales son los que acaban tomando decisiones políticas y sociales que siempre benefician a los más ricos.

Digámoslo con propiedad se necesita una propuesta constituyente, una propuesta republicana como alternativa al actual régimen monárquico. Mejor sería decir, propuestas constituyentes, en plural, pues el reconocimiento de diferentes naciones en el Estado español nos obliga a pensar en plurinacional, en el reconocimiento de proyectos constituyentes, sin que eso signifique prejuzgar el resultado final. Por ejemplo, si se defiende una república federal debería ser el resultado de un acuerdo con el resto de las naciones, del ejercicio de su propia soberanía, no la imposición desde arriba. Una cuestión interesante que merecería otro debate.

La pandemia no ha paralizado esos procesos. La crisis social que ha abierto los agudizará y obliga a las izquierdas a respuestas nuevas, más ambiciosas, a establecer una estrategia republicana y socialista, porque a la crisis del régimen del 78 se le suma una crisis social de consecuencias imprevisibles para el propio sistema capitalista. Se han reunido las condiciones para que las izquierdas sitúen como objetivo político concreto la alternativa republicana como una respuesta a la actual crisis, tanto democrática, como nacional y social.

La respuesta a la pandemia

Este análisis es el punto de partida para responder a la pregunta ¿cómo combinar gobierno y ruptura? La pregunta también podría ser: ¿es posible combinar gobierno con ruptura? Como marxistas no somos contrarios a los gobiernos ni al Estado, pero analizamos en cada momento lo que representan, porque si nuestro objetivo es la república y el socialismo debemos analizar si este u otro gobierno nos ayuda a avanzar y a determinar cuál debería ser la táctica adecuada. Teóricamente desde el gobierno podrían tomarse medidas encaminadas hacia la ruptura, hacia la satisfacción de las necesidades materiales y democráticas de la mayoría. Por ejemplo, el gobierno podría tener como objetivo echar abajo las contrarreformas que impuso el gobierno del PP: reforma laboral; ley mordaza; control de la justicia; una negociación para abordar democráticamente el conflicto con Cataluña, etc. De momento no lo parece.

Desde el punto de vista de esos objetivos, hubiera sido mejor tener las manos libres estando fuera del gobierno para presionar y exigir. El argumento de que solo se pueden cambiar las cosas desde el gobierno no siempre corresponde a la realidad, ya que depende de qué tipo de gobierno, de su debilidad, de la presión que se le pueda realizar, de la relación con los movimientos de masas, etc. Ejemplos hay muchos. En Portugal, comunistas y Bloco están fuera del gobierno sobre la base del cumplimiento de un acuerdo de gobierno. En Italia, Rifondazione Comunista apoyó desde fuera el gobierno. En Francia, en los años 80 y 90 los comunistas estuvieron en el gobierno dirigido por los socialistas y eso significó uno de los elementos clave de pérdida de influencia en la sociedad francesa. Por eso, lo decisivo es cuáles son los objetivos y, ya incluso antes de la pandemia, estaban por detrás de las necesidades de la gente y de una perspectiva de ruptura social y política con el neoliberalismo y el régimen del 78.

Hay otros elementos a tener en cuenta. Al estar en el gobierno se deja vacío el flanco de la organización de una alternativa desde las izquierdas. Si el gobierno no responde a las necesidades de la población trabajadora no existe, al menos en estos momentos, una fuerza política organizada que pueda responder positivamente. Como también se desprecia el empoderamiento social de los movimientos, de las asociaciones, de los sindicatos, porque el cambio, la ruptura, tiene que ser la expresión del movimiento organizado de los de abajo. Es evidente que una vez se está en el gobierno hay que adaptar la táctica que consistiría en: presionarlo, vigilarlo y exigirle a través de la movilización.

La pandemia lo ha puesto todo patas arriba. De pronto ha habido que tomar decisiones difícilmente imaginables en situación de normalidad. La pandemia ha reflejado las debilidades del sistema, particularmente en la sanidad, pero también la fragilidad del conjunto del sistema capitalista. Además, los capitalistas y las derechas pretenden que la nueva normalidad sea volver al pasado, a que el dinero público siga financiando la sanidad privada, que se mantenga la enseñanza concertada pagada por el Estado, que el dinero fluya para salvar las empresas privadas, seguir ayudando a la banca, etc. etc.

Veamos algunos ejemplos de porque afirmamos que las decisiones del gobierno se han quedado por detrás. Se presenta el Ingreso Mínimo Vital (IMV) como una de las medidas estrella. El ministro de Inclusión y Seguridad Social, José Luis Escrivá, ha declarado que ha habido 500.000 solicitudes. Según Oxfam, en el 2019 había unos 10 millones de personas en situación de pobreza, y muchas más debe de haber en la actualidad. La medida estrella está bien lejos de responder a las necesidades. También si lo medimos como inversión económica, calculada en alrededor de 3.000 millones, es, más o menos, lo que costará salvar las autopistas privadas que rodean Madrid, y es muchísimo menos de lo que se le paga a la Iglesia, o se gasta en comprar armamento inútil y no digamos lo que se está pagando para salvar a la banca. Una medida valiente, de ruptura en el ámbito social hubiera sido la implantación de una renta básica universal.

El llamado escudo social está basado en la ayuda que tendrá que venir de Europa y en la deuda que se genere. Sin embargo, no hay medidas para que los más ricos paguen más, por lo que es evidente que pretenderán que se pague entre todos y eso significarán nuevos recortes y sacrificios para las clases trabajadoras.

La reforma laboral de Rajoy es otra decisión de enorme repercusión que el gobierno no se atreve a derogar. La presión de las patronales está siendo más potente que la promesa del gobierno y la exigencia de los sindicatos. A nadie se le escapa la importancia de esta cuestión para la negociación colectiva y especialmente ante la crisis que se avecina.

Cierto que algunas medidas responden a necesidades de la gente trabajadora, pero lo que afirmamos es que son limitadas frente a la gravedad de la crisis, que no ponen en cuestión el legado de Rajoy, que no se toman medidas para que paguen quienes más tienen y que desde el gobierno no se está trabajando para la ruptura política y social con el actual régimen.

En los años 70 del pasado siglo tuvo cierto éxito la fórmula importada de Italia y que el eurocomunismo hizo suya de “un partido de lucha y de gobierno”, en la que parecería mirarse Unidas Podemos. En Italia esa idea consistió en la búsqueda de un compromiso histórico con la Democracia Cristiana y en España la política de Carrillo de aceptación de la Monarquía, los Pactos de la Moncloa, etc. La fórmula esquiva definir qué lucha y qué gobierno. Si es un partido que lucha por la transformación social, por el socialismo, no puede estar supeditado a un gobierno que ni en sueños piensa en ello. En la práctica sucedió que la lucha se supeditó al gobierno, que lo importante era el gobierno y que el partido y sus dirigentes acabaron dependiendo de las instituciones, de los gobiernos o de los parlamentos. No es un espejo en el que mirarse.

¿En qué consistiría un proceso de ruptura?

La gravedad de la crisis actual no garantiza una salida republicana. Se necesita un empuje, una voluntad y organización para debilitar y dividir a las clases dirigentes, y una estrategia para lograrlo. En primer lugar, declarar abiertamente qué se quiere y que se está dispuesto a emprender acciones y movilizaciones para un cambio. Definir los contenidos políticos y sociales (una alternativa republicana, feminista y ecológica, medidas de urgencia para responder a las necesidades sociales, prioridad de lo público, derogación de medidas antisociales y antidemocráticas de los anteriores gobiernos, reconocimiento de los derechos nacionales…) y buscar las alianzas que permitan sumar fuerzas políticas y sociales para lograrlo.

El punto de partida podría ser una alianza de las izquierdas y los nacionalistas e independentistas (algo parecido a las fuerzas que echaron a Rajoy y dieron el voto de confianza a Sánchez) sumando el sindicalismo y el asociacionismo, las organizaciones feministas, ecologistas, etc. Una mayoría política y social por un cambio de régimen que pudiera expresarse en el ámbito electoral, y, sobre todo, en el de la movilización. Hay episodios en la historia de España en los que acuerdos de ese tipo significaron un empuje decisivo para cambios políticos y sociales, como fue el Pacto de San Sebastián previo a la II República, las alianzas obreras en los años 30 o el Frente Popular, o las diferentes asambleas y plataformas previas a la muerte del dictador Franco.

Nadie dice que sea fácil ni que sea para mañana, aunque la urgencia de la crisis lo exigiría, y que la resistencia de las derechas y las clases poseedoras será fuerte, como ya lo está siendo contra este gobierno. Está en juego si el camino es el de la transformación política y social o el de seguir repitiendo viejas fórmulas para gestionar algunos pequeños cambios, pero manteniendo la estructura de poder y de clase que nos ha llevado a la catástrofe que se nos viene encima.

Nota:
Para buscar referencias históricas sobre este debate se puede consultar las decisiones del Cuarto Congreso de la Tercera Internacional, en particular las resoluciones sobre la táctica (apartado sobre el gobierno obrero) y sobre el frente único. (A partir de la página 206)


Fuente → sinpermiso.info

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