
Durante
la larga noche de la dictadura fascista, cada vez que se mentaba a la
II República era para denigrarla, acusándola de querer destruir a la
España tradicional, la de los Reyes Católicos y la consagración al
corazón de Jesucristo. Se aseguraba que llevó a tales extremos su
perversidad, que los militares patriotas se vieron obligados a
sublevarse, acompañados por los mejores ciudadanos y bendecidos por los
cardenales y obispos. Era lo relatado en los sucesivos libros que
estudiábamos, desde la escuela primaria hasta la Universidad.
Ahora ni siquiera se estudia el período republicano, de modo que en
el mejor de los casos nada saben las últimas generaciones sobre la II
República y los hombres y mujeres que la defendieron. Por eso es fácil
leer necedades históricas en los medios de comunicación.
El diario digital elEconomista.es ha publicado el 19 de
junio de 2020 un artículo firmado por José L. Jiménez con el título
“¿Cómo llegó el apellido Armas a Canarias?”, en el que se menciona a
“Juan Negrín, el último presidente de la república española”, con
iniciales minúsculas como si la República fuese cualquier vulgaridad.
Para mayor vergüenza del autor, que parece ser canario, o al menos
hallarse muy interesado en la historia canaria, Negrín era canario, de
modo que debiera conocer su biografía, dejando aparte la obligación de
saber los datos verdaderos de lo que se escribe por parte de quienes lo
hacen para el público.
Negrín en la República
Ni el director del periódico, Amador G. Ayora, ni los redactores han
corregido ese disparate histórico del autor Jiménez, lo que demuestra
que opinan como él. Sin embargo, Negrín no fue ni el último ni el primer
presidente de la República Española, sino jefe del Gobierno y ministro
de Hacienda y Economía desde el 17 de mayo de 1937, hasta el 6 de abril
de 1938, cuando formó un nuevo Gobierno en el que se reservó el
Ministerio de Defensa Nacional.
Este Gobierno se mantuvo en el exilio hasta el 17 de agosto de 1945,
cuando se reunió el Congreso de los Diputados en el Salón de Cabildos de
México, D. F., al que había concedido la extraterritorialidad el
presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Manuel Ávila Camacho, y era
legalmente, por ello, territorio español. En ese solemne acto fue
designado presidente de la República Española Diego Martínez Barrio,
ante quien presentó la dimisión el Gobierno en pleno, como era
preceptivo, con Negrín al frente.
Por lo tanto, están a punto de cumplirse 75 años del cese de Negrín,
una de esas fechas que suelen ser consideradas memorables. Por ello,
será oportuno recodar algunas ideas que expuso en el Palacio de Bellas
Artes de la capital mexicana el 1 de agosto de 1945. El local estaba
abarrotado de público, pese a que se transmitía en el mismo momento por
emisoras de radio. La expectación desbordaba a los republicanos
españoles exiliados, como lo demostró el hecho de que asistieran
diplomáticos de nueve países, entre ellos los de la República Francesa,
el Reino Unido de la Gran Bretaña y los Estados Unidos de Norteamérica.
Por la unidad republicana
Negrín estaba al tanto de las disensiones presentes entre los
republicanos en México, en las que él mismo era atacado con dureza. Por
eso reclamó la unidad entre todos los grupos para poder ser tenidos en
cuenta:
Es preciso que el que hable el dia de mañana en
nombre de España, lo haga reconocido por todos los republicanos
españoles como tal Gobierno de la República. Y es una ilusión, una
imaginación, una cosa absurda pensar que juntas, comités o entidades de
otra naturaleza puedan actuar internacionalmente pretendiendo asumir la
representación de España, o tener la probabilidad de tener éxito alguno.
Esto es algo tan obvio que no hubiera sido necesario recordarlo, pero
los grupos republicanos se hallaban tan divididos en el exilio como lo
estuvieron durante la guerra, con lo que facilitaron el triunfo de los
rebeldes. El mismo Negrín sufrió los ataques de su compañero de partido
Indalecio Prieto, siempre en la oposición. Lamentablemente el grupo
socialista afín a Prieto se apresuró a publicar en París en 1939 las
cartas cruzadas entre él y Negrín nada más terminar la guerra, cuando
debieran haber estado más unidos que nunca, pero sucedió todo lo
contrario. El 7 de junio Prieto le comunicó que consideraba “rota por
completo desde abril de 1939” la antigua amista lógica entre compañeros
de partido, y no se detuvo hasta lograr que Negrín fuera expulsado del
Partido Socialista.
Estas contradicciones jalonan la historia de la II República
Española. Pueden comprenderse entre organizaciones políticas de diverso
signo, aunque resultan difíciles de aceptar entre personalidades
dirigentes del mismo partido. Sin embargo, en el Socialista eran
continuas las disputas entre los partidarios de Prieto y los de
Francisco Largo Caballero, siempre enfrentados, y después se añadió a la
discordia Julián Besteiro, hasta la designación de Negrín a la jefatura
del Gobierno, con lo que atrajo todas las malas intenciones de los
demás.
Cómo restablecer la República
Salvado este inciso, continuamos repasando las reivindicaciones que,
en opinión de Negrín, debían reclamar los republicanos, con una clara
pretensión: conseguir el apoyo de las democracias occidentales para
recuperar el lugar a que tenían derecho entre las naciones, puesto que
el golpe de Estado de los militares monárquicos era ilegal en sí mismo, y
no se podía aceptar al régimen dictatorial derivado de él. Y para ello
era preciso, ante todo, lograr el consenso entre las fuerzas
republicanas vencidas y exiliadas:
Nosotros no pedimos más que una cosa, no pedimos más
que aquello a que tenemos derecho: el reconocimiento del Gobierno de la
República, pero primero tienen que reconocerlo los propios republicanos.
[…] Nosotros, con nuestra conducta, tenemos que darles a esas potencias
la sensación de que puede haber un régimen republicano estable en
España.
La argumentación era excelente, pero los diversos grupos republicanos
tenían sus propias ideas al respecto. Todos pedían la unidad
organizativa, pero bajo la dirección de cada uno de ellos, lo que hacía
inviable el plan. Recordó que la República había sido elegida por una
mayoría de españoles, y por lo mismo el régimen político a restaurar
era el republicano. Le parecía intolerable la propuesta de restablecer
la monarquía como medio de contentar a los militares rebeldes y
pacificar a España. Por el contrario, reclamaba la recuperación del
sistema votado libremente por la mayor parte del pueblo español:
¿Cómo se puede restablecer la República en España? Con
una política: la que el Gobierno dio a conocer en lo que se llamó “Los
trece puntos”. En estos trece puntos, de los cuales voy a dar lectura
sólo a un par de ellos, están mencionadas las bases de lo que puede
determinar la reconquista de España para la República.
Punto tercero. República popular, representada por un
Estado vigoroso, que se asiente sobre principios de pura democracia, que
ejerza su acción a través de un gobierno dotado de la plena autoridad
que confiere el voto ciudadano, emitido por sufragio universal y que sea
el símbolo de un Poder Ejecutivo firme, dependiente en todo tiempo de
las directrices y designios que marque el pueblo español.
Punto trece. Amplia amnistía para todos los españoles
que quieran cooperar a la intensa labor de reconstrucción y
engrandecimiento de España.
Todo esto nos parece lógico, pero su aplicación dependía en primer
lugar de un acuerdo entre todos los partidos republicanos, cosa
imposible, y además debía contar con la aprobación del régimen instalado
en España, que estaba legislando con una clara intención de permanencia
en el poder, como así fue.
La República Española continuó su actividad en el exilio, cada vez
con medios más reducidos y con menos reconocimientos internacionales,
hasta el punto de ser los Estados Unidos Mexicanos su único aliado. Por
eso el último presidente, José Maldonado, y el último jefe del Gobierno,
Fernando Valera, decidieron que había llegado el momento de disolver
las instituciones en el exilio tras la muerte del dictadorísimo. Así se
firmó el 21 de junio de 1977, con el presidente de los Estados Unidos
Mexicanos, José López Portillo, poniendo fin al recíproco reconocimiento
diplomático.
Arturo del Villar, presidente del colectivo republicano tercer milenio.
Fuente → radiorebelderepublicana.org
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