 
Fragmentos de la memoria de Alcañiz y Pozos de Caudé
Bajo las órdenes del Generalísimo, los fusiles disparaban. La dictadura franquista asesinó en la posguerra y durante el régimen a miles de personas de ideología contraria. Los fusilamientos, en las sacas y paseos, eran el método más usado en todo el país: Alcañiz y Pozos de Caudé no fueron una excepción.
Bajo las órdenes del Generalísimo, los fusiles disparaban. La dictadura franquista asesinó en la posguerra y durante el régimen a miles de personas de ideología contraria. Los fusilamientos, en las sacas y paseos, eran el método más usado en todo el país: Alcañiz y Pozos de Caudé no fueron una excepción.
LA TIERRA QUE PISAMOS
Odio,
  venganza, viejos rencores, señalar al vecino, distintos colores. Todo 
valía  para acabar con el enemigo. Métodos como los bombardeos a civiles
 eran  protagonistas en aquella época, la excusa perfecta para encubrir 
los  asesinatos.
A pesar de  ser el peor bombardeo de la 
Guerra Civil, tras Gernika y la Batalla del Ebro,  el de Alcañiz sigue 
silenciado. Personas como José María Maldonado, historiador  y profesor,
 con su libro Alcañiz 1938. El  bombardeo olvidado rompen ese silencio. 
“Desde niño mi padre y  mi abuela me hablaban del bombardeo con  cierta 
frecuencia, una cosa tremenda. Dejé de creer en él, porque no estaba en 
 los libros. Ese fue mi primer contacto con el bombardeo”. La Legión 
Cóndor,  encargada del ataque aéreo, desató una serie de episodios 
sangrientos en  Alcañiz. Los cuerpos sin identidad de  las víctimas de 
dichos episodios yacen todavía en las fosas comunes del  cementerio del 
municipio.
Otro modo de represión sistemática  fueron las sacas. A
 6 kilómetros de Teruel, se encuentra el monolito de Pozos de Caudé, un 
espacio  para recordar a las víctimas de este tipo de violencia en los 
pueblos de  alrededor. En este lugar, se cometían asesinatos con un 
método particular: los  cuerpos eran arrojados a un pozo de 40  metros 
de profundidad “con paladas de cal viva para que no quedasen ni los  
huesos”, afirma Sergio Murillo, investigador de la Universidad de 
Zaragoza. La  principal oleada de estos crímenes ocurrió en lo que 
Julián Casanova ha  denominado “terror caliente”, propia del mes de 
agosto de 1938. “Una violencia  extrema e incontrolada por parte de los 
franquistas que se produce desde el  alzamiento y durante aquel verano”,
 explica Murillo.
La muerte  del dictador, el 20 de noviembre de 
1975, no cerró las heridas causadas a los  familiares de las víctimas. 
Aunque se han hecho múltiples exhumaciones y muchas  personas han 
encontrado los restos de sus seres queridos, todavía hay familias  que 
buscan a sus abuelos, tíos o padres arrebatados por el bando nacional. 
Como  es el caso de Ángela y José María Carod, hermanos que siguen sin 
saber el  paradero de su abuelo asesinado. Por el contrario, Francisco 
Sánchez, sí conoce  el lugar donde yacen los restos de su abuelo.
ALCAÑIZ, LA TUMBA DE LOS OLVIDADOS
“Nuestro
  padre sabía quién había sido. Yo recuerdo una vez que murió alguien en
 el  pueblo y al cabo de 2 o 3 meses, me dijo: ya  ha muerto el último 
de los que mató a mi padre”. Ángela y José María Carod son dos hermanos 
que siguen sin saber el  paradero de su abuelo asesinado en Alcorisa, 
Teruel. Ella, ya que su hermano  vive en Barcelona, pudo ser una de las 
tres voluntarias de dicho pueblo que  acudieron al cementerio de Alcañiz
 para hacerse las pruebas de ADN relacionadas  con la última exhumación.
Septiembre
 de 2019 fue la fecha para comenzar los  trabajos en este cementerio. Se
 realizó un primer sondeo, pero no se encontró  nada. Sin embargo, al 
cabo de varios meses, se reanudó el proyecto. “Me  llamaron del 
Ministerio de Justicia que tenían un dinero para memoria histórica  que 
no lo habían gastado entonces nos podían conceder 15.000 euros para  
continuar en Alcañiz”, explica Javier Ruiz, director de la excavación. 
En  noviembre comenzó la segunda fase de trabajos y fue entonces cuando 
apareció la  fosa con diez cuerpos.
 
Trabajos en el cementerio de Alcañiz. Javier Ruiz        
        
      
Los equipos  encargados de estas tareas están compuestos por 
profesionales de diferentes  disciplinas. En este caso: arqueólogos, 
antropólogos, un restaurador,  dibujantes, historiadores. “Y luego 
también las asociaciones, por ejemplo,  aportan voluntarios para 
trabajar o para ayudar en todas estas labores”. La Asociación Pozos de  Caudé,
  que colabora con esta excavación, se puso en contacto con Ángela para 
que se  realizara las pruebas de ADN. Aunque  los hermanos Carod no 
tienen mucha esperanza de que los huesos de su abuelo  estén allí, ya 
que no hay una historia fija de lo que pasó.
Ángela  cuenta cómo 
su abuelo José, después de su jornada en el pantano, bajaba al  pueblo 
ondeando la bandera republicana y en cuanto llegó, lo detuvieron y no se
  supo nada más de él. La profesión de Ángela -trabajadora en una 
residencia de  ancianos- ha hecho que conozca otra versión de lo 
ocurrido: uno de los  residentes le contó que trabajó junto a su abuelo 
en Valencia y cuando pusieron  los pies en Alcorisa lo cogieron. 
“Preguntarle directamente no porque él no  quería hablar de eso, 
entonces cuando él hablaba yo le dejaba hablar, pero solo  llegaba hasta
 ahí”. Pero la versión más próxima a los hechos es la que le contó  el 
hermano de su abuelo a José María, pues fue esa vez cuando la  historia 
iba más allá de un simple  fusilamiento. “Mi padre y mi abuela desde su 
casa oían gritos de mi abuelo,  porque lo estaban torturando, 
machacando”.   Mientras lo acuñaban de republicano, de rojo, el cura del
 pueblo lo oía  desde su casa impávido. “Para que veáis hasta qué punto 
las cosas están tan  tergiversadas que yo soy cura y cuando les dije a 
mis padres que quería ser  cura, mi padre me dijo que tenía que ser un 
cura de verdad, no como esos que  aparentan serlo”.
“A los 11  
años mi padre tuvo que dejar el colegio porque le hacían cantar el Cara 
al sol,  él no lo quería cantar y cada día, una paliza”. Sin embargo, él
 nunca les  inculcó ese odio hacia los que habían matado a su padre. 
Tras su muerte, fue  cuando los hermanos Carod empezaron la búsqueda de 
su abuelo. “Yo creo que se  lo debemos a mi padre porque le amargaron la
 vida”.
Cuando  Ángela fue a Alcañiz, la excavación estaba en 
proceso. “Tiene que haber más  fosas. ¿Cuántas? No lo sabemos. Y de 
hecho, es que no hay seguridad de que los  que hayamos encontrados sean 
fusilados por los franquistas”, cuenta Javier  Ruiz. Este 
desconocimiento surge debido a que en el cementerio hay una amplia 
amalgama de huesos entremezclados sin  identidad. Las milicias 
republicanas defienden el municipio en el año 36,  dejando a su paso los
 cuerpos del bando contrario bajo tierra. A ellos se unen  más adelante 
los milicianos muertos en el frente y las víctimas civiles del  
bombardeo. Cuando los franquistas toman Alcañiz, entierran también a los
 suyos  y a soldados italianos que les prestaron su ayuda. Durante el 
franquismo, se  sumaron los cuerpos de los represaliados y los civiles 
que morían por causa natural.  El cementerio ha seguido funcionando 
hasta la actualidad, con lo cual hay zonas  que se han levantado y se 
han hecho enterramientos posteriores.
Javier Ruiz  y su equipo 
tienen una larga trayectoria dentro del mundo de las excavaciones  en la
 Comunidad Autónoma de Aragón. Su primera exhumación fue en 2013 en la  
villa de Sos del Rey Católico. Siete años después, han sido 29 las  
intervenciones realizadas en las que se han recuperado un total de 99 
cuerpos.  Alcañiz es diferente a las demás ya que se encontraron restos 
de cal viva, un producto poco habitual en  las fosas de Aragón. Además, 
la posición de los cuerpos sorprendió al equipo:  “No es lo mismo 
excavar una fosa y ver que los han enterrado de una manera más  digna, 
colocados o medio colocados, a que estén directamente arrojados, como es
  el caso de Alcañiz".
 
Huesos encontrados en la fosa común. José Puche/Javier Ruiz        
        
      
 
Huesos encontrados en la fosa común. José Puche/Javier Ruiz        
        
      
La finalidad  de estos trabajos era tener algún resultado en mayo de 
2020, pero la crisis sanitaria ha hecho que todo se  paralice. Los 
primeros afectados en todo esto son las familias que únicamente  quieren
 dignificar a sus familiares y velar por ellos. Según relata Ángela, su 
 padre siempre ha tenido una mirada muy triste y una ‘espinita clavada’.
“Yo creo que mi padre descansará más  si encontráramos a su padre”.
CAUDÉ, EL POZO SIN FONDO
El
 17 de febrero de 2004 se fundó la  Asociación Pozos de Caudé. Con el 
objetivo de buscar y dignificar a los caídos,  ha colaborado en la 
mayoría de excavaciones realizadas en el Bajo Aragón. En el  origen 
estaba compuesta por 25 familias, pero en la actualidad superan los 100 
socios.
“Teruel  quedó dividida en dos partes. Fue una represión 
que se inició en el bando  nacional y  empezaron a apresar a la  gente. 
Ni siquiera los metían en la cárcel porque no se sometían a ningún  
juicio, simplemente se trataba de eliminarlos y asesinarlos”, relata 
Francisco  Sánchez, presidente de la asociación. “Era lo más cómodo para
 ellos. Un pozo  que estaba seco, que no tenía agua, con lo cual era una
 fosa común que ya  estaba hecha”.
Transportaban  a las víctimas 
cada noche en camiones desde sus pueblos, los fusilaban y  arrojaban sus
 cuerpos al pozo (N-234,  km.126). Según parece, un abuelo de entonces 
vio que el pozo estaba lleno,  así que continuaron enterrando en los 
alrededores. “Hemos localizado 3 o 4  fosas alrededor. Una enfrente 
mismo de los Pozos de Caudé: se hizo una  carretera y una zanja para 
pasar un gasoducto y apareció la fosa. Salieron 13  personas”, explica 
Sánchez.
Debido a la  falta de documentación oficial, han sido las
 familias y vecinos quienes han  aportado sus testimonios orales.  
Destacan, sobre todo al principio, los hermanos Volney y Jaurés Sánchez,
  impulsores de la construcción del monolito. “Fueron los que buscaron 
el diseño,  hablaron con algún aparejador, con algún carpintero, 
prepararon los fondos e  hicieron todo el trabajo”, añade Francisco. El 
proyecto surgió en 1978 con  ayuda de sindicatos de izquierdas, en 
especial UGT y CNT, y familiares  afectados -como los hermanos Sánchez-.
La
 idea  original era conseguir una parcela pequeña de 200 metros con un 
fondo común y  los familiares se concentraban el día de Todos los 
Santos. La zona de Pozos de  Caudé iba a ser un polígono industrial, así
 que el Gobierno de Aragón decidió financiar  también la construcción de
 este monolito. Actualmente, las familias se reúnen  el 1 de mayo, por 
motivo del Día del  Trabajador. 
 
Pozo donde arrojaban a las víctimas. Asociación Pozos de Caudé        
        
      
 
Monolito de Pozos de Caudé. Asociación Pozos de Caudé        
        
      
La  Asociación Pozos de Caudé recoge decenas de historias, entre 
ellas la del  propio Francisco Sánchez. Su trabajo  como comercial le 
permitió viajar por toda la provincia y hablar con los  afectados de 
Teruel, basándose en el libro de Julián Casanova El pasado oculto, que 
incluye un listado  con los nombres de las víctimas.
 “Tengo un 
abuelo y un tío abuelo. Luego tengo  a un hermano de mi madre también, 
que no está en los Pozos de Caudé, pero lo  mataron en Castellón”. Su 
abuelo homónimo era concejal del ayuntamiento y  ganadero, “un tío 
trabajador, pobre y honrado”. A los dos días de que lo  cogieran, su 
esposa bajó a la prisión de Teruel acompañada de su prima. Allí no  les 
dieron información del paradero de los 64  arrestados de Cella y las 
echaron. El vigilante, que conocía a la prima,  les aseguró que tras 48 
horas de guardia no habían traído a nadie del pueblo.  “Con el disgusto 
mi abuela se echó a llorar, se emocionó, pero tenía una  garantía de que
 en la cárcel no estaban. No había otro sitio, lo tuvieron que esconder 
 en algún lado, lo tuvieron que matar”.
Los  familiares llegaron a
 la conclusión de que los suyos estaban en el pozo, sin  certeza alguna.
 Pero el caso de Francisco era distinto. Un vecino de Cella, que  de 
joven fue falangista, confesó en  su lecho de muerte la verdad. Una 
noche bajó a Teruel en el camión donde estaba  también Francisco, 
destino: Pozos de Caudé. “Hicieron un pelotón de  fusilamiento y le 
dieron un fusil a él para que también colaborara y  participara en la 
muerte. Fue incapaz”. Eran sus propios vecinos, amigos,  conocidos; no 
pudo apretar el gatillo.  “Lo tacharon de cobarde, de poco hombre, 
porque no daba la talla. Le quitaron  la camisa azul y los correajes”.
Años
 después, este hombre entró en  una enfermedad terminal. Le quedaba poco
 más de un mes de vida y decidió  contarle a un amigo que le visitaba 
todos los días esta historia. “Con una  condición: que no lo dijera 
nunca a nadie mientras él viviera”. Con este  testimonio, se ratificó lo
 que siempre habían estado buscando.
“A partir de ahí, mi abuela 
con más  ilusión y esta certeza me dijo: Si un día  puedes, Paco, me 
gustaría que saques al abuelo y que lo entierres conmigo, ya  que otra 
cosa no he podido hacer en la vida”.
UNA DE CAL Y OTRA DE ARENA
En
 Aragón,  las familias de las víctimas, los amigos y diferentes 
sindicatos se agrupan en asociaciones, como la ya mencionada de  Pozos 
de Caudé o, a nivel más general, la Asociación de Recuperación de la Memoria Histórica de Aragón (ARMHA). El objetivo final de estas  es buscar los cuerpos y dignificar a las  víctimas de la represión franquista.
La Ley de Memoria  Histórica entró en vigor en diciembre de 2007 -en 2018 tuvo una  modificación-, junto a la Ley de Memoria  Democrática de Aragón
 (2018), persigue reconocer y ampliar los derechos de  quienes 
padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la  
dictadura. Fue el gobierno socialista  de Zapatero el que impulsó la Ley
 de Memoria Histórica. Sin embargo, los  sucesivos cambios de 
presidencias han dificultado que se puedan llevar a cabo  las medidas 
propuestas en su totalidad, sobre todo a nivel regional  (ayuntamientos y
 diputaciones).
Las  asociaciones son las primeras que reciben la 
solicitud de los familiares y las  que tienen la potestad de pedir  
subvenciones. Son ellas quienes contratan a equipos de excavación como 
el  de Javier Ruiz. “El año pasado tuvimos que conseguir a través de 
subvenciones  unos 25.000 euros para poder hacer los análisis de ADN”.
“Esa
 ayuda  tiene mucha letra pequeña. La partida son 200.000 euros, pero lo
 máximo que  puedes pedir son 10.000. Y las exhumaciones implican mucho 
más dinero”. Ruiz se  refiere a la prestación que el Gobierno de Aragón 
iba a dar este año para los  trabajos de exhumación. Nunca llegó.
Una dificultad añadida en estos  trabajos es la falta de documentación.  Luis Antonio Palacio fue el encargado de elaborar el mapa de fosas de Aragón.
 “De cada uno de ellos elaboré una  ficha en la que se recogían datos de
 esos lugares, como los nombres de los  vecinos que fueron asesinados”. 
La idea surgió del Área de Cultura de la DGA,  concretamente de su 
proyecto Amarga Memoria.
 “Consulté los libros de cada zona  en los que se hacía referencia a las
 miles de personas asesinadas, pero en  ningún momento se especificaba 
dónde se hallaban las fosas”, añade Palacio. De  1.150 pueblos 
visitados, solo se recogen 340 fosas en el mapa.
Junto a la poca 
documentación  disponible, también existen trabas para llegar a ella. 
Francisco Sánchez  lo vivió en primera persona. “Yo recuerdo de ir a 
algún juzgado, a algún  archivo, y no facilitarme nada, no dejarme 
entrar”. Tras las negativas que le  dieron, cuando intentó acceder al 
archivo de Albarracín con Álvaro de Diego,  senador, la respuesta fue 
diferente: “Dentro de un mes lo tendrá usted; o viene  a por él o le 
avisaremos”.
A todo ello se suma la dificultad de interpretar los 
datos.  “En los talonarios de enterramiento de Alcañiz vienen 
especificadas las filas y  el número de tumba donde están enterrados, 
pero no sabemos dónde empiezan esas  numeraciones. Plano no hay ninguno y
 nadie sabe nada”, señala Javier Ruiz. La  única forma de ubicarse que 
tiene este equipo de excavación es a través de las  fotos aéreas del 
cementerio en los años 40.
“Pienso que  hay una falta de 
información en general. He estado en exhumaciones donde los  únicos 
medios de comunicación presentes éramos la agencia Reuters (un 
fotógrafo)  y yo”. Pablo Ibáñez es fotoperiodista en AraInfo, uno de los pocos medios que informa del tema de manera  continua (#contraelolvido). “Publicándolo se visibiliza una  realidad que ha querido ser silenciada”.
Josep
 Puche  es periodista y Responsable de Comunicación en el ayuntamiento 
de Alcañiz.  Siempre ha sido un aficionado de la Historia y la suya 
propia fue la que le  influyó para profundizar en este tema. “Poner un 
grano de arena para que el  tema no caiga en el olvido y se siga 
trabajando en ello”.
Los medios de comunicación tienen la 
capacidad de dar voz a  historias como estas. Destaca sobre todo la 
prensa escrita antes que los medios  audiovisuales. Sin embargo, todo 
depende de su línea editorial. En Aragón  sobresalen El Diario de 
Teruel, El Periódico de Aragón, infoLibre, eldiario.es  y el mencionado 
AraInfo.
“Es  un reto acercarte a una parte de la Historia 
reciente del sitio donde vivimos y  que no ha tenido la importancia que 
se merecía”, subraya Ibáñez, a lo que  Puche añade que “ojalá en un día 
no muy  lejano todas las fosas estuvieran ya identificadas y supiéramos a
 quienes  pertenecían sus restos”.
FUTURO EN PAUSA
El 
coronavirus es un nuevo obstáculo para  recuperar la memoria colectiva. 
Se han paralizado las exhumaciones que estaban  en curso, no se hacen 
pruebas de ADN, la salud ahora es lo primero. La idea es  retomar estas 
iniciativas y proyectos con la vuelta a la normalidad.
“Las  
envidias en los pueblos son un escorpión, cuando menos te lo esperas, te
  muerde, te pica”, señala José María Carod. Es necesario dejar a un 
lado los  rencores del pasado, recordar que se trata de seres humanos 
que merecen un entierro digno. “Nosotros no le  preguntamos nunca a 
quién vota, a quién no vota o de qué partido o bando es: si  hay una 
familia que tiene esa ilusión, esas ganas de saber, de conocer, allí  
que estamos echándole una mano”, apunta Francisco Sánchez.
“Estáis
 viendo lo que está pasando.  En vez de intentar unirse para solucionar 
el problema, se están atacando los de  un color y los de otro. Eso ha 
existido y existirá toda la vida”, asegura  Ángela Carod. “Y mientras la
 gente no cambiemos, esto no se va a solucionar”.
Fuente → elsaltodiario.com
 



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