Historias olvidadas: las fosas comunes

La dictadura franquista asesinó en la posguerra y durante el régimen a miles de personas de ideología contraria.

Historias olvidadas: las fosas comunes


Huesos encontrados en la fosa común. José Puche/Javier Ruiz
Fragmentos de la memoria de Alcañiz y Pozos de Caudé
Bajo las órdenes del Generalísimo, los fusiles disparaban. La dictadura franquista asesinó en la posguerra y durante el régimen a miles de personas de ideología contraria. Los fusilamientos, en las sacas y paseos, eran el método más usado en todo el país: Alcañiz y Pozos de Caudé no fueron una excepción.

LA TIERRA QUE PISAMOS

Odio, venganza, viejos rencores, señalar al vecino, distintos colores. Todo valía para acabar con el enemigo. Métodos como los bombardeos a civiles eran protagonistas en aquella época, la excusa perfecta para encubrir los asesinatos.
 
A pesar de ser el peor bombardeo de la Guerra Civil, tras Gernika y la Batalla del Ebro, el de Alcañiz sigue silenciado. Personas como José María Maldonado, historiador y profesor, con su libro Alcañiz 1938. El bombardeo olvidado rompen ese silencio. “Desde niño mi padre y mi abuela me hablaban del bombardeo con cierta frecuencia, una cosa tremenda. Dejé de creer en él, porque no estaba en los libros. Ese fue mi primer contacto con el bombardeo”. La Legión Cóndor, encargada del ataque aéreo, desató una serie de episodios sangrientos en Alcañiz. Los cuerpos sin identidad de las víctimas de dichos episodios yacen todavía en las fosas comunes del cementerio del municipio.

Otro modo de represión sistemática fueron las sacas. A 6 kilómetros de Teruel, se encuentra el monolito de Pozos de Caudé, un espacio para recordar a las víctimas de este tipo de violencia en los pueblos de alrededor. En este lugar, se cometían asesinatos con un método particular: los cuerpos eran arrojados a un pozo de 40 metros de profundidad “con paladas de cal viva para que no quedasen ni los huesos”, afirma Sergio Murillo, investigador de la Universidad de Zaragoza. La principal oleada de estos crímenes ocurrió en lo que Julián Casanova ha denominado “terror caliente”, propia del mes de agosto de 1938. “Una violencia extrema e incontrolada por parte de los franquistas que se produce desde el alzamiento y durante aquel verano”, explica Murillo.

La muerte del dictador, el 20 de noviembre de 1975, no cerró las heridas causadas a los familiares de las víctimas. Aunque se han hecho múltiples exhumaciones y muchas personas han encontrado los restos de sus seres queridos, todavía hay familias que buscan a sus abuelos, tíos o padres arrebatados por el bando nacional. Como es el caso de Ángela y José María Carod, hermanos que siguen sin saber el paradero de su abuelo asesinado. Por el contrario, Francisco Sánchez, sí conoce el lugar donde yacen los restos de su abuelo.

ALCAÑIZ, LA TUMBA DE LOS OLVIDADOS

“Nuestro padre sabía quién había sido. Yo recuerdo una vez que murió alguien en el pueblo y al cabo de 2 o 3 meses, me dijo: ya ha muerto el último de los que mató a mi padre”. Ángela y José María Carod son dos hermanos que siguen sin saber el paradero de su abuelo asesinado en Alcorisa, Teruel. Ella, ya que su hermano vive en Barcelona, pudo ser una de las tres voluntarias de dicho pueblo que acudieron al cementerio de Alcañiz para hacerse las pruebas de ADN relacionadas con la última exhumación.
 
Septiembre de 2019 fue la fecha para comenzar los trabajos en este cementerio. Se realizó un primer sondeo, pero no se encontró nada. Sin embargo, al cabo de varios meses, se reanudó el proyecto. “Me llamaron del Ministerio de Justicia que tenían un dinero para memoria histórica que no lo habían gastado entonces nos podían conceder 15.000 euros para continuar en Alcañiz”, explica Javier Ruiz, director de la excavación. En noviembre comenzó la segunda fase de trabajos y fue entonces cuando apareció la fosa con diez cuerpos.
Trabajos en el cementerio de Alcañiz. Javier Ruiz
Los equipos encargados de estas tareas están compuestos por profesionales de diferentes disciplinas. En este caso: arqueólogos, antropólogos, un restaurador, dibujantes, historiadores. “Y luego también las asociaciones, por ejemplo, aportan voluntarios para trabajar o para ayudar en todas estas labores”. La Asociación Pozos de Caudé, que colabora con esta excavación, se puso en contacto con Ángela para que se realizara las pruebas de ADN. Aunque los hermanos Carod no tienen mucha esperanza de que los huesos de su abuelo estén allí, ya que no hay una historia fija de lo que pasó.

Ángela cuenta cómo su abuelo José, después de su jornada en el pantano, bajaba al pueblo ondeando la bandera republicana y en cuanto llegó, lo detuvieron y no se supo nada más de él. La profesión de Ángela -trabajadora en una residencia de ancianos- ha hecho que conozca otra versión de lo ocurrido: uno de los residentes le contó que trabajó junto a su abuelo en Valencia y cuando pusieron los pies en Alcorisa lo cogieron. “Preguntarle directamente no porque él no quería hablar de eso, entonces cuando él hablaba yo le dejaba hablar, pero solo llegaba hasta ahí”. Pero la versión más próxima a los hechos es la que le contó el hermano de su abuelo a José María, pues fue esa vez cuando la historia iba más allá de un simple fusilamiento. “Mi padre y mi abuela desde su casa oían gritos de mi abuelo, porque lo estaban torturando, machacando”. Mientras lo acuñaban de republicano, de rojo, el cura del pueblo lo oía desde su casa impávido. “Para que veáis hasta qué punto las cosas están tan tergiversadas que yo soy cura y cuando les dije a mis padres que quería ser cura, mi padre me dijo que tenía que ser un cura de verdad, no como esos que aparentan serlo”.

“A los 11 años mi padre tuvo que dejar el colegio porque le hacían cantar el Cara al sol, él no lo quería cantar y cada día, una paliza”. Sin embargo, él nunca les inculcó ese odio hacia los que habían matado a su padre. Tras su muerte, fue cuando los hermanos Carod empezaron la búsqueda de su abuelo. “Yo creo que se lo debemos a mi padre porque le amargaron la vida”.

Cuando Ángela fue a Alcañiz, la excavación estaba en proceso. “Tiene que haber más fosas. ¿Cuántas? No lo sabemos. Y de hecho, es que no hay seguridad de que los que hayamos encontrados sean fusilados por los franquistas”, cuenta Javier Ruiz. Este desconocimiento surge debido a que en el cementerio hay una amplia amalgama de huesos entremezclados sin identidad. Las milicias republicanas defienden el municipio en el año 36, dejando a su paso los cuerpos del bando contrario bajo tierra. A ellos se unen más adelante los milicianos muertos en el frente y las víctimas civiles del bombardeo. Cuando los franquistas toman Alcañiz, entierran también a los suyos y a soldados italianos que les prestaron su ayuda. Durante el franquismo, se sumaron los cuerpos de los represaliados y los civiles que morían por causa natural. El cementerio ha seguido funcionando hasta la actualidad, con lo cual hay zonas que se han levantado y se han hecho enterramientos posteriores.

Javier Ruiz y su equipo tienen una larga trayectoria dentro del mundo de las excavaciones en la Comunidad Autónoma de Aragón. Su primera exhumación fue en 2013 en la villa de Sos del Rey Católico. Siete años después, han sido 29 las intervenciones realizadas en las que se han recuperado un total de 99 cuerpos. Alcañiz es diferente a las demás ya que se encontraron restos de cal viva, un producto poco habitual en las fosas de Aragón. Además, la posición de los cuerpos sorprendió al equipo: “No es lo mismo excavar una fosa y ver que los han enterrado de una manera más digna, colocados o medio colocados, a que estén directamente arrojados, como es el caso de Alcañiz".
Huesos encontrados en la fosa común. José Puche/Javier Ruiz
Huesos encontrados en la fosa común. José Puche/Javier Ruiz
La finalidad de estos trabajos era tener algún resultado en mayo de 2020, pero la crisis sanitaria ha hecho que todo se paralice. Los primeros afectados en todo esto son las familias que únicamente quieren dignificar a sus familiares y velar por ellos. Según relata Ángela, su padre siempre ha tenido una mirada muy triste y una ‘espinita clavada’.

“Yo creo que mi padre descansará más si encontráramos a su padre”.

CAUDÉ, EL POZO SIN FONDO

El 17 de febrero de 2004 se fundó la Asociación Pozos de Caudé. Con el objetivo de buscar y dignificar a los caídos, ha colaborado en la mayoría de excavaciones realizadas en el Bajo Aragón. En el origen estaba compuesta por 25 familias, pero en la actualidad superan los 100 socios.

“Teruel quedó dividida en dos partes. Fue una represión que se inició en el bando nacional y empezaron a apresar a la gente. Ni siquiera los metían en la cárcel porque no se sometían a ningún juicio, simplemente se trataba de eliminarlos y asesinarlos”, relata Francisco Sánchez, presidente de la asociación. “Era lo más cómodo para ellos. Un pozo que estaba seco, que no tenía agua, con lo cual era una fosa común que ya estaba hecha”.

Transportaban a las víctimas cada noche en camiones desde sus pueblos, los fusilaban y arrojaban sus cuerpos al pozo (N-234, km.126). Según parece, un abuelo de entonces vio que el pozo estaba lleno, así que continuaron enterrando en los alrededores. “Hemos localizado 3 o 4 fosas alrededor. Una enfrente mismo de los Pozos de Caudé: se hizo una carretera y una zanja para pasar un gasoducto y apareció la fosa. Salieron 13 personas”, explica Sánchez.

Debido a la falta de documentación oficial, han sido las familias y vecinos quienes han aportado sus testimonios orales. Destacan, sobre todo al principio, los hermanos Volney y Jaurés Sánchez, impulsores de la construcción del monolito. “Fueron los que buscaron el diseño, hablaron con algún aparejador, con algún carpintero, prepararon los fondos e hicieron todo el trabajo”, añade Francisco. El proyecto surgió en 1978 con ayuda de sindicatos de izquierdas, en especial UGT y CNT, y familiares afectados -como los hermanos Sánchez-.

La idea original era conseguir una parcela pequeña de 200 metros con un fondo común y los familiares se concentraban el día de Todos los Santos. La zona de Pozos de Caudé iba a ser un polígono industrial, así que el Gobierno de Aragón decidió financiar también la construcción de este monolito. Actualmente, las familias se reúnen el 1 de mayo, por motivo del Día del Trabajador.
Pozo donde arrojaban a las víctimas. Asociación Pozos de Caudé
Monolito de Pozos de Caudé. Asociación Pozos de Caudé
La Asociación Pozos de Caudé recoge decenas de historias, entre ellas la del propio Francisco Sánchez. Su trabajo como comercial le permitió viajar por toda la provincia y hablar con los afectados de Teruel, basándose en el libro de Julián Casanova El pasado oculto, que incluye un listado con los nombres de las víctimas.

“Tengo un abuelo y un tío abuelo. Luego tengo a un hermano de mi madre también, que no está en los Pozos de Caudé, pero lo mataron en Castellón”. Su abuelo homónimo era concejal del ayuntamiento y ganadero, “un tío trabajador, pobre y honrado”. A los dos días de que lo cogieran, su esposa bajó a la prisión de Teruel acompañada de su prima. Allí no les dieron información del paradero de los 64 arrestados de Cella y las echaron. El vigilante, que conocía a la prima, les aseguró que tras 48 horas de guardia no habían traído a nadie del pueblo. “Con el disgusto mi abuela se echó a llorar, se emocionó, pero tenía una garantía de que en la cárcel no estaban. No había otro sitio, lo tuvieron que esconder en algún lado, lo tuvieron que matar”.

Los familiares llegaron a la conclusión de que los suyos estaban en el pozo, sin certeza alguna. Pero el caso de Francisco era distinto. Un vecino de Cella, que de joven fue falangista, confesó en su lecho de muerte la verdad. Una noche bajó a Teruel en el camión donde estaba también Francisco, destino: Pozos de Caudé. “Hicieron un pelotón de fusilamiento y le dieron un fusil a él para que también colaborara y participara en la muerte. Fue incapaz”. Eran sus propios vecinos, amigos, conocidos; no pudo apretar el gatillo. “Lo tacharon de cobarde, de poco hombre, porque no daba la talla. Le quitaron la camisa azul y los correajes”.

Años después, este hombre entró en una enfermedad terminal. Le quedaba poco más de un mes de vida y decidió contarle a un amigo que le visitaba todos los días esta historia. “Con una condición: que no lo dijera nunca a nadie mientras él viviera”. Con este testimonio, se ratificó lo que siempre habían estado buscando.

“A partir de ahí, mi abuela con más ilusión y esta certeza me dijo: Si un día puedes, Paco, me gustaría que saques al abuelo y que lo entierres conmigo, ya que otra cosa no he podido hacer en la vida”.

UNA DE CAL Y OTRA DE ARENA

En Aragón, las familias de las víctimas, los amigos y diferentes sindicatos se agrupan en asociaciones, como la ya mencionada de Pozos de Caudé o, a nivel más general, la Asociación de Recuperación de la Memoria Histórica de Aragón (ARMHA). El objetivo final de estas es buscar los cuerpos y dignificar a las víctimas de la represión franquista.

La Ley de Memoria Histórica entró en vigor en diciembre de 2007 -en 2018 tuvo una modificación-, junto a la Ley de Memoria Democrática de Aragón (2018), persigue reconocer y ampliar los derechos de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura. Fue el gobierno socialista de Zapatero el que impulsó la Ley de Memoria Histórica. Sin embargo, los sucesivos cambios de presidencias han dificultado que se puedan llevar a cabo las medidas propuestas en su totalidad, sobre todo a nivel regional (ayuntamientos y diputaciones).

Las asociaciones son las primeras que reciben la solicitud de los familiares y las que tienen la potestad de pedir subvenciones. Son ellas quienes contratan a equipos de excavación como el de Javier Ruiz. “El año pasado tuvimos que conseguir a través de subvenciones unos 25.000 euros para poder hacer los análisis de ADN”.

“Esa ayuda tiene mucha letra pequeña. La partida son 200.000 euros, pero lo máximo que puedes pedir son 10.000. Y las exhumaciones implican mucho más dinero”. Ruiz se refiere a la prestación que el Gobierno de Aragón iba a dar este año para los trabajos de exhumación. Nunca llegó.

Una dificultad añadida en estos trabajos es la falta de documentación. Luis Antonio Palacio fue el encargado de elaborar el mapa de fosas de Aragón. “De cada uno de ellos elaboré una ficha en la que se recogían datos de esos lugares, como los nombres de los vecinos que fueron asesinados”. La idea surgió del Área de Cultura de la DGA, concretamente de su proyecto Amarga Memoria. “Consulté los libros de cada zona en los que se hacía referencia a las miles de personas asesinadas, pero en ningún momento se especificaba dónde se hallaban las fosas”, añade Palacio. De 1.150 pueblos visitados, solo se recogen 340 fosas en el mapa.

Junto a la poca documentación disponible, también existen trabas para llegar a ella. Francisco Sánchez lo vivió en primera persona. “Yo recuerdo de ir a algún juzgado, a algún archivo, y no facilitarme nada, no dejarme entrar”. Tras las negativas que le dieron, cuando intentó acceder al archivo de Albarracín con Álvaro de Diego, senador, la respuesta fue diferente: “Dentro de un mes lo tendrá usted; o viene a por él o le avisaremos”.

A todo ello se suma la dificultad de interpretar los datos. “En los talonarios de enterramiento de Alcañiz vienen especificadas las filas y el número de tumba donde están enterrados, pero no sabemos dónde empiezan esas numeraciones. Plano no hay ninguno y nadie sabe nada”, señala Javier Ruiz. La única forma de ubicarse que tiene este equipo de excavación es a través de las fotos aéreas del cementerio en los años 40.

“Pienso que hay una falta de información en general. He estado en exhumaciones donde los únicos medios de comunicación presentes éramos la agencia Reuters (un fotógrafo) y yo”. Pablo Ibáñez es fotoperiodista en AraInfo, uno de los pocos medios que informa del tema de manera continua (#contraelolvido). “Publicándolo se visibiliza una realidad que ha querido ser silenciada”.

Josep Puche es periodista y Responsable de Comunicación en el ayuntamiento de Alcañiz. Siempre ha sido un aficionado de la Historia y la suya propia fue la que le influyó para profundizar en este tema. “Poner un grano de arena para que el tema no caiga en el olvido y se siga trabajando en ello”.

Los medios de comunicación tienen la capacidad de dar voz a historias como estas. Destaca sobre todo la prensa escrita antes que los medios audiovisuales. Sin embargo, todo depende de su línea editorial. En Aragón sobresalen El Diario de Teruel, El Periódico de Aragón, infoLibre, eldiario.es y el mencionado AraInfo.

“Es un reto acercarte a una parte de la Historia reciente del sitio donde vivimos y que no ha tenido la importancia que se merecía”, subraya Ibáñez, a lo que Puche añade que “ojalá en un día no muy lejano todas las fosas estuvieran ya identificadas y supiéramos a quienes pertenecían sus restos”.

FUTURO EN PAUSA

El coronavirus es un nuevo obstáculo para recuperar la memoria colectiva. Se han paralizado las exhumaciones que estaban en curso, no se hacen pruebas de ADN, la salud ahora es lo primero. La idea es retomar estas iniciativas y proyectos con la vuelta a la normalidad.

“Las envidias en los pueblos son un escorpión, cuando menos te lo esperas, te muerde, te pica”, señala José María Carod. Es necesario dejar a un lado los rencores del pasado, recordar que se trata de seres humanos que merecen un entierro digno. “Nosotros no le preguntamos nunca a quién vota, a quién no vota o de qué partido o bando es: si hay una familia que tiene esa ilusión, esas ganas de saber, de conocer, allí que estamos echándole una mano”, apunta Francisco Sánchez.

“Estáis viendo lo que está pasando. En vez de intentar unirse para solucionar el problema, se están atacando los de un color y los de otro. Eso ha existido y existirá toda la vida”, asegura Ángela Carod. “Y mientras la gente no cambiemos, esto no se va a solucionar”.


Fuente → elsaltodiario.com

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