
El equipo de prensa de la Casa Real me cita en la azotea de
un edificio, en pleno corazón de Sevilla. El recinto, que cuenta con una
piscina descubierta, está vigilado por agentes del CNI. Su Majestad me
recibe en bañador, sentado en un trono hinchable de color rosa.
Majestad, gracias por recibirme.
Nada, nada. Ya ve que soy muy normal. Me puede tocar, si quiere. ¿Quiere? ¿Le apetece tocarme? ¿Sí? ¿Me toca? Tóqueme.
No hace falta.
¡Que me toques!
Vale, vale. ¿Dónde?
Ahí. En el pie. La punta solo.
¿Así?
No aprietes.
Perdón.
¿Qué tal?
Eh… Bien, no sé. Es un pie.
Exacto. Un pie normal. Un pie del pueblo. Pon eso: “Su Majestad don Felipe VI tiene pies del pueblo”. Bueno, ya vale, aparta.
Perdón.
Como ves, soy tan campechano como mi padre. ¡Y por menos dinero! Soy un chollo. Pon eso también.
Majestad, me gustaría saber cómo va su viaje por España.
¿El
Poor Tour Veinte Veinte? Estupendamente. Las niñas nunca habían estado
en Benidorm y les ha encantado. ¡Hasta quieren comprárselo! ¡Ja, ja, ja!
¡Cómo son los críos! Les he tenido que explicar que no tiene que
comprarlo, ¡porque ya es suyo!
Bueno, técnicamente eso no es así.
Técnicamente,
yo te mato ahora mismo y, lejos de encarcelarme, Antonio López me hace
un retrato con tus huevos de sombrero que acabaría en el Prado.
Técnicamente. ¿Ves por dónde voy?
Eh… Sí, creo que sí.
Estupendo. Siguiente pregunta.
Dígame, ¿qué tal ha pasado el confinamiento su familia y usted?
Ha
sido horroroso. Horroroso. Un día jugamos al escondite, y mi hija se
pasó una semana y media desaparecida. Tuvimos a doscientos GEOS haciendo
batidas por casa. Diez días para encontrarla.
¿Y dónde estaba?
En
el ala sur del vestidor de su madre. Tarde o temprano tenía que pasar
algo así, esa mujer no para de comprar ropa. Tiene la casa que parece
una fábrica de Bangladesh. La pobre cría sobrevivió todo ese tiempo
alimentándose de leggins de Zara.
¿Se refiere a la Princesa?
No,
hombre, me refiero a la prescindible. Espera, no pongas eso, que a su
madre no le gusta. Pon mejor… eh… Mierda, nunca me acuerdo de cómo se
llama. Es igual, pon “la infanta”.
La Princesa estaría preocupadísima.
¿Esa? ¡Ni se enteró! Estaba al otro lado de la finca, preparándose para ser reina.
¿Y cómo se prepara para eso?
Bueno,
en mi época nos mandaban a una academia militar, pero las nuevas
corrientes pedagógicas lo han cambiado todo. Ahora se deja libertad a
los niños para que aprendan solos, sin libros ni nada.
¿La Reina tiene que aprender sola? ¿Cómo?
Mire,
le pongo un ejemplo. Ayer mismo la llevamos al Estado Mayor de la
Defensa, la pusimos delante de los generales y le dijimos: “¿te apetece
dar un golpe de Estado?”. Y, a partir de ahí, ella hace lo que
considere.
Entiendo que dijo que no.
Sí, quería volver pronto a casa para ver Hamilton.
¿Y si un día decide dar un golpe de Estado?
De todo se aprende.
Ya, pero… ¿no le parece que eso estaría mal?
Es
que no hay que enfocarlo así. Cada uno tiene sus aptitudes. La
Princesa, por ejemplo, puede ser muy mala preservando la democracia,
pero muy buena reciclando.
Cambiando de tema, majestad… He leído que se ha comprado un coche nuevo, blindado, que cuesta más de medio millón de euros.
Sí, bueno. Ha sido por Letizia.
¿Le gustan los coches?
Le gustan las armas.
¿Cómo?
Hace
quince días me disparó una ráfaga de metralleta justo cuando volvía a
casa. No vea qué jaleo. Siniestro total y Eustaquio muerto.
¿Eustaquio?
El
chófer. Llevaba mil años en la familia. Fue chófer de mi padre. Se
sabía todos los puticlubs de Europa. Mejor que le matase Letizia,
también se lo digo, eso que le hemos ahorrado a Villarejo.
Pero… ¿por qué le disparó la Reina?
Es una tradición familiar.
Fuente → mimesacojea.com
No hay comentarios
Publicar un comentario