

Diario16 ha tenido acceso a distintas fuentes que han confirmado que
48 horas antes del intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981
los cabecillas civiles recibieron el placet del rey Juan Carlos
a través del general Armada. Ello se produjo en una reunión celebrada
en el domicilio de José María Oriol Urquijo, quien fue alcalde de
Bilbao, presidente de Hidroeléctrica y Talgo, entre otras compañías, y
una de las personas que fue a recibir a Juan Carlos de Borbón a la
estación de tren cuando llegó a España. Además del general, en esa
reunión se encontraban, entre otros, el anfitrión, José Antonio Girón de
Velasco (ex ministro de Trabajo con Franco y el banderín de enganche de
los ultras en los primeros años de la Transición) y Juan García Carrés
(el correveydile de los protagonistas del golpe).
No era la primera reunión que se celebraba en el domicilio
de José María Oriol, ya que en los meses previos al intento del golpe se
celebraron diferentes encuentros en una casa situada en Monte Del Pilar que
tenía una finca de 300 hectáreas, lo que garantizaba el secretismo. Nadie les
iba a molestar mientras organizaban un golpe de Estado en el despacho de José
María Oriol. La Fundación Mapfre, de donde es consejera Elena de Borbón, tiene
en la actualidad su sede en esa propiedad. En esas reuniones previas también estuvieron
presentes alguno de los cabecillas militares como Jaime Milans del Bosch cuando
se desplazaba de Valencia.
El contacto entre los generales y la parte civil era Juan
García Carrés a quien, según confirman las fuentes consultadas, Girón de
Velasco le iba abriendo las puertas de los despachos tras una llamada previa.
Se trataba de un hombre simpático pero que generaba preocupación por sus
excesos verbales y su elocuencia.
Tal y como hemos publicado en Diario16, los meses previos 23F
fueron muy intensos. Se celebraban reuniones en muchos ámbitos y
circunstancias. El rey Juan Carlos tuvo distintos encuentros con el general Armada.
Sólo en el mes de febrero se reunión con el militar en 7 ocasiones, 6 de ellas
presenciales (6, 7, 11, 12, 13 y 17 de febrero). ¿Qué asuntos tan graves y
atípicos empujaban a Armada y al rey a relacionarse personalmente con tanta
asiduidad (Baqueira Beret, La Zarzuela, conferencias telefónicas…) no estando
ya el primero al servicio directo del segundo sino, por el contrario, en un
puesto activo en el Ejército, al mando de la División de Montaña Urgel nº 4, en
Lérida, y más tarde en el Estado Mayor del Ejército en Madrid?
Una de esas reuniones está protegida por el máximo de los secretos:
la celebrada el día 13 de febrero de 1981, un encuentro que tuvo que ser muy importante
porque el propio Armada solicitó por carta a Casa Real autorización para usar,
durante el juicio, en su defensa el contenido de la reunión. Juan Carlos I se
lo denegó y Armada fue condenado a 30 años de prisión sin que mencionara en
ningún momento lo que ocurrió aquel día.
Según afirma el coronel Amadeo Martínez Inglés «allí se
habló de la «Solución Armada», de la maniobra político-palaciega a punto de
comenzar; del estado de las conversaciones con Milans y con los líderes
políticos; del estado de ánimo en los cuarteles; del otro golpe duro que
amenazaba, a corto plazo, a la democracia y a la propia Corona; de aquellas
medidas, necesarias y urgentes, para intentar detener este último peligro sin
dañar en demasía el orden constitucional vigente… Todo debía estar bajo control
en esos preocupantes momentos, ya que nada debía dejarse al azar. La cuenta
atrás había comenzado. La suerte estaba echada. Sin embargo, los hechos
posteriores demostrarían que en el entorno de la famosa «Solución» político-militar
no todo estaba tan atado y bien atado como se creía en La Zarzuela».
Respecto al resto de cabecillas del intento de golpe de Estado,
ya publicamos en Diario16 cómo el rey se reunió con el general Jaime Milans del
Bosch y se plegó a una de las principales exigencias de los militares
franquistas: la cabeza de Adolfo Suárez.
Sin embargo, ¿qué ocurrió con Juan Carlos de Borbón? Según las
fuentes consultadas, el rey les traicionó y, aún así, no acusaron al
monarca. Todos se callaron. Diario16 ha podido saber que José María
Oriol Urquijo, un hombre que madrugaba todos los días para ir a
trabajar, el día del intento de golpe de Estado no salió de casa y, en
cuanto vio cómo se estaban desarrollando los acontecimientos, se encerró
en su dormitorio esperando a que la Policía o la Guardia Civil fueran a
detenerle, algo que nunca ocurrió.
En este sentido son muy llamativas las palabras de Corinna Larsen
definiendo al rey emérito: tiene la enfermedad de la deslealtad. Sólo es
leal a sí mismo.
Fuente → diario16.com
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