El Laberinto del Fauno: lecciones de actualidad desde la posguerra

El Laberinto del Fauno: lecciones de actualidad desde la posguerra:

Tras su éxito allá por 2008, El Laberinto del Fauno ha vuelto a los cines ante la necesidad de recaudación de una industria golpeada por la CoVid19. Parece pues el momento perfecto para hablar de una película que refleja fielmente el tiempo de la posguerra, una más dentro de la amplia filmografía sobre este tópico, pero decorada con algo tan original como un cuento de hadas. Y cómo no, de su eco con la actualidad.

El Laberinto del Fauno es destacable por sus múltiples méritos: un reflejo fiel y crudo de la realidad, una cuidada puesta en escena y una combinación con la fantasía de lo más original.

La película nos traslada a la España del bando nacional en plena Guerra Civil, donde el ejército sublevado del General Francisco Franco ya ha ganado la batalla. Allí vemos a la protagonista, Ofelia, una niña de 11 años amante de los cuentos que debe aceptar la nueva realidad en la que vive y que tiene un nuevo padre: Vidal, un capitán franquista de la Policía Armada.

Entonces aparece el elemento fantástico con hadas y un extraño fauno que nos hará dudar de si lo que estamos viendo es real o es producto de la imaginación de la niña. Pero, sin desmerecer a la obra, es el elemento realista el que es objeto de este artículo.

Tiempos de miedo y muerte

Fotograma de la película donde aparece el Capitán Vidal. Autor: Captura de pantalla realizada el 13/07/2020 a las 16:10h. Fuente: Laberinto del Fauno, la película.

El Laberinto del Fauno se entrelaza durante todo su recorrido con este concepto, haciendo especial hincapié en el papel de la muerte. Y no es para menos. La guerra fue cruenta y brutal y aunque ambos bandos cometieron atrocidades, la masacre franquista no tuvo parangón. Solo para ejemplificar se puede recordar una frase del General Emilio Mola, precursor del golpe de estado que condujo a la Guerra Civil, pronunciada en julio de 1936:

“Hay que sembrar el terror…. Hay que dejar la sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros.” – General Emilio Mola
 
Esta frase representaría con fidelidad el pensamiento franquista de la época. Era una cruzada por la idea de bien, por la idea de España, una auténtica cruzada, como así lo definiría la propaganda de la guerra. En ella el que pensaba contrario era “el enemigo”. Y este debía ser eliminado. Durante todo el film vemos la crueldad de las fuerzas franquistas que no dudan ni un instante en eliminar a cualquier sospecho de ser “el enemigo”. Incluso aunque sea inofensivo.

Esta retórica puede retrotraer a la España actual. Se observa cómo la extrema derecha habla sin tapujos de los “enemigos de España” y usa casi siempre un lenguaje de guerra, como de hecho ha sucedido todo este año o más recientemente en las elecciones autonómicas del País Vasco de 2020.

Por ahora, solo son palabras. Pero solo eran palabras desde 1930 a 1936. En este lenguaje de odio, de despersonalización del otro, del enemigo, encontramos el germen que puede llevar a mayores, cuando la lucha de las ideas se traslada al terreno físico y ante la dificultad de derrotar ideas, se opta por la eliminación física. Es, de hecho, una característica muy anclada en la extrema derecha considerar que si no aceptas su «idea de nación», de cómo debe dirigirse el estado (en este caso, su idea de España), entonces es te tacha de traidor a la patria, de antipatriota y, por lo tanto, de «el enemigo».

Y es que la polarización social es palpable en la geografía española y en las redes sociales (y estas mismas tiene buena parte de culpa). De hecho, desde Al Descubierto y también en otros portales web se ha señalado las similitudes entre el auge de los movimientos ultraderechistas hoy en día con el que se vivió en los años 20 y en los años 30 del siglo pasado.

Hay que recordar que precisamente han sido estos procesos de polarización social los que han conducido a la victoria de Donald Trump en Estados Unidos y de Jair Bolsonaro en Brasil, estandartes hoy por hoy de la extrema derecha en el mundo. Y que pueden dar más de estos en el futuro.

Un funesto presagio que deberán recordar todos los que desean un nuevo conflicto para solucionar problemas del presente.

Gloria a las fuerzas armadas, despotismo…

Francisco Franco escoltado por la Guardia Mora visita San Sebastián una vez finalizada la guerra. Autor: Desconocido, 1939. Fuente: Wikimedia Commons (Kutxa Fototeka). (CC-BY-SA 3.0.).

Uno de los puntos más relevantes que permitió el ascenso del General Francisco Franco a dictador de España durante casi 40 años fue, precisamente, el ejército. Tener unas adecuadas fuerzas armadas, preparadas, disciplinadas, con experiencia, bien pertrechadas y con apoyo exterior.

Las fuerzas militares son una constante en El Laberinto del Fauno, encarnadas por la Policía Armada (aunque su rol es mucho mas militarista que el que tendría en el futuro). Se pueden ver hombres que representan de la peor manera posible las virtudes militares de obediencia, deber, sacrificio y honor (su honor).

Estas figuras aterrorizan con su sola presencia a la población civil, ya que saben que no dudarán en pasar a la eliminación física si es necesario. Y no solo eso, sino del despotismo absoluto que hacen muestra estos soldados, porque saben que todo es suyo.

Este hecho no es solamente exagerado en El Laberinto del Fauno sino que es históricamente cierto. Tras la victoria franquista, el botín fue repartido generosamente entre el bando vencedor. Fueron premiados por su lucha, más específicamente, los mandos militares, que en muchos casos se quedaron lo que no era suyo o directamente se lo cogieron a alguien que aún estaba vivo y que ni siquiera era un traidor. Muchísimas personas y organizaciones perdieron sus propiedades. Propiedades que, por cierto, disfrutan hoy en día sus herederos, sin que hayan sido devueltas a sus legítimas familias propietarias.

Como han demostrado algunos experimentos, esto no es un simple acto de maldad o un hecho puntual, sino algo dado en los comportamientos de muchos soldados una vez empieza la guerra: sometidos al estrés del combate, sin fuerzas legales que limiten sus poderes, siendo todos compañeros, romper los límites del moral y la ética no tiene castigo.

“Esta gente parte de una idea equivocada: que todos somos iguales, pero hay una gran diferencia, que la guerra terminó y ganamos nosotros. Y si para enterarnos todos hay que matar a esos hijos de puta, pues los matamos.” – Capitán Vidal de la Policía Armada
 
En El Laberinto del Fauno hay una cruda escena donde el teniente mata a botellazos a un hombre y de un tiro a otro porque llevaban propaganda roja. Ellos decían que estaban cazando conejos. Cuando el teniente tras la ejecución sumaria encuentra los conejos solo dice: “la próxima vez asegúrense de examinar mejor a esta gente”.

No hay rastro de pena, ni de culpa. Ni mucho menos de castigo. Estas muertes son un error asumible. Es fácil imaginar los terrores de la posguerra con estas imágenes. Llevados a la época actual, el ejército empieza a tomar posiciones alineado con los pensamientos de la extrema derecha global, algo que por cierto sucede en varios países.

En España, Vox arrasa en voto en los cuarteles militares y llama a la intervención militar del ejército en declaraciones completamente guerracivilistas. En Europa, se han visto casos de conexión entre la extrema derecha y el ejército. Solo por poner un ejemplo, en Alemania el gobierno derechista de Ángela Merkel ya ha tomado medidas para frenar el avance del neonazismo entre el sector militar, desmantelando a una unidad de élite por sus vínculos con la extrema derecha. También han sido desarticulados comandos que pretendían fingir un ataque de falsa bandera culpando a personas migrantes.

América Latina siempre ha vivido una tortuosa relación con sus militares, viendo como estos han truncado en multitud de ocasiones el transcurrir de la democracia. Si bien en ciertos casos existieron militares izquierdistas que procuraron lo contrario, en general, con el apoyo de Estados Unidos en el llamado Plan Cóndor, se sostuvieron dictaduras ultraderechistas a partir de los años 60 y 70. En los últimos años esto parecía cosa del pasado pero, con el resurgir de la extrema derecha, se ha dado el caso por ejemplo del apoyo del ejército a la insurrección en Bolivia contra el Movimiento Al Socialismo (MAS) de Evo Morales o cómo la mitad del ejecutivo de Jair Bolsonaro está copado por militares, que son los que actualmente sostienen (aún) al impopular mandatario.

De señores y señoritos

“Cartilla de racionamiento de la posguerra española”. Autor: Falconaumanni (Trabajo propio). Fecha: 1 de diciembre de 2013. 15:19:24. Fuente: Wikipedia. Licencia: CC BY-SA 3.0
 Cartilla de racionamiento de la posguerra española. Autor: Falconaumanni, 01/12/2013. Fuente: Wikimedia Commons. (CC BY-SA 3.0.)

Otro elemento interesante que se puede ver en El Laberinto del Fauno es la lucha de clases, aunque revestida de “derrota de clase”.

En el film (y en la realidad posfranquista), se observa una certeza de que hubo un conflicto de clases y la parte más privilegiada ganó la guerra. Y se tomaron la revancha. Por supuesto, la revancha tiene sus límites, pues nadie desea dominar un reino de cadáveres. Pero todos saben cuál es su lugar en el nuevo orden.

“A esa gente Dios ya les ha salvado el alma, lo que al cuerpo le suceda bien poco le importa” – Cura anónimo
 
Hay un momento particularmente visible en El Laberinto del Fauno donde los altos mandos militares del puesto cenan copiosamente con los mandos políticos y eclesiásticos del lugar. En una España que se moría de hambre, esta escena de vencedores y vencidos es fantástica, mostrando cómo el bando victorioso se lo queda todo.

Esta lucha de clases sigue pese a los intentos de enterrarla, rabiosamente vigente. En España se han visto cómo las protestas del barrio madrileño de Salamanca, uno de los más ricos de España, estaban encabezadas por personas pudientes que protestaban contra el gobierno con una estética determinada (lo que en el argot popular se denominaría “pijos”), armados con simbología franquista y desfilando en coches caros y de gran cilindrada. No en vano, recibió el nombre de “La revolución de los Cayetanos”. Amén de otras definiciones no menos pintorescas.

Pero este movimiento reaccionario de las élites no es un caso estrictamente español. En Brasil, antes del ascenso de Bolsonaro, surgía el parlamento más económicamente poderoso desde la dictadura: terratenientes, empresarios y políticos de rancio abolengo ocupaban las bancadas democráticas como un presagio de lo que estaría por venir.

En Estados Unidos, el multimillonario Donald Trump alcanzó la presidencia y creó el gabinete de ministros más rico de la historia de Estados Unidos.

La connivencia de las élites con el ascenso de la extrema derecha no suele ser un hecho casual. Y como se observa, se repite alrededor del globo.

La masculinidad tóxica

Es poco acertado valorar el pasado con el prisma del presente. De eso no hay duda. Pero la figura del Capitán Vidal, que encarna en El Laberinto del Fauno a un fascista de manual, comparte rasgos claros con personajes del presente. Y sin duda es el más indicado para mostrar los rasgos de la masculinidad (o mejor dicho, de la masculinidad tóxica).

Se trata de un hombre viril por antonomasia, con valor por la fuerza, el poder, parco en palabras, siempre serio, que desprecia las emociones, impiadoso con sus enemigos… mientras el personaje se afeita a navaja, que con sonidos de tocadiscos revelan más del personaje que un diálogo, siempre jugueteando con la muerte y sin atisbo de miedo.

Al otro lado está Mercedes, una trabajadora e insurrecta secreta, que es despreciada por el teniente por su feminidad. Pues, al fin y al cabo las mujeres no pueden ser un enemigo, siendo prácticamente un complemento, como nos muestra en su fría relación con su mujer. Y Mercedes, se revela como la única persona del film capaz de dañar al capitán hasta su final (y, por supuesto, pese al dolor de su herida en la boca, no deja de beber alcohol, porque ese desprecio al dolor y chulería, forman parte del imaginario cultural de la masculinidad).

“Si tiene que escoger, salve al niño. Él llevara mi nombre y el de mi padre, sálvelo a él.” – Capitán Vidal de la Policía Armada
 
Por suerte en esta época la sociedad ha aprendido que el estereotipo de la masculinidad es solo eso y que resulta una jaula para muchos hombres (heterosexuales o LGTBI+) que no son ni se sienten así. Y que, como consecuencia, la feminidad no es una debilidad ni debe estar subyugada al género masculino, que hay libertad para que cada persona escoja su camino independientemente de su género o sexo.

Eso sí: que como conjunto este aprendizaje exista, habría que añadir que no todo el mundo lo tiene en mente. Porque la ultraderecha batalla contra la igualdad. Ha rescatado el concepto de “hombre” y “mujer” del pasado y los ha puesto como su referencia, reabriendo debates prácticamente cerrados y volviendo a tiempos pasados.

De ahí (entre otros muchos motivos) su descarnada lucha contra el feminismo y las personas LGTBI+. Porque estas personas luchan por romper los estereotipos de género y han ayudado a entender que hay algo más aparte del binomio hombre-mujer con sus roles marcados, predefinidos y encorsetados. Que un hombre puede llorar o jugar con muñecas sin ser débil o que una mujer puede ser una gran futbolista o mecánica sin ser por ello menos mujer.

En una visión tan estrecha (y religiosamente influenciada) del mundo, esta manera múltiple e interseccional de la realidad no cabe.

Por eso, la batalla contra el feminismo es cruda desde todas las posiciones de la extrema derecha. Posiciones que se han visto recompensadas por el sujeto del “angry white man”, que ha visto cómo sus privilegios iban reduciéndose en favor de las personas oprimidas o discriminadas. No en vano, 2016, año donde hubo una explosión de los movimientos feministas, vio también una explosión de la extrema derecha global.

También desde toda la extrema derecha hemos visto posiciones homófobas que se repiten, ya sea desde alguna barbaridad de Bolsonaro (“No voy a combatir ni discriminar, pero si veo a dos hombres besándose en la calle los voy a golpear”) o el recién reelegido presidente de Polonia, Andrzej Duda, que ha emprendido una guerra contra las personas LGTBI+, respaldado por la extrema derecha del partido político Ley y Justicia.

La resistencia del maquis

“Los caixagales” grupo guerrila que luchaba contra el fascismo en las montañas de Asturias en 1944. Autor: Desconocido, 1944. Fuente: Flickr. (CC BY 2.0.).

Para finalizar, no se puede dejar de hablar de esos antifascistas que siguen luchando hasta el final. Esos héroes ideales que siguen combatiendo aunque todo está perdido.

Ese es el papel del maquis (y su papel en la historia), coprotagonistas silenciosos de El Laberinto del Fauno. Aparecen en todo el film como la fuerza opuesta al fascismo del Capitán Vidal, ayudados por sus alianzas con las clases humildes.

Para quien no lo sepa, el maquis fue un movimiento formado por los guerrilleros antifranquistas que lucharon a partir de 1944 contra las fuerzas de Franco. Tienen su origen en los guerrilleros españoles republicanos que se unieron para luchar contra el fascismo internacional y que volvieron a su tierra por un imposible. Escondidos generalmente en zonas montañosas, bosques y otros elementos geográficos, a veces apoyados por pequeñas poblaciones rurales, atacaban posiciones concretas del ejército y mantenían vivo el conflicto con la esperanza de que, acabada la Segunda Guerra Mundial, las democracias occidentales se enfrentaran a la España franquista. También buscaban que su lucha inspirara a otra gente para unirse a ellos y provocar una revolución, como así intentaron con la fracasada invasión del Valle de Arán. Tenían el apoyo del Partido Comunista de España (PCE) y de la Resistencia Francesa contra la ocupación nazi del país.

La película retrata la realidad de estos guerrilleros: perdidos en los montes, sin recursos, con escasos aliados y perseguidos por un Estado represor con ingentes recursos para ello.

Sin duda alguna, una misión utópica imposible de conseguir. Pero que se mantuvo en el tiempo, pues pelearon hasta pasada la posguerra, llegando al año 1952, cuando se retiraron los últimos contingentes de importancia, si bien hasta los años 60 todavía quedaban reductos aislados.

El Laberinto del Fauno: un cuento maravilloso

Y aquí llega la parte menos política. Se aconseja el visionado esta película y que la persona que esté leyendo estas líneas se pierda en este precioso cuento con tintes góticos.

En una época brutal, la mente de la niña protagonista se pierde en un reino de fantasía (del que no se sabe si es cierto, aunque todo indica que sí). Este reino de fantasía no tiene nada que ver con el mundo al que tiene acostumbrado Disney. Es un reino con reglas y leyes. Con monstruos que ejercen un poder despótico sobre las realidades que dominan. Con crueldad.

En fin, El Laberinto del Fauno es un cuento que se adapta a la realidad en la que vive. O que se podría decir que transmite que la crueldad y las relaciones de poder existen en todas las dimensiones, como algo imperturbable.

Y pese a que la película no cuenta con un presupuesto de Hollywood, los escenarios de El Laberinto del Fauno son tensamente evocadores, criaturas que erizan la piel y que realmente transmiten esa apariencia de inhumano (muy influenciada en parte por el escritor H.P. Lovecraft). Y lo mejor, al ritmo de una preciosa música de nana.

Aquí no hay nada político que comparar. O quizás sí. Que los monstruos existen y están escondidos en la sombras. Y parece que estos monstruos de la Historia han vuelto. Sería deseable que dentro de 50 años algunas personas no se tiren las manos a la cabeza pensando en qué tuvo que pasar para que llegaran al poder.

Fuentes, enlaces y bibliografía:
Foto destacada: Portada “Laberinto del fauno (2048). Autor Brett Jordan, 07/04/2012. Fuente: Flickr. (CC BY 2.0)


Fuente → aldescubierto.org

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