La izquierda española suele estar a la defensiva. Muestra un nítido
Complejo de Jonás. En cambio, la derecha y la ultraderecha, con muchos
menores recursos intelectuales, ejecuta su manual una y otra vez sin el
menor rubor. Para algunos la izquierda, tal vez como resultado de tener
ese espacio restringido que los poderes fácticos le asignaron en la
Transición, se intimida ante sus propias posibilidades y ante sus
enemigos internos. Esas cadenas propias con las que se aprisiona han
impedido que se llevasen a cabo las transformaciones necesarias para
hacer de España una sociedad madura.
El Complejo de Jonás se basa en una historia que forma parte del
Antiguo Testamento y del Tanak. Además, ese personaje también lo es en
el Islam. La tradición relata que Jonás tenía por destino ser un
profeta. Cuando descubrió su cometido y que se le había concedido un don
para lograrlo, entró en pánico y huyó lejos de su tierra. Estaba
aterrado porque sentía que su misión era demasiado para él. Por tanto,
muy agobiado, subió a un barco y “se sumió en un sueño profundo”.
Mientras dormía, una tempestad se formó en el mar. Los marineros que
viajaban a bordo con él, supieron que esa tempestad era la furia de Dios
contra Jonás, por haber evitado realizar su misión. Cuando Jonás
despertó y vió el cielo enfurecido tomó conciencia de todo y, para
evitar que otros sufrieran las consecuencias de su cobardía, se arrojó
al mar. Entonces la tempestad para los marineros terminó. Cuenta la
historia que, mientras Jonás trataba de mantenerse a flote, fue tragado
por una ballena. Dentro de ella todo era oscuridad. Jonás desesperado
por regresar se prometió a sí mismo y a Dios que, si podía salir con
vida del animal, volvería a su tierra a cumplir su misión. Tres días más
tarde, la Ballena lo vomitó devolviéndolo a donde pertenecía,
transformado y consciente que sólo podía realizar su destino y que
cuanto más se alejara de él, peor sería el sufrimiento propio y el de
las personas a su alrededor.
No suele conocerse el por qué tenemos miedo al propio talento. A la propia capacidad para aplicar las ideas oportunas para realizar nuestro camino. Pareciera que a veces da más miedo aceptar el éxito que el fracaso. La historia de la democracia postfranquista tiene numerosos ejemplos de renuncias de la izquierda a imponer soluciones eficientes y permanentes a las necesidades históricas que España mantiene desde el 78. Recuperar la propia identidad y vivir lo más posible en coherencia con ella sigue siendo una respuesta. Ello nos llevará también a que las acciones individuales aporten al bien común. A la izquierda verdadera siempre le han dicho que “no es posible”. Que los números no daban. Que las cosas no deben removerse. Que su destino era callar y obedecer. Que no tenía derecho a gobernar. Que el pasado no existió.
El liberarse la izquierda del Complejo de Jonás, implica transitar un camino que siempre parece ser el mismo. Dejar de ser lo que no es, neoliberal, por ejemplo. Recordar y reconocer aquello que tiene para darse y para dar. Dar un paso tras otro con esta certeza. No es fácil. La verdad sobre nosotros mismos, aunque sea prometedora, a veces da miedo, pero siempre es liberadora.
Según Maslow: “No es normal saber lo que queremos. Es un extraño y difícil logro psicológico. Muchos de nosotros, la mayor parte del tiempo no nos escuchamos, sino que escuchamos las voces introyectadas de mamá, papá, el sistema, los mayores, la autoridad o la tradición. No se puede elegir sabiamente una vida a menos que se atreva uno a escuchar a sí mismo, a su propio yo, en cada momento de la vida”.
En estos días se está debatiendo sobre el modelo de financiación de la educación. La formación, es decir, la creación de conductas funcionales que ese proceso de socialización trae aparejado, es la clave para que el individuo ejerza su libertad al comprender sus derechos y obligaciones. No se trata solo de enseñar a leer, sino de permitir que el individuo lea de manera crítica y libre sabiendo diferenciar la verdad de la mentira. Por ello, las enseñanzas franquistas se articulaban como un sistema paternalista y represivo que negó la historia, cuando creó una a su medida, y anuló la capacidad de hacer libres a las personas. Formó siervos durante la dictadura y en el postfranquismo.
Con este gobierno, la ciudadanía votó un camino claro para construir un futuro diferente. Es hora de salir del vientre de la ballena.
No suele conocerse el por qué tenemos miedo al propio talento. A la propia capacidad para aplicar las ideas oportunas para realizar nuestro camino. Pareciera que a veces da más miedo aceptar el éxito que el fracaso. La historia de la democracia postfranquista tiene numerosos ejemplos de renuncias de la izquierda a imponer soluciones eficientes y permanentes a las necesidades históricas que España mantiene desde el 78. Recuperar la propia identidad y vivir lo más posible en coherencia con ella sigue siendo una respuesta. Ello nos llevará también a que las acciones individuales aporten al bien común. A la izquierda verdadera siempre le han dicho que “no es posible”. Que los números no daban. Que las cosas no deben removerse. Que su destino era callar y obedecer. Que no tenía derecho a gobernar. Que el pasado no existió.
El liberarse la izquierda del Complejo de Jonás, implica transitar un camino que siempre parece ser el mismo. Dejar de ser lo que no es, neoliberal, por ejemplo. Recordar y reconocer aquello que tiene para darse y para dar. Dar un paso tras otro con esta certeza. No es fácil. La verdad sobre nosotros mismos, aunque sea prometedora, a veces da miedo, pero siempre es liberadora.
Según Maslow: “No es normal saber lo que queremos. Es un extraño y difícil logro psicológico. Muchos de nosotros, la mayor parte del tiempo no nos escuchamos, sino que escuchamos las voces introyectadas de mamá, papá, el sistema, los mayores, la autoridad o la tradición. No se puede elegir sabiamente una vida a menos que se atreva uno a escuchar a sí mismo, a su propio yo, en cada momento de la vida”.
En estos días se está debatiendo sobre el modelo de financiación de la educación. La formación, es decir, la creación de conductas funcionales que ese proceso de socialización trae aparejado, es la clave para que el individuo ejerza su libertad al comprender sus derechos y obligaciones. No se trata solo de enseñar a leer, sino de permitir que el individuo lea de manera crítica y libre sabiendo diferenciar la verdad de la mentira. Por ello, las enseñanzas franquistas se articulaban como un sistema paternalista y represivo que negó la historia, cuando creó una a su medida, y anuló la capacidad de hacer libres a las personas. Formó siervos durante la dictadura y en el postfranquismo.
Con este gobierno, la ciudadanía votó un camino claro para construir un futuro diferente. Es hora de salir del vientre de la ballena.
Fuente → elobrero.es
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