
Ahora que empieza a aflorar
la verdad sobre el patrimonio oculto del rey emérito conviene no olvidar que la
corrupción en la Jefatura del Estado
no ha surgido de la nada, sino que es un fenómeno que hunde sus raíces en lo
más profundo del franquismo. En 1975, Juan
Carlos no solo heredó el trono que Franco
dejó atado y bien atado para que el comunismo jamás llegara al poder en España, sino que el legado incluía
también el manual de instrucciones del Caudillo
sobre cómo hacer dinero fácil y los planos del sistema corrupto que fue tejido
durante 40 años de dictadura, en los que la alta política a menudo se
entremezclaba con las comisiones ilegales, los negocios secretos, los regalos y
cuentas opacas, la evasión fiscal, los siniestros testaferros y las empresas
tapadera. Por lo que vamos sabiendo, del franquismo no solo heredamos unas
cuantas leyes anacrónicas e injustas como la que sancionó la Monarquía por decreto (más la ley
sálica que impide reinar a las mujeres y el artículo de la Constitución que sanciona la inviolabilidad del monarca) sino
también el modus vivendi corrupto de una saga que se ha mantenido prácticamente
intacto durante cuatro décadas de democracia.
Hoy podemos decir sin
temor a equivocarnos que de aquellos polvos franquistas estos lodos borbónicos.
Por la corte del Generalísimo (al
igual que ha ocurrido en Zarzuela)
transitaron los testaferros, grandes empresarios afines al Régimen, embajadores, jeques y emisarios de lejanos países que
obsequiaban al tirano con regalos, joyas y prebendas. Franco, o sea el clan del
Pardo, sentó las bases de la corrupción
política a gran escala desde el Año Uno
de la Victoria y la tradición se
ha conservado en su integridad hasta nuestros días. Nada de lo que ocurre hoy
en la Casa Real española es nuevo,
todo obedece a una causa, a unos antecedentes, a una forma de entender la
Jefatura del Estado. Es evidente que la Monarquía no hizo la Transición y conservó las maneras, vicios
y costumbres del viejo general y su nefasta estirpe familiar. Al igual que el
dictador gobernó el país como si fuese su particular coto privado de caza, sin
rendir cuentas ante nada ni ante nadie, Don Juan Carlos parece haber reinado
como un dios todopoderoso que hacía y deshacía a su antojo porque estaba por
encima de la ley. No hay más que leer La familia Franco SA, el magnífico
ensayo de investigación periodística de Mariano
Sánchez Soler, para concluir que poco o nada hemos cambiado en ese aspecto.
Desde 1939 a 2020, la casta de los intocables se ha ido perpetuando de
generación en generación, antes en la figura de un general golpista, hoy en un rey
que en realidad ejercía como viajante de negocios, comisionista y bróker.
Sánchez Soler acaba de
pasar por la Semana Negra de Gijón
para presentar su magnífico libro de la mano del escritor Alejandro Gallo. La familia
Franco SA es, ante todo, la obra de un periodista valiente que ha hecho el
trabajo que por miedo o benevolencia con el franquismo no quisieron o no
supieron hacer los historiadores en su día. Ha pateado registros mercantiles y
de la propiedad, se ha entrevistado con oscuros personajes que conocían los
entresijos del Pardo y ha recuperado los amarillentos recortes de las sesenteras
revistas del corazón, auténticas minas de oro periodísticas. “Los historiadores
no tocaban el tema, había dos o tres denuncias periodísticas. Este país se
merece que se haga justicia de la de verdad, no componendas. Ya basta de
tonterías”.
Así es como Sánchez Soler ha logrado recomponer el intrincado puzle de ese otro franquismo que nadie nos había querido contar y que ahora resulta imprescindible para entender lo nos está ocurriendo a los españoles. “Yo lo que hice fue seguir el rastro del dinero, comprobar cómo los Franco organizaron todo un entramado de sociedades anónimas y propiedades inmobiliarias. La ingeniería financiera no la inventó Mario Conde; es un invento del franquismo de los años 50”, asegura el escritor y periodista.
Así es como Sánchez Soler ha logrado recomponer el intrincado puzle de ese otro franquismo que nadie nos había querido contar y que ahora resulta imprescindible para entender lo nos está ocurriendo a los españoles. “Yo lo que hice fue seguir el rastro del dinero, comprobar cómo los Franco organizaron todo un entramado de sociedades anónimas y propiedades inmobiliarias. La ingeniería financiera no la inventó Mario Conde; es un invento del franquismo de los años 50”, asegura el escritor y periodista.
La familia Franco SA no solo es una obra monumental que en Estados
Unidos hubiese sido merecedora, sin duda, de un Premio Pulitzer, sino un regalo para la memoria histórica y para la
frágil democracia española, siempre necesitada de recordar una y otra vez su
pasado para no volver a repetirlo. En las páginas de su libro, Sánchez Soler no
solo desenmascara las cloacas del franquismo y nos pone en perspectiva para entender
buena parte de lo que ocurre hoy entre las cuatro paredes de Zarzuela, sino que
recupera el denostado periodismo de investigación, el clásico de toda la vida,
que sigue existiendo aunque no lo parezca, si nos atenemos al protector manto
de silencio que los medios de comunicación españoles han extendido sobre la
figura del rey emérito en los últimos años. “Tiré de guía telefónica, lo cual me abrió la puerta
del piso de Hermanos Bécquer,
propiedad de los Franco. Acudí al Registro
de Propiedad Inmobiliaria, al Registro
de Empresas, conseguí testimonios, todo con mucha paciencia. Los datos
salen de los papeles, que es como se tienen que hacer las cosas. Así fue como
llegué a publicar reportajes sobre el tema y de ahí salió el libro. Editorial Planeta no quería meterse con
Franco, compraron mi obra para neutralizarla y le cambiaron el título. A nadie
le interesaba tocar el asunto porque había un pacto en la Transición”.
El ensayo de Sánchez Soler
deja constancia de que Franco gobernó como un rey absolutista, firmó sentencias
de muerte, hizo lo que le vino en gana rodeado de asuntos sucios, de ministros-empresarios
metidos en consejos de administración de grandes compañías y de los turbios negocios
del Marqués de Villaverde (El
Yernísimo). Han tenido que pasar varias generaciones para que empecemos
a saber la auténtica verdad sobre Franco (de alguna forma también sobre su
sucesor, heredero de su legado). Nuestros abuelos vivieron el drama de la
posguerra, las mentiras, la represión; nuestros padres hicieron la vista gorda
por puro pragmatismo; y ahora son los nietos los que exigen justicia,
reparación y memoria histórica. “Las fosas comunes ya estaban en la Transición,
solo que no era conveniente calentar el tema. Nos han estado machacando con la
maravillosa Transición modélica cuando hubo 600 muertos y 2.200 heridos en 7 años de violencia
política. Por eso está bien que despertemos a la realidad y que no nos tomen
por idiotas”, concluye el escritor. Ahora, por fin, la verdad, está en las
librerías para todo aquel que quiera conocerla.
Fuente → diario16.com
No hay comentarios
Publicar un comentario