De coronas y reyes
 
De coronas y reyes
Eduardo Luis Junquera Cubiles 

El mismo sistema-monarquía o república-ha sumido a unos países en la miseria y la corrupción, mientras que a otros los ha llevado a la excelencia. Lo determinante no es el sistema, sino la gestión política, tarea que corresponde a los servidores públicos. Según Transparencia Internacional, algunos de los países más transparentes, democráticos, ricos e igualitarios del mundo son monarquías, tal es el caso de Noruega, Dinamarca, Holanda o Japón. Lo mismo podemos decir de repúblicas como Austria, Islandia, Finlandia o Corea del Sur, que poseen algunos de los Índices de Desarrollo Humano más altos del planeta. Entre los países menos ejemplares también podemos hablar de monarquías como las de Arabia Saudí, Camboya, Marruecos o Tailandia. Los mismos parámetros desoladores de opacidad, desigualdad, pobreza y corrupción de estos reinos los encontramos en repúblicas como Corea del Norte, Irak, Venezuela o Rusia. A algunos les ilusiona eso de la guillotina, pero antes hay muchas cosas que cambiar en España, empezando por nosotros mismos. La responsabilidad del ciudadano no es menor que la de un rey, y también somos nosotros los que edificamos o destruimos el país con nuestros actos cotidianos. Parte de la izquierda se muestra revanchista con la corona, como si esta institución fuera la causa de todos nuestros males, pero el sector público lo vendieron PP y PSOE y las reformas laborales que han denigrado las condiciones de trabajo también son obra del bipartidismo. La corona no tiene legitimidad desde el punto de vista democrático-ninguna del mundo la tiene-, de acuerdo, pero este no es nuestro principal problema. Antes que la corona está la Educación, la Ciencia, la innovación, la cultura, la sanidad pública, las carencias en las universidades, el modelo de transición ecológica, la desigualdad, la precariedad laboral, la temporalidad, el problema de la vivienda y unas cuantas cosas más.

Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, todas las monarquías de Europa se encuentran entre los veintisiete países del mundo con mayor Índice de Desarrollo Humano (IDH), y entre los treinta y cinco con menos corrupción, según Transparencia Internacional. Entre las monarquías del Golfo Pérsico tan solo dos de ellas-Qatar y Emiratos Árabes Unidos-se colocan entre los treinta países menos corruptos del mundo. En cuanto al Índice de Desarrollo Humano, estos dos países se sitúan en los puestos 36 y 42 respectivamente, siendo los únicos reinos árabes en figurar entre las naciones con un IDH considerado muy alto. Estos datos nos muestran la importancia del contexto regional, ya que todos los países de Europa Occidental son, en general, prósperos, ricos y poco corruptos (la percepción de la corrupción es otra cosa), y todo ello independientemente de que su jefe de Estado sea un rey o un presidente.

Por otro lado, la Transición la hizo el pueblo. Hay toda una serie de periodistas de la prensa de la derecha y la ultraderecha, que en España son hermanas, empeñados en que creamos que un proceso histórico de la dimensión de la Transición dependió de un solo hombre, que por supuesto era el rey Juan Carlos, pero si el proceso salió adelante fue por muchas cosas, entre otras y la más importante por el deseo de pasar página de los españoles, que no querían retroceder a épocas pasadas, sino avanzar, aunque no supieran cómo, aunque fuera a tientas en medio de la oscuridad. Luego vino la “traición” del PSOE, que todavía quiere convencernos de que para lograr el mínimo común que imperaba en toda Europa Occidental-derecho a la educación y a una sanidad pública-había que vender uno de los tres sectores públicos más grandes del continente, laminar por completo los derechos de los trabajadores a través de varias reformas laborales infames y dirigir la economía practicando políticas de derechas de forma invariable. Pero eso es otra historia. Entrecomillo la palabra traición porque muchos de los políticos que entonces nos presentaron como socialdemócratas eran, sin más, políticos de derechas adscritos a la ideología neoliberal. El proceso estaba preparado, no fue un golpe de timón que el Partido Socialista dio obligado por la tormenta. Con un partido verdaderamente socialdemócrata a España le hubiera ido mucho mejor, pero siempre nos ha gobernado la derecha, siempre. Lo que cambian son las siglas.

Lo irónico de esta historia es que no son los republicanos los que pueden enterrar a la monarquía, sino el propio rey Juan Carlos con sus comportamientos. En el transcurso de su vida una persona puede llegar al heroísmo y puede comportarse también como un miserable, y esto es lo que estamos comprobando en el caso del rey emérito. Lo peor es que entre el infantil revanchismo de esa izquierda obcecada con la monarquía y la adhesión inquebrantable de la derecha nos quedaremos una vez más sin saber toda la verdad, aunque el esfuerzo del periodismo de investigación arrojará mucha luz a estas tinieblas. En fin, que si don Juan Carlos hizo méritos para hacernos “juancarlistas” también ha hecho todo lo posible por acabar con la institución. La cuestión principal es que ciertas prácticas ya no son toleradas en democracia, y esto tiene más que ver con el decoro y la apariencia que con la ética, por eso digo siempre que las próximas corrupciones serán más sofisticadas y muy difíciles de detectar, porque lo que realmente importa a nuestros políticos no es que la mujer del César sea verdaderamente honesta, sino que lo parezca.
 

Fuente → diario16.com

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