Como militares veteranos dedicamos esta conmemoración:
A los capitanes Fermín Galán y García Hernández, sublevados en Jaca contra la monarquía, primeros héroes de la II República.
Al comandante de la Guardia Civil, Rodríguez Medel, asesinado por orden del general Mola en Pamplona en julio de 1936, por enfrentarse al golpe
A los teniente y capitán José Castillo y Carlos Faraudo, miembros de la Unión Militar Republicana Antifascista asesinados en Madrid en mayo y julio de 1936 por grupos armados falangista y carlista. Ambos habían sido señalados en una lista de la Unión Militar Española.
Y a todos los militares que mantuvieron su lealtad a la República Española, enfrentándose a los militares que se alzaron en rebelión el 18 de julio de 1936.
La fecha del 18 de julio nos recuerda un terrible
golpe de estado militar, fascista y clerical; apoyado por un sector de
las Fuerzas Armadas, principalmente africanistas; por la
Iglesia Católica, extremadamente reaccionaria, con inmensas propiedades
-que veía reducir su influencia ideológica histórica sobre enormes masas
de sectores populares-; por la gran burguesía del capitalismo
incipiente, y por los terratenientes rurales asustados por la reforma
agraria y las nacionalizaciones que iba a profundizar el Frente Popular.
El golpe fue financiado por sectores del capitalismo nacional e internacional. Juan March
fue uno de los financiantes. El triunfo de Hitler en Alemania y antes
el de Mussolini en Italia con su anticomunismo militante y armado había
definido dos bandos enfrentados con dos sistemas económicos, políticos y
sociales, antagónicos. La lucha de clases había alcanzado en toda
Europa niveles de enfrentamiento.
En líneas generales los sectores obreros, sindicales y del
campesinado, mayoritariamente jornaleros, y una parte de la pequeña
burguesía republicana que veía en la república el reconocimiento de los
derechos democráticos, sociales, jurídicos, electorales, políticos y
culturales -tanto tiempo postergados y perseguidos- defendieron a una
República que había consolidado algunos derechos básicos: educación,
libertad de cultos, de pensamiento, exclusión de privilegios, garantías
de los derechos personales y colectivos, sindical, de huelga, reforma
agraria, divorcio, derecho de sufragio activo a las mujeres, laicismo
del estado y no dependencia exterior de las órdenes religiosas,
posibilidad de nacionalización por interés social, eliminación parcial
de las jurisdicciones especiales, como la de la Iglesia y, en cierto
modo, la jurisdicción militar.
El Frente Popular
En las elecciones de febrero de 1936 el Frente Popular
que agrupaba a los partidos republicanos, el partido socialista, el
partido comunista y a los diferentes sectores anarquistas que finalmente
rompieron su consigna histórica de no votar ante el avance del fascismo
civil representado por la CEDA y la derecha reaccionaria representada
por Calvo Sotelo, ganaron las elecciones. Una de las
promesas electorales fue la de la libertad de los presos políticos,
fundamentalmente los encarcelados y condenados durante la revolución de
Asturias. A partir de ese momento se iniciaron los preparativos del
golpe.
La lucha de clases enfrentadas había adquirido ya un nivel de
antagonismo y un escenario que hacía imposible que la legalidad
republicana evitase el enfrentamiento. En primer lugar, las fuerzas
políticas que apoyan la reacción y la sumisión de los trabajadores y el
retorno de los viejos valores se alinean a favor del golpe militar al
que apoyan grupos industriales y financieros, terratenientes y grandes
arrendatarios rurales, pequeños campesinos propietarios que temen las
colectivizaciones o el reparto de tierras; y la Iglesia que unifica en
parte el sistema de valores sociales en los que se justifica el golpe.
En segundo lugar se agrupaban en la defensa de la República
democrática las clases trabajadoras, los partidos republicanos, y una
parte de las clases medias que habían encontrado en la República un
camino hacia la garantía de los derechos y la lucha contra los
privilegios.
La ferocidad del golpe
La ferocidad con la que se planteaba el golpe puede deducirse del Bando con el que el General Mola
-“el Director”- estableció la naturaleza represiva y genocida del
golpe. Su “bando de guerra”, al que ajustarían su actuación todos los
mandos militares y civiles que apoyarían el golpe militar establecía
medidas tales como suspensión de derechos, toque de queda, prohibición
de reuniones de más de tres personas, persecución de quienes falten a su
trabajo, militarización de todos los funcionarios, consejos de guerra
sumarísimos y ejecución en 3 horas de los infractores, etc.
El golpe militar del 18 de julio
fue resistido por el pueblo a pesar de que muchas autoridades
republicanas se negaron a armarle contra las unidades militares
sublevadas. No obstante, el pueblo se armó y asaltó o cercó algunos
cuarteles y derrotó a los golpistas en las ciudades más importantes:
Madrid: Barcelona, Valencia, Bilbao, la cuenca minera. Una parte
considerable de la Armada, la Aviación, la Guardia de Asalto y en
algunos lugares, como Barcelona, la Guardia Civil se pusieron al lado
del gobierno legítimo. También lo hizo una parte del Ejército, en el que
algunas cosas habían cambiado en sectores que continuaron fieles a la
República.
El terror que había predicado Mola en su bando de guerra se aplicó a
rajatabla. Las ejecuciones sumarias incluyeron a todas las autoridades
republicanas, a los que habían pertenecido a organizaciones obreras y
también a los que eran asesinados en los “paseos” que realizaban los
falangistas y los requetés. Los considerados simpatizantes eran
fusilados o ejecutados también. En Badajoz, el general Yagüe,
falangista, dio carta blanca a sus tropas africanas y a sus legionarios
para que asesinasen sin límites, violasen a las mujeres y matasen a los
niños.
Queipo de Llano (en la imagen), desde
Sevilla (en dónde ejecutó a unas 17.000 personas), pedía en alocuciones
por radio que las mujeres rojas fuesen violadas. Sus llamadas eran
propias de un sádico y un violador.
“Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los
cobardes de los rojos lo que significa ser hombre. Y, de paso, también a
las mujeres. Después de todo, estas comunistas y anarquistas se lo
merecen, ¿no han estado jugando al amor libre? Ahora por lo menos sabrán
lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a
librar por mucho que forcejeen y pataleen”.
La república no pudo evitar que el ejército colonial de Marruecos
fuese trasladado a la Península y que el golpe se convirtiese en una
larga guerra de la República contra las clases capitalistas y los
terratenientes, apoyados por la Iglesia antifascista. Es el general Franco el que asume la represión y la autoriza con los más terribles desmanes.
Del golpe militar que celebra el 18 de julio el fascismo español
El golpe, al fracasar en las grandes ciudades como Madrid, Barcelona,
Valencia, Bilbao o Málaga, se convirtió en una guerra civil una vez
Franco consiguió financiación económica ilimitada de financieros como el
banquero y contrabandista Juan March, que empujó a los militares a la
conspiración y después les proporcionó dinero rápido para pagar las
armas que le llegaron a Franco desde la Italia fascista y la Alemania
nazi. Estos estados le proporcionaron después armas más modernas, aunque
las cobraron más tarde.
El 18 de julio, la llamada Transición y una advertencia para los jóvenes
Después de cuarenta años de terror franquista, la llamada Transición ha venido caracterizada por amenazas militares continuas.
Vivimos en un país en el que la subordinación del poder militar al
civil es constitucionalmente imposible. El Jefe del Estado (reyes Juan Carlos I o Felipe VI)
ejerce a su vez como mando real de unas Fuerzas Armadas (FAS) que
carecen de toda convicción democrática. Ellos mismos no son elegibles y
gozan de impunidad.
Ha habido una secuencia de conspiraciones militares para dar un golpe
de Estado, en la mayoría de los casos, mal resueltas, ocultadas o
tergiversadas con intención de aparentar normalidad y “control
democrático” de los militares ante la opinión pública:
- Operación Galaxia de 1978
- Golpe del 23-F de 1981
- Golpe de los coroneles de 1982
- Magnicidio fallido contra el Rey en La Coruña de 1985
En el caso del 23F, fue el propio rey Juan Carlos I
el que conspiró con ciertos mandos militares para contener las
conquistas democráticas y forzar el ingreso inmediato en la OTAN. A ello
se añadirían, en 1986, el chantaje de un PSOE teledirigido por la
administración de los EEU y por la socialdemocracia alemana, las
presiones mediáticas (el nuevo gran poder) y las amenazas irresistibles
(entre ellas, la probabilidad de otra guerra civil si el pueblo rehusaba
aceptar la incorporación), para imponer una tramposa anexión a la OTAN
con una pregunta sobre las condiciones de esa incorporación totalmente
engañosas e incumplidas.
Todo ello, sin contar las continuas “presiones irresistibles”
(conocidas o desconocidas) ejercidas desde los cuarteles sobre las
autoridades civiles (Gobierno y Parlamento), entre ellas, las “encuestas
de opinión” realizadas en los ochenta entre cuadros militares para
evaluar su disposición a apoyar una intervención militar en el País
Vasco o las presiones militares para impedir el ejercicio de derechos democráticos en relación con Cataluña en años recientes.
La consolidación de España como socio de la OTAN ha atemperado las
pulsiones golpistas en el seno de las FAS, al tiempo que crecía la
confianza de los militares en la defensa compartida del “orden”
capitalista y sus mandos sucumbían a los señuelos de la modernización y
la mejora de sus condiciones profesionales. Todo ello, sin el más mínimo
escrúpulo sobre la entrega de soberanía, la colaboración en guerras
ajenas, los riesgos inherentes a su participación o los desorbitados
gastos militares incurridos.
Como consecuencia de todo ello, España ha participado en casi todas
las intervenciones imperialistas de Estados Unidos que siempre se han
realizado contra los pueblos y países empobrecidos o de los que
Washington quiere saquear sus recursos o someter a sus designios.
Los parecidos con el ciclo histórico que condujo al 18 de julio que hoy recordamos con espanto son, para nosotros evidentes.
Se aproxima una nueva crisis económica con unos efectos
catastróficos, económicos, sociales, políticos y medioambientales, en un
país enormemente desigual, con una Monarquía corrupta,
una explotación de los trabajadores y trabajadoras creciente, con una
solidaridad que no implica nunca a los “otros” y cuyos derechos básicos
se han convertido en una fábula dolorosa. Las mujeres, fundamentalmente,
sufren de una violencia extrema, laboral, física y social.
Nuevamente, el ascenso de la ultraderecha como último recurso del
capital para sostener su dominio cuando el orden jurídico-político
liberal colapsa, aparece en el horizonte como una terrible amenaza. Hoy
cuentan ya con 52 diputados de Vox en el Congreso (además de
incontables, de convicciones franquistas, agazapados en el principal
partido de la derecha, el PP). Su implantación entre los militares se
refleja en la distribución geográfica de los resultados electorales por
distritos; cuentan entre sus cuadros a varios ex-altos mandos y sus llamados a los militares para arreglar las cosas por la vía expeditiva son continuos.
Mientras tanto, los sucesivos gobiernos de la “transición” han
tolerado el cultivo de los valores fascistas entre sus componentes, que
explotan hoy ante una sociedad desarmada y perpleja en forma de adhesión
multitudinaria a un manifiesto de desagravio a la figura del dictador.
Este 18 de julio tendremos mucho que reflexionar sobre aquella fatídica fecha ocurrida en 1936 y que todavía es celebrada y añorada en la mayoría de los cuarteles.
Declaración de Veteranos por la Paz España (VPPE)
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