
Extremadura, 1936, dos hermanos, José Moreno Guerrero y Ricardo Moreno Guerrero,
tenían dibujadas en sus manos la huella de trabajar la tierra, tierra
que enriquecía a grandes terratenientes, tierra que ya formaba parte de
su piel, tierra que les pertenecía, porque se la habían ganado. Pero
no bastaba su enorme amor por aquella tierra negra, del más hermoso
negro azabache, lo que el negro de esa tierra regalaba era fuente de
riqueza para grandes terratenientes del lugar.
Ese negro tan hermoso, no podía eclipsar las condiciones precarias en las que José y Ricardo trabajaban
su negro color. Y llegó el día en que el corazón luchador de esas
manos agrietadas, se declaró en rebelión. El 25 de marzo de 1936, José y Ricardo levantaron
sus puños y sus azadas en el nombre de la dignidad de los campesinos
pacenses. Ese día los puños en alto consiguieron hacer realidad un
proyecto de la II República, la Reforma agraria.
La II República tenía la reforma paralizada, la dignidad de los
trabajadores del campo ya no podía seguir más tiempo paralizada, sería
por ello que los puños y azadas en alto, lo adelantaron. Muchos José y Ricardo lo
hicieron, un total de 60.000. A partir de entonces, esa tierra
seguiría siendo trabajada por manos agrietadas, pero con más dignidad.
Pero algo, aún más negro que esa tierra, se avecinaba sobre los
pacenses. El 14 de agosto de 1936, las tropas golpistas de General Yagüe entraron en Badajoz. Aquella tierra de barros, quedaría bañada de sangre, de sangre de inocentes y de grandes revolucionarios.
Ese terrible 14 de agosto, las tropas sembradoras de terror y
barbarie, fueron en busca de Ricardo, lo pasearon y lo ejecutaron, su
espíritu revolucionario pagó el precio más alto que se puede pagar: la
muerte. A los ocho días, su hermano José fue
encontrado por las tropas bárbaras en los montes pacenses e igualmente
paseado y ejecutado. Otro espíritu revolucionario apagado, otro luchador
privado de su vida, otro episodio más de la sin razón.
Un diez por cien de la población pacense fue masacrada en aquel
agosto de 1936. La sangre formó ríos en las calles que escribieron una
historia que aún sigue enterrada en cunetas y fosas comunes. Una
historia que jamás podrá ser borrada.
Fuente → kaosenlared.net
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