“Nos
jugamos mucho, y en el mercado global las cosas se mueven muy rápido;
aprovechemos todas las herramientas posibles a nuestro alcance, sin
perder tiempo y con la ambición estratégica de lograr siempre mayores
cotas de bienestar, de prestigio e incluso de liderazgo”. Son palabras del rey Felipe VI en su intervención, esta semana, en la cumbre empresarial organizada por la patronal CEOE.
Si hacemos un ejercicio de imaginación, no sería descabellado pensar
que el rey se está dirigiendo estas palabras a sí mismo, como
representante de la institución monárquica. Es más, no hace falta ni
siquiera imaginar: que la corona está pasando actualmente por una crisis
de legitimidad es un hecho. Y que los actuales reyes están intentando salvar la institución, también. La gira por España ya ha empezado. Por Canarias. ¿Por la pandemia? No es algo nuevo. Es una historia que, como argumenta el catedrático de Derecho Constitucional Javier Pérez Royo, se repite.
“El motor de la historia constitucional de España es la crisis de legitimidad de la institución monárquica. La
historia de España no es nada más que la historia de recurrentes crisis
de legitimidad de la institución monárquica e intentos de recuperación de la legitimidad que fracasan siempre”, afirmó Pérez Royo en un coloquio organizado por el Ateneo Republicano de Andalucía, en Sevilla, en el que los distintos ponentes, desde distintas ópticas, incidieron en el agotamiento de la monarquía o, al menos, de esta etapa borbónica.
“España es el único país del mundo que ha restaurado monarquías
–prosigue el catedrático–. Después de la revolución de 1848, todos los
países europeos, cuando acaban con la monarquía, le ponen fin de manera
irreversible, por completo. Incluso las cláusulas de intangibilidad constitucional se inventan para hacer imposible el retorno de la monarquía.
Se hizo en Francia, en Italia, en Portugal, en Alemania”. En España no.
“En España, además, las restauraciones se hacen contra la democracia.
La última la hace Franco y esa restauración de la monarquía borbónica exige una guerra civil y una violencia extrema, la mayor en nuestra historia”, añade el profesor.
Y
algo más que se ha venido repitiendo mucho en los últimos años: es esa
monarquía borbónica la que organiza, tras la muerte del dictador, el proceso de transición con el principio monárquico.
“Quien viene a legitimar esa monarquía es la figura de Juan Carlos, a
quien lo han puesto todos estos años como eje central de la democracia.
Es decir, nos han venido diciendo que teníamos democracia
gracias a la monarquía y que debíamos a Juan Carlos la propia existencia
de la monarquía. Bueno, pues eso es lo que se está viniendo abajo».
Por
eso la Constitución española –»que no sirve ya a la sociedad, que es
más nominal que normativa, y por eso tenemos repeticiones electorales,
no tenemos presupuestos, no se hacen leyes, se legisla a través decretos
y por eso estamos en la situación en la que estamos»– ni se reforma ni
se va a reformar. «No tiene capacidad de reforma por la monarquía y por
el corsé que supone el principio monárquico sobre el principio de
legitimación democrática, que es el único que tiene capacidad de
reforma. Y todo esto viene de que la sociedad española no ha hecho nunca un ajuste de cuentas con la monarquía«.
Es decir, lo que resume Pérez Royo es que estamos prisioneros de una
forma política del pasado que nos impide expresarnos democráticamente y
ejerce el poder constituyente de una manera genuina. «En España no se ha
hecho otro ejercicio constituyente más que en 1931”, sostiene.
Pérez
Royo ve en este momento cierta similitud con la primera restauración:
“El golpe de Primo de Rivera en el 23 se da cuando se inicia una
investigación parlamentaria sobre el desastre de Annual, en la que se va
a poner en cuestión la figura del rey, el expediente Picasso. Y ahora
estamos también con una investigación parlamentaria [rechazada por PSOE, PP y Vox] sobre la conducta del rey emérito y la resistencia a que eso se produzca de cualquier manera”. Es rotundo: «La monarquía ha sido el problema más importante de la historia constitucional de España con mucha diferencia y lo sigue siendo”.
«Parte de un régimen político y económico»
El
diputado y portavoz de Catalunya en Comú Gerardo Pisarello, profesor de
Derecho Constitucional y nieto de republicanos andaluces, otro de los
ponentes del coloquio organizado por el Ateneo Republicano de Andalucía,
también vuelve a la historia para explicar lo que está ocurriendo hoy: «La
dinastía borbónica no ha sido una forma más o menos simbólica de
organizar el Estado; es parte de un régimen político y económico
estrechamente vinculado a un modelo fundamentalmente rentista. En el
Congreso se ha rechazado una comisión de investigación sobre las
relaciones comerciales y diplomáticas entre el Reino de España y Arabia
Saudí y su implicación en el erario publico. Esto es lo que pedimos y se
nos ha dicho que no porque queríamos ir contra el rey. Pero no es
contra el rey, es contra un régimen político y económico en el que la
monarquía actúa como una institución conseguidora. Todos los Borbones
fueron comisionistas, desempeñaron ese papel de intermediarios para que
un tipo de régimen pudiera llevarse adelante».
¿Es momento de
cuestionar la monarquía con la situación que ha generado la pandemia por
COVID-19? ¿Es momento de criticar la gira por España de los reyes?
«¿Cómo no vamos a hablar de esto –se pregunta retóricamente Pisarello–
si le estamos pidiendo a las familias más humildes, a las pequeñas y medianas empresas que paguen sus impuestos, que contribuyan,
que es el momento de levantar el país –como, por otra parte, dice el
propio rey–, y lo que vemos cada día es que desde la institución más
alta del Estado se cometieron presuntos delitos de fraude fiscal, de
blanqueo de capitales, con supuestas cuentas falsas, con personas
amenazadas por los servicios secretos por hablar de esto?”.
La crisis de legitimidad de esta etapa comenzó, según el diputado, con la crisis de 2008. “Mientras en España hubo un tipo de capitalismo popular, el que impulsa Aznar, que podía beneficiar a una parte de la población que se sentía propietaria,
eso fue compatible con una cierta legitimidad de la monarquía, liberal,
moderada, campechana… Cuando estalla la crisis de 2008 y una parte de
la ciudadanía se da cuenta de que ese modelo es una estafa, se reforma
la Constitución de la noche al día para pagar la deuda y estalla el
15-M. Las anécdotas del rey campechano ya no hacen tanta gracia“.
¿Fin de ciclo?
¿Cuándo
va a acabar este ciclo? Es imprevisible, dice Pérez Royo, que cita las
críticas de Ortega y Gasset en 1913 «y hasta el 31 la monarquía no saltó
por los aires con unas elecciones municipales». «Pero cayó el muro de Berlín, cayó Fernando VII el deseado, cayó la casi deseada Isabel II…«, señala el catedrático. Y un liberal como Ortega, destaca Pisarello, escribió aquello de delenda est monarchia.
«La primera restauración borbónica tuvo una salida en la dictadura de
Primo de Rivera –recuerda Pisarello–. ¿Podría pasar algo así? Podría
pasar. ¿Podrían pasar cosas peores? Si miro al otro lado del océano y
veo Brasil, veo Bolivia, no lo descartaría. Parece imposible que pasaran
esas cosas, y la regresión autoritaria que se ha producido es enorme. Y
veo que en el Congreso hay un sector importante de las derechas que
quiere apropiarse de la figura del rey».
¿Podría haber una salida
alternativa? «Es posible también –dice el diputado– y ha pasado en otros
momentos históricos, que esas tradiciones republicanas peninsulares
puedan articularse y puedan plantear un programa de salida de esta
crisis con un fuerte contenido de reforma social, regeneracionista de
las propias instituciones, del poder judicial, mediático, del poder
militar». Para ello, el diputado aboga por hacer lo que es propio del
republicanismo: «El republicanismo de calle, de pedagogía popular,
social, que es la clave para ir construyendo esa tradición que nunca ha
dejado de existir en España. Muchos borbones acabaron en el exilio.
Podría ocurrir y depende de nosotros que sea posible. Yo escucho a
Javier Pérez Royo, escucho al republicano gallego Xosé Manuel Beiras, el
republicanismo de Labordeta en Aragón y tradiciones del republicanismo
vasco y del valenciano, y vuelvo a escuchar a Castelao, a Blas Infante, a Federecia Montseny… Eso
no ha desaparecido y eso puede rearticularse». Eso sí, el
republicanismo del siglo XXI –matiza Pisarello– si quiere ser
democrático tiene que ser feminista».
República y feminismo
Y
como ciudadana y feminista habló la investigadora Pura Sánchez,
vicepresidenta del Ateneo Republicano de Andalucía y autora de diversos
libros sobre la represión franquista, en especial sobre esa represión
específica que soportaron las mujeres durante la dictadura. En su
discurso, Pura Sánchez acudió a Foucault para responder qué modelo de
organización es mejor o preferible: la república o la monarquía.
«La
monarquía es una manera de organización del poder en la que el padre
soberano está en el centro y se caracteriza por tener la potestad de dar
muerte. Es la tanatopolítica. Este modelo se basa en
una especie de verdad revelada, no discutida, un poder que para
imponerse usa la violencia desde la opresión, la sumisión y la
apropiación. Cuando hablamos de república, estamos hablando de un modelo
moderno de organización del poder y de generación de verdad que se basa
en la gestión de la vida –y no es lo mismo gestionar la vida que poner
la vida en el centro–. Por eso hablamos de un régimen biopolítico«, explica Sánchez.
Ahora
bien, la investigadora, que considera necesario hacer autocrítica,
señala que aunque en esta forma de organización se acepta y se toma en
consideración la presencia del cuerpo femenino –»en la tanatopolítica no
existe, se considera una deformación del cuerpo masculino»– a las
mujeres se las recluye en el espacio privado. «Estamos todavía
entregando el espacio privado a una situación de excepcionalidad donde
los derechos humanos han quedado en suspenso. Dios no nos había
salvado y la razón tampoco –afirma con ironía–. Hasta la conferencia de
Beijing, en 1995, no se acaban de articular de una manera global los
problemas de las mujeres. Porque nuestros derechos van mucho más
lentamente que otros».
Para la vicepresidenta del Ateneo
Republicano de Andalucía, es fundamental fijarse en lo que nos ha
enseñado la historia del republicanismo: «Partimos de la libertad
ilustrada y hemos llegado al concepto de libertad de la ultraderecha. Lo
mismo pasa con la idea de igualdad. La igualdad es deseable, pero para
quién y en relación a quién. Cuando la desigualdad persiste más allá de
la igualdad formal es cuando aparece la discriminación. Y seguimos
estando discriminadas».
¿Qué obstáculos hay para intentar generar una cultura republicana nueva? El primero, según Sánchez, es la mirada un tanto acrítica y complaciente con el pasado republicano:
«En la II República hubo muchos elementos fallidos, como la igualdad o
la justicia social; la cuestión territorial y el propio concepto de
soberanía quedaron sin resolver». El segundo: «La resistencia, no solo
intelectual, a abandonar el mito de la modernidad y el progreso de la
ilustración sin pensarlo en su contexto. Animo a pensar que la modernidad ilustrada fue la que hizo que la mujer fuera concebida como el ángel del hogar,
o la identidad excluyente del extranjero, el esclavo…». El tercero:
«El proceso de la propia globalización, que incide en los procesos
identitarios que podrían generar dinámicas transformadoras y
superadoras». Sánchez cita como ejemplo una escena de El siglo de las luces, de Alejo Carpentier:
«El barco llega al Caribe para acabar con la revuelta de los negros
haitianos con una gran máquina, que era una guillotina en la proa del
barco. Eso es una imagen para la reflexión».
Y el cuarto obstáculo: la pervivencia del patriarcado.
«Hay que impugnar el sistema y el feminismo es un instrumento
fundamental. No quiero decir con esto que el republicanismo tenga que
hacerse feminista ni viceversa. Estoy hablando del feminismo como una
impugnación en sí mismo del sistema».
Como reflexión final, Pura Sánchez aboga por redefinir el propio concepto de república,
asentarlo en relación con los derechos humanos y entender la
confluencia de poderes soberanos, que darían a los colectivos y pueblos
el poder de decidir sobre sus vidas y muertes. «Y para eso tenemos que
articularnos como pueblo soberano, cuestionar en esa república futura
los binarismos, hombre-mujer, buena-mala, santa-puta, público-privado,
pobres-no pobres, de más de 65 años-de menos de 65 años… Hay que
redefinir el concepto de democracia, una sociedad igual en la que no
haya discriminaciones, una sociedad inclusiva y abierta en la que las
fronteras no sean ese espacio en el que a un lado nos hacemos fuertes en
nuestros privilegios, y que no tenga presente el principio de la
jerarquía». Sánchez admite que no sabe cómo se articula un proceso
constituyente: «Pero sí quiénes deberíamos articularlo. Hay que hacer
mucha pedagogía y en eso estamos en el Ateneo Republicano de Andalucía».
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