
Su sueño era ver una República, aunque esta primavera perenne ha
provocado la caída de tantas hojas que el mantra de los supervivientes
es el mismo. “Yo ya no la veré, pero…”. Quién sabe si la conjunción
adversativa es un deseo o un presagio, un imposible o un augurio.
Ellos, memoria viva, ya no conjugan el futuro en positivo,
desbordados por un presente que se ha llevado por delante a camaradas y
amigos. “Nuestra ilusión pecaba de optimismo, mas esto ha sido una
decepción terrible. Nuestra utopía, pese a que no fuese realista, era
razonable y en interés de la colectividad. Sin embargo, casi un siglo
más tarde, las demandas son inferiores a las de entonces”. Habla Francisco Martínez (Cabañas Raras, 1925), quien boceta una sociedad más alienada que la de aquella España.
“Incluso durante la dictadura había una esperanza de ir hacia
delante. La sed del pueblo analfabeto: libertad, creación, cultura…”,
recuerda Quico, el último maquis del Bierzo. “Los opositores veíamos que
era una posibilidad. Tiempos de solidaridad y de valores humanos que se
han ido perdiendo”.
El padre de Maximino de Cos (Rionansa, 1922) fue
asesinado en el campo de exterminio de Mauthausen-Gusen, mientras que su
hermano, el guerrillero Jesús, sufrió el exilio francés. Tiene 98 años y
ejerció de enlace antes de desempeñar mil oficios. Una vida de
sacrificio que no se corresponde, según él, con la de los jóvenes de
hoy. “Lo han tenido muy fácil, están paralizados y de luchar, nada”. Por
ello, llama a la unidad de la izquierda mientras lamenta la muerte de
Julio Anguita: “El maestro, quien abogó por la unión, como en el 36”.

También se han ido, sin haber visto materializado su ideal, Chato
Galante (Madrid, 1948), un subversivo que luchó contra el franquismo y
sufrió las torturas de aquel policía que se hacía llamar ‘Billy el
Niño’. Asimismo falleció de coronavirus Rafael Gómez (Adra,1921), el último de La Nueve, la compañía española que liberó París. Y Luis Eduardo Aute
(Manila, 1943), polvo enamorado, quien quiso condenar la pena de muerte
y terminó cantándole Al alba a los últimos fusilados del franquismo.
Los achaques de la edad se llevaron al pintor Juan Genovés (Valencia, 1930) durante la veda del abrazo y a otras figuras que prendieron la mecha de la libertad, como Susana López,
punta de lanza de la clase trabajadora. Sin poderles decir adiós, pues
el bicho ha amputado manos y callado bocas. “La cantidad de criaturas
que se han muerto”, se duele Pepe Mena (Cádiz, 1929). “Es triste y horroroso, lo último que nos faltaba”.
Concejal del PCE en 1979, el pasado año fue homenajeado por
democratizar el Carnaval. “Se hizo historia de mi lucha, aunque la
actual situación es preocupante: por un lado, campa la corrupción; por
otro, estamos al borde de la guerra civil porque Vox ha logrado dividir
España”.¿Quién tomará el testigo? “Los jóvenes no son responsables.
Viene de atrás, porque Felipe González fue el mayor traidor de la clase
obrera. Un canalla que provocó el desencanto y, luego, el hundimiento”.
Han sobrevivido Juan Romero (Torrecampo, 1919), el
último republicano de Mauthausen, pero su oído no le permite hablar. La
pandemia ha desbaratado el reconocimiento a un hombre que siguió
combatiendo el fascismo en Francia. Ejerce de audífono y altavoz Jesús Rodríguez, de la Plataforma Centro Memoria, a quien le apena que ni él ni el niño Eufemio García ni los que allí perecieron pudiesen ser honrados en el 75 aniversario de su liberación. “Su sufrimiento nunca fue reconocido”.
Tampoco podemos escuchar a María Salvo (Sabadell,
1920), dona del 36 aturdida por los estragos de la covid-19 y que ha
cumplido los 100 en estados de alarma. Testimonios atrapados por el paso
del tiempo, entre los que se abren paso los de Teresa Fernández
(Madrid, 1926), niña de la guerra acogida por una familia francesa
antes de ser internada en un colegio de monjas de Donosti —donde le
obligaban a clavarle cuchillos a un muñequito de Azaña— y enclaustrada
en un correccional de la capital.
“Más murieron en la guerra”, relativiza Teresa, víctima de otros
dolores, quien solo sintió miedo dos veces: entonces y durante el
flashback totalitario del 23-F. “No hemos aprendido nada. La lucha
mereció la pena, pero hemos vuelto atrás. Es sorprendente que haya
regresado la extrema derecha”. Cada vez que escucha una cacerolada
contra el Gobierno piensa en la “gran idiotez” interpretada por esa
charanga distónica: “Estamos rodeados”.
La retentiva de Francisca Martín (Madrid, 1925) es
prodigiosa. Solo pudo ir a la escuela del 31 al 36, “los años mejores
que ha tenido España para la educación de los hijos del pueblo”. Desde
que se estrenó en una manifestación a los nueve, ha visto “cosas tan
gordas” que el coronavirus “es una más”, aunque lamenta sus
consecuencias. “La educación y la sanidad públicas atraviesan
dificultades porque desviaron el dinero a la privada. Esta democracia,
si se puede llamar así, ha mirado poco por los trabajadores y mucho por
los empresarios”.

Paquita no cree que las generaciones que le han sucedido les
fallaran, simplemente no estaban. “Hay muchas formas de engañarlas y a
la gente le gusta ver más la televisión que pensar. El pueblo español se
durmió en el 39 y todavía no ha conseguido despertarse”, afirma la
militante del PCE. “Hay que cambiar lo que está mal y quienes vengan
detrás deberían vivir en un mundo más igualitario, si bien me moriré con
las ganas de verlo”.
Rafael Martínez (Jerez, 1914) expirará luchando por
la República. “Me siento muy orgulloso de haber defendido la libertad,
porque el mayor capital de una persona es su inteligencia y su dignidad
como progresista”. El golpe del 36 le pilló haciendo la mili en
Mallorca, aunque intentó pasarse a la zona republicana. “Nadamos hasta
un destructor francés, pero al capitán le habían prohibido que
embarcasen soldados. Al menos, la ropa seguía en la playa, por lo que
nos vestimos y regresamos al cuartel muertos de miedo”.
Residente en Córdoba y comunista hasta la médula, ignora los embates
del coronavirus porque su frágil memoria se ha quedado fijada en otra
batalla. “Con esa satisfacción me iré de esta vida, dejando muy alta mi
conciencia política, porque lo he dado todo por España. Lo que esté a mi
alcance estará siempre a disposición de la gente”.
A Quico solo le queda el arma de la palabra para
reivindicar otro país. “En vez de avanzar hacia una sanidad en
condiciones, ha terminado deteriorándose por culpa de los políticos que
especulan y la privatizan. Beneficiar a unos pocos en detrimento de
muchos”, denuncia el maquis de la Federación de Guerrillas de
León-Galicia. “Hay un desfase enorme entre una sociedad igualitaria y la
actual, carente de solidaridad, visión social y en manos de
una Administración que deniega hasta lo posible”.
una Administración que deniega hasta lo posible”.
Lee el especial completo ‘…Y llegó la pandemia’ en este enlace.
Fuente → temas.publico.es
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