Monárquicos y monarcas
 
Monárquicos y monarcas

PREVISIBLEMENTE la Mesa del Congreso de los Diputados volverá a rechazar este 16 de junio de 2020 la propuesta para investigar la fortuna personal del rey decrépito Juan Carlos I de Borbón y Borbón. Será la cuarta vez que suceda. En esta ocasión, para evitar que el rechazo se base en la inviolabilidad concedida al rey de España por el tercer punto del artículo 56 en la vigente Constitución borbónica, se pide la investigación a partir de junio de 2014, cuando abdicó en su hijo Felipe VI: al dejar de ser rey dejó lógicamente de ser irresponsable de sus actos.

La propuesta está firmada por Más País, Unidas Podemos, ERC, JxCat, Comprimís, BNG, PNV y Bildu. Se opondrán, como en los casos anteriores, los tres partidos dinásticos: el que se dice Popular, el que usurpa el nombre de Socialista, y el ultraderechista Vox. 

El nombre del rey decrépito de España es noticia en medios de comunicación de masas de Europa y América, en donde se sigue con atención lo que hacen sus políticos, y si ha lugar se juzga al jefe del Estado, lo mismo que a cualquier ciudadano. Por eso es motivo de escándalo la publicación de la fortuna amasada por el Borbón español, al utilizar su cargo para cobrar comisiones en contratos milmillonarios, bien colocada en bancos suizos. Aquí los partidos dinásticos forman guardia ante el monarca, prietas las filas, para proteger su persona y su fortuna contra cualquier intromisión. 

Sería muy útil psicoanalizar a los monárquicos, para descubrir por qué motivo lo son, y no modifican su criterio aunque se descubra, se publique y hasta se confirme por el rey en ejercicio que el decrépito es un delincuente enemigo del pueblo. Incluso su hijo lo rechaza, debido a los perjuicios que le ha proporcionado su actividad delictiva ante la opinión pública internacional. Solamente la internacional, porque ya vemos que la nazional está drogada y tolera todos los chanchullos económicos utilizados por el decrépito cuando no lo era todavía, para convertirse en uno de los hombres más ricos del mundo.

Un monárquico sin rey

Es digno de ser recordado aquí y ahora el caso de Ángel Ossorio y Gallardo, monárquico convicto, conservador, catolicorromano, maurista, gobernador civil de Barcelona cuando la Semana Revolucionaria, diputado a Cortes desde 1903 hasta 1923, ministro de Fomento en 1919 en un Gobierno presidido por Maura. Con esa biografía repudió sus ideas monárquicas cuando Alfonso XIII organizó el golpe de Estado militar ejecutado por el general Primo en 1923, con el fin de impedir que las Cortes juzgaran su desastrosa intervención en la guerra de Marruecos. 

Puesto que el mismo rey derogaba la Constitución que había jurado guardar y hacer guardar, comprendió Ossorio que no podía ser monárquico si quería seguir comportándose con honor en su vida pública. Hay dos opciones como forma del Estado, la monárquica y la republicana, de modo que si fracasa una de ellas queda la otra solamente en pie. Pero Ossorio era monárquico por convicción, aunque el propio monarca hiciera inviable esa fórmula. No podía ser infiel a sus creencias, pese a que el mismo rey faltaba a su juramento solemne en las Cortes de acatar la Constitución hecho en 1902, ordenando su suspensión en 1923. 

Desde entonces Ossorio se definió como monárquico sin rey al servicio de la República. Fue diputado y embajador, y murió exiliado en Buenos Aires, fiel a su ideología. Escribió sus memorias en el exilio, porque verdaderamente podía relatar muchos aspectos de la historia contemporánea de España por haberlos vivido como protagonista, y porque deseaba explicar su autodefinición como monárquico sin rey, consciente de que algunas personas no la comprendían. En ellas expuso la fórmula a la que sujetaba su tesis política: “La monarquía es una cosa y el rey otra. Bien puede derribarse a éste para mantener a aquélla.” 

Debieran los monárquicos actuales meditar acerca de la evolución ideológica de Ossorio. Fue monárquico durante toda su vida por creer que es la forma preferible para organizar el Estado, pero cuando el rey demostró ser incapaz de cumplir su alto papel constitucional, sin renunciar a su seguridad en la monarquía por convicción, sirvió a la República. Un rey que no sabe serlo es indigno de serlo, ni siquiera como decrépito.

ARTURO DEL VILLAR
PRESIDENTE DEL COLECTIVO REPUBLICANO TERCER MILENIO
 

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