La Olimpiada Popular Antifascista de Barcelona 1936 que no pudo ser

Barcelona estuvo a punto de celebrar una Olimpiada Popular alternativa a los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936. Más de 6.000 deportistas estaban listos, pero la rebelión liderada por Francisco Franco lo impidió.

La Olimpiada Popular Antifascista de Barcelona 1936 que no pudo ser / Nacho Barranco:  

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En pleno 2020 y con la palabra antifascista en boca de todos (desde Donald Trump a las conversaciones de cualquier bar en nuestro país), es buen momento para recordar aquellos Juegos Olímpicos alternativos que el gobierno de la Segunda República Española quiso celebrar en 1936 como alternativa a los oficiales de Berlín, culmen de la propaganda nacionalsocialista de la Alemania liderada por Adolf Hitler. Aquella Olimpiada Popular consiguió salir adelante gracias al esfuerzo de organizadores, participantes y población civil, pero un día antes de su inauguración España se sumía en una guerra civil que iba a durar casi tres años. Esta es la historia de un evento que siempre merece la pena recordar.

La historia comenzó en 1931, con la elección de la sede los Juegos Olímpicos de 1936. Barcelona se enfrentaba a Roma, Berlín y Budapest por ser la sucesora de Los Ángeles pero el levantamiento republicano en nuestro país echó atrás a los mandos del COI, siempre reticentes a los cambios y a situaciones comprometidas, apartando a la ciudad condal y eligiendo definitivamente a la capital de Alemania. Dos años después, en enero de 1933, Adolf Hitler llegaba a la cancillería alemana y en Barcelona comenzaron a pensar en una alternativa a unos Juegos Olímpicos que iban a servir para vanagloriar el sistema Nazi (aunque en un primer momento la cúpula del partido no deseara organizarlos).

El objetivo principal era claro: crear un evento contrario a los Juegos de Berlín en los que reinaría la ideología nazi.
 
Ya en 1936, el último gobierno de la Segunda República había sido elegido en febrero y después de una iniciativa popular por organizar unos Juegos Populares alternativos con un tremendo éxito de convocatoria (se inscribieron más de 6.000 atletas de 23 nacionalidades diferentes) y el apoyo del gobierno francés, se decidió financiar parte de esta cita que no solo iba a ser deportiva, sino también cultural y social. El objetivo principal era claro: crear un evento contrario a los Juegos de Berlín en los que reinaría la ideología nazi.

Pero como explica la revista Agitación, "la Olimpiada Popular de Barcelona no tenía como objetivo exclusivo boicotear los Juegos Olímpicos de la Alemania nazi, si no que se debe enmarcar dentro de las Olimpiadas obreras que se organizaron durante el periodo de entreguerras a través de organizaciones como la Internacional Deportiva Obrera Socialista o las Espartaquiadas, organizadas por la Sportintern (órgano deportivo de la Internacional Comunista). Estos eventos, organizados por los trabajadores, tenían como intención promover el deporte y la amistad, y su espíritu se resume en estos cinco puntos:
  • No se buscaba la competición en forma extrema, sino el espíritu de superación.
  • El culto a los/as deportistas per se era perjudicial y se evitaba.
  • Fuerte rechazo de la comercialización del deporte y promoción del amateurismo de los/as deportistas.
  • El deporte debe servir a la masa, lo que significa que todas las personas deben tener la posibilidad de hacer deporte.
  • Por medio del deporte y de los consiguientes contactos internacionales alcanzar la paz mundial".
Un cartel de la Olimpiada Popular de Barcelona en 1936

ESPAÑA NO ENVÍA ATLETAS A BERLÍN

Por supuesto, el gobierno de España no permitió la participación de ningún atleta patrio en el evento berlinés, algo que sí había ocurrido en la cita olímpica invernal de aquel mismo año en la también ciudad alemana de Garmisch-Partenkirchen, donde por primera vez hubo representación española con 6 atletas. Era la primera vez que España boicoteaba unos Juegos Olímpicos y también iba a ser la última.

En esta Olimpiada Popular además de la delegación española también contaban con sus propios deportistas Catalunya, Euskadi y Galicia.
 
Los Juegos de Berlín iban a celebrarse en la primera quincena de agosto, mientras que la Olimpiada Popular de Barcelona estaba programada entre el 19 y 26 de julio de 1936. La sede central de los actos, cómo no, el Estadio de Montjuïc. Los deportistas, la mayoría de ellos miembros de organizaciones sindicales o de izquierda, iban a participar en un total de 16 disciplinas entre las que por supuesto se encontraba el atletismo pero que también incluía el ajedrez, el ping-pong o la pelota vasca. 

"Junto a las competiciones puramente deportivas también estaban previstas manifestaciones folclóricas en la marco de la Semana Popular de Deportes y Folklore, para subrayar la dimensión cultural del encuentro entre distintos pueblos", explican en la revista Agitación. Bailes escoceses, teatros puopulare suizos o exhibiciones tirolesas estaban entre las actividades programados. Y es que en esta Olimpiada Popular además de la delegación española también contaban con sus propios deportistas Catalunya, Euskadi y Galicia. Países como Argelia, que todavía no habían conseguido la independencia, así como exiliados de Italia y Alemania y organizaciones judías, también participaron.

EL GOLPE DE ESTADO QUE PARALIZÓ TODO

Todo estaba listo para que el 19 de julio, en el Teatre Grec de Barcelona, se diera inicio al evento a través de un concierto de la Orquesta liderada por el maestro Pau Casals y el Orfeó Gracienc. Sin embargo, los sucesos acontecidos en las colonias españolas en África el día anterior y la sublevación iniciada y encabezada por el general Francisco Franco, paralizó no solo las actividades que se iban a realizar en torno a la Olimpiada Popular, sino al conjunto del país. Cuentan en el diario Público que "durante el ensayo final en la tarde del día 18 en el Palau de la Música cuando estaban ensayando la Novena Sinfonía de Beethoven (la Oda a la Alegría, símbolo de la paz entre los pueblos), el conseller de Cultura aguó involuntariamente la fiesta al director Cassals con la noticia de que el concierto y la Olimpiada quedaban suspendidos debido a un alzamiento militar. Parece que Casals en ese momento dijo: "No sé cuándo nos volveremos a ver, por lo que propongo, antes de separarnos, toquemos la sinfonía". Según describe Valeria Giacomoni en Enciclopédic, Casals recordaría que le fue difícil ver la partitura entre lágrimas, dirigiendo un himno a la paz mientras en la calle empezaba una guerra fratricida que tanta sangre vertería".

Éramos tan ingenuos que pensábamos que el levantamiento militar era en contra de la Olimpiada Popular.
 
El desconcierto llegó a las calles de todo el país y el caos que se instauraría durante los próximos tres años iba a ser todavía más crudo en aquellos primeros días de contienda. La mayoría de los participantes, que ya habían llegado a Barcelona, decidió volver a sus lugares de origen, pero unos 200 deportistas (y comprometidos antifascistas) prefirieron quedarse para combatir la rebelión y servir de germen para lo que después desembocaría en un movimiento como las Brigadas Internacionales. Un atleta belga dejó testimonio de aquellos primeros días: "Las calles están vacías bajo un sol abrasador [...] en la Plaza del Comercio nos damos de bruces con las primeras barricadas [...] cientos de metros más lejos vemos a unos sindicalistas armados [...] las barricadas aparecen cada 100 metros. Todas las calles laterales están bloqueadas [...] nos deslizamos a lo largo de las fachadas de las casas. Las balas silban a través de la plaza. Instintivamente doblamos la espalda y nos refugiamos en un portal [...]. Vemos claramente cómo desde el campanario de una iglesia los francotiradores disparan por la espalda a los trabajadores que se encuentran tras las barricadas".

Otra mujer que pasaría a la historia por su icónica imagen tomada por Hans Gutmann en la terraza del hotel Colón también fue protagonista en este día. Marina Ginestà, deportista y militante socialista que por aquel entonces contaba con solo 17 años, dejó claro en una entrevista posterior que el desconcierto era máximo: "éramos tan ingenuos que pensábamos que el levantamiento militar era en contra de la Olimpiada Popular".
La deportista, miliciana y socialista Marina Ginestà. Foto: Hans Gutmann
Aquellas primeras horas de la Guerra Civil Española fueron el fin de una Olimpiada Popular con marcado carácter antifascista que nunca llegó a celebrarse en Barcelona. Los Juegos Olímpicos de Berlín, sin embargo, fueron un éxito a nivel global en cuanto a difusión y propaganda, marcando la tendencia de lo que iban a ser las próximas cuatro décadas en España. La historia de nuestro país continuó con los Juegos Olímpicos de Sankt-Moritz y Londres, ambos en 1948, con la participación de 6 y 64 deportistas respectivamente compitiendo bajo la bandera del régimen franquista.


Fuente → soycorredor.es

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