El dibujante Josep
Bartolí ocultó su cuaderno en la arena de un campo de concentración;
ahora sus trazos y su historia reviven en La Retirada, un libro de referencia sobre el exilio en Francia
Amó a Frida Kahlo con las manos que pintó el
horror del fascismo. La vida de Josep Bartolí está encalada por los
trazos gruesos del siglo XX. Y llena de pinceladas extraordinarias. El
artista catalán y republicano, uno más del medio millón de refugiados
españoles por la Guerra Civil, ocultó su cuaderno de dibujo en la arena
de un campo de concentración y ahora revive en la edición actualizada de
un libro de referencia sobre el exilio en Francia: La Retirada (El Mono Libre Editorial).
En
el campo de la muerte de Dachau, en Alemania, tuvo cerca el final de su
propia historia. Pero escapó. Josep Bartolí i Guiu (Barcelona, 1910 -
Nueva York, 1995) había luchado contra los golpistas de Francisco Franco
en el frente de Aragón y cruzó la frontera el 14 de febrero de 1939. El
singular periplo le llevaría, en plena Segunda Guerra Mundial, hasta
México.
"Su lápiz era, en cierto modo, el fusil que le habían confiscado",
resume Georges Bartolí, sobrino de Josep que aporta sus propios dibujos y
fotografías a La Retirada, un relato de la periodista Laurence
Garcia sobre el "éxodo y exilio de los republicanos españoles". "Tenía
esa necesidad vital de mantener la lucha", subraya.
"Documento vivo, brutal”
Como
decía el propio Josep Bartolí, sus obras "no pretenden ser un ensayo
más, de literatura o de arte, sino un documento vivo, doloroso y
brutal". Hoy 116 de sus dibujos originales están en el Archivo Histórico
de Barcelona. "Su serie de dibujos de los gendarmes que vigilan los
campos tiene una fuerza increíble, a medio camino entre la caricatura,
la fotografía y el arte", advierte Georges.
El testimonio gráfico
que Josep Bartolí escondió a sus captores ofrece el impacto de los
retratos de prisioneros consumidos en los campos de concentración. Y la
impresión de escenas aisladas, desde primeros planos a panorámicas. O la
ventana que suponían los juegos construidos por los internos y los
utensilios que salpican aquella realidad enjaulada.
"Fue en el campo de Barcarès donde empezó a dibujar bocetos en un
pequeño cuaderno que escondía para no atraer la atención de sus
carceleros y que permaneció enterrado en la arena cuando le ingresaron
en el hospital”, cuenta Georges Bartolí. "Lo recuperó al salir”, añade, y
"continuó su 'obra de resistencia' detrás del alambre de púas".
Josep
Bartolí era un partidario convencido de la República. Tras el estallido
golpista no dudó en defender la democracia hasta que, casi al final de
la guerra de España, pasó a suelo francés en compañía de otros españoles
y de miembros de las brigadas internacionales.
"En el flujo de
vencidos que pasan la frontera, un combatiente, un dibujante, Josep
Bartolí", describe Georges. Con un lápiz como "única arma de lucha para
gritar en silencio el desprecio y la crueldad con que fueron recibidos
en Francia. En el libro, Laurence Garcia retrata la vida de su familia
y, con ella, la de los casi 500.000 españoles que en febrero de 1939
tuvieron que huir de su país para evitar las represalias franquistas, en
lo que se conoce como La Retirada.
Del campo de la muerte a Frida Kahlo
Bartolí
acabó penando hasta por siete campos de concentración, como Lamanère,
Argelès-sur-Mer, Saint-Cyprien, Rivesaltes y Barcarès. Esquivó el
disciplinario de Gurs, de donde debía ser devuelto a España y, por
tanto, enfrentarse a una muerte segura.
Pudo huir a París, donde
trabajó para espectáculos del Folies-Bergère y del Moulin Rouge. Durante
la Ocupación huyó de la capital francesa y fue capturado por la Gestapo
en Vichy. Le enviaron al campo de la muerte de Dachau, en Alemania,
pero consiguió escapar.
Gracias a una red de ayuda a refugiados
judíos acabó embarcando en Marsella en el Lyautey y llegó a Casablanca,
de donde partió hacia México, donde retomaría su actividad pictórica. A
su llegada fue recibido por el entorno artístico de Diego Rivera y Frida
Kahlo.
"Mi Bartolí... No sé cómo escribir cartas de amor. Pero
quería decirte que mi entero ser está abierto a ti. Desde que me enamoré
de ti todo se ha transformado y está lleno de belleza... El amor es
como un aroma, como una corriente, como la lluvia. Sabes, mi cielo, que
llueves en mí y yo, como la tierra, te recibo. Mara", escribía Kahlo en
una de las cartas a su amante.
Dibujos como "crónicas históricas”
Bartolí colaboró en diversas publicaciones, como La Humanitat, L’Opinió o L’Esquella de la Torratxa con dibujos de temas políticos. En tierras aztecas publicó Campos de concentración,
un testimonio desgarrado de su paso por los centros de reclusión con
poemas del periodista Narcís Molins i Fàbrega, también exiliado y
prisionero en los campos del norte de África.
A partir de 1946 se
instaló en Nueva York, donde murió en 1995. En Estados Unidos hizo
diversas exposiciones y en la capital neoyorquina colaboró como
dibujante en la revista antifranquista Ibérica, que dirigía Victoria Kent. Y hasta 1977 no volvió a Barcelona.
Antes, su travesía por centros de refugiados tuvo una determinante
última parada: "en Bram por primera vez obtuvo una libreta de dibujo que
constituyó la base de su trabajo”, describe su sobrino, Georges
Bartolí. Dibujante, pintor, ilustrador y escritor, además de exiliado
del franquismo, Josep Bartolí había sido uno de los organizadores del
Sindicato de Dibujantes de Cataluña, de la Unión General de los
Trabajadores (UGT) y llegó a ser dirigente del sindicato en el año 36.
Discípulo de Salvador Alarma Tastás, entre los años 33 y 34 presentó en
Barcelona una exposición de dibujos.
"De haber permanecido
postrado sin hacer nada o jugando a las cartas, se habría vuelto loco”,
sostiene Georges Bartolí, fotorreportero que ha publicado en periódicos
como L’Humanité, Liberation o Le Monde y
colaborado con las agencias Rea, Gamma, AFP o Reuters. "Yo no descubrí
sus dibujos de guerra hasta después de su muerte. Fue un gran impacto.
Las escenas de batalla que dibujó en Aragón y las escenas de la vida
urbana inspiradas en Cataluña son verdaderas crónicas históricas",
relata.
Ahora revive en La Retirada, junto a la
periodista y escritora Laurence Garcia, la historia de Bartolí.
"Dibujantes como mi tío, artistas y maestros internados montaron
clandestinamente toda una 'prensa de arena' con los pocos recursos
disponibles", manifiesta.
Como escribieron aquellos refugiados en
el Boletín del campo de Argelès: "Proseguimos con la labor de difusión
de la cultura que comenzamos en España, cuando La Barraca y nuestras
misiones campesinas llevaban la cultura a todos nuestros pueblos. Los
franquistas son la anticultura. Ellos no son España. Nosotros somos
España".
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