Franquismo y Código Penal

Conseguir que la apología del franquismo figure en el Código Penal tendría un rol higiénico y profiláctico, estableciendo claros umbrales de dignidad, de civilización y de respeto a las personas. 
 
Franquismo y Código Penal 
Víctor Moreno
 
 La portavoz del Grupo Socialista en el Congreso, Adriana Lastra, expuso en febrero de este año, la intención del gobierno coaligado de incorporar al Código Penal como delito la apología del franquismo. Juristas requeridos por la prensa para opinar sobre dicha iniciativa se salieron por peteneras aduciendo que la cuestión era muy peliaguda, jurídicamente hablando, y muy resbaladiza en el terreno del respeto de los derechos fundamentales de la persona, en especial, el de la libertad de expresión, recogido como derecho fundamental en el artículo 20 de la santa Constitución. Claro que la portavoz socialista en ningún momento mencionó la libertad de expresión. Entonces... Pues que convendría recordar que, en Alemania, la apología del nazismo se contempla como delito en su código penal y nadie lo ve como merma de la libertad de expresión. ¿Quiere esto decir que el nazismo y el franquismo nada tienen que ver entre sí o es que por estos lares somos muy quisquillosos y nadie nos gana en defensa de la libertad de expresión? Mi respuesta es que nazismo y franquismo son ideológicamente consanguíneos y que la defensa de la libertad de expresión nos importa en tanto en cuanto nos tocan el magro personal. Pero, puestos a matizar, maticemos.

Cada persona es muy libre de decir lo que le venga en gana. Solo tendrá que someter lo que dice al escáner de la ley. Y, como siempre, su destino penal dependerá del juez que lo juzgue. Al plantear que la apología del franquismo se considere delito penal no se menoscaba la libertad de expresión. Porque esta, si lo es de verdad, no tiene límites. Ya lo decía el situacionista Vaneigem: «nada es sagrado, todo se puede decir». Otra cosa es que uno sea tan bobo que se dedique a decir estupideces o barbaridades, como exaltar el franquismo.

Establecer como delito la apología del franquismo no es, ni debe ser, merma de la libertad de expresión, sino defensa del Estado de derecho frente a aquellas ideologías que atentan contra la dignidad humana. Los fascistas, los genocidas, los racistas, los supremacistas, seguirán disfrutando del derecho a ejercer la libertad de expresión como cualquiera. Solo tendrán que atenerse a las consecuencias que la ley establezca con relación a las burradas que acostumbran a decir, pues hay actos de habla que tienen la consideración de delito, por ejemplo, los discursos que incitan al odio y al racismo. Y el franquismo –que nació de la teta nutricia del fascismo–, no parece que se haya sacudido de su ADN semejante lacra.

La libertad de expresión no se puede limitar aunque su uso consista en menospreciarla. Declarar como delito la apología del franquismo no limita la capacidad del sujeto infame para exaltarlo. Pensemos. El Código Penal prohíbe y castiga el crimen, el robo, el cohecho y la prevaricación, pero no por ello se deja de robar, de asesinar y de prevaricar. La libertad de asesinar no queda coartada, ni siquiera ante la amenaza de una futura pena de muerte que, incluso, le puede caer al homicida, como sucede en la democracia más grande del mundo.

Además, incluso estos apologetas del franquismo pueden enseñarnos cosas que ignoramos. Y no solo. Porque, como señalaba John Stuart Mill, «no somos infalibles; ellos pueden tener una porción de la verdad; y aun, si equivocados por completo, necesitamos su desafío para no sostener lo que decimos como un dogma».

Conseguir que la apología del franquismo figure en el Código Penal sería incluir en él un principio regulativo de la conducta de los que hablaba el juicioso Kant. Tendría un rol higiénico y profiláctico, estableciendo claros umbrales de dignidad, de civilización y de respeto a las personas.

Nadie que se considere franquista o heredero de su ideología dejará de hacer su apología en vivo y en directo. Y lo hará, porque considera que el franquismo fue único, grande y libre. De ahí que no lo haya condenado, menos aún sus crímenes, a pesar de declararse demócrata y de las JONS.

Así que no le demos más vueltas. Esta es la razón que lleva a ciertos juristas a exhibir tantos tiquismiquis para no incluir como delito en el Código Penal la apología del franquismo. No les inquiera el supuesto quebranto que se haga a la libertad de expresión, sino considerar que el franquismo fue un genocidio; debido a que es muy probable que, si así lo tildasen, tendrían que aceptar que su familia también fue franquista y genocida por la parte moral que les corresponde.

Es todo un síntoma de mal agüero, el hecho de que, cuando, para justificar la no inclusión de la apología del franquismo como delito en el Código Penal, uno de estos juristas pregunte con recochineo «si será delito de apología del franquismo, decir, por ejemplo que en esa época hubo mejoras sociales, como la construcción de hospitales y de pantanos». Bueno, si este jurista que tiene nombre y apellidos se preguntara cuántos de esos hospitales y pantanos se construyeron utilizando «la esclavitud en formato de Batallones de Prisioneros de Guerra», pues a lo mejor tendría que responderse que sí.

En definitiva. En la propuesta del gobierno coaligado, el franquismo es el nudo gordiano del asunto y no el de la libertad de expresión. Que el franquismo se haya librado de titularse como una instancia criminal genocida, idéntica al nazismo, no solo en el periodo de la guerra, sino durante la dictadura franquista, sigue siendo un sarcasmo y un insulto. Una forma de resarcir esta afrenta contra sus miles de víctimas sería incluirlo como delito en el Código Penal.


Fuente → naiz.eus

banner distribuidora