
La corresponsal de prensa Alba Sidera (Girona, 1979) vive desde hace más de diez años en Roma, donde se ha especializado en la investigación de la extrema derecha y la actualidad política italiana.
Esto le ha permitido conocer a fondo el fascismo italiano y todo lo que
le rodea y compararlo con la situación que se vive en España. Tal y
como explica desde el país alpino, allí hay menos tabú para definirse
abiertamente como ‘fascista’, pero también para hacerlo como
‘antifascista’, un concepto que no es ni mucho menos exclusivo del
izquierda.
Sidera, que retrata a menudo en Mèdia.cat la connivencia del periodismo con las ideologías extremistas, presentó este Sant Jordi ‘Feixisme persistent’ (Fascismo persistente), un libro que radiografía la Italia de Matteo Salvini y el ascenso de la extrema derecha en este país.
El séptimo volumen de la colección «Periodistas», impulsada por la
editorial Saldonar y el Grup de Periodistes Ramón Barnils, cuenta con
prólogos del presidente de la entidad, Ferran Casas, y del
fotoperiodista Jordi Borràs, que viajó con la autora a Predappio, el pueblo natal de Mussolini, a buscar «un palacete reconvertido en centro de culto con aires de museo regentado por neofascistas».
Hace
años que trabaja con diferentes medios cubriendo temas de extrema
derecha. ¿De dónde sale la idea de escribir un libro sobre el fascismo
que radiografíe la Italia de Matteo Salvini?
La idea me
rondaba por la cabeza desde hacía tiempo. Tenía ganas de investigar a
fondo la relación de Italia con el fascismo y explicar de manera
profunda todo lo que ha ido pasando los últimos años en el país, y que
he podido vivir de primera mano.
En el prólogo del libro,
Ferran Casas dice que «el periodismo se equivoca si esconde la cabeza
bajo el ala y acierta si hace contrarrelato». ¿Cree que el periodismo
suele hacer este contrarrelato? ¿Cómo se debería cubrir la extrema
derecha desde el periodismo?
Desgraciadamente no se hace
suficiente contrarrelato. La precariedad del mundo del periodismo, la
velocidad con que se produce y consume información y la dependencia del
‘clic’, no ayudan. Además, probablemente también falta cultura
periodística antifascista.
Creo que el periodismo debe informar
sobre qué hace la extrema derecha, pero teniendo siempre presente no
servirles de altavoz. Por ejemplo, sería un gran paso si se dejaran de
poner como titulares todas las barrabasadas que dicen y las polémicas
que pretenden protagonizar. Pero se hace: y así, a menudo, los medios
son los mensajeros que propagan los discursos de odio de la extrema
derecha a cambio de clics. Hay que acompañar la información del contexto
y desmontando las falsedades, pero sin querer entrar en
espectacularización ni ir detrás de ellos. Se debe evitar caer en la trampa de comprarles la agenda: acabar dedicando buena parte del tiempo a hablar de lo que ellos han decidido, aunque sea para contradecirlo.
¿Cree
que es diferente, como periodista, cubrir los temas de la extrema
derecha siendo hombre o mujer? ¿Por qué hay más hombres que mujeres
cubriendo estos temas?
Lamentablemente, sí es diferente.
Porque, como en cualquier ambiente donde proliferan las actitudes
violentas y el machismo, ser mujer es un plus añadido. Aunque cada vez
hay más mujeres en puestos de poder dentro de la extrema derecha y la
ultraderecha, suele ser un ambiente eminentemente de hombres. Y siendo
mujer es más difícil pasar desapercibida.
¿Ha sufrido o recibido amenazas por su trabajo?
Sí,
cuando publicas ciertas cosas eres consciente de que es una
consecuencia inevitable. He tenido que tomar medidas de precaución y
dejar de ir a algunos lugares.
Nada más comenzar el libro
explica como, sin saberlo, fue a una cena una noche de Navidad con una
familia fascista italiana a quien incluso le había cogido afecto.
¿Cuando hablamos de fascismo nos viene a la cabeza solo la imagen de la
persona con la cabeza rapada que no tiene ningún tipo de cultura?
Sí,
es un prejuicio bastante extendido, me temo. Creer que quien es
fascista lo es porque no se ha instruido. Como si solo pudieran abrazar
la ideología neonazi o neofascista los energúmenos. Y en cambio hay
personas muy cultas y bien convencidamente fascistas.
¿Qué riesgo hay de no llamar al fascismo por lo que es y ponerle otros nombres, como nostálgicos (como durante el traslado de los restos de Franco)? ¿Qué opina del papel de la prensa ese día?
Haciendo
esto se blanquea el fascismo. Suena mucho menos peligroso, aceptable,
incluso entrañable. Se deja de estar alerta del peligro que supone, se
normaliza y se la acaba considerando una ideología más, cuando
evidentemente no lo es: es un crimen, como nos enseñó Matteotti. La
hiper-retransmisión en directo de todo lo que rodeó el traslado de los
restos del dictador me pareció grotesca.
¿Qué es la paradoja de la tolerancia?
Es
una teoría del filósofo Karl Popper que explica que la tolerancia
ilimitada es un error porque destruiría la tolerancia. Es una paradoja
porque sostiene que para preservar la tolerancia en una sociedad, no se
puede tolerar la intolerancia: la acabaría haciendo desaparecer.
¿Toda la extrema derecha es neofascista o neonazi? ¿La extrema derecha se considera a sí misma extrema derecha?
No,
en la extrema derecha hay diferentes corrientes, y los neofascistas o
neonazis son una de ellas. La ultraderecha es la extrema derecha que no
renuncia a la violencia. Solo cierta extrema derecha tradicional y
tradicionalista, que hoy en día es bastante minoritaria, acepta la
definición de extrema derecha. Normalmente prefieren otros nombres.
Los
de la extrema derecha identitaria, por ejemplo, se definen como
«identitarios» a secas. En Italia, a la extrema derecha salviniana se le
llama «soberanista». Hay extrema derecha que se autodefine fascista,
como Casapound o Forza Nuova, y al mismo tiempo «ni de derechas ni de
izquierdas». Y es que lo que el fascismo histórico pretendía: superar la
división izquierda-derecha.
¿Qué es Casa Pound y qué relación tiene con Forza Nuova?
Son
dos partidos de ultraderecha que se definen abiertamente fascistas y
sus militantes han protagonizado muchas agresiones. Casapound fueron los
anfitriones de Salvini en el primer acto que hizo en Roma para
presentar la nueva Liga. En España, Hogar Social Madrid se inspira en
Casapound: cogen referentes de la izquierda y los adaptan, hacen
recolectas de comida solo para italianos, limpian parques, etc. Son
neofascistas que pretenden dar una imagen moderna del fascismo.
Forza
Nuova, en cambio, son tradicionalistas, ultracatólicos, y apoyan
Giorgia Meloni, del partido posfascista Hermanos de Italia –el tercero
de la coalición de derechas, junto con Salvini y Berlusconi–.
¿Cree que en España los fascistas esconden más que en Italia que lo son?
Una
de las cosas que me sorprendió más al llegar a Italia hace varios años
es la naturalidad con que la gente se definía fascista. En los medios y
en la vida cotidiana. Esto en España no era así. Incluso te puedes
encontrar gente con el brazo alzado y un tatuaje de Franco diciendo
«fascistas» a los oponentes políticos.
En Italia, la extrema
derecha neofascista no usa la palabra fascista como insulto, y de hecho
cuesta entender, aquí, que sus camaradas ideológicos españoles lo hagan.
El tabú de definirse fascista es menos fuerte. Como también el de
declararse antifascista, por otra parte. En Italia no se definen
antifascistas solo las izquierdas. Tanto el fascismo como el
antifascismo son términos de uso mucho más habitual en los medios y en
la cotidianidad. Los discursos institucionales del jefe de estado
durante el día de la liberación del fascismo y el nazismo (25 abril),
por ejemplo, hablan siempre de antifascismo.
Con la entrada de Vox
he notado que se está pretendiendo blanquear la palabra facha, más
suave que fascista, contraponiéndola a progre. Y ciertos sectores de la
extrema derecha española empiezan a reivindicarla sin complejos.
En
octubre de 1993, Berlusconi reconoció abiertamente en una rueda de
prensa que apoyaba Gianfranco Fini, del partido neofascista MSI. ¿Por
qué fue tan importante este momento?
Berlusconi era
entonces ‘solo’ un importante hombre de negocios, y esto significó su
primera toma de posición política, poco antes de anunciar que se
presentaría a las elecciones. Y causó mucho escándalo porque hasta
entonces al partido neofascista se le hacía el vacío públicamente. Fue
la primera persona de peso público que dijo que votar neofascismo no
solo era normal, sino que estaba bien. Una vez Berlusconi ganó las
elecciones generales al poco, además, los llevó al gobierno. Esto no
había pasado desde la instauración de la República, una vez vencido el
fascismo. Ahora diríamos que fue el primero en romper el cordón
sanitario contra la extrema derecha.
¿Cuál ha sido la
estrategia que ha utilizado Matteo Salvini en las redes sociales para
hacerse tan conocido? ¿Tiene que ver con el estilo de Vox?
Tiene
una maquinaria de propaganda activa las veintidós horas del día llamada
«la Bestia». Ha combinado la construcción de un personaje que pretende
ser cercano, ‘del pueblo’, estudiadamente espontáneo, que enseña sin
pudor trozos de la vida privada, qué come, etc; con un bombardeo
constante de mensajes xenófobos y en contra de las minorías. Los estilos
de propaganda tienen semejanzas, pero el personaje de Salvini es
bastante diferente del de Abascal.
En el libro dice que «los nuevos nazis quieren caerte bien». ¿Cuál es la estrategia que usan?
Hablo
de esta nueva extrema derecha 2.0 identitaria que ha intentado
reinventarse y crear una imagen diferente y alejada de los cabezas
rapadas con actitudes agresivas. Vienen de ideología neonazi o
neofascista con un envoltorio moderno, desenfadado, simpático. Por
ejemplo, hacen videos divertidos en youtube vestidos de hipsters
sonrientes mientras cuelan ideología neonazi.
¿Qué es la Nouvelle Droite?
Fue
el movimiento nacido en Francia a finales de la década de los setenta
del siglo pasado alrededor del intelectual Alain de Benoist, y que
teorizó esta renovación de la extrema derecha. Mezclan las ideas de la
extrema derecha clásicas con el ecologismo, el comunitarismo, el
socialismo… para intentar penetrar mejor en la sociedad, y teorizaron y
llevaron a la práctica la necesidad de lograr una hegemonía cultural.
¿Cree
que los partidos de centro o de izquierda hacen todo lo que pueden para
detener a la extrema derecha? ¿Se podría haber hecho más para detener a
Vox, en el caso de España?
El ascenso de la extrema
derecha en todo coincidió nada casualmente con la crisis de los partidos
tradicionales, sobre todo los de izquierda o centro-izquierda. Creo que
en bastantes ocasiones no han sabido dar las respuestas adecuadas ni
afrontar correctamente la crisis económica o las relaciones con la Unión
Europea. Han dejado, así, un agujero que ha podido ocupar la extrema
derecha, que ha estudiado bien los errores de la izquierda para saber
donde ir a rascar.
¿Quién es Liliana Segre y por qué tiene que llevar escolta a sus 89 años? En el libro dice que «es el único nombre que importa».
Liliana Segre es una superviviente del Holocausto.
Es senadora vitalicia en reconocimiento a su labor divulgativa en favor
de la memoria histórica. En su primer discurso en el cargo se dirigió a
Salvini, también senador. El líder de la Liga acababa de proponer hacer
un censo de gitanos para tratar de expulsar a tantos como pudiera. Ella
hizo un discurso para denunciar que aquello era muy grave y que había
que decirlo claro. Enseñó el número de Auschwitz que tiene tatuado en el
brazo y dijo que haber sobrevivido a aquel horror le imponía el deber
moral de hablar en nombre de todos aquellos que no pudieron volver de
los campos de exterminio, como miles y miles de personas gitanas. Y que
había que parar los pies a Salvini porque el Holocausto comenzó marcando
a los judíos y a los gitanos.
Desde entonces, los partidarios de
Salvini comenzaron a acosarla en las redes, recibe más de 200 mensajes
de odio diarios y amenazas de muerte, muchas antisemitas. Por eso tiene
que llevar escolta.
He querido terminar el libro diciendo que el
nombre que hay que recordar no es el de Salvini, porque si él cae saldrá
otro, es circunstancial: ha sabido aprovecharse de la situación, del
poso de fascismo latente en la sociedad, de la crisis de los partidos
tradicionales, etc. He querido redimensionar la importancia que se le da
al personaje; y darle importancia a Liliana Segre y a todo lo que
simboliza. Segre es un testimonio indispensable contra la barbarie, ha
dedicado toda su vida a luchar contra la indiferencia, que es la semilla
del fascismo, y quería reivindicarla y darle la importancia que merece.
La entrevista original con Alba Sidera está publicada en catalán en Media.cat, y ha sido traducida al castellano para La Marea por Miquel Ramos, para sumarla a la programación especial de este mes de junio sobre extrema derecha y antifascismo #LMAntifascista
Fuente → lamarea.com
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