
Juan Carlos Borbón fue informado puntualmente de todos los atentados de los GAL. Su amistad con Emilio Alonso Manglano le permitía tener conocimiento de los asuntos de Estado, legales o de las «cloacas» antes que los respectivos presidentes del Gobierno (exceptuando, lógicamente, a Felipe González). Así, el heredero de Franco
utilizó de manera habitual a los servicios de inteligencia para
gobernar en la sombra y tener controlados a los respectivos gobiernos,
principalmente el de Adolfo Suárez.
Como expone José Antonio Gómez en Diario 16, así se puede comprobar en el libro del coronel Amadeo Martínez Inglés, «Juan Carlos I. El último Borbón«.
El monarca recibía dossiers ultrasecretos y, cuando despachaba con
los respectivos presidentes de Gobierno, gustaba de bromear con ellos.
En medio de la reunión, en la que se hacía el ignorante sobre asuntos
que conocía a la perfección mientras el presidente de turno se lucía
ante el rey, haci endo gala de su -también- insustancialidad, soltaba,
siempre entre risas, bombas informativas de las que el jefe del
Ejecutivo era absolutamente desconocedor. Al final de esos despachos se
producía el hecho que dictaba quién gobernaba realmente.
Según explica Martínez Inglés: «cuando su perplejo
interlocutor todavía no se había repuesto de la sorpresa inicial, Juan
Carlos se permitía ‘proponerle’, más como amigo que como superior
jerárquico institucional, la decisión o decisiones que, según él, un
inteligente hombre de Estado debería tomar para reconducir la situación
de forma conveniente«.
Entre esos dossiers se encontraron dos documentos que tuvieron mucha
importancia en el desarrollo político y social de España y que
constituyeron uno de los capítulos más negros de la democracia española:
la guerra sucia de las cloacas del Estado contra la banda terrorista ETA.

En ocasiones puntuales, cuando la urgencia del asunto o su importancia lo requerían, «el
fiel director del CESID informaba personal y exclusivamente al rey por
teléfono (línea directa y con secráfono, por supuesto), saltándose de
ese modo a la torera cualquier condicionamiento jerárquico y lealtad
institucional. Asimismo, Juan Carlos era receptor privilegiado de la información sensible y reservada que generaban los centros de Inteligencia de los tres Ejércitos«.
Sin embargo, el Juan Carlos no sólo fue el primer conocedor de los documentos «fundacionales» de la guerra sucia contra ETA, sino que, según el coronel Martínez Inglés, «antes,
durante y después de cada una de sus acciones terroristas tuvo a su
disposición, como la obtuvieron, precisa y oportunamente, los más altos
jerarcas del Ejército (los informes sobre las andanzas contra ETA de los
pistoleros de la ‘democracia’ española de los años 80 llegaban
puntualmente no sólo al Estado Mayor del Ejército sino hasta el modesto
escalón Brigada), toda la información que sobre estos grupos de
justicieros con licencia para matar generaban tanto el Centro Superior
de Información de la Defensa como las Divisiones de Inteligencia de los
tres Ejércitos, el Estado Mayor de la Defensa y, por supuesto, los
órganos de Inteligencia del Ministerio del Interior y de la Guardia
Civil«.
Telita…
Fuente → blogs.deia.eus
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