Celebremos el final de un consenso forjado con miedo y vileza

Celebremos el final de un consenso forjado con miedo y vileza

Si alguien como Luís María Ansón dice que Sánchez e Iglesias están preparando la tercera república para esta misma legislatura, podemos entender que el antiguo director de ABC vuelve a jugar con dos barajas: con una está llamando a toda la derecha para que reaccione y con la otra se apunta al bando de un futuro que considera probable.

Siempre, por supuesto, en un último esfuerzo desesperado para que lo atado y bien atado no se desate del todo, se llame como se llame lo que nos espera a la vuelta de la esquina.

Si el periódico que después fundó el mismo Ansón se hizo eco ayer de unos papeles desclasificados en USA que demuestran que la implicación de Felipe González en la organización de los GAL era una evidencia para los espías más famosos del mundo, podemos pintar una X en nuestro jarrón chino aún vivo y más antiguo y darle un plazo de 24 horas para que presente querella por difamación contra la CIA y Donald Trump al mismo tiempo, o lo condenaremos para siempre por organizar el terrorismo de Estado. Lo de menos fue la aparente vileza de dejar que sus segundos de a bordo pagaran las consecuencias, pues estaban pactadas: eran parte del negocio de hacer política en España. Daños colaterales internos, que diría otro.

Si cada día que pasa proliferan con mayor insistencia los rumores que anuncian la huida de España del rey Juan Carlos I es que usted y yo estamos racionalmente autorizados para imaginar la Zarzuela como una mezcla de Camarote de los Hermanos Marx para rompernos de risa, residencia de Brando en El Padrino para masticar la tragedia y, dentro de poco, el Palacio de El Pardo tras la muerte de Franco, para las exequias.

Si cada día son más abrumadoras las pruebas de que ese mismo rey cometió tantos delitos, él solo, como el más corrupto de los delincuentes y también políticos importantes del entramado PPSOE, gobernante durante tantos años, es que debemos creer que dicen la verdad Iñaki Gabilondo y otros influyentes cuando confiesan, por fin, que lo sabían todo de las andanzas del ex restaurado por Franco. Es normal en España, pues Victoria Prego también tardó veinte años en confesar lo que, a su vez, le había dicho a ella, pero en privado, Adolfo Suárez sobre la maniobra que hizo para conservar el autoritarismo político de raíz franquista, convirtiendo el referéndum de la Constitución celebrado en diciembre de 1978 en el más parecido a los que organizó aquel asesino durante su dictadura.

Si también están comenzando a aparecer las pruebas que demostrarán que ese rey se mantuvo permanentemente informado de todo gracias a su línea directa con el espionaje que pagamos todos, tanto para protegerse a sí mismo conociendo lo que podían saber de él y sus secretos, como para desestabilizar lo que fuera necesario, tal como hizo con Suárez cuando decidió que ya no le convenía, podemos concluir que los importantes que están deseando que el padre de Felipe VI se muera para siempre superan ya en número a los que formaron cola para ver en la caja el cadáver de Franco, más los que consiguieron agotar las reservas de cualquier espumoso de los que sirven para brindar en las tiendas de cosas para beber de toda España.

Si una pandemia mortal y mundial tampoco es capaz de aplazar la ambición de poder, aquí y ahora, de los que quieren que olvidemos a los asesinos que diezmaron España para que sigamos agarrotados por el terror no consciente y ancestral al falangista que llama a tu puerta para llevarse a tus padres de casa y fusilarlos en la cuneta de al lado, podemos concluir que es verdad lo de que Luis María Ansón necesita jugar con las dos barajas. 

Si en este país solo falta que los crucigramas incluyan preguntas como la del apellido más largo de la amante más peligrosa del penúltimo rey de España, podemos pensar, con muchas posibilidades de que ocurra, que tanto Felipe VI como su padre se salvarán de la Justicia no por la interpretación dominante, y en mi opinión falaz, de la inviolabilidad del rey que es parte de ese consenso vil y cobarde que ha servido para mantener vivo el miedo, sino de una amnistía de hecho que nunca aparecerá en el BOE pero que servirá, como sirvió la anterior, para no castigar como procedía a los colaboradores en los crímenes de los que tanto provecho sacaron durante la dictadura.

Crímenes que antes se cometieron con sangre de inocentes por medio y después, durante tantos años de monarquía blindada, robando nuestro dinero desde los privilegios.


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