Tatuajes en la memoria. Un documento inédito sobre los vascos en los campos nazis / Asociación Sancho de Beurko :
Con el sugerente título de 'En Buchenwald también tuvo su representación Euzkadi' figura entre los fondos del Archivo Histórico del Gobierno Vasco un documento de dos páginas mecanografiado y sin firma que fue dirigido a la delegación de Baiona el día 16 de mayo de 1945 (1), cuando apenas había pasado una semana desde la capitulación alemana y el consiguiente final de la guerra en Europa. Se trata de una absoluta rareza entre los centenares de papeles que tuvimos ocasión de consultar para la preparación de trabajos como “Basque code talkers en la Segunda Guerra Mundial” o “Combatientes vascos en la Segunda Guerra Mundial”, pues no habría por aquel entonces demasiadas referencias sobre la extrema situación que muchos exiliados republicanos habían padecido al ser recluidos —en cantidad cercana a los 9.000, entre los que, lógicamente, también había vascos-, en los campos que los ejércitos aliados estaban liberando por toda la geografía del exterminio nazi, una cuestión que ahora vuelve a estar de actualidad en medio de las efemérides del 75º Aniversario de la victoria aliada en Europa.
En aquel momento, la atención del Lehendakari José Antonio Aguirre y de todo su gobierno estaba puesta en la organización de una fuerza de carácter paramilitar entrenada bajo los auspicios de la Office of Strategic Services (OSS) que se hiciese cargo de la seguridad del territorio vasco-navarro ante la eventualidad de una caída del régimen de Franco, que ya tratamos en este mismo blog al hablar del batallón Gernika, por lo que aquel documento se mezcló con otros muchos sobre las más diversas cuestiones relacionadas con los vascos que iban llegando a las delegaciones de Baiona y París y a los que buenamente iban dando salida a través de sus respectivos secretarios (Javier de Gortazar y Francisco Javier de Landáburu, e incluso el secretario de este último, José Antonio de Durañona) en una época en la que el mundo aún sufría las consecuencias de la mayor conflagración de la historia, que continuaba fieramente en el inmenso frente Asia-Pacífico. En el equipo de investigación de la Asociación Sancho de Beurko nos encontramos cíclicamente con estas y otras cuestiones al abordar los sucesos de la Guerra Civil Española (GCE) y la Segunda Guerra Mundial (SGM) y solo esperamos la oportunidad de relacionar entre sí diversos documentos y fuentes para que, al quedar vinculados en diferentes soportes —por ejemplo este blog u otros-, no queden descontextualizados en una suerte de carrera por la memoria en la que se “quema” la información muy rápidamente, como sucede en la actualidad con demasiada frecuencia.
Recientemente, Etxahun Galparsoro y Josu Chueca han publicado un informe encargado por el Instituto Gogora en el que cifran en 253 el número de vascos que fueron deportados a los campos de la Alemania nazi. Una cuestión que, como dicen, no ha sido abordada por la historiografía vasca de un modo metodológico (2) y cuya “relación”, reconocen, “en un futuro podría verse superada”, dándola por cerrada hoy en día. La referencia ineludible al extraordinario trabajo de investigación de Diego Gaspar Celaya que estos dos historiadores hacen (3), ya sea del alistamiento en la Legión Extranjera (LE), en los Regimientos de Marcha de Voluntarios Extranjeros (RMVE) o —como mal menor para evitar el estigma de la Legión entre las izquierdas y más concretamente en el Partido Comunista [que les suspendería de militancia], convirtiéndose en prestatarios militares- en las Compañías de Trabajadores Extranjeros (CTE), es obviamente fruto de la desesperación de aquellos que sufrían penalidades sin fin en los campos franceses desde el final de la Guerra Civil y ya tuvo una primera concreción en cuanto a los vascos con cifras de alistados en nuestro libro “Combatientes vascos...” en lo referente a los tres apartados citados, un trabajo que lamentamos que no haya captado el interés de los autores del informe. De haberlo hecho, hubieran podido cruzarlo con sus bases de datos, incorporando a las suyas propias valiosa información complementaria en relación al origen militar de algunas personas que aparecen en sus tablas, como que Antonio Heppe Pérez (Bilbao, 1907) y Cándido López Salomón (Sodupe, 1918) pasaron por los RMVE —posiblemente, reclutados en Montauban- antes de recalar en Mauthausen, desde donde el primero sería transferido a Ziegenheim, donde falleció en 1943, y el segundo a Trier, falleciendo en 1941; o que Vicente Casanova Forcada (Donostia, 1917), Sandalio Cubas González (Donostia, 1913) y José Luis Mazo Sámano (Barakaldo, 1919) procedían de la LE y habían sido reclutados en Pau antes de ser deportados a Mauthausen y posteriormente liberados el día 5 de mayo de 1945.
También procedían de la LE, y habían sido reclutados en Pau, Julio Hernando Azpiolea (Gallarta, 1916), Ramón Lapeyra Martínez (Bilbao, 1919), Armando López Balgañón (Portugalete, 1915), Nemesio Pérez Marquina (Bilbao, 1904), Segundo Rubianes Castroviejo (Barakaldo, 1918), Félix Villamor Ramírez (Eibar, 1907) y Mariano Zalduegui Ibáñez (Lemona, 1917). Hernando formó parte del 12e régiment étranger d´infanterie (12e REI), con el que entró en combate en la defensa de los puentes del río Aisne en junio de 1940, y fue deportado a Mauthausen tras el armisticio, falleciendo en 1941 en el campo de Fallingbostel; Lapeyra Martínez falleció en Mauthausen en 1944; López Balgañón, tras una breve estancia en Mauthausen, falleció en Trier en 1941; Pérez Marquina fallecería en Königsberg en 1941 tras su paso por el infame Mauthausen; Rubianes también estuvo brevemente en Mauthausen antes de recalar en Ziegenheim, donde halló la muerte en 1941; Villamor pasó por Mauthausen de camino a Fallingbostel, falleciendo en 1942 y, finalmente, Zalduegui selló su cita con el destino en el omnipresente Mauthausen en 1941; no en vano era uno de los campos más temidos.
Con ello percibimos dos cosas: la primera, que estos hombres fueron hechos prisioneros durante el devenir de la campaña de Francia al rendirse con sus respectivas unidades y la segunda, la constatación de un cierto desconocimiento de los documentos militares al elaborar el citado informe de Gogora, donde esta cuestión —fundamental en este primer período de la deportación- parece tratarse a través del propio trabajo de Gaspar Celaya, pero sin cotejar las fuentes en las bases de alistados en los rangos franceses, lo que lleva a un caso que, para nosotros, resulta especialmente llamativo: el del sacerdote mundakatarra Martín Arrizubieta Larrínaga. Un hombre de complicada y polémica trayectoria que pasó de alistarse en la LE en Mont de Marsan en 1939 —alistamiento que fue confirmado, como los anteriores, por Guillermo Tabernilla en la documentación militar francesa- a convertirse en colaboracionista del régimen nazi en 1944 tras su paso previo por uno o varios campos, cosa que se niega en el informe tachándole de impostor, como si no fuese posible que adjurase de sus convicciones para salvar algo tan preciado como la vida, lo que hubiese hecho una inmensa mayoría de tener la oportunidad. Ahora, si la “impostura” de la tabla en que aparece el párroco consiste en que, en su atribulada y exaltada existencia, se hizo pasar por interno de un campo concreto en el que no estuvo, cuando en realidad había estado en otro, aceptamos la mayor (4). Polémicas parecidas a las que han llegado hasta nuestros días poniendo en cuestión la actuación de una personalidad como Jorge Semprún, preso en Buchenwald, a quien se ha acusado de erigirse en kapo para salvar a sus correligionarios comunistas en detrimento de otros, que eran enviados a una muerte cierta. Una historia que nos parece un tanto exagerada a tenor de que tenía poco más de 20 años y en el campo había “comunistas curtidos, mayores que él” (5). En realidad, se trataba de sobrevivir, que no era poco.
Es por ello por lo que, aunque se trata de un muy meritorio trabajo —abordando la cuestión de los vascos deportados a los campos nazis desde la historiografía-, ambos autores yerran, en nuestra modesta opinión, al afirmar que se desconoce la cifra de incorporados a los rangos franceses en el periodo 1939-1940, ya que la investigación de Tabernilla da un total de 127 vascos y navarros, la mayoría procedente de Gurs, en la LE, mientras que el número de aquellos que eligieron los RMVE era significativamente menor: 19 hombres. Todos ellos están identificados con nombre y apellidos. En diciembre de 2018 añadimos otros siete procedentes del alistamiento en el departamento del Sena, que incluía a París y 80 comunas más, y otro más cuya chapa había aparecido en una excavación de un equipo de la Universidad del País Vasco (UPV) en San Pedro de Beratza llamado Manuel Mogrobejo (Amorebieta, 1918), que acabó en el campo de Mauthausen tras su paso por la LE, sirviendo en el 11e REI, con el que se vio implicado en durísimos combates en la zona de Verdún (6). En cambio, sí que es cierto que el número de incorporados a las CTE resulta mucho más difícil de concretar, aunque Gregorio Arrien e Iñaki Goiogana dan la cifra de 650 vascos procedentes del campo de Gurs, que nos parece bastante aproximada (7). Como sabemos, tras el armisticio del 22 de junio de 1940, un número significativo de exiliados republicanos que formaban parte de los rangos franceses fueron hechos prisioneros y posteriormente acabarían deportados a los campos de exterminio cuando los alemanes les despojaron de su estatus de prisioneros de guerra —lo mismo pasó con los que fueron capturados formando parte de las CTE desplegadas en las fronteras del país, que ni siquiera tenían estatus militar propiamente dicho, más allá de su condición de prestatarios-, pasando de depender de la Whermacht a ser controlados por la GESTAPO, que les tomó la filiación y les interrogó, dejándoles en manos de las siniestras Schutzstaffel (SS), que serían responsables de crímenes de guerra y de lesa humanidad durante la SGM (8). En cualquier caso, es Gaspar Celaya quien mejor documenta el porqué de esta situación y nosotros, desde el ámbito mucho más reducido de nuestro proyecto de memoria “Fighting Basques” lo que hemos intentado, con mayor o menor fortuna, es poner nombres a estos alistamientos, de los que, además de los que fueron deportados a los campos nazis, algunos terminarían en Inglaterra incorporados al Pioneer Corps, otros en las colonias del Norte de África y una parte no desdeñable como mano de obra esclava en el Muro del Atlántico o en los movimientos partisanos que empezaban a generarse por toda Francia como única salida ante una situación totalmente desesperada.
Volviendo al documento con el que comenzábamos este artículo, está redactado en un tono cargado de emoción —ya que se trata de algo vivido en primera persona por alguien que estuvo realmente allí y tras la liberación del campo fue repatriado al sur de Francia, si bien desconocemos su autoría- que empieza con una descripción del emplazamiento de Buchenwald, que no era propiamente lo que se conoce como campo de exterminio, y su situación geográfica en medio de un frondoso bosque en Turingia a una docena de kilómetros de Weimar. Una superficie de unos 2 km² rodeada de alambradas eléctricas y puestos de vigilancia para controlar a una población reclusa que surtía de mano de obra a fábricas, canteras y otras instalaciones donde eran “aniquilados física y moralmente a base de jornadas agotadoras de trabajo”, sin que hubiese esperanza alguna, pues el fin último seguía siendo la muerte. A este paisaje del horror —siguiendo con el relato-, se unían los excesos de guardianes y carceleros: “fusilamientos, horcas, hachas, puntillas asestadas al tallar a las personas en la cabeza […] palos, inyecciones, juegos de cartas para elegir la manera de morir”, siendo lo más horroroso “el método de agotamiento físico que conducía a la locura y a la degeneración completa de los internados, convirtiéndoles en verdaderas bestias sin raciocinio ni sentimientos humanos”, de las que da numerosos ejemplos:
Llega un transporte, en él un padre y un hijo, moribundos los dos, morirse el padre y arrancarle las muelas de oro su hijo, que al poco rato también dejaba de existir. Coger entre dos famélicos un muerto y llevarlo a la cola de la comida para recoger su parte y comérsela […] Llegó el hambre y la locura a causar tan grandes estragos que el canibalismo estaba a la orden del día. Los muertos se echaban a las puertas de las barracas y los que todavía andaban, con la mayor tranquilidad del mundo, cortaban pedazos y se los comían, llegando hasta el extremo de querer negociar con la carne de los muertos.
El testigo describe la existencia entre la población reclusa de soldados y civiles de la Unión Soviética, polacos, checoeslovacos, húngaros y judíos, pero también holandeses, belgas, rumanos, búlgaros, italianos, luxemburgueses, norteamericanos y británicos. “Alemanes por millares y millares pasaron por los hornos del krematorium”. Da cifras de 22.000 hombres procedentes de Francia, de los que quedaban vivos en el momento de la liberación 3.500. La tuberculosis —extendida por medio de inhumanos ensayos clínicos entre la población reclusa del campo- y otras enfermedades eran comunes. También refiere la existencia de experimentos con humanos en el llamado Block 46, donde se les inoculaba el tifus, y también en el 50, pero en este último se servían de los órganos extraídos de los cuerpos, mientras que la esposa del jefe del campo, Ilse Koch (Köhler), sentía un macabro interés por coleccionar tatuajes de los prisioneros, a los que hacía asesinar a su capricho. Pero, además de su valor como una suerte de memoria del campo de Buchenwald hasta el momento de su liberación, el documento nos interesa especialmente al hacer referencia a la llegada de vascos procedentes del sur de Francia como Jean Puyo (Le Boucou, 1902) y Louis Dupain (Irun, 1923), quienes, tras muchas vicisitudes, se vieron haciendo el último tramo del viaje a Buchenwald hacinados en un vagón con otras 150 personas, de las que fallecieron la mitad, sobreviviendo ambos a tan terrible experiencia (9). Hay que señalar que hablamos de deportaciones realizadas en los tres últimos años de la SGM y que muchas de estas personas se habían significado en la lucha contra el ocupante nazi, ya fuese en el maquis, en labores de inteligencia o en cualquier otra de carácter clandestino.
Habiendo cotejado el listado de vascos y navarros que aparecen en este documento de Buchenwald con el censo elaborado por el Instituto Gogora, resulta enriquecedora la información complementaria que compartimos a continuación: procedentes de Hendaia identificamos a Santiago Huerta Echevarría (Irun, 1912), Eugenio Halli Ferrero (Bera, 1911), Juan José Hazen Iriarte (Irun, 1886), Antonio Berbel Hita (Irun, 1905), Mariano Busto Oca (Cuzcurrita del Río Tirón, domiciliado en Irun, 1896), los hermanos Guillermo y José Alzuri Larrechea (Etxarri Aranatz, 1905 e Irun, 1912) y a los hermanos Martín y Manuel Michelena Oyarzabal (Irun, 1916 y 1918); procedentes de San Juan de Luz tenemos a Martín Pablo Hurtado de Saracho (Bilbao, 1911), Ambrosio San Vicente Arrieta (Vitoria, 1902, hermano del que fuese concejal del ayuntamiento de la capital alavesa y piloto civil Sebastián San Vicente), Santiago Anabitarte Altuna (Donostia, 1903), Antonio Otermin Berasategui (Donostia, 1906), el ya citado Dupain y a un tal Martiarena; procedentes de Biarritz encontramos a Juan José Esnal Irazusta (Lezo, 1904), Francisco Tellechea Aranguren (Baiona, 1897), Juan Fraile Teresa (Sopuerta, 1906), el ya citado Puyo y a un tal Balbuena; procedentes de Baiona, Félix Arechavaleta (Vitoria, 1884), Juan Lago Cacho (Laredo, 1881, domiciliado en Bilbao), José Viñegra Delgado (Miranda de Ebro, 1897, domiciliado en Donostia), y a dos nombres que no hemos podido cotejar: Díez y Noel. Procedentes de Toulouse localizamos a Francisco García Badillo (Ramales de la Victoria, 1904, domiciliado en Bilbao), Antonio Navarro (Bilbao, 1916) y a un tal García. Procedentes de Perpiñán, Julio Parro Albarrán (Bilbao, 1911) y a un tal Rubio. Finalmente, procedente de Burdeos se encuentra Celestino Pajares Castillo (Arévalo, Ávila, 1892, domiciliado en Bilbao).
El relato de nuestro testigo es muy preciso y sirve para describir la situación en aquellos últimos días del campos de Buchenwald. Ante la perspectiva de la pronta llegada de los aliados, desde el 7 de abril de 1945 los alemanes habían suprimido los trabajos en el exterior, comenzando a evacuar a los 50.000 internados que aún quedaban dentro de las instalaciones en unas condiciones inenarrables. Siendo conscientes de que se enfrentaban a su final, muchos se negaron a ser trasladados e intervino un batallón especial de las SS que aplastó toda resistencia, asesinando a cientos y consiguiendo la evacuación, en varias fases, de una cantidad cercana a las 30.000 personas. Cuando llegaron las tropas norteamericanas el día 11 de abril, los últimos 21.000 supervivientes ya se habían amotinado, poniendo el campo bajo su control. Un mes después aún quedaban allí un puñado de vascos esperando la repatriación: Huerta, Berbel, Anabitarte, Esnal, Balbuena, Díez, Parro, García, García Badillo, Pajares, los hermanos Alzuri y algunos otros más que no recordaba el autor. El 20 de noviembre de 1945 comenzarían los juicios de Núremberg contra los 24 principales jerarcas nazis presos en poder de los Aliados, que terminarían con 12 penas de muerte, tres cadenas perpetuas, dos condenas a 20 años de cárcel, una de 15, otra de 10 y tres absoluciones; otros dos no fueron condenados por diversos motivos, incluido el suicidio. La parte vasca tardaría aún más de dos años en preparar sus acciones para pedir responsabilidades a la Alemania nazi por los bombardeos de Gernika, Bilbao, Durango y otras localidades aprovechando el juicio que se seguía en Núremberg contra el general de la Luftwaffe Hugo Sperrle, jefe de la Legión Cóndor durante la Guerra Civil Española. Fue por medio de una extensa carta/alegato del Lehendakari Aguirre que se hizo llegar al presidente y miembros del tribunal internacional de crímenes de guerra con intención de apoyar la acción judicial. El día 8 de enero de 1948 el delegado del Gobierno Vasco en Baiona, Javier de Gortazar, escribía al consejero Jesús María Leizaola para pedirle que acelerase los preparativos a fin de que los certificados que necesitaban para Núremberg estuviesen en París en dos días, aprovechando el viaje que tenía que hacer el también consejero José María Lasarte (10). Todo sería inútil, ya que el alto oficial alemán sería absuelto. La cuestión de los campos nazis y de los vascos que pasaron por ellos aún tendría que esperar muchos años más, reducidas sus historias, hasta ahora, a un puñado de documentos como este que les hemos presentado aquí, y para visibilizarlas todas no hay ningún instrumento mejor que la microhistoria. Tanto los tatuajes como la memoria se van difuminando con el paso del tiempo. Los 75 años transcurridos desde los hechos acaecidos en Buchenwald y otros campos de la Alemania nazi aún siguen aportando más sombras que luces sobre una de las épocas ya de por sí más oscuras de la historia de la humanidad.
Si quieres colaborar con “Ecos de dos guerras” envíanos un artículo original sobre cualquier aspecto de la SGM o la Guerra Civil y la participación vasca o navarra al siguiente email: sanchobeurko@gmail.com
Los artículos seleccionados para su publicación recibirán una copia firmada de “Combatientes Vascos en la Segunda Guerra Mundial”
(1) Fondo del Departamento de Presidencia, caja 186, Archivo Histórico del Gobierno Vasco (AHE). Este documento se acompaña de otro, que con tda seguridad es del mismo autor y que lleva por título 'Informe sobre el campo de Buchenwald'.
(2) Galparsoro ya había realizado en 2017 una investigación para Gogora que lleva por título La deportación de los vascos durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), la cual ha servido de base para la realización de esta nueva titulada La deportación de los vascos a los campos del Tercer Reich (1940-1945), mayo de 2020 en [bideoak2.euskadi.eus]. El 9 de agosto de 2019 el BOE publicó el listado de los 4.427 españoles muertos en los campos de Mauthausen y Gusen.
(3) Diego Gaspar Celaya. (2015). La guerra continúa. Voluntarios españoles al servicio de la Francia Libre (1940-1945). Madrid: Marcial Pons Historia.
(4) Sobre Arrizubieta véase Xosé M. Núñez Seixas: “¿Un nazismo colaboracionista español? Martín de Arrizubieta, Wilhelm Faupel y los últimos de Berlin (1944-45)” en Historia Social n.º 51 (2005), pp. 21-47; Jon Juaristi le dedicó en 2007 una novela que lleva por título “La caza salvaje”. Reseñas biográficas de Arrizubieta en [cordobapedia.wikanda.es], [euskomedia.org] y [memoriasclubdeportivodebilbao.blogspot.com].
(6) Datos extraídos de un listado elaborado por Guillermo Tabernilla tras una investigación en documentos militares franceses y añadido como anexo al final del libro “Combatientes vascos en la Segunda Guerra Mundial” (Desperta Ferro, 2018. Pp. 165-169). Posteriormente, identificamos en el departamento del Sena a otros siete más: Mariano Fraces (Abanto y Ciérvana, 1913, RMVE), Francisco Ugarte (Bilbao, 1907, LE), Arsenio del Río (Sestao, 1917, RMVE), Henri Martija (Vitoria, 1905, RMVE), Germano Araco (Portugalete, 1904, RMVE), Aniceto Tellechea (Zubieta, 1908, RMVE) y Antonio Bejo (Bilbao, 1913, RMVE); finalmente, la aparición de una chapa de identificación en una excavación en San Pedro de Beratza por parte de un equipo de la UPV nos hizo añadir a esta lista a Manuel Mogrobejo (Amorebieta, 1918), por lo que creemos que hay más [en fightingbasques.net]. De un total de 154 alistados en la LE y en los RMVE, 68 habían nacido en Bizkaia, 65 en Gipuzkoa, 10 en Nafarroa, 7 en Araba, 3 en el País Vasco francés y de uno se desconoce su origen.
(7) Gregorio Arrien e Iñaki Goiogana. (2002). El primer exilio de los vascos. Cataluña 1936-1939. Sabino Arana Fundazioa. P. 426.
(8) Whermacht es el nombre de las fuerzas armadas unificadas de la Alemania nazi, GESTAPO hace referencia a la policía secreta del estado nazi, mientras que las SS eran una organización dependiente del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán o Partido Nazi que tenía una rama militar (Waffen SS), otra encargada de la política racial (Allgemeine SS) y una tercera encargada de los campos (SS-Totenkopfverbände).
(9) Puyo no aparece en el informe de Gogora, ni tampoco otros deportados vascofranceses como Eugene De Bethune (Baiona, 1923, Buchenwald, Dora), Laurent Lecuona (Urruña, 1893, Buchenwald) o André Saldumbide (Hasparren, 1923, Bergen-Belsen), que si están recogidos en los censos de la Fondation pour la memoire de la deportation.
(10) Fondo del Departamento de Presidencia, caja 404, Archivo Histórico del Gobierno Vasco (AHE).
Fuente → eldiario.es
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