Píldora azul o píldora roja, Ciudadano
Antonio san Román Sevillano
Matrix es el mundo que ha sido puesto ante tus ojos para ocultarte la verdad.
– Morfeo
Neo, protagonista de la película Matrix, descubre que el mundo en el que creía vivir no es más que una simulación virtual a la que se encuentra conectado mediante un cable enchufado en su cerebro. Al igual que los miles de millones de personas que vivían a su alrededor. Estaban siendo cultivadas para poder dar energía a las máquinas que, en la película, gobiernan la Tierra.
Confinados en nuestras casas a causa de la pandemia, vivimos relacionándonos con el mundo exterior conectados por medio de nuestros cerebros a la televisión, la radio, internet. Casi toda la prensa tradicional hoy se lee en internet, poca en papel. Los diversos canales que nos ofrecen los distintos medios no dejan de ser más que los diferentes cables –podemos elegir según las “vibraciones” que nos transmitan- de conexión a un virtual mundo exterior que queremos creernos, deseamos real. Pero de los que la única prueba de realidad que tenemos son las restrictivas normas reguladoras de conducta que nos imponen permanecer confinados.
Se llama hikikomori a los jóvenes japoneses que, confinados voluntariamente, viven frente a las pantallas en un intercambio sinfín entre ellos a través de las redes sociales. Rechazan el mundo exterior, el contacto físico con el resto de seres. Obligados, por alguna necesidad, a traspasar los límites de sus casas, las mascarillas son la barrera frente a los otros mientras usan el móvil para seguir enganchados a sus redes-pantalla.
Las calles vacías de las ciudades nos muestran el nivel de aceptación de las restricciones. La gran mayoría no salimos de casa, a excepción de la minoría habitual de los “covydiotas” de hoy, los “listos”, que decíamos ayer, y que siempre han existido.
La mayoría de los comprendidos en la primera línea de defensa social (médicos, enfermeras, auxiliares, limpiadoras, agentes de la ley y fuerzas de seguridad, cajeras y reponedores de super, camioneros, barrenderos, carteros y otros trabajadores, los necesarios, que hasta ahora pasaban desapercibidos y eran maltratados en nuestra vida cotidiana) realizan regularmente su trabajo y su servicio a la comunidad, de una forma verdaderamente profesional y, casi todos, visibilizados a través de la campaña propagandística de los medios. Estoy convencido que, los imprescindibles, son reales. Me lo dicen a cada instante todos los media posibles a mi alcance.
Sin embargo, el gobierno del PP –el estatal y el de las autonomías-, los nacionalistas catalanes, algunos regionales del PSOE, habían recortado la sanidad y reducido el tamaño de los hospitales, recortado salarios y derechos laborales de todos los trabajadores, incluidos los de los imprescindibles, en nombre de la rentabilidad y de las ganancias, practicando una política de rapiña cruel en favor de ellos mismos y unos pocos de sus aliados económicos.
Avasallándonos la pandemia, la clase política reacciona-actúa como es propio de la tradición de los semi-incompetentes más egoístas de nuestra clase política, destacando la derecha cainita, que ha jalonado de miseria –económica y, sobre todo, moral- la historia de este país. La mayoría de ellos, quiero pensar que no todos –los también imprescindibles– están pensando más en las próximas elecciones que en la salud de los ciudadanos, en la economía propia, de su partido y sus asociados económicos.
Me lo confirman cada día los medios de comunicación de todo tipo. Cada día más difíciles de distinguir éstos de las granjas de boots –productores de fakenews- de los partidos más miserables –en este país PP y Vox- como de los intereses económicos más obscenos de las grandes empresas del Ibex35.
Los empresarios piensan más en la salud de sus carteras que en la vida de los conciudadanos trabajadores. Y así lo manifiestan a través de los media. Más vale trabajadores –y sus familiares- muertos que trabajadores sin trabajo y empresarios sin ingresos.
Los media, especialmente los impresos y los audiovisuales más fuertes, luchan por sobrevivir. Viven de la publicidad. Una publicidad que es favorecida por la polarización escandalosa, sórdida y egoísta de los políticos neoliberal-populistas. Los financiadores de tal publicidad no distinguen la finalidad de la ética de editoriales, grupos de comunicación, páginas web y redes sociales. Generalmente, todos y todas en busca de su propio beneficio material y su parcelita –más o menos grande- de poder. Cada día polarizan posiciones más extremas, aprovechadas por los populistas más miserables. Lo que a su vez favorece el contenido más extremista, delirante muchas veces, de los media. Y la espiral del delirio obsceno continúa.
Los no necesarios, los no imprescindibles en primera línea para esta lucha, pero necesarios en las elecciones políticas y de consumo, la mayoría de los ciudadanos, ¿mostramos nuestra cara real en este estado de excepción?
La Iglesia Católica, esa entidad que, a través de los presupuestos del Estado, se nutre económicamente de los españoles de toda clase social, que se autoadjetiva como cristiana, está desaparecida, salvo numerosas excepciones personales. Sólo ha aparecido el secretario de la Conferencia episcopal, creo, para oponerse a la pensión mínima vital. Mientras, sigue gastando cientos de millones, que recibe de lo público, en medios de comunicación cuya tarea es la propaganda contra todo lo que se mueve socialmente a su izquierda. Por cierto, que esta misma Iglesia Católica, estando reunida aquel mismo día, tampoco salió a condenar el golpe del 23F. La misma Iglesia que apoyó el golpe de los militares en 1936.
A nivel popular, el comportamiento de los prescindibles se ve en los muchos “balconazis” vigilando a sus vecinos. Muchos de ellos salen a aplaudir detrás de una “banderita” y su “corbatita negra” a las 8 cada tarde. ¿Dónde estaban todos ellos cuando las mareas blancas, y quienes les acompañábamos, salíamos a protestar contra los recortes, por un lado, y la esquilmación-robo, por otro, de la sanidad por parte del gobierno central y algunos autonómicos del PP, de la antigua Convergencia –hoy Junts- en Cataluña y de algunos gobiernos autonómicos del PSOE? Cuando se pueda volver a salir a la calle, ¿dónde estarán tantos “palmeros”? ¿En las manifestaciones contra quienes nos dejaron indefensos con una sanidad pública infradotada?, ¿contra los que utilizaron las residencias geriátricas como negocios a costa de los residentes?, ¿contra los Gobiernos de la derecha que nos dejaron con una financiación de la I+D+i prácticamente inexistente? O, ¿irán tras la banderita con crespón negro en manifestaciones contra todos los errores reales e imaginarios, atribuidos y propios del actual Gobierno, manifestaciones que estarán encabezadas por los políticos del PP, los exconvergentes y algunos del PSOE (Page –quiero ser califa en lugar del califa-, Lambán y algún otro como Felipe GonzáleX), bendecidas todas ellas por algunos obispos? ¿Seguirán tras todos aquellos que debilitaron nuestro servicio público de salud? O, ¿al lado de VOX, escindido del PP cuando se le acabó el momio del chiringuito personal que le había montado Esperanza Aguirre a su líder, y que no dudó en financiarse con dinero de un grupo terrorista iraní? ¿Se pondrán a aplaudir –sumisos- a los empresarios que, sabedores del perjuicio económico de esta pandemia, pretenden defender la salud del “mercado” contra la salud de los trabajadores y sus familias? ¿Les aplaudirán porque “han donado” unas cuantas decenas de millones tras dejar de pagar miles de millones en impuestos, que podrían haber financiado la salud, la educación, la investigación para la mejora del resto de españoles? Por cierto, empresarios sucesores de los sectores económicos y sociales más conservadores, a los que se suma cierta jerarquía militar, que, desde el inicio de la transición y durante el 23F, tienen la capacidad de chantaje y de presión sobre los actuales gobiernos y partidos.
Dicen defender la salud del Mercado. ¿De qué mercado? El pequeño de mi barrio, si los trabajadores de todo tipo y los pensionistas seguimos cobrando, no tendrá problemas. Todos esos empresarios de pequeñas tiendas, podrían subsistir. Si bien es cierto que muchos de esos pequeños empresarios se consideran elementos de otra clase, la empresarial. Con un solo trabajador –generalmente el propio dueño de la tienda o el kiosko-, muchos de ellos se creen “amanciortegas” o “florentinosperez”. Nos miran a sus clientes cotidianos como si nos estuvieran haciendo un favor al vendernos una barra de pan, unos tornillos, unas mandarinas, una caña, una maceta de plástico hecha en China, cuando al cliente nos saldría más barato –para nuestros míseros sueldos y pensiones- si comprásemos en la gran superficie de más allá de la esquina o en el comercio chino de al lado. Ambos, gran superficie y tienda china, generalmente, se llevan sus beneficios fuera del país. A su propio país o, los grandes empresarios de aquí, a paraísos fiscales, como Suiza, Panamá u Holanda.
¿Qué decir de esos falsos autónomos, voluntarios o forzados, que el sistema les obliga a autoemplearse para ahorrarse –el sistema empresarial- los costes de seguridad social y otros gastos?
¿Dónde estarán esos pensionistas y funcionarios, que hoy aplauden cada tarde, cuando vuelvan a congelar salarios y pensiones, recortes de sanidad, congelación de presupuestos para I+D+i? ¿Agitando banderitas junto al PP y VOX? Banderitas que no sirven ni como vendajes, ni como tiritas ni mascarillas contra la hemorragia de indecencia de unos políticos miserables.
Para Vox, para el PP y sus acólitos comarcales, es mucho más rentable difundir la incertidumbre y la sospecha sobre los intereses del Gobierno y los progresistas, en general, al tiempo que se ofrecen como solución, líderes que nos guiarán a través del mundo oscuro, cruel y miserable que crearon y sostienen con sus propias políticas. Nosotros, indefensos y débiles ciudadanos, no podemos cambiar nada si no es bajo su guía, ¡naturalmente!.
«No hay líder en la izquierda[…]Otra cuestión es si en esta democracia, la gente será capaz de elegir a los políticos que realmente representen sus intereses. Nos encontramos con que en estos últimos años los socialdemócratas están representando los intereses del capital. Por tanto, hasta que la izquierda no reconozca esto y tenga un líder más radical, no cambiaremos». Ken Loach en La Ser
La Matrix que parasita nuestras vidas se llama Capitalismo. Los cables con los que nos nutre y parasita a la vez son los medios de comunicación. El Capitalismo no es la conjunción de unos cuantos grupos de multimillonarios que conspiran contra nosotros. Capitalismo es el conjunto de esos multimillonarios y su sistema de organización, más nuestras ignorancias y nuestras inconsciencias e inconsistencias morales e intelectuales –tan variadas como seres humanos somos. Todos somos, formamos parte de este Capitalismo con el que nos autodestruimos. Todos formamos parte de esta Matrix.
¿Qué Morfeo, “rojo de mierda”, nos ofrecerá la píldora que nos despierte la consciencia? ¿La buscaremos dentro de nosotros mismos?
Matrix es el mundo que ha sido puesto ante tus ojos para ocultarte la verdad.
– Morfeo
Neo, protagonista de la película Matrix, descubre que el mundo en el que creía vivir no es más que una simulación virtual a la que se encuentra conectado mediante un cable enchufado en su cerebro. Al igual que los miles de millones de personas que vivían a su alrededor. Estaban siendo cultivadas para poder dar energía a las máquinas que, en la película, gobiernan la Tierra.
Confinados en nuestras casas a causa de la pandemia, vivimos relacionándonos con el mundo exterior conectados por medio de nuestros cerebros a la televisión, la radio, internet. Casi toda la prensa tradicional hoy se lee en internet, poca en papel. Los diversos canales que nos ofrecen los distintos medios no dejan de ser más que los diferentes cables –podemos elegir según las “vibraciones” que nos transmitan- de conexión a un virtual mundo exterior que queremos creernos, deseamos real. Pero de los que la única prueba de realidad que tenemos son las restrictivas normas reguladoras de conducta que nos imponen permanecer confinados.
Se llama hikikomori a los jóvenes japoneses que, confinados voluntariamente, viven frente a las pantallas en un intercambio sinfín entre ellos a través de las redes sociales. Rechazan el mundo exterior, el contacto físico con el resto de seres. Obligados, por alguna necesidad, a traspasar los límites de sus casas, las mascarillas son la barrera frente a los otros mientras usan el móvil para seguir enganchados a sus redes-pantalla.
Las calles vacías de las ciudades nos muestran el nivel de aceptación de las restricciones. La gran mayoría no salimos de casa, a excepción de la minoría habitual de los “covydiotas” de hoy, los “listos”, que decíamos ayer, y que siempre han existido.
La mayoría de los comprendidos en la primera línea de defensa social (médicos, enfermeras, auxiliares, limpiadoras, agentes de la ley y fuerzas de seguridad, cajeras y reponedores de super, camioneros, barrenderos, carteros y otros trabajadores, los necesarios, que hasta ahora pasaban desapercibidos y eran maltratados en nuestra vida cotidiana) realizan regularmente su trabajo y su servicio a la comunidad, de una forma verdaderamente profesional y, casi todos, visibilizados a través de la campaña propagandística de los medios. Estoy convencido que, los imprescindibles, son reales. Me lo dicen a cada instante todos los media posibles a mi alcance.
Sin embargo, el gobierno del PP –el estatal y el de las autonomías-, los nacionalistas catalanes, algunos regionales del PSOE, habían recortado la sanidad y reducido el tamaño de los hospitales, recortado salarios y derechos laborales de todos los trabajadores, incluidos los de los imprescindibles, en nombre de la rentabilidad y de las ganancias, practicando una política de rapiña cruel en favor de ellos mismos y unos pocos de sus aliados económicos.
Avasallándonos la pandemia, la clase política reacciona-actúa como es propio de la tradición de los semi-incompetentes más egoístas de nuestra clase política, destacando la derecha cainita, que ha jalonado de miseria –económica y, sobre todo, moral- la historia de este país. La mayoría de ellos, quiero pensar que no todos –los también imprescindibles– están pensando más en las próximas elecciones que en la salud de los ciudadanos, en la economía propia, de su partido y sus asociados económicos.
Me lo confirman cada día los medios de comunicación de todo tipo. Cada día más difíciles de distinguir éstos de las granjas de boots –productores de fakenews- de los partidos más miserables –en este país PP y Vox- como de los intereses económicos más obscenos de las grandes empresas del Ibex35.
Los empresarios piensan más en la salud de sus carteras que en la vida de los conciudadanos trabajadores. Y así lo manifiestan a través de los media. Más vale trabajadores –y sus familiares- muertos que trabajadores sin trabajo y empresarios sin ingresos.
Los media, especialmente los impresos y los audiovisuales más fuertes, luchan por sobrevivir. Viven de la publicidad. Una publicidad que es favorecida por la polarización escandalosa, sórdida y egoísta de los políticos neoliberal-populistas. Los financiadores de tal publicidad no distinguen la finalidad de la ética de editoriales, grupos de comunicación, páginas web y redes sociales. Generalmente, todos y todas en busca de su propio beneficio material y su parcelita –más o menos grande- de poder. Cada día polarizan posiciones más extremas, aprovechadas por los populistas más miserables. Lo que a su vez favorece el contenido más extremista, delirante muchas veces, de los media. Y la espiral del delirio obsceno continúa.
Los no necesarios, los no imprescindibles en primera línea para esta lucha, pero necesarios en las elecciones políticas y de consumo, la mayoría de los ciudadanos, ¿mostramos nuestra cara real en este estado de excepción?
La Iglesia Católica, esa entidad que, a través de los presupuestos del Estado, se nutre económicamente de los españoles de toda clase social, que se autoadjetiva como cristiana, está desaparecida, salvo numerosas excepciones personales. Sólo ha aparecido el secretario de la Conferencia episcopal, creo, para oponerse a la pensión mínima vital. Mientras, sigue gastando cientos de millones, que recibe de lo público, en medios de comunicación cuya tarea es la propaganda contra todo lo que se mueve socialmente a su izquierda. Por cierto, que esta misma Iglesia Católica, estando reunida aquel mismo día, tampoco salió a condenar el golpe del 23F. La misma Iglesia que apoyó el golpe de los militares en 1936.
A nivel popular, el comportamiento de los prescindibles se ve en los muchos “balconazis” vigilando a sus vecinos. Muchos de ellos salen a aplaudir detrás de una “banderita” y su “corbatita negra” a las 8 cada tarde. ¿Dónde estaban todos ellos cuando las mareas blancas, y quienes les acompañábamos, salíamos a protestar contra los recortes, por un lado, y la esquilmación-robo, por otro, de la sanidad por parte del gobierno central y algunos autonómicos del PP, de la antigua Convergencia –hoy Junts- en Cataluña y de algunos gobiernos autonómicos del PSOE? Cuando se pueda volver a salir a la calle, ¿dónde estarán tantos “palmeros”? ¿En las manifestaciones contra quienes nos dejaron indefensos con una sanidad pública infradotada?, ¿contra los que utilizaron las residencias geriátricas como negocios a costa de los residentes?, ¿contra los Gobiernos de la derecha que nos dejaron con una financiación de la I+D+i prácticamente inexistente? O, ¿irán tras la banderita con crespón negro en manifestaciones contra todos los errores reales e imaginarios, atribuidos y propios del actual Gobierno, manifestaciones que estarán encabezadas por los políticos del PP, los exconvergentes y algunos del PSOE (Page –quiero ser califa en lugar del califa-, Lambán y algún otro como Felipe GonzáleX), bendecidas todas ellas por algunos obispos? ¿Seguirán tras todos aquellos que debilitaron nuestro servicio público de salud? O, ¿al lado de VOX, escindido del PP cuando se le acabó el momio del chiringuito personal que le había montado Esperanza Aguirre a su líder, y que no dudó en financiarse con dinero de un grupo terrorista iraní? ¿Se pondrán a aplaudir –sumisos- a los empresarios que, sabedores del perjuicio económico de esta pandemia, pretenden defender la salud del “mercado” contra la salud de los trabajadores y sus familias? ¿Les aplaudirán porque “han donado” unas cuantas decenas de millones tras dejar de pagar miles de millones en impuestos, que podrían haber financiado la salud, la educación, la investigación para la mejora del resto de españoles? Por cierto, empresarios sucesores de los sectores económicos y sociales más conservadores, a los que se suma cierta jerarquía militar, que, desde el inicio de la transición y durante el 23F, tienen la capacidad de chantaje y de presión sobre los actuales gobiernos y partidos.
Dicen defender la salud del Mercado. ¿De qué mercado? El pequeño de mi barrio, si los trabajadores de todo tipo y los pensionistas seguimos cobrando, no tendrá problemas. Todos esos empresarios de pequeñas tiendas, podrían subsistir. Si bien es cierto que muchos de esos pequeños empresarios se consideran elementos de otra clase, la empresarial. Con un solo trabajador –generalmente el propio dueño de la tienda o el kiosko-, muchos de ellos se creen “amanciortegas” o “florentinosperez”. Nos miran a sus clientes cotidianos como si nos estuvieran haciendo un favor al vendernos una barra de pan, unos tornillos, unas mandarinas, una caña, una maceta de plástico hecha en China, cuando al cliente nos saldría más barato –para nuestros míseros sueldos y pensiones- si comprásemos en la gran superficie de más allá de la esquina o en el comercio chino de al lado. Ambos, gran superficie y tienda china, generalmente, se llevan sus beneficios fuera del país. A su propio país o, los grandes empresarios de aquí, a paraísos fiscales, como Suiza, Panamá u Holanda.
¿Qué decir de esos falsos autónomos, voluntarios o forzados, que el sistema les obliga a autoemplearse para ahorrarse –el sistema empresarial- los costes de seguridad social y otros gastos?
¿Dónde estarán esos pensionistas y funcionarios, que hoy aplauden cada tarde, cuando vuelvan a congelar salarios y pensiones, recortes de sanidad, congelación de presupuestos para I+D+i? ¿Agitando banderitas junto al PP y VOX? Banderitas que no sirven ni como vendajes, ni como tiritas ni mascarillas contra la hemorragia de indecencia de unos políticos miserables.
Para Vox, para el PP y sus acólitos comarcales, es mucho más rentable difundir la incertidumbre y la sospecha sobre los intereses del Gobierno y los progresistas, en general, al tiempo que se ofrecen como solución, líderes que nos guiarán a través del mundo oscuro, cruel y miserable que crearon y sostienen con sus propias políticas. Nosotros, indefensos y débiles ciudadanos, no podemos cambiar nada si no es bajo su guía, ¡naturalmente!.
«No hay líder en la izquierda[…]Otra cuestión es si en esta democracia, la gente será capaz de elegir a los políticos que realmente representen sus intereses. Nos encontramos con que en estos últimos años los socialdemócratas están representando los intereses del capital. Por tanto, hasta que la izquierda no reconozca esto y tenga un líder más radical, no cambiaremos». Ken Loach en La Ser
La Matrix que parasita nuestras vidas se llama Capitalismo. Los cables con los que nos nutre y parasita a la vez son los medios de comunicación. El Capitalismo no es la conjunción de unos cuantos grupos de multimillonarios que conspiran contra nosotros. Capitalismo es el conjunto de esos multimillonarios y su sistema de organización, más nuestras ignorancias y nuestras inconsciencias e inconsistencias morales e intelectuales –tan variadas como seres humanos somos. Todos somos, formamos parte de este Capitalismo con el que nos autodestruimos. Todos formamos parte de esta Matrix.
¿Qué Morfeo, “rojo de mierda”, nos ofrecerá la píldora que nos despierte la consciencia? ¿La buscaremos dentro de nosotros mismos?
No hay comentarios
Publicar un comentario