Mallorca, de oasis antifascista a enclave nazi
 

La isla fue refugio de los pacifistas alemanes y luego base de la Legión de Cóndor, que bombardeó Barcelona y Valencia

Mallorca, de oasis antifascista a enclave nazi
Ana Alonso 

«Mis padres se fueron a Mallorca en agosto de 1933. Mi padre había sido despedido y no tenían nada más que perder en Alemania. En aquella época era una isla lejana, nada que ver con un paraíso turístico, donde se podía vivir barato y la República Española era todavía muy joven… Mallorca era una isla preciosa, con mucho sabor árabe todavía en las casitas, muchos patios. No había como hoy coches ruidosos por todas partes». La fotógrafa Lore Krüger (Magdeburgo, 1914-Berlín, 2009) fue quien abrió los ojos a Christian Buckard y Daniel Guthmann sobre la relevancia de Mallorca como oasis de los antifascistas alemanes en los años 20 y 30.

Christian Buckard nos cuenta en conversación telefónica desde Berlín cómo al indagar sobre la vida de antifascistas como Lore Krüger, nacida Heinemann, se dio cuenta de que había otra historia por contar y su escenario era Mallorca, una isla que ejerce un gran magnetismo sobre los alemanes.

Ahora es lugar de veraneo y también de jubilación dorada. Antes de la pandemia, en el verano de 2019, unos 4,5 millones de alemanes visitaron la isla más grande del archipiélago de las Baleares. La mayoría de las grandes fortunas alemanas, y el famoseo (Promis, en alemán) tienen una villa en Mallorca. Malle es el nombre que dan los alemanes de forma coloquial a Mallorca como una manera de dejar su sello.

En los años 20 y 30 Mallorca fue primero un refugio de los intelectuales judíos, de los pacifistas y antifascistas. Así lo relatan Buckard y Guthmann en Mallorca, eine deutsche Liebe (Mallorca, un amor alemán), el documental que rodaron para la cadena de televisión alemana ZDF. La obra ganó el premio de periodismo del Diario de Mallorca del grupo Prensa Ibérica.

«Estaba indagando sobre las brigadas internacionales. Así dimos con Lore Krüger y ella nos contó la historia de sus padres, los Heinemann, que huyeron a Mallorca y allí se suicidaron al verse acorralados. Ahí se gestó la idea de Mallorca, un amor alemán«, explica Christian Buckard.

Los Heinemann, una historia triste

Los padres de Lore Krüger, Ernst, ingeniero, e Irene, judíos no practicantes, encontraron refugio en Mallorca cuando Hitler ascendió al poder. Ernst Krüger había perdido su empleo. También le sucedió lo mismo a Lore, que entonces trabajaba en un banco. Los Heinemann alquilaron una casita en El Terreno, un barrio de Palma.

Lore, muy joven, huye a Inglaterra donde trabaja como aupair. Pero al no renovarle la tarjeta de residencia en 1934 se traslada a Mallorca, donde ya se habían instalado sus padres. Hizo sus pinitos como fotógrafa en Barcelona, y París, y durante la guerra civil dejó constancia de los horrores sufridos en la isla.

En 1941 los Heinemann, ya mayores, reciben una orden de los falangistas para abandonar el que había sido su hogar. No tenían tiempo de organizarse para huir de nuevo. Decidieron suicidarse juntos. Están enterrados en el cementerio de Palma.

Lore, que se casó en 1942 con Ernst Krüger, responsable de la Unión de metalúrgicos alemanes, siguió su camino, que relata en el libro Mein Leben in meiner Zeit. Fue uno de los refugiados que embarcaron en el carguero Winnipeg, con destino a México. Cuando dejó la fotografía se dedicó a la traducción en Alemania Oriental.


Lore Krüger, en su juventud. Al fondo, la catedral de Mallorca.

Los pioneros

Antes de que los nazis llegaran al poder, en 1931, el escritor Albert Vigoleis Thelen se instala en Mallorca, junto a Beatrice, su esposa. Primero estuvo en Amsterdam, de allí se desplazó a Cataluña y luego encontró acomodo en la isla balear. Allí se quedarán hasta 1936, cuando Mallorca cae en manos de los falangistas y de sus aliados, los fascistas italianos.

(Tiene) una de las costas más hermosas y grandiosas que he visto jamás. Aún más bella, más grande que la Riviera o incluso que Capri», escribió Kessler en sus Diarios
 
Vigoleis Thelen es autor de La isla de la segunda cara. Sus comienzos fueron duros en la isla. Empezaron a levantar cabeza cuando Beatrice encuentra trabajo como profesora y él acompaña como guía turístico a turistas alemanes. También trabajó como secretario del editor pacifista Harry Graf Kessler, que vivió en Palma de Mallorca de noviembre de 1933 a septiembre de 1936.

En sus Diarios (1918-1937) Kessler escribió de Mallorca. «(Tiene) una de las costas más hermosas y grandiosas que he visto jamás. Aún más bella, más grande que la Riviera o incluso que Capri. La inmensidad, las enormes formas montañosas, la abundancia de la naturaleza, la mezcla de austeridad y belleza, de lo gigantesco, lo inconmensurable y lo íntimo se ha convertido en algo paradisíaco aquí.

A finales de la década de los años 20 del siglo pasado ya había una pequeña comunidad alemana en la isla balear. En octubre de 1932 ya eran casi 3.000 los alemanes afincados solo en Palma. Desde 1933 tenían incluso un periódico, el Herold, según se daba cuenta en el proyecto de la exposición Punto de fuga. Mallorca (1931-1936), de Christian Buckard, Daniel Guthmann y Alexandra Nocke.

En la actualidad hay varias publicaciones en alemán en Mallorca: el semanario Mallorca Magazin, del Grupo Serra, el Mallorca Zeitung, la página web Mallorca Heute, o Die InselZeitung. En las islas Baleares residían en 2019 18.922 alemanes, la mitad que en 2010, según el Instituto Nacional de Estadística.

Intelectuales y creadores

En Port de Pollensa coincidieron el fotógrafo Hans Namuth y Georg Reisner en 1935. Los dos son autores de una serie de fotografías que son clásicos de la fotografía de guerra. Tuvieron un destino dispar: Reisner se suicidó en Marsella en 1940 y Namuth se hizo fotógrafo de artistas famosos.

Otra escritora y periodista que huyó a Mallorca en 1933 tras ser despedida de su empleo en Hamburger Rundfunk por ser judía es Marte Brill. Vivió con su hija cerca de Alcudia en una finca. Emigró a Brasil antes de que Franco impusiera su dictadura.

Sobre Mallorca escribe el poema El jardín de la isla Erich Arendt, que en 1934 se instaló en Mallorca, donde incluso monta un restaurante vegetariano. Tras la asonada franquista, el poeta huye con su esposa en un barco americano.

Si hay un lugar que atrajo a los artistas y a los intelectuales antifascistas ese es Cala Ratjada o Rajada. En este pueblo de pescadores encontraron su espacio pintores como Arthur Segal y Heinrich Maria Davringhausen, y los escritores Arthur Seehof y Walter Pollatscheck, o el poeta Karl Otten, que se estableció allí en 1935. En Torquemadas Schatten (La sombra de Torquemada) relata el golpe de estado en Mallorca.

Pollatschek llegó a Mallorca en 1934 con su familia. En el libro infantil Drei Kinder kommen durch die Welt cuenta la historia del pueblo de pescadores.

Hay pocas familias que siguieran en la isla después de la toma del poder de Franco. Los Liesegang aún siguen en Cala Ratjada. Su antecesor, el periodista Ullstein Konrad Liesegang había llegado en 1932. Trabajó como fotógrafo.

En Cala Ratjada también estuvo Walter Benjamin, que visitó a unos amigos en julio de 1933 desde Ibiza donde se había instalado.

«Esta vez, en una excursión de dos días, conocí un pedazo de la alta montaña mallorquina: Deia, donde los jardines de limones y naranjas ofrecen sus frutos; Valdemossa, donde la novela romántica entre George Sand y Chopin se representó en una cartuja. […] También he estado en Cala Ratjada, donde hay una colonia de escritores alemanes…», escribe Benjamin, como consta en su Correspondencia.

Un lugar mítico para los mallorquines era el Wikiki Bar, propiedad de un curioso personaje que decía haber conocido a Al Capone en su juventud. Conocido como Jack Bilbo, era pintor y acogía a la bohemia y despertaba la curiosidad de los paisanos locales.

Kraschutzki, un emprendedor incansable

En 1932 Heinz Kraschutzki publicó en la revista pacifista Das andere Deutschland una información sobre el armamento del Reichswehr, que no gustó nada a las autoridades en Berlín. Antes de ser arrestado, huyó con su familia a Cala Ratjada, donde ya estaban por la debilidad pulmonar de uno de sus hijos.

No saben a qué dedicarse hasta que se les ocurre trabajar en la artesanía con productos locales. Fabrican sandalias y artesanía con gran éxito. Kraschutzki llama a su empresa Las Cuatro Estrellas por sus hijos.

La fama de los Kraschutzki como empresarios era buenísima. Pagaban bien y trataban mejor. Las mujeres mallorquinas encontraron en Las Cuatro Estrellas un lugar donde ganarse la vida honradamente. Cuando estaba a punto de firmar un pedido magnífico con Estados Unidos, en 1936, el cónsul alemán en Palma le denuncia ante los falangistas.

Tuvo suerte en la mala suerte (Gluck im Ungluck), como dicen los alemanes, porque fue condenado a cadena perpetua en 1937. De haber sido absuelto, habría acabado siendo deportado a Alemania, donde le habrían ejecutado. Fue liberado en 1945, gracias a los británicos. Primero se trasladó a Alemania pero en los años 50 los Kraschutzki regresaron a Cala Ratjada.

Sobre Kraschutzki investigó Gemma García Bonet, quien hizo posible la publicación de Memorias de las prisiones de la guerra civil en Mallorca, una visión de un extranjero sobre la represión franquista. Estuvo preso en Bellver, Can Mir y Formentera, y nunca supo por qué le habían condenado.

El fin del sueño

Mallorca apenas tardó 24 horas en caer una vez que el general Francisco Franco proclamó el alzamiento nacional el 18 de julio de 1936. Son los aliados italianos, los fascistas guiados por Benito Mussolini, quienes imponen su ley en la isla balear.

El Conde Rossi, el fascista a cargo de la isla, se convierte en un personaje temible. Persigue todo aquel que es sospechoso de haber sido leal a la República. Los antifascistas alemanes están en su punto de mira. Kraschitzki es uno de ellos.

Muchos alemanes que habían construido una nueva vida en Mallorca se ven forzados a huir de nuevo. La mayoría salen en barcos franceses o británicos. Solo se quedan los Heinemann, que resisten hasta 1940, y los Liesegang.

El reto de los alemanes de la isla son filonazis. Franco presume de la isla ante las autoridades nazis. Y la cineasta del Reich, Leni Riefenstahl, incluso se traslada a la isla con la intención de rodar un documental, pero finalmente no lo hace.

Daniel Guthmann, realizador de Mallorca, un amor alemán, señala cómo «Franco organizó viajes entre 1938 y 1939 para que visitaran Mallorca y otros lugares de la Península». El objetivo era mostrar «lo bien que Franco estaba haciendo la guerra».

Mallorca fue base de la Legión Cóndor, que se estableció en la base militar de Port de Pollença. Los pilotos vivían en Pollença. La Legión Cóndor fue la gran aportación de los nazis a las fuerzas franquistas. Desde Mallorca salieron aviones que bombardean Barcelona y Valencia.

En Berlín aún hay una calle dedicada a la Legión Cóndor, cuya intervención en Guernica pasó a la Historia. Es la Spanische Allee.


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