La izquierda contraataca
  
Una nueva Internacional Progresista es necesaria para coordinar estrategias tras la pandemia. Somos el movimiento de la vida frente a los necrófilos ‘novios de la muerte’ que desfilan en el Barrio de Salamanca

La izquierda contraataca 
Andy Robinson

Este domingo 24 de mayo publiqué en La Vanguardia un artículo sobre el interesante proyecto puesto en marcha por Jane Sanders (la mujer de Bernie), Yanis Varoufakis , Ada Colau, Noam Chomsky y muchos más que pretende establecer una nueva Internacional Progresista, siguiendo los pasos de Marx, Lenin, Trotsky y, para los lectores que, ni en estos momentos de turbulencia histórica, se atreven a tanto, de Willy Brandt y Olof Palme.

Una nueva Internacional Progresista es necesaria –se sostiene– para coordinar estrategias para el mundo de la post pandemia en vez de dejar que los ultra nacionalistas delirantes de la nueva derecha stevebannoniana sean los que monopolizan las redes internacionales. “La extrema derecha ha sido mucho más internacionalista que la izquierda; están intercambiando estrategias, trucos políticos y tecnologías”, dijo Naomi Klein –otra integrante del consejo de la Internacional– en una videoconferencia la semana pasada sobre el Green New Deal, la primera apuesta programática de la nueva Internacional. El New Deal verde global se explica en esta propuesta de la economista india Jayati Ghosh, otra participante del nuevo proyecto internacionalista.

La Internacional Progresista plantea que este debería ser un momento de carpe diem para la izquierda. A fin de cuentas, en países como EE.UU. o Brasil, las locuras de la nueva derecha y su charlatanismo médico y político ya son más que obvias para todos. Es una oportunidad aún más grande en España, donde esa derecha ni tan siquiera está en el poder sino en sus ridículos desfiles en BMWs de chapa abollada.

Hay que condicionar el apoyo estatal al sistema con la misma exigencia que el FMI aplica a sus programas de dura condicionalidad

Solo hay futuro si no volvemos al statu quo ante, propone la Internacional Progresista. “Nada podría ser peor que la vuelta a la normalidad”, afirmó Arundhati Roy, otra impulsora de la nueva Internacional. “El motor del capitalismo se ha averiado durante suficiente tiempo como para que podamos examinar sus componentes y buscar uno nuevo”.

Tal vez sea ya el momento de adoptar la terminología de Gustavo Petro, el líder de la izquierda colombiana, de que la izquierda es “el movimiento de la vida” contra las “fuerzas de la muerte” configuradas en torno a las oligarquías del petróleo, las finanzas desatadas y la privatización de los servicios públicos. Nosotros somos el movimiento de la vida frente a los necrófilos novios de la muerte que desfilan en el Barrio de Salamanca.

La Internacional Progresista –con la presencia también en su consejo de la primera ministra de Islandia, Katrín Jakobsdóttir, el medioambientalista nigeriano Nnimmo Bassey y el actor mexicano Gael García Bernal y muchas mas– apoyará al menos intelectualmente a un gobierno como el de España si resulta suficientemente valiente para aprovechar el momento.

En el 2008 los gobiernos tuvieron una efímera ventana de oportunidad para condicionar aquellos rescates millonarios a los bancos. Henry Paulson, el secretario del Tesoro de George W Bush, se puso de rodillas ante Nancy Pelosi (¿Cómo puede ser que ella aún esté?) pidiendo el rescate a la banca. Los demócratas dijeron que sí sin pedir nada a cambio. Fue un carpe diem vergonzosamente desaprovechado por Obama y Pelosi.

Ahora hay que condicionar el apoyo estatal al sistema con la misma exigencia que el Fondo Monetario Internacional aplica a sus programas de dura condicionalidad. Hay que exigir nuestra shakespeariana libra de sangre a los que han tenido todo el poder y que ahora se arrodillan ante nosotros en busca de subvenciones, de la compra de su deuda apalancada por los bancos centrales, de créditos con avales del Estado o salarios para sus trabajadores temporalmente de baja.

En cuanto sea aconsejable desde un punto de vista sanitario es importante salir a la calle e inventar formas de organizarnos y de apoyar a los gobiernos que nos representen como en los tiempos del 11-M y Occupy (la plataforma del movimiento de Sanders). Salir a reivindicar será la única manera de evitar que la muerte vaya avanzando. No se pueden dejar las calles para que las llenen los ultras del falso nacionalismo internacionalista. Porque sin duda son un peligro. Pankaj Mishra, otro brillante intelectual de la India, advierte del riesgo de una repetición de las catástrofes del siglo XX. “En nuestra coyuntura todos los ingredientes de las calamidades anteriores están presentes”.

¿Cuáles deberían ser las condiciones que los Estados y sus ciudadanos exijan a los intereses privados que quieren volver a la terrorífica (a)normalidad del statu quo ante?

Por ejemplo, no rescatar a las compañías aéreas. No dejarles poner en riesgo nuestra salud y el futuro del planeta por el chantaje de que vivimos del turismo. Mejor pactar una reducción drástica del número de vuelos y buscar otras formas de viajar, muchas de ellas interiores mediante un libro o una película. Eso lo hemos aprendido en el confinamiento.

Otro ejemplo. Dar un paso más allá y aprovechar el próximo batacazo bursátil y la próxima solicitud de rescate para tomar participaciones en las multinacionales de la muerte, las petroleras –ya amenazadas por el desplome del crudo–, los bancos –pronto la ola de quiebras empresariales les pasará factura–, y otras, y así desmantelar los monopolios que nos explotan tal y como ha propuesto Doug Henwood.

Ya ha quedado claro en esta crisis –Stephanie Kelton, la gurú de la nueva teoría monetaria y asesora de Sanders, lo ha dicho hasta en el Financial Times–: los Estados tienen una enorme ventaja frente a las grandes corporaciones del sector privado en estos momentos extraordinarios de tipos de interés negativos sobre deuda pública y bancos centrales dispuestos (son nuestros a fin de cuentas) a monetizar lo que sea necesario. Nosotros podemos endeudarnos sin coste. Ellos no. De modo que ¿por qué no endeudarnos para comprar participaciones en el sector privado en vez de rescatarlo sin condiciones? El FMI jamás haría semejante cosa...

Otro ejemplo: no rescatemos a los fondos de private equity y asset managers, como BlackRock o Vanguard, que se han hecho con la mayor parte de la hostelería y el sector al por menor en nuestras ciudades y pueblos. En estos momentos, están al borde de la quiebra esas cadenas de malas good hamburgers, pizzas insulsas, capuccinos globalizados... todos propiedad de algún fondo en la City. Que se mueran. Enfoquemos (la palabra puede ser target que les gustará a los analistas bursátiles) la ayuda estatal hacia pequeños comercios y restaurantes que sean propiedad de los que trabajan en ellos. Si sus suministros son locales les damos más ayuda. Esto también es cuestión de vida o muerte.

Pasa lo mismo con los fondos buitre, los Airbnb y los Uber que se encuentran en apuros debido al colapso del turismo y la muerte de la ciudad global. Hay que condicionar su permanencia en nuestras ciudades a un mayor control ciudadano y derecho a la vivienda frente al turismo y la especulación. Este es el momento para negociar un nuevo contrato social (hasta el Financial Times lo quiere).

Si es necesario, hay que aprovechar la nueva fuerza del Estado central –ya demostrada de sobra en la respuesta a la pandemia– para incentivar y forzar a las administraciones retrogradas a transformar la ciudad contra el automóvil y en favor de un nuevo uso del espacio. Al volver al plan radical de reducir la presencia de coches particulares en la ciudad se podría dedicar parte del espacio ganado a pequeños restaurantes y comercios al aire libre.

En cuanto sea aconsejable desde un punto de vista sanitario es importante salir a la calle e inventar formas de organizarnos y de apoyar a los gobiernos que nos representen.

No hay que tener miedo sino cambiar el modelo. El internacionalismo no es global sino local. (Tal vez lo es el nacionalismo también; no deja de ser interesante que la nueva Internacional progresista cuente con el apoyo de Colau, Compromís y Esquerra Republicana. “El estado nación ha vuelto a demostrar su poder en esta crisis pero en muchas casos lo más importante ha sido el nivel municipal o local del Estado”, me dijo David Adler, coordinador de la Internacional y brazo derecho de Varoufakis.)

En el ámbito macroeconómico, si la jaula de la Unión Monetaria nos obliga a ponernos de rodillas ante los poderes económicos del norte, hay que utilizar el botón rojo de la destrucción mutua garantizada. Varoufakis entendió en la crisis anterior que del Hotel California nadie puede marcharse. Pero se puede dinamitar el hotel desde dentro y esa posibilidad nos da fuerza. Después de dos meses de confinamiento y con amigos de su edad en la UCI, hasta los hombres blancos cincuentones del Bundesbank entenderán que ya no se pueden descartar ni sus peores pesadillas. Si no hay mutualización, hay que emitir deuda soberana y nacional sin miedo para financiar el programa de reactivación y forzar al BCE a hacer lo que sea necesario. El New Deal verde global puede iniciarse ya a escala nacional incluso en un país como España. Para parafrasear a Yoko Ono y John Lennon, es solo cuestión de quererlo.



Fuente → ctxt.es

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