“En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han 
alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La 
guerra ha terminado”, decía el
 último parte oficial emitido desde el cuartel general de Franco el 1 de
 abril de 1939, con la voz del locutor y actor Fernando Fernández de 
Córdoba.
Atrás había quedado una guerra de casi mil días, que dejó cicatrices duraderas en la sociedad española.
 El total de víctimas mortales, según los historiadores, se aproximó a 
las 600.000, de las cuales 100.000 corresponden a la represión 
desencadenada por los militares sublevados y 55.000 a la violencia en la zona republicana.
 El desmoronamiento del ejército republicano en la primavera de 1939 
llevó a varios centenares de miles de soldados vencidos a cárceles e improvisados campos de concentración.
 A finales de 1939 y durante 1940 las fuentes oficiales daban más de 
270.000 reclusos, una cifra que descendió de forma continua en los dos 
años siguientes debido a las numerosas ejecuciones y a los miles de 
muertos por enfermedad y desnutrición. Al menos 50.000 personas fueron 
ejecutadas entre 1939 y 1946.
Los hechos más significativos de la Guerra Civil han sido ya 
investigados y las preguntas más relevantes están resueltas, pero esa 
historia no es un territorio exclusivo de los historiadores y, en 
cualquier caso, lo que enseñamos los historiadores en las universidades y
 en nuestros libros no es lo mismo que lo que la mayoría de los 
ciudadanos que nacieron durante la dictadura o en los primeros años de 
la actual democracia pudieron leer en los libros de texto del 
Bachillerato. Además, millones de personas nunca estudiaron la Guerra 
Civil porque no hicieron Bachillerato o porque nadie les contó la guerra
 en las asignaturas de Historia.
Setenta y cinco años después de su final, puede ser el momento de 
recordar cinco cosas básicas que todo ciudadano informado debería saber 
sobre la Guerra Civil, pero nunca le enseñaron.
 1. ¿Por qué hubo una Guerra Civil en España?
En 1936 había en España una República, cuyas leyes y actuaciones 
habían abierto la posibilidad histórica de solucionar problemas 
irresueltos, pero habían encontrado también, y provocado, importantes 
factores de inestabilidad, frente a los que sus gobiernos no supieron, o
 no pudieron, poner en marcha los recursos apropiados para 
contrarrestarlos.
La amenaza al orden social y la subversión de las relaciones de clase
 se percibían con mayor intensidad en 1936 que en los primeros años de 
la República. La estabilidad política del régimen también corría mayor 
peligro. El lenguaje de clase, con su retórica sobre las divisiones 
sociales y sus incitaciones a atacar al contrario, había impregnado 
gradualmente la atmósfera española. La República intentó transformar 
demasiadas cosas a la vez: la tierra, la Iglesia, el Ejército, la 
educación, las relaciones laborales. Suscitó grandes expectativas, que 
no pudo satisfacer, y se creó pronto muchos y poderosos enemigos.
La sociedad española se fragmentó, con la convivencia bastante 
deteriorada, y como pasaba en todos los países europeos, posiblemente 
con la excepción de Gran Bretaña, el rechazo de la democracia liberal a 
favor del autoritarismo avanzaba a pasos agigantados. Nada de eso 
conducía necesariamente a una guerra civil. Ésta empezó porque un golpe 
de Estado militar no consiguió de entrada su objetivo fundamental, 
apoderarse del poder y derribar al régimen republicano, y porque, al 
contrario de lo que ocurrió con otras repúblicas del período, hubo una 
resistencia importante y amplia, militar y civil, frente al intento de 
imponer un sistema autoritario. Sin esa combinación de golpe de Estado, 
división de las fuerzas armadas y resistencia, nunca se habría producido
 una guerra civil.  

Vista la historia de Europa de esos años, y la de las otras República
 que no pudieron mantenerse como regímenes democráticos, lo normal es 
que la República española tampoco hubiera podido sobrevivir. Pero eso no
 lo sabremos nunca porque la sublevación militar tuvo la peculiaridad de
 provocar una fractura dentro del Ejército y de las fuerzas de 
seguridad. Y al hacerlo, abrió la posibilidad de que diferentes grupos 
armados compitieran por mantener el poder o por conquistarlo. El Estado 
republicano se tambaleó, el orden quebró y una revolución radical y 
destructora se extendió como la lava de un volcán por las ciudades donde
 la sublevación había fracasado. Allí donde triunfó, los militares 
pusieron en marcha un sistema de terror que aniquiló físicamente a sus 
enemigos políticos e ideológicos. Era julio de 1936  y así comenzó la 
Guerra Civil española.
2. ¿Por qué la propaganda domina a la historia cuando se trata de la violencia?
Para los españoles, la guerra civil ha pasado a la historia, y al 
recuerdo que de ella queda, por la deshumanización del contrario y por 
la espantosa violencia que generó.
Los bandos que se enfrentaron en ella eran tan diferentes desde el 
punto de vista de las ideas, de cómo querían organizar el Estado y la 
sociedad, y estaban tan comprometidos con los objetivos por los que 
tomaron las armas, que era difícil alcanzar un acuerdo. Y el panorama 
internacional tampoco dejó espacio para las negociaciones. De esa forma,
 la guerra acabó con la aplastante victoria de un bando sobre otro, una 
victoria asociada desde ese momento a los asesinatos y atrocidades que 
se extendían entonces por casi todos los países de Europa.
La apelación a la violencia y al exterminio del contrario fueron 
además valores duraderos en la dictadura que se levantó sobre la Guerra 
Civil y que iba a prolongarse durante casi cuatro décadas. Por eso, la 
sociedad que salió del franquismo y la que creció con la democracia 
mostró índices tan elevados de indiferencia hacia la causa de las 
víctimas de la Guerra Civil y de la dictadura. Y sigue sin haber acuerdo
 fácil en esa cuestión, porque todas las complejas y bien trabadas 
explicaciones de los historiadores quedan reducidas a quién mató más y 
con mayor alevosía. En ese tema, todavía hoy, la propaganda, con sus 
habituales tópicos y mitos, suele sustituir al análisis histórico.
3. ¿Cómo se vio y se ve la Guerra Civil española en el exterior?
Pese a lo sangrienta y destructiva que pudo ser, la Guerra Civil 
española debe medirse también por su impacto internacional, por el 
interés y la movilización que provocó en otros países. En el escenario 
internacional desequilibrado por la crisis de las democracias y la 
irrupción del comunismo y de fascismo, España era, hasta julio de 1936, 
una país marginal, secundario. Todo cambió, sin embargo, a partir de la 
sublevación militar de ese mes. En unas pocas semanas, el conflicto 
español recién iniciado se situó en el centro de las preocupaciones de 
las principales potencias, dividió profundamente a la opinión pública, 
generó pasiones y España pasó a ser el símbolo de los combates entre 
fascismo, democracia y comunismo.
Lo que era en su origen un conflicto entre ciudadanos de un mismo 
país derivó muy pronto en una guerra con actores internacionales. La 
situación internacional era en ese momento my poco propicia para la 
República, y para una paz negociada, y eso marcó de forma decisiva la 
duración, curso y desenlace de la guerra civil española. La Depresión 
había alimentado el extremismo y minado la fe en el liberalismo y la 
democracia. Además, la subida al poder de Hitler y los nazis en Alemania
 y la política de rearme emprendida por los principales países europeos 
desde comienzos de esa década crearon un clima de incertidumbre y crisis
 que redujo la seguridad internacional.
Los mejores expertos sobre la financiación de la guerra y su dimensión internacional
 han destacado el desequilibrio a favor de la causa franquista de 
suministros de material bélico, pero también de asistencia logística, 
diplomática y financiera. Al margen de las interpretaciones canónicas de
 un lado o de otro, esos historiadores subrayan la trascendencia de la 
intervención extranjera en el curso y desenlace de la guerra. La 
intervención de la Alemania nazi y de la Italia fascista y la 
retracción, en el mejor de los casos, de las democracias occidentales 
condicionaron de forma muy importante, si no decisiva, la evolución y 
duración del conflicto y su resultado final.

Pero  a España no sólo llegaron armas y material de guerra. Llegaron 
también muchos voluntarios extranjeros, reclutados y organizados en las Brigadas Internacionales por la Internacional Comunista,
 que percibió muy claramente el impacto de la Guerra Civil española en 
el mundo y el deseo de muchos antifascistas de participar en esa lucha. 
Frente a la intervención soviética y a las Brigadas Internacionales, los
 nazis y fascistas incrementaron el apoyo material al ejército de Franco
 y enviaron asimismo miles de militares profesionales y combatientes voluntarios.
 La guerra no era sólo un asunto interno español. Se internacionalizó y 
con ello ganó en brutalidad y destrucción. Porque el territorio español 
se convirtió en campo de pruebas del nuevo armamento que estaba 
desarrollándose en esos años de rearme, previos a una gran guerra que se
 anunciaba.
4. ¿Por qué se movilizaron tantos extranjeros en la guerra española?
Dentro de esa guerra internacional en suelo español hubo varias y 
diferentes contiendas. En primer lugar, un conflicto militar, iniciado 
cuando el golpe de Estado enterró las soluciones políticas y puso en su 
lugar las armas. Fue también una guerra de clases, entre diferentes 
concepciones del orden social, una guerra de religión, entre el 
catolicismo y el anticlericalismo, una guerra en torno a la idea de la 
patria y de la nación, y una guerra de ideas que estaban entonces en 
pugna en el escenario internacional. En la guerra civil española 
cristalizaron, en suma, batallas universales entre propietarios y 
trabajadores, Iglesia y Estado, entre oscurantismo y modernización, 
dirimidas en un marco internacional desequilibrado por la crisis de las 
democracias y la irrupción del comunismo y del fascismo. Por eso tanta 
gente de diferentes países, obreros, intelectuales y escritores, se 
sintió emocionalmente comprometida con el conflicto.
5. ¿Por qué ganó Franco la guerra?
Los militares sublevados en julio de 1936 ganaron la guerra porque 
tenían las tropas mejor entrenadas del ejército español, al poder 
económico, estaban más unidos que el bando republicano y los vientos 
internacionales soplaban a su favor. Después de la Primera Guerra 
Mundial y del triunfo de la revolución en Rusia, ninguna guerra civil 
podía ser ya sólo “interna”. Cuando empezó la Guerra Civil española, los
 poderes democráticos estaban intentando a toda costa “apaciguar” a los 
fascismos, sobre todo a la Alemania nazi, en vez de oponerse a quien 
realmente amenazaba el equilibrio de poder. La República se encontró, 
por lo tanto, con la tremenda adversidad de tener que hacer la guerra a 
unos militares sublevados que se beneficiaron desde el principio de esa 
situación internacional tan favorable a sus intereses.
La victoria incondicional de las tropas del general Francisco Franco,
 el 1 de abril de 1939, inauguró la última de las dictaduras que se 
establecieron en Europa antes de la Segunda Guerra Mundial. La dictadura
 de Franco, como la de Hitler, Mussolini u otros dictadores derechistas 
de esos años, se apoyó en el rechazo de amplios sectores de la sociedad a
 la democracia liberal y a la revolución, quienes pedían a cambio una 
solución autoritaria que mantuviera el orden y fortaleciera al Estado.  

Setenta y cinco años después, pocos creen ya que el objetivo del 
historiador es presentar a sus lectores “la verdad sin mancha ni 
pintura”, o que el pasado existe independiente de la mente de los 
individuos y lo que tiene que hacer el historiador, en consecuencia, es 
representarlo de forma objetiva. Que los hechos de la historia nunca nos
 llegan a nosotros en estado “puro” es algo que popularizó Edward H. 
Carr hace ya muchos años y había sido ya dicho por los historiadores 
norteamericanos de la “New History” a comienzos del siglo XX. Pero 
asumiendo que la verdad absoluta es inalcanzable, la función del 
historiador debería ser todavía, en palabras de François Bedarida, “la 
de descubrir modestamente las verdades, aunque sean parciales y 
precarias, descifrando parcialmente en toda su riqueza los mitos y las 
memorias”. Y algunas verdades relativas y bastantes certezas tenemos ya 
sobre la Guerra Civil, después de tantos intentos por reconstruir 
aquellos hechos y las vidas de los que los presenciaron, y por ampliar 
el foco, las fuentes y las técnicas de interpretación.
Además de difundir el horror que la guerra y la dictadura generaron y
 de reparar a las víctimas durante tanto tiempo olvidadas, hay que 
convertir a los archivos, museos y a la educación en las escuelas y 
universidades en los tres ejes básicos de la política pública de la memoria.
 Más allá del recuerdo testimonial y del drama de los que sufrieron la 
violencia, las generaciones futuras conocerán la historia por los 
libros, documentos y el material fotográfico y audiovisual que seamos 
capaces de preservar y legarles. Archivos, erudición, análisis, debates y
 buenas divulgaciones de los conocimientos. Eso es lo que necesitamos 
para seguir construyendo las partes del pasado que todavía quedan por 
rescatar. La propaganda y la opinión son otra cosa.
Julián Casanova es autor de España partida en dos. Breve historia de la guerra civil española (Crítica) blogs.elpais.com
Fuente → redpublicablog.wordpress.com


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