El tráfico ilegal de wolframio desde Galicia hacia los frentes alemanes es el origen de las tierras que ahora reclaman los Martínez-Bordiú
La familia Franco demanda en Vigo su herencia nazi
Aníbal Malvar
Cuenta la leyenda que la España de Francisco Franco se mantuvo neutral durante la II Guerra Mundial. Se enseña y predica también esa leyenda en los colegios y universidades españoles desde hace ochenta años, en muchos libros de historia y en innumerables documentales. Otra historia y las hemerotecas, menos legendarias y más rigurosas, confirman que Estados Unidos ordenó en febrero de 1944 el embargo de los suministros de petróleo a la España de Franco como castigo por la colaboración del dictador ferrolano con el III Reich. Tampoco se estudia en colegios y universidades que los Martínez-Bordiú, antes de emparentar con los Franco en 1950, habían sido primero testaferros de los industriales nazis en España e incluso mezclaron con ellos su aristocrática sangre.
Ahora la familia Franco/Martínez-Bordiú ha puesto en venta unos terrenos en la localidad pontevedresa de Redondela debajo de los cuales yace parte de aquella historia. De allí, cerca de Vigo, de la ensenada de Rande, partían los cargueros de wolframio con los que España alimentó al régimen de Adolf Hitler. Ingenieros e industriales mineros alemanes se habían instalado en Galicia al descubrirse, ya en el siglo XIX, que el subsuelo de la tierra de Breogán albergaba suculentas minas de wolframio o tungsteno, mineral escasísimo en el planeta y cuya dureza (solo superada por el diamante) y punto de fusión (3.422 ºC, el más alto de todos los metales conocidos) lo hacen ideal para la fabricación de tanques, proyectiles y toda clase de parafernalia bélica. Aún hoy, el gobierno de Estados Unidos mantiene una intocable reserva de wolframio por considerarlo vital para la supervivencia del país en caso de conflicto.
Aquel tráfico ilegal de wolframio desde Galicia hacia los frentes alemanes es el origen de la herencia que ahora reclaman los Martínez-Bordiú en la ría de Vigo. Piden por la parcela 250.000 euros. En esos terrenos, se ubica el museo Meirande, un centro interactivo de interpretación de la Batalla de Rande, enmarcada en la Guerra de Sucesión española y que enfrentó a la escuadra anglo-holandesa contra la hispano-francesa. Hay quien sostiene que en el fondo de la Ensenada de San Simón, escenario de la batalla y frente a los terrenos en litigio, todavía duermen galeones hundidos cargados de oro y plata. Tanto que el comandante naval de Vigo, Carlos Cárdenas Crespo, anunció en su toma de posesión hace dos años que uno de los cometidos que iba a asumir la Armada española en dichas aguas sería el de preservar ese incierto legado de la codicia de los cazatesoros.
El museo Meirande no estaría en peligro con la demanda de propiedad de los Martínez-Bordiú. Pero sí otro proyecto cultural no menos ambicioso que toca a los Franco de manera directa, pues tiene que ver con los negocios que la familia del dictador estableció en la zona con los nazis. Los vecinos del ayuntamiento de Redondela y la Asociación Rande Patrimonio Europeo (Arpe) llevan ya tiempo intentando que los restos arquitectónicos y culturales del entorno reciban de la Unión Europea el Sello de Patrimonio Europeo, que “se concede a sitios que tienen un fuerte valor simbólico europeo y que realzan la historia común de Europa y la construcción de la Unión Europea, así como los valores europeos y los derechos humanos que constituyen la base del proceso de integración europea”. Los restos de la batalla de Rande, el esbelto puente de Rande (que une las dos orillas de la ría de Vigo) y los numerosos vestigios de arqueología industrial que nos recuerdan la importancia estratégica del enclave durante las dos guerras mundiales son historia de Europa. Y uno de los pocos enclaves europeos que desmontan el mito de la imparcialidad española entre 1939 y 1945.
Sería sin duda un hermoso jardín temático con muchas historias que contar, como los citados negocios de los Franco con los nazis o las sanciones y expropiaciones aliadas a industriales colaboracionistas de la ría gallega, pero hay un par de proyectos mucho más rentables, y también mucho más agresivos con el entorno natural y patrimonial. Y al olor de estos negocios los Martínez-Bordiú han desempolvado la explanada yerma y olvidada que poseen frente a la ría desde el final de la II Guerra Mundial, unos 7.000 metros cuadrados.
El proyecto empresarial que pone en peligro el Embarcadero y la Fábrica el Alemán, la fortaleza de Rande y las ingeniosas e innovadoras obras de ingeniería portuaria de finales del XIX y principios del XX es un nada romántico almacén de contenedores. La obra fue anunciada en 2018 y se realizaría en la explanada de Duchess, llamada así por una empresa que quebró hace muchos años. En julio de aquel 2018, el consejo de administración del Puerto de Vigo, titular de parte de los terrenos, aprobó la compra de 22.300 metros cuadrados por valor de 2,3 millones a la extinta empresa de transportes Duchess para construir un nuevo vial de entrada y salida de camiones para el futuro almacén de contenedores. La respuesta vecinal ha conseguido que, de momento, después de 7,5 millones invertidos desde las iniciales pavimentaciones en 2008, la explanada siga prácticamente inoperativa. Influye también el hecho de que los terrenos en cuestión estén dentro de la Red Natura 2000 de la UE para conservación de la biodiversidad.
Otra de las intenciones del Puerto de Vigo es crear un desguace de barcos en la ensenada. “Quieren desmontarlo porque les estorban estos restos. Y lo que quieren hacer es una especie de línea de atraque para barcos de desguace. Barcos que les sobran en Vigo porque están ocupando sitio o pendientes de juicio, averiados, y llevarlos allí. Es, en el fondo, un vertedero de barcos en zona perteneciente a Natura 2000. Y para darle salida al mar necesitan estos terrenos de los Martínez-Bordiú”, señala Xurxo Constela, arqueólogo que ideó el museo Meirande y miembro de la plataforma ARPE.
Las minas de wolframio que poseía Sofindus abastecían a los cargueros nazis que se refugiaban en la Ría de Vigo. En la de Valborraz (Ourense) hubo hasta 500 presos del franquismo extrayendo el mineral en condiciones esclavas
De la herencia que reclaman los Martínez-Bordiú no dicen nada en el Puerto de Vigo. Admiten que el asunto está siendo estudiado en el Registro de la Propiedad, pero no facilitan entrevistas con los responsables directos del litigio. Ni siquiera aclaran qué miembros del clan de los Franco reclaman esa propiedad ahora: “No disponemos de esa información”, despachan al periodista con un lacónico e-mail.
La herencia tiene su origen en la llegada del empresario alemán Otto Gerdtzen Boyé a Vigo en 1893, atraído por la riqueza mineral y pesquera de Galicia. Debido a sus negocios gallegos y asturianos con las Potencias Centrales durante la I Guerra Mundial, entre 1917 y 1919 las empresas de Otto Gerdtzen entraron en listas negras internacionales: Gran Bretaña y Estados Unidos vetaron el comercio con sus firmas.
Las historiadoras Margarita Vilar y Elvira Lindoso sostienen que los negocios de venta de motores y máquinas refrigeradoras pudieron servir a Gerdtzen de tapadera para abastecer a los nazis. De hecho, la Reserva Federal de Estados Unidos prohibió a sus ciudadanos mantener relaciones comerciales con sus empresas, incluidas en un listado internacional de colaboracionistas nazis. Era 1942.
Los Gerdtzen emparentan con los Martínez-Bordiú cuando la nieta del alemán, Isabel de Cubas y Gerdtzen, contrae matrimonio con Andrés Martínez-Bordiú, conde de Morata de Jalón e hijo de los condes de Argillo, el 9 de noviembre de 1949. Cuenta la crónica de la boda en el ABC que aquel día “hizo su presentación en sociedad una encantadora joven prima de la novia: Mercedes de Urquijo y Novales”. Por parte del novio, destacamos nosotros al conde de Argillo, padre del contrayente y consuegro de Francisco Franco, que había sido presidente del consejo de administración del Consorcio Sofindus, un conglomerado de empresas creado en 1938 por el III Reich. A nazis y franquistas les unía el amor por Galicia y el wolframio.
Las minas de wolframio que poseía Sofindus abastecían a los cargueros nazis que se refugiaban en la Ría de Vigo. En la no lejana mina de Valborraz (Ourense), hubo hasta 500 presos del franquismo extrayendo el mineral en condiciones esclavas entre 1942 y 1944. De aquellas sangres viene la herencia que hoy reclama la rama Martínez-Bordiú de los Franco.
La alcaldesa de Redondela, Digna Rivas (PSOE), intenta tranquilizar a los vecinos que, desde la aparición de la primera noticia sobre la reclamación en El Faro de Vigo, temen que el litigio pueda poner en peligro la titularidad de los terrenos sobre los que se levanta el Museo de Meirande: “Eso museo se hizo con fondos Feder europeos. Eso significa que la titularidad de esos terrenos es del Puerto, porque estas cosas las miran siempre con enorme meticulosidad”. Otra cosa son los 4.000 metros aledaños.
Para el portavoz del Bloque Nacionalista en el Ayuntamiento, Xoán Carlos González, “los Franco no pueden salir indemnes de este intento de usurpación”. Y añade que, además, “la propiedad [era una concesión a Gerdtzen] está sin usar desde hace décadas, y se dice que los Franco no pagaron ni impuestos ni nada”.
El arqueólogo Xurxo Constela aún tiene tiempo para plantearle una pregunta al paisaje que quiere preservar como testigo de la historia. “Sofundis, como todas las empresas alemanas de todo el mundo que están en las listas negras de los aliados, se desmantela en los 50. Hubo entonces una desamortización global de sus propiedades. Y ahí es donde está el intríngulis de esta historia de la herencia. Los Gerdtzen no fueron realmente expropiados por ser familiares de los Franco”.
Si Europa o la presión popular no lo frenan, todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia, que diría el replicante Roy. Es hora de construir sobre ellos un almacén de contenedores.
Aníbal Malvar
Cuenta la leyenda que la España de Francisco Franco se mantuvo neutral durante la II Guerra Mundial. Se enseña y predica también esa leyenda en los colegios y universidades españoles desde hace ochenta años, en muchos libros de historia y en innumerables documentales. Otra historia y las hemerotecas, menos legendarias y más rigurosas, confirman que Estados Unidos ordenó en febrero de 1944 el embargo de los suministros de petróleo a la España de Franco como castigo por la colaboración del dictador ferrolano con el III Reich. Tampoco se estudia en colegios y universidades que los Martínez-Bordiú, antes de emparentar con los Franco en 1950, habían sido primero testaferros de los industriales nazis en España e incluso mezclaron con ellos su aristocrática sangre.
Ahora la familia Franco/Martínez-Bordiú ha puesto en venta unos terrenos en la localidad pontevedresa de Redondela debajo de los cuales yace parte de aquella historia. De allí, cerca de Vigo, de la ensenada de Rande, partían los cargueros de wolframio con los que España alimentó al régimen de Adolf Hitler. Ingenieros e industriales mineros alemanes se habían instalado en Galicia al descubrirse, ya en el siglo XIX, que el subsuelo de la tierra de Breogán albergaba suculentas minas de wolframio o tungsteno, mineral escasísimo en el planeta y cuya dureza (solo superada por el diamante) y punto de fusión (3.422 ºC, el más alto de todos los metales conocidos) lo hacen ideal para la fabricación de tanques, proyectiles y toda clase de parafernalia bélica. Aún hoy, el gobierno de Estados Unidos mantiene una intocable reserva de wolframio por considerarlo vital para la supervivencia del país en caso de conflicto.
Aquel tráfico ilegal de wolframio desde Galicia hacia los frentes alemanes es el origen de la herencia que ahora reclaman los Martínez-Bordiú en la ría de Vigo. Piden por la parcela 250.000 euros. En esos terrenos, se ubica el museo Meirande, un centro interactivo de interpretación de la Batalla de Rande, enmarcada en la Guerra de Sucesión española y que enfrentó a la escuadra anglo-holandesa contra la hispano-francesa. Hay quien sostiene que en el fondo de la Ensenada de San Simón, escenario de la batalla y frente a los terrenos en litigio, todavía duermen galeones hundidos cargados de oro y plata. Tanto que el comandante naval de Vigo, Carlos Cárdenas Crespo, anunció en su toma de posesión hace dos años que uno de los cometidos que iba a asumir la Armada española en dichas aguas sería el de preservar ese incierto legado de la codicia de los cazatesoros.
El museo Meirande no estaría en peligro con la demanda de propiedad de los Martínez-Bordiú. Pero sí otro proyecto cultural no menos ambicioso que toca a los Franco de manera directa, pues tiene que ver con los negocios que la familia del dictador estableció en la zona con los nazis. Los vecinos del ayuntamiento de Redondela y la Asociación Rande Patrimonio Europeo (Arpe) llevan ya tiempo intentando que los restos arquitectónicos y culturales del entorno reciban de la Unión Europea el Sello de Patrimonio Europeo, que “se concede a sitios que tienen un fuerte valor simbólico europeo y que realzan la historia común de Europa y la construcción de la Unión Europea, así como los valores europeos y los derechos humanos que constituyen la base del proceso de integración europea”. Los restos de la batalla de Rande, el esbelto puente de Rande (que une las dos orillas de la ría de Vigo) y los numerosos vestigios de arqueología industrial que nos recuerdan la importancia estratégica del enclave durante las dos guerras mundiales son historia de Europa. Y uno de los pocos enclaves europeos que desmontan el mito de la imparcialidad española entre 1939 y 1945.
Sería sin duda un hermoso jardín temático con muchas historias que contar, como los citados negocios de los Franco con los nazis o las sanciones y expropiaciones aliadas a industriales colaboracionistas de la ría gallega, pero hay un par de proyectos mucho más rentables, y también mucho más agresivos con el entorno natural y patrimonial. Y al olor de estos negocios los Martínez-Bordiú han desempolvado la explanada yerma y olvidada que poseen frente a la ría desde el final de la II Guerra Mundial, unos 7.000 metros cuadrados.
El proyecto empresarial que pone en peligro el Embarcadero y la Fábrica el Alemán, la fortaleza de Rande y las ingeniosas e innovadoras obras de ingeniería portuaria de finales del XIX y principios del XX es un nada romántico almacén de contenedores. La obra fue anunciada en 2018 y se realizaría en la explanada de Duchess, llamada así por una empresa que quebró hace muchos años. En julio de aquel 2018, el consejo de administración del Puerto de Vigo, titular de parte de los terrenos, aprobó la compra de 22.300 metros cuadrados por valor de 2,3 millones a la extinta empresa de transportes Duchess para construir un nuevo vial de entrada y salida de camiones para el futuro almacén de contenedores. La respuesta vecinal ha conseguido que, de momento, después de 7,5 millones invertidos desde las iniciales pavimentaciones en 2008, la explanada siga prácticamente inoperativa. Influye también el hecho de que los terrenos en cuestión estén dentro de la Red Natura 2000 de la UE para conservación de la biodiversidad.
Otra de las intenciones del Puerto de Vigo es crear un desguace de barcos en la ensenada. “Quieren desmontarlo porque les estorban estos restos. Y lo que quieren hacer es una especie de línea de atraque para barcos de desguace. Barcos que les sobran en Vigo porque están ocupando sitio o pendientes de juicio, averiados, y llevarlos allí. Es, en el fondo, un vertedero de barcos en zona perteneciente a Natura 2000. Y para darle salida al mar necesitan estos terrenos de los Martínez-Bordiú”, señala Xurxo Constela, arqueólogo que ideó el museo Meirande y miembro de la plataforma ARPE.
Las minas de wolframio que poseía Sofindus abastecían a los cargueros nazis que se refugiaban en la Ría de Vigo. En la de Valborraz (Ourense) hubo hasta 500 presos del franquismo extrayendo el mineral en condiciones esclavas
De la herencia que reclaman los Martínez-Bordiú no dicen nada en el Puerto de Vigo. Admiten que el asunto está siendo estudiado en el Registro de la Propiedad, pero no facilitan entrevistas con los responsables directos del litigio. Ni siquiera aclaran qué miembros del clan de los Franco reclaman esa propiedad ahora: “No disponemos de esa información”, despachan al periodista con un lacónico e-mail.
La herencia tiene su origen en la llegada del empresario alemán Otto Gerdtzen Boyé a Vigo en 1893, atraído por la riqueza mineral y pesquera de Galicia. Debido a sus negocios gallegos y asturianos con las Potencias Centrales durante la I Guerra Mundial, entre 1917 y 1919 las empresas de Otto Gerdtzen entraron en listas negras internacionales: Gran Bretaña y Estados Unidos vetaron el comercio con sus firmas.
Las historiadoras Margarita Vilar y Elvira Lindoso sostienen que los negocios de venta de motores y máquinas refrigeradoras pudieron servir a Gerdtzen de tapadera para abastecer a los nazis. De hecho, la Reserva Federal de Estados Unidos prohibió a sus ciudadanos mantener relaciones comerciales con sus empresas, incluidas en un listado internacional de colaboracionistas nazis. Era 1942.
Los Gerdtzen emparentan con los Martínez-Bordiú cuando la nieta del alemán, Isabel de Cubas y Gerdtzen, contrae matrimonio con Andrés Martínez-Bordiú, conde de Morata de Jalón e hijo de los condes de Argillo, el 9 de noviembre de 1949. Cuenta la crónica de la boda en el ABC que aquel día “hizo su presentación en sociedad una encantadora joven prima de la novia: Mercedes de Urquijo y Novales”. Por parte del novio, destacamos nosotros al conde de Argillo, padre del contrayente y consuegro de Francisco Franco, que había sido presidente del consejo de administración del Consorcio Sofindus, un conglomerado de empresas creado en 1938 por el III Reich. A nazis y franquistas les unía el amor por Galicia y el wolframio.
Las minas de wolframio que poseía Sofindus abastecían a los cargueros nazis que se refugiaban en la Ría de Vigo. En la no lejana mina de Valborraz (Ourense), hubo hasta 500 presos del franquismo extrayendo el mineral en condiciones esclavas entre 1942 y 1944. De aquellas sangres viene la herencia que hoy reclama la rama Martínez-Bordiú de los Franco.
La alcaldesa de Redondela, Digna Rivas (PSOE), intenta tranquilizar a los vecinos que, desde la aparición de la primera noticia sobre la reclamación en El Faro de Vigo, temen que el litigio pueda poner en peligro la titularidad de los terrenos sobre los que se levanta el Museo de Meirande: “Eso museo se hizo con fondos Feder europeos. Eso significa que la titularidad de esos terrenos es del Puerto, porque estas cosas las miran siempre con enorme meticulosidad”. Otra cosa son los 4.000 metros aledaños.
Para el portavoz del Bloque Nacionalista en el Ayuntamiento, Xoán Carlos González, “los Franco no pueden salir indemnes de este intento de usurpación”. Y añade que, además, “la propiedad [era una concesión a Gerdtzen] está sin usar desde hace décadas, y se dice que los Franco no pagaron ni impuestos ni nada”.
El arqueólogo Xurxo Constela aún tiene tiempo para plantearle una pregunta al paisaje que quiere preservar como testigo de la historia. “Sofundis, como todas las empresas alemanas de todo el mundo que están en las listas negras de los aliados, se desmantela en los 50. Hubo entonces una desamortización global de sus propiedades. Y ahí es donde está el intríngulis de esta historia de la herencia. Los Gerdtzen no fueron realmente expropiados por ser familiares de los Franco”.
Si Europa o la presión popular no lo frenan, todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia, que diría el replicante Roy. Es hora de construir sobre ellos un almacén de contenedores.
Fuente → ctxt.es
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