La corona española 'is different'
 
 
 Al contrario de lo que dicen los medios de comunicación cortesanos, la monarquía española no es igual al resto de europeas de las que se diferencia por el origen, la opacidad y el blindaje legal antidemocrático.
 
La corona española 'is different'
Miquel Payeras

Los medios de comunicación españoles cortesanos aseguran a menudo que la monarquía española es igual a las del Reino Unido, Noruega, Suecia, Dinamarca, Países Bajos y Bélgica. Pero en realidad tiene pocas semejanzas con la de sus colegas europeos. Por origen -es fruto de una dictadura fascista y las demás tienen en la lucha contra el nazismo una parte importante de su legitimidad política-, por protección legal -al contrario de las otras, está tan extremadamente protegida por la ley que se aviene poco con la jefatura de un estado democrático- y por su opacidad económica alejada de todas las coronas europeas, dejando de lado las que son monarquías-negocio como Luxemburgo, Liechtenstein y Mónaco.

Protección legal

Todos los jefes de estado democráticos tienen una especial protección legal mientras ocupan el cargo. También los reyes constitucionales. Así, por ejemplo, a pesar de que en el Reino Unido no hay Constitución escrita la norma consuetudinaria establece que no se puede iniciar ningún procedimiento civil o penal contra el soberano. Ahora bien, durante el largo reinado de Isabel II, la monarca ha tenido un cuidado exquisito en no ser relacionada con ningún tipo de actividad ilegal. Lo que no se puede decir de quien fue su colega español, Juan Carlos de Borbón, que está siendo investigado por la fiscalía suiza. Por otro lado, es impensable que algún miembro de la familia de la reina se salte la ley y que el procedimiento judicial reciba presiones para evitar el castigo. La hija de Isabel, Anne, ha sido condenada dos veces por cuestiones menores -por exceso de velocidad y porque su perro mordió a unos niños- y su hijo, Andrew, tiene actualmente serios problemas para sus relaciones de amistad con el estadounidense Jeffrey Epstein, el multimillonario condenado por pederastia que se suicidó en la cárcel en 2019, que podrían llevarlo a los juzgados. Compárese con todo lo que pasó con el caso Nóos español: presiones contra la imputación de Cristina, la hija de Juan Carlos; campaña contra el juez instructor, José Castro -que incluso recibió presiones de la Casa del Rey que hizo público que la instrucción tan larga era un "martirio" para el monarca; la peculiar exoneración de Cristina porque dijo que no sabía nada de lo que hacía su marido ...

También es pertinente recordar el caso de Bélgica. El artículo 88 de la Constitución dice que la "persona del rey es inviolable, sus ministros son responsables" de sus actos. Igual que en el caso español. Ahora bien, la protección es institucional y de ninguna manera trasciende el cargo. Por lo tanto, cuando el rey Alberto II de Bélgica dimitió en 2013 perdió su inviolabilidad y todo tipo de blindaje. A efectos legales quedaba como cualquier otro ciudadano. Por eso cuando una mujer, Delphine Boel, presentó una demanda de paternidad por ser presuntamente hija suya, los tribunales aceptaron el caso y ahora lo están tramitando. Nada que ver con el ex rey español Juan Carlos -que goza de protección legal especial personal de por vida, al contrario de los otros exreis- en relación con las demandas de paternidad de las que ha sido objeto y que el Tribunal Supremo ha archivado.

Pero, todo esto son anécdotas comparado con la amenaza penal contra las críticas políticas hacia la monarquía española -que pueden conducir a la cárcel-, al contrario de lo que ocurre en el resto de coronas constitucionales europeas -y, por supuesto, a las presidencias republicanas-: un contraste que deja en evidencia el escaso sentido democrático que en relación con la Zarzuela hay en España.

En el Reino Unido no hay ningún límite a la libertad de expresión en relación con la corona. A mucho, es la monarquía la que puede invocar, como cualquier otro ciudadano, el delito de general offence -'delicte general ', literalmente- si se produce una ofensa extremadamente grave. Pero no se ha usado esta posibilidad ni siquiera cuando, por ejemplo, la banda de punk rock Sex Pistols cantó aquello de God Save the Queen / the Fascist regime (...) / she s not a human Bening / and There is no future / An England s dreaming, o "Dios salve a la reina, el régimen fascista (...) ella no es un ser humano, no hay futuro en el sueño de Inglaterra". Nunca fueron molestados, los Pistols, por la justicia británica. Compárese con lo que le ha pasado a España a Valtònyc, entre otros artistas, para crear letras contra la monarquía.

En los Países Bajos, en una manifestación celebrada en 2014, uno de los ciudadanos que protestaba llamó "que se joda el rey!" y "que se joda la Casa Real!" con la mala suerte que el sintió la policía, que le imputó un delito de "lesa majestad", una antigualla legal, de 1881. El escándalo fue tan grande que la fiscalía renunció a aplicar el precepto, por ser anacrónico.
En Bélgica también existe desde 1847 el vetusto delito de "lesa majestad", pero no se usa. Por ejemplo, en 2012, el periodista Cristophe Deborsu publicó un libro lleno de insinuaciones sobre la posible homosexualidad del entonces príncipe y hoy rey, Felipe. La casa real se limitó a quejarse ante el Consejo de Deontología Periodística.

Muy similares son también los casos de Dinamarca y Suecia, en el código penal de las que se mantiene vivo el delito de "lesa majestad", pero el reservan a casos de intimidad personal, nunca para la crítica política.

Todo lo contrario que en España, donde el delito de injurias a la corona, por el que fue condenado Valtònyc, y el de injurias a las instituciones del Estado son rémoras del pasado pero desgraciadamente vigentes. Y lo que es peor, en uso constante en contra de la crítica política a la monarquía. De ahí que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos haya anulado en varias ocasiones condenas por estos delitos. El caso más famoso y reciente es el de los dos independentistas catalanes que quemaron una foto del rey Juan Carlos en una manifestación en 2008 y fueron condenados ulteriormente a 15 meses de prisión; recorrieron una y otra, y finalmente, en 2018, dicho tribunal consideró su actuación como un ejercicio de "libertad de expresión" y anuló la condena.
 
Transparència

Las otras monarquías son mucho más transparentes que la española. Tanto en cuanto a sus gastos como las actividades de sus miembros. La británica es la que más información ofrece de sí misma. A pesar de que su sistema de financiación triple es complejo -le entran recursos de la "subvención soberana" o la cifra que recibe de los presupuestos generales, del "monedero privado" o ingresos privados del soberano, y, finalmente, de los beneficios que se puedan derivarse de las inversiones hechas por el monarca- debido a las sucesivas reformas que se han ido produciendo a lo largo del tiempo, la transparencia es máxima. Una web oficial recoge las cantidades que recibe y los gastos que hace.

Las casas reales de Noruega y Dinamarca especifican todos sus ingresos y gastos hasta detalles como el consumo energético, el gasto en jardinería ... y se publican anualmente en una memoria. En Suecia las cuentas están fiscalizadas por una auditoría externa que depende del Parlamento y que publica los resultados hasta el más mínimo detalle, también. En los Países Bajos, desde 2016, se publica partida a partida el presupuesto real, hasta el punto de consignar, por ejemplo, el gasto en vehículos. La monarquía belga ha sido tradicionalmente mucho menos transparente que las otras citadas. Hacía pública la asignación anual presupuestaria, pero no el especificaba por partidas ni daba explicaciones de los gastos. Los últimos años, sin embargo, con la abdicación del rey anterior y la coronación de la actual, Felipe, las cosas han cambiado. Seguramente para contrarrestar las críticas y los rumores de todo tipo sobre su capacidad, el monarca decidió ser mucho más transparente para ganar popularidad. Hace un año, en abril de 2019, el Gobierno incluso especificó el coste de la seguridad de la familia real, cuántos de agentes de policía y militares están destinados, entre otros detalles.

En España no pasa nada de todo esto. A pesar de que Felipe VI dijo que sería mucho más transparente que su padre, la opacidad de la Casa del Rey siguen siendo la norma. Se conocen las asignaciones personales a cada miembro de su familia, pero se desconoce todo lo demás. Nada de gastos. Siempre que algún grupo parlamentario ha pedido información detallada, los partidos del régimen monárquico -tradicionalmente el PSOE y PP; y ahora también Vox y Ciutadans han negado en redondo a darla. La opacidad de la monarquía española actual es tan intensa que contrasta en negativo incluso con la histórica de Alfonso XIII, el rey que partió al exilio en 1931, que estaba obligada a publicar todos sus gastos, públicas y privadas , así como todos los ingresos privados por cualquier concepto.

Por otra parte, es inimaginable en Europa que cualquier miembro de la realeza distinga entre actividades públicas y privadas para evitar informar sobre estas últimas. Se entiende, con buen criterio, que el rey lo es todo el día, no sólo cuando le conviene. En España, como es bien conocido, pasa todo lo contrario. La opacidad sobre lo que Zarzuela define como "actividades privadas" del monarca y la consorte es absoluta. 
 
Origen

Si ya bastante diferente es la monarquía española en relación con las otras europeas en transparencia y en blindaje legal, si se compara el origen respectivo entonces el contraste es como entre el blanco y el negro.

La corona española actual fue creada por el dictador Francisco Franco en 1947, el cual hace aprobar en 1969 que el futuro rey sería Juan Carlos de Borbón, en contra de los deseos de quien era el legítimo heredero según la tradición familiar borbónica, Juan, su padre , en el exilio en Portugal. La historia es conocida: en 1975, el Borbón joven era proclamado rey franquista de España. Dos años más tarde, su padre claudica y renunció a sus derechos sucesorios. En 1978, la Constitución meter la monarquía de Franco en la persona de Juan Carlos en un intento de exorcizar su verdadero origen. Pero la corona era la que se inventó el dictador y es la misma que lleva ahora -
metafóricamente, porque físicamente no la trae- Felipe.

Ninguna de las monarquías europeas restantes tiene un origen similar. Y no porque sus respectivas raíces se hundan en épocas mucho más pretéritas sino porque todas ellas pasaron por una legitimación política de hecho ante el nazismo: lucharon contra las invasiones de sus países por parte de la Alemania de Adolf Hitler, o en el caso de la neutral Suecia -después de unos inicios titubeantes - acabó colaborando con los aliados -entre otras formas- dando refugio a judíos y resistentes antinazis de otros países. En cambio, la corona española fue creada por una dictadura fascista. No puede haber más contraste. Es cierto que los apologetas monárquicos aseguran que en 1981 el rey Juan Carlos evitó un golpe de estado y salvó la democracia, lo que podría de alguna manera igualar su caso con los de las otras coronas europeas ante el nazismo, pero no está probado que fuera así, es una mera teoría que tiene muchos detractores por muchas de las sombras que existen sobre el verdadero papel que el monarca en aquellos hechos.

Por todo ello, no es de extrañar que la valoración popular de la corona española sea menor a la que disfrutan el resto de coronas europeas. Así lo ponía de manifiesto en 2018 una encuesta de la agencia Ipsos Global Advisor hecha en los diferentes países con reyes: el 37% de los encuestados españoles creían que se debería abolir la monarquía y el 52% que se debería poner a referéndum; cifras que contrastan fuerte firme con el 15% de británicos que se declaraban en contra de su corona, o del 17% de belgas, del 23% de suecos ...

No debe ser ajeno a ello el hecho de que haga más de cinco años que el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) no haga sondeos  sobre la monarquía. La valoración es baja y desde que Felipe reina las sucesivas campañas de propaganda que le han hecho para aumentarla han fracasado. Tampoco el actual, en plena pandemia del COVID-19, no parece que le esté saliendo bien, al menos si hay que hacer caso a como lo ve el prestigioso semanario alemán Stern: "durante una visita a españa a principios de este mes de abril, Felipe VI apareció como un soldado, equipado con un traje de camuflaje, para declarar la guerra al virus con estilo militar ", ironizaba. Para comparar, es todo lo contrario de lo que ocurre en los Países Bajos, donde la popularidad del rey Guillermo Alejandro y de Máxima, su mujer, no para de crecer durante la pandemia. Según una encuesta de Ipsos para la televisión neerlandesa NOS, la crisis de coronavirus ha servido para incrementar la popularidad de la pareja: un 74,2% de los encuestados se declara monárquico frente al 67,9% de que decía serlo la año pasado. Los reyes neerlandeses son vistos como "cercanos" por sus conciudadanos. No es la palabra que defina la pareja Borbón-Ortiz.

En resumen, la monarquía española no es igual -al contrario de lo que asevera la propaganda cortesana- al resto de monarquías constitucionales europeas por su origen franquista, por su blindaje legal antidemocrático y por su opacidad. Y tiene un apoyo popular mucho menor.
 
 

Fuente → eltemps.cat

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