 
Joaquín Urías es un rostro conocido por su participación en distintos
 medios de comunicación. Es Profesor de Derecho Constitucional y 
exletrado del Tribunal Constitucional. Sevilla. Experto e investigador  
de los derechos fundamentales y de la libertad de expresión, posee un 
largo recorrido como activista de derechos sociales y del mundo de los 
refugiados. Hoy le entrevistamos para conocer sus opiniones sobre 
distintos asuntos del triple concepto Covid19-Estado de 
Alarma-Legalidad.
Joaquín Pablo Urías Martínez nació en Sevilla en una familia del 
barrio de la Macarena por parte de padre y madre. Estudiando Secundaria 
fue becado por el gobierno alemán para pasar el verano de 1984 en Bremen
 y Berlín. Se licenció en Derecho en la Facultad de Sevilla y lo 
compaginó con estudios de italiano y ruso.  En 1992 impartió prácticas 
en  Facultad de Ciencias de la Información. Durante los veranos del 90 
al 92 trabajó en proyectos de solidaridad en la Unión Soviética, Turquía y el Kursdistán iraquí. En verano de 1993, en plena guerra, se unió a un proyecto de voluntariado en el mayor campo de refugiados de Yugoslavia.
 Después fue el coordinador del proyecto de reconstrucción social en ese
 campo. Desde entonces, y hasta 1999, compaginó sus investigaciones en 
Derecho Constitucional con largas estancias en campos de refugiados de Croacia y Bosnia. Entre 1995 y 1997 vivió entre Heidelberg (Alemania) y los campos de refugiados. En verano de 1999 entró junto a las tropas norteamericanas en el Kosovo recién liberado.
En 1997 leyó su tesis doctoral sobre “La tutela del ciudadano frente a las leyes”
  con la máxima calificación. Desde el curso 1999-2000 se incorporó 
plenamente a la docencia en la Facultad de Ciencias de la Información. 
En 2000 gana la plaza de Profesor Titular de Derecho Constitucional. 
Simultáneamente desarrolló una intensa actividad social en Sevilla. 
Durante tres años se integró en un proyecto de escolarización en el 
asentamiento chabolista de El Vacie. En 2002 se integró
 en el Foro Social de Sevilla creado para organizar la contracumbre de 
Jefes de Estado igual que en las multitudinarias manifestaciones contra 
la Guerra de Irak en 2003.
De 2004  a 2010 fue Letrado del Tribunal Constitucional. En 2010 fue nombrado por la UE director del proyecto Euralius para la reforma del sistema judicial de Albania viviendo cuatro años en Tirana.
En 2014 se reincorporó a la Universidad de Sevilla. Investigador  de los derechos fundamentales y de la libertad de expresión. A finales de 2014 participó en la creación de Podemos Sevilla
 siendo candidato en 2015, a propuesta de todos los círculos de Sevilla,
 a Secretario General. Derrotado por pocos por la candidata impuesta en 
Madrid, abandonó el partido. En 2015 participó en la creación de Participa Sevilla
 como alternativa municipalista de base. Candidato en las municipales, 
no resultó elegido pero participó en la negociación del acuerdo de 
gobierno. Luego abandonó Participa Sevilla por convertirse en un partido
 político como los demás.
Nunca ha cesado en su actividad social. Ha participado en proyectos 
de cooperación internacional con refugiados entre Indonesia, Georgia, 
Benin, México, Costa de Marfil, Haití, Turquía… En invierno de 2015 fue 
voluntario en la isla de Lesbos.
                            
    
PREGUNTA: Con la aprobación del Decreto de Alarma y su desarrollo, sectores políticos y mediáticos muy concretos vienen cuestionando su aplicación. Las críticas van desde supuestos recortes de libertades o derechos hasta la propia duración de este por sucesivas prórrogas aprobadas ¿Qué opinión le merecen esas críticas?
RESPUESTA: El estado de alarma es la figura que prevé la Constitución para calamidades como la epidemia actual. Sería un despropósito recurrir al estado de excepción, que está previsto para casos de disturbios graves y que sí recorta muchos derechos básicos como la libertad de expresión o la inviolabilidad del domicilio. El instrumento es el adecuado. Ahora bien, aunque el estado de alarma permite al Gobierno central tener el mando único de la lucha contra la epidemia, eso no quiere decir que no pueda y deba cooperar con las comunidades autónomas más de lo que lo ha hecho. Ahí creo que ha estado su gran error. Por lo que hace a las restricciones de derecho, creo que durante el estado de alarma ha habido demasiados excesos policiales. Puede que también algunas restricciones de movimiento desproporcionadas pero en general salimos de la situación con nuestros derechos intactos, que no es poco.
P: En las concentraciones, especialmente en algunos barrios 
madrileños, inspiradas por la extrema derecha y en las manifestaciones 
“motorizadas” del pasado sábado convocada por Vox se vieron escenas que 
distaban mucho de las recomendaciones sanitarias y de la normas de 
prevención ¿Cree que se produjeron ilegalidades? ¿Deberían ser 
sancionadas? De continuar ¿podrían ser prohibidas?
R: Creo que nuestra Constitución permite muy pocas restricciones al derecho de manifestación. Cualquier partido está en su derecho de usar este modo de expresión colectiva y no creo que se deba ni se pueda restringir. La única restricción debe ir encaminada a hacer compatible el derecho con la prevención de contagios. Es razonable que se exijan medidas de protección, distanciamiento, duración máxima, poca ocupación del espacio público y demás. Otra cosa es que hemos visto manifestaciones que no han cumplido con el requisito de comunicarse previamente a la autoridad y que después se han llevado a cabo de manera peligrosa, que permitía contagios. Eso es delictivo, no ya por no comunicarse sino por hacerse de manera deliberadamente peligrosa. Yo no digo que debieran haber sido disueltas, pero al menos era de esperar que se hubiera investigado el hecho. En todo este tema lo que hay que destacar es que, al final, las únicas manifestaciones prohibidas han sido las convocadas (en coches) por los sindicatos el “1 de Mayo”. Eso da un poco de pensar sobre las distintas varas de medir. Es, cuanto menos, inquietante.
P: Los bulos, las fakes news y las 
mentiras, desgraciadamente, se están convirtiendo en lamentables 
acompañantes de la pandemia. Tras volver a la normalidad o nueva 
cotidianeidad ¿es partidario de regular en frío y con la mente serena un
 nuevo marco para este fenómeno, más duro punitivamente, o entra en el 
amplio apartado de la libertad de expresión? 
R: El problema de las fake news, como todas
 estas nuevas expresiones de moda es que al final el concepto se va a 
utilizar para prohibir las noticias que no nos gusten y permitir las 
otras. Es algo similar a lo que ha pasado con el delito de odio. Son 
categorías que dejan demasiado espacio a la valoración ideológica y que 
parece que invitan a los jueces a decidir según su propia ideología. En 
España el delito de odio se ha utilizado para perseguir a quien se ríe 
de la policía o de los toreros mucho más que a contra quien humilla a 
los homosexuales o los negros. Con las fake news nos podemos encontrar con que al final se castiguen exclusivas bien documentadas de EL PAÍS si ponen al desnudo miserias del poder establecido y no se castiguen los bulos que inventa OK Diario que parece ser el periódico de cabecera de muchos jueces.
Hay demasiados miembros de la judicatura presumiendo en público de sus ideas cercanas a la extrema derecha… y jueces, de esos que siempre defienden a la policía, que ahora están abiertos a encarcelar o destituir a responsables políticos contrarios a sus ideas
P: Existen distintas iniciativas 
individuales y algunas de “nuevos” colectivos de denuncias judiciales 
sobre la actuación del Gobierno de la nación. También el PP y Vox han 
anunciado que se pedirán responsabilidades legales. Algún dirigente 
ultraderechista avisa de que el presidente Sánchez podría ir a la cárcel
 ¿Cómo valora estas actuaciones y piensa que podrían prosperar?
R: El intento de politizar la justicia no es nada 
nuevo. Es algo que han hecho todos los partidos y desde todos los 
sectores ideológicos. Eso, en sí mismo, no creo que sea más 
problemático. Otra cosa es cuando se cuenta con el apoyo de la cúpula y 
de gran parte del poder judicial y de pronto esas acusaciones 
disparatadas pueden prosperar. Si los jueces retuercen la ley, o la 
reinventan, para influir en la dirección política del Estado, se cae 
todo el edificio del Estado de Derecho. Y está empezando a pasar. Hay 
algunos jueces de esos que siempre defienden a la policía que ahora 
están abiertos a encarcelar o destituir a responsables políticos 
contrarios a sus ideas. No son, ni mucho menos, todos los jueces, pero 
sí una minoría influyente. La independencia judicial está empezando a 
ser un gravísimo problema en España, y no sólo lo digo yo, sino todos 
los indicadores internacionales. Los jueces creen  que es por el 
nombramiento político del CGPJ, pero en realidad yo creo que tiene más 
que ver con una actitud pública de barricada por parte de algunos 
jueces. Hay demasiados miembros de la judicatura presumiendo en público 
de sus ideas cercanas a la extrema derecha. Y en  los 
asuntos de trascendencia política sólo aplican el derecho a través de 
ese prisma deformante. Es un riesgo gravísimo para nuestro Estado de 
Derecho que creo que no se está valorando adecuadamente. Quedan muchos 
más jueces honestos que sectarios, pero hay un deslizamiento importante 
hacia la pérdida de imparcialidad.
Manifestación 8-M: Era más fácil prohibir el fútbol que el ejercicio de un derecho comunicado días antes. Detrás de esa demanda no está la preocupación por la salud, sino un intento de hacer daño al Gobierno
P: Y en este proceso de pandemia jalonada de
 ribetes legales llega la acusación por un supuesto delito de 
prevaricación administrativa (por la denuncia de un polémico particular)
 contra el delegado de Gobierno en Madrid y que podría extenderse -según
 los argumentos del denunciante- al presidente Pedro Sánchez, a los 17 
delegados del Gobierno y al propio director del Centro 
de Coordinación de Alertas Sanitarias, Fernando Simón, por supuestas 
irregularidades al autorizar manifestaciones del 8M ¿Cuál debería ser el
 recorrido judicial de este asunto.
R: No conozco los detalles de la acusación ni las 
pruebas presentadas, así que es difícil pronunciarse. Lo que puedo decir
 es que la respuesta a la pandemia y el impacto que ha tenido son 
similares en todos los países de nuestro entorno. El índice de 
fallecidos, el momento de tomar las medidas y hasta el tipo de 
soluciones han sido muy parecidos en muchos países similares a España, 
con independencia del color de cada Gobierno. Puede haber habido 
errores, por parte de todos. Todos los gobiernos estatales y autonómicos
 han comprado o usado mascarillas que no protegían. Todos han hecho 
valoraciones erróneas. No sé si en este contexto pueden identificarse 
conductas negligentes. Quizás haya hospitales donde un jefe inconsciente
 no haya permitido que los sanitarios se protejan adecuadamente, o 
lugares donde algún político ha tomado deliberadamente medidas para 
proteger su carrera aún sabiendo que podían aumentar los contagios. No 
lo sé. En todo caso, lo cierto es que las primeras semanas de epidemia 
había mucha confusión. El ocho de marzo todos estábamos ya asustados 
pero hubo partidos de fútbol, manifestaciones, misas y actos 
multitudinarios de partidos políticos. Con lo que sabemos ahora, quizás 
se hubieran debido evitar, pero es un disparate centrar una acusación 
penal en un único acto de aquellos y en un único responsable político. 
Era más fácil prohibir el fútbol que el ejercicio de un derecho 
debidamente comunicado días antes. Evidentemente, detrás de esa demanda 
no está la preocupación por la salud, sino que es un intento de hacer 
daño al Gobierno. Es una deriva muy peligrosa. Todas las 
administraciones han cometido errores, pero al gestión de la epidemia 
por parte de todos ha sido razonablemente buena. Mejor que en otros 
muchos países. Ni es el momento de hacer daño con esto, ni el Gobierno 
central ha cometido más errores que el madrileño o el andaluz.
Es imaginable que la Guardia Civil tire de recortes de diarios ultraderechistas y de bulos de whatsapp para realizar un atestado. La función de ese atestado no parece ser la de investigar un delito, sino la de dar una coartada a la jueza competente para condenar.
P: El martes el ministro de Interior cesó al máximo 
responsable de la Guardia Civil en Madrid, el coronel Pérez de los 
Cobos. Ha generado una fuerte polémica y una judicialización del caso. 
Se van conociendo aspectos y usted aha comentado eque “El riesgo de 
permitir la politización de los cuerpos de seguridad es éste: en vez de 
atestados, la guardia civil hace panfletos derechistas llenos de fake 
news y de comentarios de OK diario que no son técnicos ni serios” ¿Nos puede ampliar esa afirmación?
R: Claro. Me parece que es algo evidente. Con la 
excusa de la pandemia se está acentuando de manera desproporcionada la 
polarización política. La derecha está usándola para intentar el acoso y
 derribo extraparlamentario del gobierno legítimo surgido de las 
elecciones. La situación es extremadamente peligrosa para nuestro 
sistema democrático. En un momento tan delicado es cuando mejor se 
aprecia el error de haber permitido durante años que las fuerzas y 
cuerpos de seguridad hayan tomado claramente partido por la 
ultraderecha. Hace décadas que nuestras fuerzas de seguridad necesitan 
un impulso para aumentar su compromiso con la democracia y los derechos 
humanos. Eso implica medidas de fomento, de formación y de control. No 
se han tomado, más bien al contrario: frente a sucesos como los de 
Cataluña desde los distintos gobiernos, y desde la fiscalía y la 
magistratura se ha alentado la imagen de una policía patriótica que está
 al servicio de la unidad de España, no de los derechos fundamentales. Y
 se ha permitido que se sientan impunes. Ahora tenemos una policía 
dedicada a perseguir a quienes ellos creen que son una amenaza contra 
esa unidad, incluido el Gobierno legítimo. Por eso, ante demandas 
judiciales con intenciones políticas y dirigidas a minar al Gobierno es 
imaginable que la Guardia Civil en vez de investigar de manera sosegada,
 científica y técnica las posibles responsabilidades tire de recortes de
 diarios digitales ultraderechistas y de bulos de whatsapp para
 realizar un atestado. La función de ese atestado no parece ser la de 
investigar un delito, sino la de dar una coartada a la jueza competente 
para condenar.
La excesiva politización, en cualquier sector -ya sea la policía, los
 jueces o la Universidad-, si hace que se mezclen las funciones públicas
 con las ideas políticas personales, lleva a que se pierda calidad 
técnica y se pervierta el sistema. En estas horas tan graves, de amenaza
 directa contra el sistema democrático vamos a echar de menos tener 
mejores profesionales. Gente capaz de defender la ley por igual frente a
 todos los ataques, con independencia de las ideas políticas de quien 
tengan delante.
Fuente → elplural.com
 


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