Frente a la ofensiva de la ultraderecha, movilización contundente de los trabajadores y la juventud
 
¡No pasarán!

Los llamamientos a la unidad nacional y la colaboración de clases: una política errónea que favorece a la reacción 
 
Frente a la ofensiva de la ultraderecha, movilización contundente de los trabajadores y la juventud / Izquierda Revolucionaria: El sábado 23 de mayo el elitista barrio de Salamanca se abarrotó de 6.000 coches —destacando los 4 por 4, berlinas lujosas y descapotables— tuneados con banderas de España y variada simbología fascista. Mostraban a la base social de la ultraderecha en plena acción, gritando su desprecio por la vida de los trabajadores, clamando por la libertad mientras daban Vivas a Franco, y escupiendo todo su odio de clase contra el Gobierno de coalición. Igual que en las caceroladas en Núñez de Balboa y en todas las “zonas bien” de muchas capitales, Vox y el Partido Popular mueven a sus huestes en una ofensiva que no se va a detener.

Lo ocurrido no es más que una operación planificada al milímetro por Abascal y Casado para tomar las calles. Miles de pijos, rentistas y señoras de bien, han seguido el llamamiento de Vox y el PP logrando protestas muy sonadas. Incluso han mandado a sus “chicos” —bandas de nazis identificados con saludos fascistas, banderas franquistas etc…— para tratar de extenderlas a zonas obreras de la capital como Vallecas, Carabanchel, Moratalaz y localidades del sur de Madrid como Alcorcón. Han fracasado estrepitosamente: los vecinos y vecinas, y la juventud en primera línea, les han plantado cara logrando expulsarles de las plazas. El intento de Abascal de aumentar su respaldo en las populosas barriadas trabajadoras se ha saldado con un fiasco: ni banderas de España en los balcones, ni caceroladas, repudio y hostilidad hacia la ultraderecha.

Pero no desisten. El sábado 23 era su gran apuesta con el llamamiento a llenar las calles de “España”. Pero la movilización estatal, con algunas decenas de miles en el mejor de los casos, queda muy lejos de sus aspiraciones. ¿Quiere esto decir que debemos adoptar una actitud pasiva, mirar para otro lado, y esperar a que esta ofensiva se desinfle por sí sola, como plantean voces y organizaciones de la izquierda parlamentaria? Rotundamente no. La ofensiva de la ultraderecha no se parará, salvo que la movilización contundente de la clase trabajadora y la juventud la frene en seco.

Aprovechando la crisis económica y social del sistema que ellos mismos defienden a capa y espada, la reacción de derechas pretende recuperar La Moncloa para arrasar con nuestros derechos democráticos y laborales. Enfrentarla exige una política consecuente en todos los planos. Y es ahí donde las carencias del Gobierno se muestran más evidentes: su programa de unidad nacional y colaboración de clases es un obstáculo para levantar una acción antifascista masiva.

Creemos sinceramente que es hora de rectificar, y sobre todo, de que Unidas Podemos deje de blanquear las políticas procapitalistas del PSOE y de abogar por la paz social. Lo ocurrido con el acuerdo frustrado sobre la derogación integral de la reforma laboral es un ejemplo claro de lo que decimos.

Un partido patronal, envuelto en gritos de “libertad” y Vivas a Franco

Es innegable que no sólo en el Estado español, también a escala internacional, las fuerzas de la extrema derecha han avanzado posiciones. La explicación a este fenómeno la encontramos en las terribles consecuencias que la crisis capitalista ha provocado en estos años, y la incapacidad de los partidos tradicionales del sistema (conservadores y socialdemócratas) para hacerle frente.

Las políticas de recortes salvajes de los servicios sociales, la falta de vivienda pública, el crecimiento exponencial del desempleo, la precariedad y los bajos salarios, el empobrecimiento de amplios sectores de las capas medias son la nota dominante. Las bases materiales de la estabilidad del parlamentarismo burgués se han debilitado, alimentando la polarización social y política y la deslegitimación de la democracia burguesa y sus instituciones. Ese es el terreno en el que la extrema derecha siembra su semilla.

A través de la demagogia populista, de apelaciones al nacionalismo y el patriotismo más rancio, al racismo y al odio a los inmigrantes, las mujeres o los homosexuales, jugando con la falta de certezas… tratan de rentabilizar la rabia y la impotencia de unas capas medias que han perdido su estabilidad y prosperidad pasada. En este escenario, la ausencia de una alternativa de clase y anticapitalista por parte de las organizaciones tradicionales de la izquierda política y sindical, que rompa con la lógica del sistema y trace un camino para transformar la sociedad en líneas socialistas, brinda a estas formaciones un espacio excepcional en el que poder medrar.

En el caso del Estado español, el ascenso de Vox se ha nutrido de la violenta campaña del nacionalismo españolista contra el pueblo catalán y su lucha por la república. Una campaña que han alentado todos los partidos que sostienen al régimen del 78, desde el PP y Cs, pasando por un PSOE que hizo de la represión y de las manifestaciones conjuntas con estos reaccionarios una línea política. De esos polvos vienen estos lodos.

Vox también avanza gracias a un aparato del Estado lleno de fascistas, que no fue depurado tras la caída de la dictadura, y que cuenta entre su judicatura y alta administración, en su ejército y policía con activos importantes que se han convertido en la espina dorsal del partido. Abascal ha proporcionado una bandera de lucha a muchos sectores insatisfechos con la trayectoria del PP, al que acusan de compadreo e incapacidad para hacer frente a la izquierda. Llenos de odio contra los trabajadores y la juventud por haber protagonizado una rebelión social sin precedentes, iniciada con el estallido del 15M en 2011, esa mugre de empresarios que explotan despiadadamente la fuerza laboral a base de bajos salarios y precariedad —y que en el campo tiene su expresión en los terratenientes y medianos agricultores que esclavizan a los inmigrantes— dispone ahora de una confianza renovada.

Pero no son más que polvo social, dirigidos e instrumentalizados por la gran burguesía y la patronal. Echando un vistazo rápido a la cuna de los máximos dirigentes de Vox las cosas quedan claras.

Ivan Espinosa de los Monteros, por ejemplo. Hijo de Carlos Espinosa de los Monteros y Bernaldo de Quirós, IV Marqués de Valtierra y de María Eugenia de Simón y Vallarino. Su padre fue directivo en Iberia, Inditex, Mercedes Benz o Acciona y presidente del Círculo de Empresarios y del comisionado para la Marca España. Las credenciales de su compañera, Rocío Monasterio, no son menos brillantes. Su familia era una de las grandes propietarias de colonias azucareras en Cuba, donde se hicieron de oro gracias al trabajo esclavo y a su amistad con las dictaduras de Gerardo Machado y Fulgencio Batista. ¡Y qué decir de Santiago Abascal! Nieto del alcalde franquista de Amurrio (Bizkaia) ha hecho carrera y dinero de sus chanchullos con los amigos de la familia. Desde que su tío le nombró como asesor en el Gobierno de Álava, no ha parado. Su conocida amistad con Alfonso Alonso —ex alcalde popular de Vitoria— o Esperanza Aguirre, le catapultaron a cargos públicos creados a medida, por los que obtuvo ingresos de 730.000 euros.

Son la élite, los hijos y nietos de los grandes terratenientes, propietarios y colaboradores de la dictadura franquista. Por eso sus intentos por ensanchar su base social no han cristalizado. Si se suman sus escañaos y votos a los del PP, son muchos menos que los obtenidos en los años gloriosos por Aznar y Rajoy. Enfrentados a la fuerza de la clase obrera movilizada, Vox y el PP serían barridos sin contemplaciones.

Desviar la atención de sus responsabilidades

La crisis del coronavirus ha puesto sobre la mesa, de la forma más brutal, las consecuencias de décadas de recortes, privatizaciones y contrarreformas. El desastre social ya existía, pero ahora alcanza unas dimensiones extraordinarias que se van a agrandar aún más en el futuro. Ha sido esa misma derecha que hoy clama por la libertad con palos de golf, chófers y banderas de España, la máxima responsable de que Madrid se haya convertido en la zona cero de la pandemia y las colas del hambre.

La “rebelión Cayetana” de Núñez de Balboa pretende ocultar el papel del PP, Vox y también Cs en la catástrofe. Durante décadas Madrid ha sido la comunidad donde sus experimentos han llegado más lejos: la privatización de los servicios públicos, y de forma destacada la enseñanza y la sanidad, ha sido su buque insignia. Los habitantes de estos barrios de bien son los propietarios y accionistas de las empresas que se están lucrando con nuestra salud, de hospitales privados que han negado sus recursos a los enfermos de COVID 19, de residencias de mayores donde se ha vivido un auténtico genocidio, y de todo tipo de negocios que emplean trabajadores precarios con bajos salarios y sin derechos.

Su ira se desata porque ahora sus fuentes de lucro no pueden funcionar a pleno rendimiento, porque sus empleados piden medidas para la conciliación familiar y no pueden trabajar tantas horas como a estos jefes les gustaría, porque sus complejos hoteleros están vacíos de turistas, porque sus cadenas de restaurantes, tiendas, cines, discotecas, gimnasios y un largo etcétera, se ven afectados. El Gobierno coarta su libertad dicen, pero no para manifestarse, eso está claro. A ellos y ellas el coronavirus les roza poco: seguros en sus lujosas residencias sin dar palo al agua, no saben qué es el transporte público masificado a las 8 de la mañana, tienen médicos y servicios sanitarios de élite a su servicio, disponen de empleados y empleadas que les aseguran alimentación, limpieza y todos los suministros que necesiten.

El estallido de la crisis económica al calor de la pandemia ha hecho sonar las alarmas en los despachos de estos “emprendedores”. No van a renunciar a su jugosa cuota de ganancias y saben que lo mejor es seguir apretando las tuercas a la clase trabajadora. Por supuesto, todos los recursos públicos deben estar a su disposición ya que ellos “levantan el país y crean empleo”. Les parece poco los 100.000 millones de euros que el Gobierno ha entregado al IBEX, la banca y las empresas sin pestañear; no se conforman con que el erario público cubra los cientos de miles de ERTE para que ellos no pongan ni un céntimo. Y si se habla de derogar la reforma laboral montan en cólera. Las migajas que nos están dando a los que sí sufrimos la crisis y la enfermedad son una verdadera afrenta. Lo quieren todo.

El patriotismo, la Constitución y la “derecha razonable” no sirven para combatir a la reacción

Cuando la ofensiva ha escalado hasta este punto, el Gobierno del PSOE-UP no ha dejado de apelar a la “Unidad Nacional”. Nada más lejos de nuestra intención que hacer una crítica sectaria, pero hay que mirar a los hechos tal como son, no como nos gustaría que fuesen. La posición del Gobierno debilita la lucha contra la reacción, da confianza a la extrema derecha y desarma ideológicamente a la clase trabajadora. No se basa en la lucha de clases sino en la conciliación entre ellas, en sostener el régimen del 78 y sus instituciones capitalistas. Es urgente rectificar, y especialmente es urgente que Unidas Podemos rompa con esta dinámica de concesiones y responda a las aspiraciones de su base social. En esta gran batalla de clases, si se cuelgan a los faldones de la socialdemocracia tradicional para blanquear sus políticas pro-capitalistas, tarde o temprano pagarán una dura factura.

Desde que comenzaron las protestas de la derecha no hemos escuchado más que llamamientos a la calma desde el Gobierno, o reprimendas a los de las banderas porque no son verdaderos “patriotas”. Recuerda mucho a la política de Santiago Carrillo en los años setenta. La respuesta de los vecinos y vecinas de los barrios obreros ha sido muy diferente: saliendo a las calles han dado una verdadera lección de cómo se combate a la extrema derecha. Este es el camino, salvo que se quiera perderlo todo.

El llamamiento permanente a responder “todos juntos”, a batallar unidos en “esta guerra”, en definitiva, a exaltar la unidad entre clases —trabajadores y empresarios—, y partidos —sean de izquierda o derecha— es un completo error. ¿Cómo vamos a combatir a quienes quieren aplastar nuestros derechos llegando a pactos con ellos? El último argumento de que hay una “derecha razonable”, para justificar acuerdos con Ciudadanos, van por el mismo camino: el camino al desastre.

En los últimos años las instituciones burguesas del 78, la monarquía, el parlamento, sus leyes y constitución, han demostrado en los hechos su completa incapacidad para dar una alternativa a las necesidades de la mayoría de la población. Justo al contrario. Han sido utilizadas en nuestra contra para destrozar derechos sociales y democráticos ya conquistados. Todavía hoy vemos que torturadores como Billy el niño mueren condecorados y amparados por ese entramado. Pero desde el Gobierno, y desde UP, se nos plantea ahora que esa misma Constitución y el Régimen del 78 son las mejores armas para combatir a la reacción.

Como la experiencia ha demostrado, y volverá a demostrar, esto es un completo error: arrojar arena a los ojos de los trabajadores, levantar obstáculos para el avance de la conciencia, la organización y la capacidad de movilización de la clase obrera y la juventud, no es la forma de combatir a la reacción. Lenin dijo en muchas ocasiones que el rasgo distintivo del oportunismo y el reformismo es la colaboración de clases.

No, ni con la Constitución, ni con la policía, ni con la justicia burguesa, ni con el aparato del Estado plagado de franquistas y al servicio de la élite capitalista vamos a frenar la ofensiva contra nuestros derechos. Alabando a empresarios como Amancio Ortega o celebrando la responsabilidad y patriotismo de la CEOE, mientras se cede a todas sus demandas, lo único que se hace es contribuir a que se envalentonen más. Esta estrategia de los dirigentes del PSOE, UP y de CCOO y UGT no sirve, y de mantenerse asfaltará el camino para que la reacción se haga más fuerte y pueda recuperar el Gobierno. La colaboración de clases es un verdadero cáncer para la izquierda que sólo beneficia a los que nos explotan y aplastan. Estamos en una guerra sí, entre opresores y oprimidos, y hay que pelear con claridad y decisión.

Parar a la reacción con la movilización contundente. ¡Ningún pacto con la derecha y la patronal!

Aceptando las exigencias de la patronal, lavándoles la cara y generando expectativas en que llegando a acuerdos con nuestros enemigos declarados vamos a salir de esta crisis… se tiende una alfombra roja a la demagogia de la extrema derecha que, aprovechándose de una ruina social que se hará mucho más visible en los próximos meses, sí tendrá una oportunidad para avanzar. Lo que necesitamos para combatir a VOX, al PP y a la patronal es una alternativa política de clase, genuinamente socialista, que rompa con la lógica podrida de este sistema y se apoye en la inmensa fuerza de los trabajadores y la juventud.

Queremos un escudo social, pero de verdad: que nacionalice la sanidad privada y las farmacéuticas, que contrate a decenas de miles de trabajadores sanitarios para defender la salud de todos; que ponga la riqueza que genera la clase obrera, que hace funcionar la sociedad, al servicio de las necesidades de la gente, y eso pasa por nacionalizar también la banca y los grandes monopolios bajo el control democrático de los trabajadores y sus organizaciones. Esa es la única manera de acabar con el desempleo masivo, garantizando no solo una renta mínima para la población que está excluida de todo, sino un subsidio de desempleo de 1.200 euros que asegure una vida digna a todos y todas.

Poniendo la economía bajo el control y la gestión democrática de la clase obrera, acabaríamos con el negocio de la vivienda y la especulación, ofreciendo un techo digno y asequible sin desahucios. Podríamos hacer realidad una enseñanza pública de calidad, gratuita desde infantil hasta la universidad, igualitaria e inclusiva. Barreríamos la precariedad, la pobreza y la marginalidad. Es decir, con una política que plantease con claridad la lucha por el socialismo, y no la gestión de las migajas que se caen del mantel de los poderosos, que se basará en la movilización masiva y decidida de los millones de trabajadores y jóvenes a los que este sistema nos niega el pan y la sal, podríamos enfrentar a la derecha y la patronal y podríamos vencer.

En lugar de pedir calma y “responsabilidad”, de colgar tweets y comunicados para “aplaudir más fuerte” a las 21h, los dirigentes de UP, de los grandes sindicatos, deberían plantear el programa que la situación exige y los medios para conseguirlo.

¿Qué respuesta encontrarían si hicieran un llamamiento a la clase trabajadora y a la juventud con esta política? ¿Si propusieran la conformación de comités antifascistas y acciones de masas para frenar a Vox y al PP? ¿Si denunciaran que estos “españoles de bien” que han destrozado la sanidad pública, que nos despiden, que se lucran a nuestra costa, se niegan a derogar la reforma laboral pero que este Gobierno lo hará apoyándose en la movilización? ¿Qué pasaría si dijeran que no van a acordar nada con estos parásitos sociales, y que no pararán hasta acabar con los recortes y contrarreformas?

Encontrarían un apoyo y una respuesta enorme y extraordinaria. Demostrarían la fuerza poderosa de nuestra clase. Pondrían a la patronal contra la espada y la pared. Lograríamos victorias que nos llenarían de confianza, elevarían nuestra moral y harían retroceder a nuestros enemigos. ¡Pero eso es una política de clase, auténticamente socialista, anticapitalista! dirán algunos desde sus nuevos cargos en la administración. Sí, no lo ocultamos. Pero es la política que se necesita en estos momentos, la única que ofrece una alternativa frente a la catástrofe que nos amenaza.

El capitalismo no se puede reformar. Incluso las conquistas que logremos mediante la movilización más dura tratarán de arrebatárnoslas a la mínima oportunidad: por eso hay que luchar por derrocarlo por completo. Sus instituciones y sus constituciones no nos valen en esta batalla.

Frente a la devastación social que provoca este sistema y sus defensores, necesitamos una alternativa socialista que rompa con toda la miseria a la que nos aboca esta crisis. ¡Con ese arma sí se vence al fascismo! Esa es la estrategia que necesitamos, la de un frente único de toda la izquierda política y sindical, con un programa socialista y anticapitalista de verdad, que rompa con la colaboración de clases. Esa es la tarea que debemos impulsar desde abajo —desbordando a unos aparatos que insisten en dar la espalda a la experiencia pasada y al futuro— si queremos cerrar el paso a la derecha y su ofensiva. Esa es la alternativa que defendemos desde Izquierda Revolucionaria ¡Esa es la alternativa que necesita nuestra clase! 


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