
Lo que estamos viendo y viviendo estos últimos días en algunas calles
y plazas de distintas ciudades españolas, con las manifestaciones
antigubernamentales anunciadas y convocadas por distintas organizaciones
de la derecha extrema, con la participación de destacados dirigentes de
Vox e incluso con el estímulo de la presidenta de la Comunidad de
Madrid, Isabel Díaz Ayuso, del PP, es un fenómeno
preocupante. Estas manifestaciones, en muchos casos sin las mínimas
distancias físicas entre sus manifestantes y muchos de ellos sin ni tan
siquiera mascarillas, son una demostración inequívoca de la atosigante
polarización política y social extrema que las dos grandes fuerzas de
las derechas españolas, en su constante pugna por mostrarse cada una de
ellas cuanto más radical mejor, intentan una vez más volver al espíritu
caínita del guerracivilismo.
Lo ha expresado el diputado de Compromís Joan Baldoví
de forma elocuente: “Es lo que han hecho siempre. Desde tiempos
inmemoriales, imponiendo toda clase de dictaduras militares e incluso
provocando una incivil guerra civil de consecuencias devastadoras para
el conjunto de los ciudadanos de nuestro país, con el trágico resultado
final de una nueva dictadura con la que recuperaron y acrecentaron hasta
el límite todos sus poderes, mientras el resto de los españoles éramos
sometidos con una represión brutal.
Las derechas españolas siguen considerándose poseedoras exclusivas de todo el poder en
España, es de suponer que por derecho natural o divino. No les basta
con detentar casi en exclusiva el poder económico y financiero, y por
tanto también el poder empresarial y mediático. Ansían recuperar también
el poder político que perdieron democráticamente en las urnas, a pesar
de que saben a la perfección que lo condicionan y limitan ya en buena
medida desde sus antes mencionadas parcelas de poder.
Tiene su aquel que muchos de los participantes en estas
manifestaciones callejeras convocadas por la derecha más extrema luzcan
grandes banderas españolas -constitucionales o no, porque en algunas de
ellas se ve el aguilucho franquista, en otras simplemente un toro- y
reclamen libertad. Para ellos tanto la bandera de todos los españolas
como la libertad les pertenecen en exclusiva. Ellos, así como sus padres
y sus abuelos, lo hicieron ya durante la guerra civil y durante las
casi cuatro interminables décadas de la dictadura fascista, militar y
nacional-católica de Franco. Entonces se autoproclamaron “nacionales”, como si solo ellos merecieran tal consideración, y calificaron globalmente como “rojos” a todos sus adversarios -o “judeo-masónicos-marxistas-separatistas”,
entre otras muchas lindezas por el estilo-, cuando en puridad en su
inmensa mayoría eran simples defensores de la democrática legalidad
republicana. Llegaron entonces a tales extremos de la perversión del
lenguaje que centenares de miles de los vencidos fueron asesinados,
torturados, encarcelados en prisiones o internados en campos de
concentración, utilizados como esclavos o, en los mejores casos,
simplemente depurados. Todo ello “por auxilio a la rebelión”, cuando en realidad fueron ellos los únicos rebeldes porque se rebelaron con armas -y con importantes ayudas tan “nacionales”
como las que les dieron los españolísimos Hitler y Mussolini- contra el
Gobierno de la República Española, un Gobierno democrático, legal y
legítimo al que habían jurado lealtad
Para nuestra desgracia colectiva, las derechas españolas siguen estando donde han estado siempre en nuestra historia,
con muy pocas y muy honrosas excepciones, como en los ahora tan
denostados tiempos de la transición de la dictadura franquista a nuestra
democracia. Nunca creyeron en la reconciliación nacional propugnada por
la oposición democrática. Solo aceptaron la amnistía a regañadientes, y
la manipularon hasta convertirla en una amnesia colectiva sobre el
criminal pasado franquista. Buena prueba de ello es que ahora resucitan
su lenguaje guerracivilista, eso sí, actualizándolo: “Gobierno social-comunista-bolivariano-etarra-separatista”…
Y estas estupideces no las dicen simples manifestantes de a pie sino
destacados dirigentes de nuestras derechas, encabezados por el
ex-presidente del Gobierno José María Aznar, entre otros, por no hablar
ya de Santiago Abascal y otros representantes de Vox.
Que todo esto suceda precisamente cuando el Gobierno de España -el
único que está legitimado democráticamente por la libre y soberana
decisión de los ciudadanos españoles con sus votos y refrendado luego en
las Cortes- se enfrenta al enorme desafío planteado por la inesperada
primera pandemia global, de origen externo y con unos efectos
sanitarios, económicos y sociales devastadores no solo para España sino
para el mundo entero, ilustra a la perfección sobre cuál es el verdadero
carácter definitorio de las derechas españolas. Nuestras derechas, por
mucho que nos pese, siguen siendo por completo incapaces de tener y
sentir auténtica responsabilidad de Estado, a diferencia de lo que han
hecho han hecho todas las principales fuerzas de la oposición
democrática del mundo entero. ¿Cómo iban a tener responsabilidad de
Estado, si en realidad se consideran las poseedoras únicas y exclusivas
del Estado?
Fuente → elplural.com
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