
El
jefe nacional de Falange, Manuel Andrino, tuvo un mal día el 10 de mayo
de 2015. Tras sufrir un accidente de moto en Madrid, los agentes de la
Policía Nacional descubrieron un cuerpo extraño entre sus malogradas
pertenencias: una pistola.
Andrino fue arrestado entonces por un
presunto delito de tenencia ilícita de armas, según un informe del
Servicio de Asuntos Internos de la Guardia Civil al que ha tenido acceso
EL PAÍS.
El líder falangista consiguió su pistola –según los
investigadores– a través de la red del coronel de la Guardia Civil
Rodolfo Sanz Sánchez, alias Rudolf. Un mando investigado desde 2014 por pertenecer a una trama que suministró armas a la extrema derecha, cobró deudas con violencia y asesoró a delincuentes sobre cómo huir de España.
Rudolf
se enteró del accidente de Andrino en tiempo real a través del sms de
un desconocido la misma noche del 10 de mayo. El texto incorporaba el
DNI del ultra. La organización del coronel entró en shock. Sanz
cruzó mensajes y llamadas con sus colaboradores tras percatarse de la
incautación del arma del falangista. Un político de 54 años sin cargo
representativo al que la trama del coronel confería tratamiento de
autoridad. “Han detenido al jefe”, reportó en un sms el mando de la
Guardia Civil a otro miembro de su organización, Francisco Carreras, un
subteniente del Ejército de Tierra en la reserva de 61 años.
A un tercer compinche, Sanz le confesó al día siguiente que le preocupaba el arresto de Andrino por “razones obvias”, según un pinchazo que revela para los investigadores que la trama del mando de la Guardia Civil proporcionó el arma al jefe nacional de Falange.
‘Vaciar’ un piso de pistolas
El
coronel pidió a un colaborador que se desplazara al domicilio del
dirigente de extrema derecha a “limpiar” su piso. “No estaría de más
vaciar lo que hay por ahí”, añadió Rudolf. Una sugerencia que –según la
Guardia Civil– alude a eliminar de la casa del falangista otras armas
para evitar su incautación ante un eventual registro.
Sanz también
reprochó por teléfono a un compinche que el falangista no hubiera
intentado deshacerse del arma antes de que llegara la policía. “Claro,
claro, claro. Ese era el tema. Haberla tirado [la pistola] a tomar por
culo y ya está. No le debió dar tiempo”, respondió el interlocutor del
coronel.
La red de Sanz restó importancia a la salud del
falangista. Pese a que el mando informó por teléfono de que el líder
ultra se fracturó la clavícula y sufrió “un shock de la hostia”
tras caerse de su moto, el coronel estimó que el “problema” real era que
la Policía Nacional hubiera encontrado la pistola.
Los
investigadores apuntan que Andrino “podría tener en su domicilio más
armas de fuego”. Defienden esta tesis después de que uno de los
colaboradores de Sanz indicara por teléfono que desconocía si la pistola
incautada al líder de Falange “era vieja o moderna”.
La Guardia
Civil subraya además la “estrecha relación” del ultra con el subteniente
Carreras y con el coronel Sanz. Y destaca que estos mandos conocían que
el falangista “estaba en posesión de un arma de fuego sin
autorización”.
El coronel Sanz mantuvo varios encuentros en 2014
con Andrino, según las pesquisas. Ambos participaron en los actos
conmemorativos que la extrema derecha organizó en Madrid el 20-N de ese
año en memoria de los fallecimientos de Francisco Franco y José Antonio
Primo de Rivera.
Este periódico ha intentado sin éxito recabar los
testimonios de Andrino y de Sanz. El subteniente Carreras también ha
declinado ofrecer su versión. “No hablo con periodistas”, zanja por
teléfono este militar. Las pesquisas atribuyen a Carreras la presunta
dirección durante 25 años de una red secreta que distribuyó ilegalmente
armas a empresarios y policías españoles.
El jefe nacional de
Falange figuró entre la veintena de ultras que asaltó en 2013 en Madrid
el centro cultural Blanquerna, donde políticos catalanes celebraban la
Diada. Entre empujones, gases lacrimógenos y gritos de “No nos engañan,
Cataluña es España”, los extremistas zarandearon al entonces diputado de
CiU Josep Sánchez Llibre.
Sanz fue arrestado por sus compañeros de la Guardia Civil en mayo de 2015.
Tras pasar más de nueve meses en prisión, el Juzgado número dos de
Alcalá de Henares (Madrid) le mantiene como investigado por integrar una
supuesta trama dedicada al tráfico de armas. El caso se encuentra en
fase de instrucción, según dos fuentes próximas a la causa.
La
telaraña jerárquica del coronel se completaba con dos exguardias
civiles, dos militares, un funcionario del Ministerio de Defensa y un
detective con conexiones neonazis. Jesús G., el Grande, un empresario con antecedentes por amenazas y homicidio, coronaba el esquema.
A
sus 60 años, el coronel Sanz acumuló ilegalmente desde 2014 en un
edificio del número 199 de la calle Embajadores de Madrid 24 kilos de
explosivos de los tipos TNT y PG-2, 12.500 cartuchos y armas de guerra,
según reveló este periódico. Su arsenal tenía potencia para detonar un
bloque de viviendas y procedía de la Guardia Civil.
La maraña ultra de Rudolf
Los tentáculos de la red del coronel de la Guardia Civil Rodolfo Sanz, Rudolf,
con los ambientes ultraderechistas no se reducen solo al jefe de
Falange, Manuel Andrino. La organización del mando del instituto armado
estrechó lazos con otro falangista que estuvo en prisión por apuñalar a
un joven en Guadalajara. Y vendió presuntamente una ametralladora
valorada en 5.000 euros a un candidato de Falange Española Independiente
al que se le ofreció un fusil de asalto M-16, grilletes y munición,
según reveló EL PAÍS.
El grupo de Sanz entregó también en abril de 2015 en Madrid un paquete
sospechoso a un miembro de la neofascista Alianza Nacional (AN), una
formación que propugna el ius sanguinis. O, lo que es lo mismo,
el derecho de sangre para obtener la nacionalidad, en la línea del
movimiento húngaro Jobbik o los fascistas griegos de Amanecer Dorado.
Fuente → elpais.com
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