De Mauthausen a Perpiñán
Marta Sierra Sierra
Mientras escribo estas líneas, se termina el día del 75 aniversario de la liberación del campo de Mauthausen. No recuerdo exactamente cuando tomé conciencia de lo que había sido el campo de concentración de Mauthausen, y sobre todo de sus particularidades. Pero sí sé perfectamente que no fue cuando estudiaba la segunda guerra mundial en el colegio. Ni el liceo. Y que durante mucho tiempo, demasiado, no fui consciente del gran número de conexiones que existían entre ese campo y mi entorno militante.
Entre mis recuerdos de infancia, tengo grabadas imágenes muy nítidas de los viejos locales del Centro Cultural Catalán, en el barrio de San Mateo de Perpiñán. Recuerdo las paredes cubiertas de madera hasta media altura, la pizarra del fondo, las vitrinas viejas que daban a la calle y las fotos colgadas en la pared. Una barra, entrando a la derecha y justo después, una puerta. Y en el último, las escaleras viejas con ladrillos rojos que bailaban y que me llevaban hacia unos pisos que me parecían una gincana extraordinaria permanente. Y si escala suficiente, podías llegar a lo alto, al que durante tiempo fueron los locales de Radio Raíces.
Entre estas naturalezas muertas que decoraban el edificio, había una serie de gente que de forma casi incansable siempre estaban en los locales cuando yo iba, o cuando había alguna cena. Entre ellos, se encontraba Mateo Amat. Ya en aquella época recuerdo oír hablar de él como alguien que había estado "en un campo". Y también sabía que alrededor del Centro Cultural Catalán había algunos otros que habían pasado por el mismo. Pero no era nada consciente de lo que suponía.
Salvador Figueres era pues el ejemplo de cómo el Centro Cultural Catalán entrelazaba con la Amical de Mauthausen
Fue más tarde, cuando el Centro Cultural Catalán cambió de locales, que empecé a empaparme de forma consciente de las raíces que tenía el actual Casal de Perpiñán. Cuando el local se trasladó al barrio de San Martín, nos llevamos una foto que adornaban las paredes amarillentas de aquel edificio. Era la foto de Salvador Figueres. Y el gesto de volver a colgar esa foto, como un imperativo legal inamovible, me llevó a encuadernar aquel hilo rojo entre Mauthausen y el Casal, que los más jóvenes de la asociación desconocíamos. Salvador Figueras, nacido en Barcelona en 1902 y cerrado en el campo de Mauthausen hasta el 5 de mayo de 1945. Un superviviente que instalarse en Perpiñán y que dejó su casa en herencia el Centro Cultural Catalán. Y desde entonces, hemos tenido el privilegio de tener y la fuerza de mantener un local propio y de propiedad.
Salvador Figueres era pues el ejemplo de cómo el Centro Cultural Catalán entrelazaba con la Amical de Mauthausen. Y de cómo Perpiñán era heredera de las vivencias y también del patrimonio material de muchos de los refugiados que pasaron por los campos de concentración nazis y sobrevivieron pero nunca tuvieron hijos. Me hablaba Nicolas Garcia, un día delante del Casal, del legado político y material sin el cual no se podría entender, por ejemplo, el Travailleurs Catalán, con más de 80 años de historia y parte de la estructura del Partido Comunista francés en Cataluña Norte.
Nos visitó una persona increíble: Georges Gumpel. Miembro de la Unión Juive Française pour la Paix, hijo de deportado. Y acusación particular en el juicio contra el criminal de guerra nazi Klaus Barbie, juzgado en Lyon en 1987
Años más tarde, y no hace tantos, ya bien instalados en el nuevo local, fue la presencia de una persona totalmente externa al Casal que me permitió volver a ligar aquel hilo rojo con la resistencia antifascista. Nos visitó una persona increíble: Georges Gumpel. Miembro de la Unión Juive Française pour la Paix, hijo de deportado. Y él mismo "enfant caché", tal y como se llaman las criaturas judías que fueron escondidas por ciudadanos anónimos durante el régimen de Vichy. Y acusación particular al juicio contra el criminal de guerra nazi Klaus Barbie, juzgado en Lyon en 1987.
El día que Georges Gumpel nos visitó, compartía mesa con Narciso Duran, miembro del Casal, hijo de exiliados. Gumpel estaba en Perpiñán invitado por un profesor de árabe en el marco de la semana contra el racismo, para hablar del libro "Une parole juive contre le racismo" en el que se habla de islamofobia, de racismo, de los refugiados de todo el mundo y de la causa Palestina. Y con la cabeza clara de una persona de más de 80 años, no habló ni del Holocausto, ni de su vivencia de enfant-caché. Nos habló de nosotros. Nos habló de las características de Mauthausen y de las razones que habían llevado a los estados a silenciar las Amical de Mauthausen. Nos habló del campo de los republicanos, de los luchadores antifranquistas, los antifascistas, de las mujeres ... Y cuando terminó, de entre el público se levantó Nuri Catalán. Firme, pero con las manos temblorosas y la voz quebrada. En un silencio sepulcral nos explicó cómo había huido de Barcelona bajo las bombas. Y de cómo habían llegado al Estado francés, de cómo los habían tratado encerrándolos en campos. Y su padre, que se había visto obligado de alistarse en el ejército para regularizar la situación familiar. Un silencio sepulcral y muchas lágrimas en los ojos. Nuri, poco hablaba de todo aquello, pero aquel día nos regaló su vivido. Pocos años antes de dejarnos.
Hoy, mientras buscaba los nombres de Mateo Amat y Salvador Figueres en el Banco de la Memoria Democrática, aunque dudaba si los encontraría. Y están ahí. No hemos reivindicado suficientemente su memoria que nos hace ser quienes sm hoy
Terminó el acto y entraron en la sala dos jóvenes sin papeles que habían aterrizado en Perpiñán tras el desmantelamiento de la Jungle de Calais para explicar su situación. Y el hilo rojo se alargó un poco más.
Hoy, mientras buscaba los nombres de Mateo Amat y Salvador Figueres en el Banco de la Memoria Democrática, aunque dudaba si los encontraría. Y están ahí. No hemos reivindicado suficientemente su memoria que nos hace ser quienes som hoy. La sulla y la de todas las Nurias que marcharon de Barcelona bajo las bombas y han permanecido anónimas.
Las primeras líneas que escribe Montserrat Roig en el prólogo de la indispensable Los catalanes en los campos nazis lo dicen bien claro: "Los que nacimos después de 1939 hemos tenido que ir desbrozando nuestro pasado reciente, un pasado que nos ha dejado demasiadas taras para poder restituir del todo nuestra salud histórica. Somos ignorantes, con conciencia o sin conciencia. "
Pongamos remedio.
Fuente → directa.cat
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