A nueve años del #15M: lecciones para encarar el futuro

Un nuevo aniversario del 15 M, en medio de la crisis social y económica que ha desatado el coronavirus, abre la necesidad de pensar las lecciones del ciclo movilizaciones que se inició en esa fecha.
 
A nueve años del #15M: lecciones para encarar el futuro
Pablo Juárez
La crisis capitalista a nivel internacional que estalló en 2008 supuso un enorme terremoto en la estabilidad del proyecto neoliberal en todo el mundo. En el Estado español esto se empezó a expresar de forma mucho más aguda desde el 15 de mayo de 2011. Ese día una manifestación juvenil en contra de los recortes y la falta de perspectivas entre la juventud tenía lugar en las principales ciudades.

Al finalizar la movilización de Madrid unas pocas decenas de personas decidían acampar en la emblemática Puerta del Sol. esa misma noche la policía desalojaba de forma violenta la acampada, que se rearmaría al día siguiente, y nacía así llamado “movimiento de los indignados”.

La irrupción de las plazas que dio inicio a la crisis del Régimen del 78

Cientos de miles de personas acudían a las plazas cada día a manifestarse y a mostrar el profundo malestar que reinaba entre la mayoría social y especialmente en la juventud. Este movimiento empalmaba directamente con los procesos de revueltas que habían estallado ese mismo año en los países del norte de África y de Medio Oriente y que desembocó en las “primaveras árabes”.
Se trataba de un profundo ciclo de movilizaciones en distintas partes del planeta contra el empobrecimiento y las políticas neoliberales que tras la caída de Lehman Brothers dieron un salto cualitativo.

En el Estado español “los indignados” dieron comienzo a un intenso ciclo de movilizaciones que abrió una crisis profunda en el Régimen del 78, que aun a día de hoy no se ha cerrado. Al mismo tiempo que los recortes, los despidos, y el deterioro de las condiciones de vida de las clases populares avanzaba, las plazas se convertían en asambleas multitudinarias permanentes.
De este proceso nacieron multitud de plataformas, colectivos y activistas que no solo cuestionaban la precarización de las condiciones de vida de la mayoría social, sino también a un régimen decadente que estaba imponiendo un plan de choque en contra de la voluntad popular.

Durante esos años la aparente envoltura democrática del sistema político español quedó al descubierto. La dictadura de los mercados financieros y los grandes capitalistas se hizo sentir con todo su despotismo. De esta manera incluso se convertía en un mandato constitucional el priorizar el pago de la deuda a la banca por encima de cualquier gasto publico, mediante la reforma express del artículo 135 de la Carta Magna. Hasta ese momento cualquier pretensión de cambiar la Constitución para darle un contenido más social o democrático había sido duramente criticada como un intento de poner en peligro a la democracia española. Esta polémica decisión por parte de Zapatero, que se hizo al dictado de los grandes organismos financieros internacionales y del imperialismo norteamericano y alemán, mostró el sumiso disciplinamiento a la lógica austericida por parte del Psoe y el gobierno de ese momento.

Los principales partidos hacían frente común para descargar las consecuencias de la crisis sobre la clase trabajadora. El 15M fue una respuesta a esta unidad de los distintos actores del régimen que iban desde el PP hasta Izquierda Unida, pasando por los partidos nacionalistas burgueses de la periferia y las burocracias sindicales. Este hastío al sistema de partidos se expresaba en una de las consignas más repetidas en las plazas “ PSOE, PP la misma mierda es”.

Los límites de la ilusión del reformismo social y político

Sin embargo a pesar de la enorme potencia del movimiento de los indignados, que en algunos momentos llegó a gozar de la simpatía de una mayoría abrumadora de la población, este mostró serios límites a la hora de poder finalmente imponer una salida a la crisis en favor de las clases populares. Esto se debió principalmente a que el 15 M expresaba una fuerte ilusión en poder efectuar cambios profundos mediante la presión de la protesta y la movilización sin romper con el Régimen y sin intervenir en el terreno político. Aunque de conjunto había una fuerte sentimiento de impugnación a la falsa democracia burguesa del Estado español, eso no se tradujo en un cuestionamiento explicito al Régimen del 78 y en planteamientos que atendieran a las principales demandas democráticas como el derecho a decidir de los pueblos, la Monarquía o la necesidad de abrir procesos constituyentes que permitiese unir las principales demandas sociales y democráticas.

Por otro lado “los indignados” no consiguieron que la clase obrera ocupara un papel central en su movimiento e irrumpiera en las movilizaciones con sus propios métodos de luchas. El papel de las burocracias sindicales fue determinante para que esto no se produjese y contener a los trabajadores, ya que en los años inmediatamente posteriores al 15M los conflictos laborales se sucedieron de forma muy importante. De esta manera en 2012 hubo dos huelgas generales en contra de la reforma laboral del flamante gobierno de Rajoy y también la histórica movilización de los trabajadores de las cuencas mineras que marcharon a Madrid. Estas protestas contaron con la participación y una simpatía enorme, sin embargo no pudieron generalizarse y hegemonizar el ciclo de movilizaciones abierto.

La impotencia que fue incubándose, debido a que pese a la masividad de las protestas los ajustes capitalistas iban avanzando uno tras otro, provocó la posibilidad de la emergencia de un nuevo partido, Podemos, que venía a recoger las expectativas de millones de personas en clave reformista. Esta nueva formación pretendía ubicarse como los representantes políticos del 15M, sin embargo mas allá de lo discursivo y simbólico Podemos terminó jugando un papel determinante a la hora de terminar de desmovilizar a la calle, ya que su propio proyecto político nacía en gran medida de la desmoralización de “los indignados”, y porque su apuesta era fomentar los cambios no mediante la protesta social sino ganando espacios en las instituciones del Régimen.

Los retos que abre el nuevo ciclo de la lucha de clases

El 15 M y el posterior ciclo de movilizaciones surgieron debido al enorme deterioro de las condiciones de vida y la falta de perspectivas que significaron 30 años de neoliberalismo y la crisis desatada en 2008. Ahora, a casi diez años de la “irrupción de las plazas” nuevamente una crisis económica, que amenaza con ser mucho más devastadora que la anterior, vuelve a amenazar la aparente estabilidad alcanzada. El crecimiento económico conquistado en los últimos años, no significó que se revirtiera el avance de la precarización de la mayoría de la clase trabajadora. Esto hace que la situación que abre la crisis del coronavirus sea más explosiva que la que se vivió en 2011 y los años posteriores. Es de esperarse que nuevos fenómenos de la lucha de clases aparezcan en el próximo periodo, en el que nuevamente la juventud está llamada a jugar un papel protagónico, pero también la clase trabajadora, especialmente los sectores más explotados. Esto es lo que preanuncian las revueltas de 2019 en Chile Francia y el resto del mundo. En donde a diferencia de lo que sucedió en los procesos de movilización de principios de esta década, fueron los llamados perdedores de la globalización los que estuvieron en el centro de las protestas.

Este nuevo ciclo de la lucha de clases, que incluso los sectores mas lucidos de la burguesía pronostican como algo inevitable, hace necesario abrir la reflexión sobre las potencialidades y también los limites que tuvo el 15 M y el movimiento de los indignados. No solo como una manera de sacar lecciones de ese proceso, sino también porque en gran medida la realidad que vivimos actualmente está fuertemente influenciada por lo que sucedió en esos años.

Si algo ha expresado de forma cristalina tanto el movimiento de los indignados como posteriormente su ” expresión política” representada por Podemos, es los limites que tiene el reformismo en estos momentos para conseguir realmente cualquier cambio efectivo que alivie los padecimientos de las clases populares. De esta forma han mostrado su impotencia tanto la ilusión en que mediante la presión y la protesta social se podría democratizar el Régimen, como la vieja senda neorreformista cuya bancarrota la podemos observar en estos momentos siendo parte del gobierno que se dispone a descargar la crisis actual sobre los trabajadores y cediendo ante la voracidad patronal.

Para la nueva etapa de la lucha de clases que se abre es necesario que la clase trabajadora adquiera un rol protagónico y que se ubique como alternativa para resolver los grandes problemas sociales y democráticos que plantea esta nueva crisis. Porque para que los capitalistas no nos arrastren hacia situaciones desesperadas, no basta solo con movilizarse y luchar. Eso lo hemos comprobado en el anterior ciclo de movilizaciones. Es fundamental construir una herramienta política que luche por un programa obrero y revolucionario que nos permita pensar realmente la posibilidad de vencer.


Fuente → izquierdadiario.es

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