Por un pacto social republicano

 
Por un pacto social republicano
Manuel Ruiz Robles

Fue en España donde mi generación aprendió que uno puede tener razón y ser derrotado, que la fuerza puede destruir el alma, y que a veces el coraje no obtiene recompensa.

Albert Camus (1913-1960)

Hace unos días firmé uno de esos manifiestos que circulan por las redes, concretamente en apoyo del Gobierno de coalición progresista. Lo hice a fin de contribuir a expresar mi modesto apoyo a la única alternativa democrática que estimo viable en estos momentos, en la confianza de que sabrá guiarnos lo antes posible hacia la salida de este laberinto macabro, en el que el azar nos ha atrapado de forma imprevisible, poniendo en evidencia las miserias del sistema.

Tengo, sin embargo, la convicción de que el principal mérito de estar dejando atrás esta pandemia corresponde a la labor heroica, extraordinariamente competente, de nuestros profesionales de la Sanidad pública y, en general, de todo el pueblo trabajador, cuyo esfuerzo ejemplar empieza a dar sus primeros frutos.

Saldremos de esta, sí, pero no indemnes, pues las terribles secuelas de dolor y desesperación que está dejando la pandemia a su paso es pavorosa. Lo que tendrá serias consecuencias estructurales en la actividad productiva globales, abocándonos a una crisis política sin precedentes y a una exacerbación de las contradicciones de clase.

Por si fuese poco, otra amenaza, potencialmente no menos peligrosa, está abatiéndose sobre nuestro pueblo. Se trata de la campaña de desestabilización del Gobierno de coalición progresista, impulsada desde las filas de la extrema derecha y la ultraderecha, ambas portadoras de un virus aún más letal, el virus del fascismo. Situación que no tiene parangón desde el inicio de la democracia, a finales de los años 70 del siglo pasado. Es una coyuntura que presenta algunas similitudes con los famosos Pactos de la Moncloa y el acoso posterior sufrido por el presidente Suarez, al perder el favor del rey, una vez utilizado a modo de clínex por el monarca, cuyo fin no fue otro que neutralizar los potentes movimientos sociales, de base republicana, y de encorsetar a los sindicatos de clase.

Un rey que como todo el mundo sabe conspiró -junto a generales monárquicos de su confianza, y el colaboracionismo necesario de ciertos dirigentes políticos- hasta conseguir el derrocamiento irregular de un presidente electo. Es decir, políticos de usar y tirar, modus operandi que los Borbones han practicado a lo largo de sus nefastos reinados.

Guárdese, pues, Sr. Presidente, de los Borbones y de sus cantos de sirenas.

La deriva absolutista del rey ha quedado claramente en evidencia durante el grave conflicto político entre el Reino de España y la Republica de Catalunya. Una República que, pese a no haber sido proclamada, no es ninguna fantasía, sino la manifestación material de una poderosa voluntad democrática, voluntad que no ha podido plasmarse en el ordenamiento jurídico vigente. Entre otras muchas razones, por encontrarse sus dirigentes electos encarcelados o en el exilio, cuando es obvio que la monarquía española es rechazada mayoritariamente por el pueblo de Catalunya.

La aparición del partido ultramonárquico Vox en el panorama político no es un hecho casual, sino que forma parte de una planificación estratégica orientada al endurecimiento del régimen y su posible deriva autoritaria hacia una monarquía con mayores resabios absolutistas si cabe. Es tal la obviedad de dicho plan involucionista que no precisa de mayores argumentos.

El mecanismo legal que posibilita dicha involución forma parte del ADN del régimen de 1978, cuya legitimidad jurídica hunde sus raíces en leyes fundamentales de la dictadura, impuesta a los pueblos y naciones históricas del Estado español tras el golpe militar del 18 de julio de 1936 y la guerra de ocupación a que dio lugar. La inviolabilidad del rey y la preeminencia constitucional de las Fuerzas Armadas, cuya jefatura suprema ostenta, lo prueban. Algo totalmente aberrante desde un punto de vista democrático, inexistente en las constituciones de los países de nuestro entorno cultural y político, tales como Portugal, Francia o Italia.

Por otro lado, es absurdo pretender hacer cambios democráticos en su articulado fundamental, al tener que contar con una proporción exagerada de apoyos parlamentarios, lo que constituyen el “atado y bien atado” impuesto por la dictadura, con la complicidad de la Casa Real y el apoyo del Ejercito de Franco, piedra angular del ordenamiento jurídico vigente.

No se trata, pues, de una sospecha, sino de una evidencia para todo aquel que quiera analizar objetivamente los hechos. Lo prueba la campaña de intoxicación en las redes y en los medios por parte de la extrema derecha y ultraderecha monárquicas, como guerra ideológica preventiva frente al previsible ascenso de la lucha de clases.

Recientemente, el ex teniente del Ejercito Luis Gonzalo Segura ha publicado un nuevo y breve ensayo (1), a mi juicio de extraordinaria importancia, titulado El Ejército de Vox En palabras certeras de nuestro ejemplar compañero: España es un régimen autoritario moderno de apariencia democrática construido sobre una estructura franquista.

Para apuntalar el régimen borbónico, en fase de descomposición irreversible, el rey y su entorno institucional tratan de imponer una segunda transición, apelando a unos nuevos Pactos de la Moncloa, cuyo fin no es otro que acrecentar el poder de las clases dominantes mediante la burocratización de la política, la monopolización de los aparatos coercitivos, la creación de legitimidad -mediante la cooptación borbónica de dirigentes políticos de izquierdas, al igual que sucedió en la primera transición con personajes tales como Santiago Carrillo o Felipe González-, la recentralización de competencias autonómicas y la homogenización de la población mediante sus poderosas cadenas de radio TV públicas y privadas, exigiendo nuevos sacrificios irreversibles a las clases populares, en beneficio de los grandes poderes financieros.

Sin embargo la oligarquía dominante en el estado español, representada por una clase política instalada, obvia algo elemental: el sistema capitalista no da más de sí y esto obligará a cambios profundos en el sistema mundo. Realidad insoslayable certeramente analizado en unas reflexiones imprescindibles de la dirigente comunista Ángeles Maestro, antigua electa de izquierdas en el Congreso de los Diputados. (2) Cito textualmente: «No podemos seguir siendo presas del círculo vicioso que nos amarra desde la Transición: huir del PP al PSOE, para luego hacer el mismo camino en sentido contrario»

Frente a la amenaza de una nueva transición borbónica, de continuidad franquista, son los movimientos sociales, sindicatos de clase y fuerzas soberanistas quienes tienen la responsabilidad histórica de impulsar la creación de un comité confederal de unidad de acción republicana, es decir una alianza de trabajadores y pueblos que desemboque en la proclamación de la República, o de varias Repúblicas, coordinadas por el citado comité revolucionario, responsable de dinamizar la formación de un Gobierno provisional que, tras decretar una ley electoral justa, convoque elecciones a una Asamblea Confederal Constituyente.

República confederal o barbarie fascista, no alcanzo a vislumbrar otra alternativa. Avancemos, pues.
 

Fuente → rebelion.org

banner distribuidora