LA REPÚBLICA TRIUNFA EN LAS URNAS
Andrés Saborit en 1923 |
Próximo a cumplirse el 89 aniversario de la proclamación de la II
República, bueno es que recordemos como fue tal acontecimiento, junto a
sus primeros meses y hasta el final de aquel año, de la mano de un
testigo presencial. A continuación reproduzco parcialmente un texto de
Andrés Saborit Colomer, Alcalá de Henares (Madrid) 10/11/1889-Valencia
26/01/1980.
Entre otros cargos importantes, fue Miembro de la Comisión Ejecutiva del
PSOE (Madrid). Diputado PSOE por Oviedo, Madrid y Ciudad Real. Durante
la guerra civil fue Director General de Aduanas y presidente del Banco
de Crédito Oficial. Al finalizar la guerra marchó al exilio en Francia.
Miembro de la Comisión Ejecutiva del PSOE en el exilio. Presidente del
Congreso de Toulouse del PSOE en 1970.
La República triunfa en las urnas (A.Saborit. Apuntes Históricos)
El 7 de febrero de 1931, el Gobierno del general Berenguer convocó
elecciones de diputados para el 1° de marzo y de senadores para el 15,
fijando la fecha del 25 de marzo para que se reuniera el nuevo
Parlamento. Como hubo acuerdo general de abstención electoral, cayó
aquel Gobierno –en todo intervino Romanones con el rey– y entró otro
presidido por el almirante Aznar, en el que figuraron los jefes de
partidos monárquicos, menos Sánchez Guerra, que ya estaba aislado
políticamente. La Comisión Ejecutiva del partido Socialista decidió
acudir a las elecciones municipales, en vista de que tenían carácter
predominantemente administrativo. (Ya habíamos dimitido nuestros puestos
en la misma Besteiro y cuantos coincidimos con él).
General Emilio Mola |
El 25 de marzo se reunió el Consejo de Guerra para juzgar a los
ministros del Gobierno republicano previsto. Como la sentencia fue de
seis meses de arresto, y se les aplicó la condena condicional, quedaron
en libertad inmediatamente. El Consejo de Guerra fue un mitin
republicano. En el tribunal hubo votos partidarios de la absolución, lo
que da idea del estado de ánimo de los propios militares. Por si esto
era poco, días después estallaron graves sucesos en San Carlos, en los
que intervinieron los estudiantes madrileños, produciendo tal impresión
el movimiento de protesta que el general Mola, director general de
Seguridad, presentó la dimisión, rechazada por el ministro de la
Gobernación. España estaba en carne viva, decidida esta vez a que no se
le escapara la victoria, que no vino por un movimiento militar ni
siquiera una huelga general revolucionaria: bastaron unas elecciones
arrolladoramente antimonárquicas, el 12 de abril de 1931.
Una aparatosa declaración de Alfonso XIII: “He nacido en el trono y en él moriré”.
Salvo Cierva, todos los ministros del último Gobierno monárquico
estuvieron de acuerdo en aconsejar al rey que abandonara el trono y
saliera de España el 14 de abril, cuando ya apremiaba el Gobierno
republicano y la población madrileña comenzaba a movilizarse, mientras
Alfonso XIII dejaba Madrid con destino a Cartagena para huir de España,
el Gobierno provisional de la República se instalaba en el Ministerio de
la Gobernación, rodeado de un ambiente de asfixiante entusiasmo. No
vale la pena barajar cifras de las elecciones. La República triunfó en
todas las capitales de provincia, menos en una, y en la inmensa mayoría
de las poblaciones importantes de esas regiones.
Niceto Alcalá-Zamora |
El Gobierno estaba formado del siguiente modo: presidente, Niceto
Alcalá-Zamora; Estado, Alejandro Lerroux; Justicia, Fernando de los
Ríos; Guerra, Manuel Azaña; Marina, Santiago Casares; Gobernación,
Miguel Maura; Instrucción Pública, Marcelino Domingo; Hacienda,
Indalecio Prieto; Fomento, Álvaro de Albornoz; Trabajo, Francisco Largo
Caballero; Economía, Luis Nicolau, y Comunicaciones, Diego Martínez
Barrio. En Barcelona, Maciá se precipitó a proclamar la República con un
sentido separatista, que rectificó al no encontrar apoyo en Madrid ni
en la mayor parte de Cataluña. Largo Caballero estableció inmediatamente
como día festivo el 1º de mayo, no pagado. Indalecio Prieto y cuantos
estaban refugiados en París se cruzaron en el trayecto con el tren en
que emigraban la reina Victoria y sus hijos, acompañados por contadas
personas. El papel del general Sanjurjo, jefe de la Guardia Civil, fue
determinante en la decisión adoptada por Alcalá-Zamora de instalarse en
el Ministerio de la Gobernación sin esperar a que el rey estuviera fuera
de España. Yo proclamé la República en el Ayuntamiento de Madrid a
media tarde del día 14, acompañando al alcalde monárquico, Ruiz Jiménez,
hasta su domicilio, para tranquilizar a su esposa. Esa misma noche, en
el salón de sesiones del Ayuntamiento, presidí la primera sesión del
Ayuntamiento republicano, como alcalde interino, renuncié a serlo
efectivo, a pesar del acuerdo en ese sentido del Gobierno provisional,
dando posesión a Pedro Rico, que entonces estaba identificado con Azaña,
aunque muy amigo de Lerroux.
Julian Besteiro |
Vigo y Eibar fueron las primeras poblaciones en que se proclamó la
República el 14 de abril de 1931. El 27, en uno de los salones del
Senado, Besteiro, concejal del Ayuntamiento de Madrid –fuimos invitados
los concejales socialistas al acto a ese título, ya que habíamos
dimitido nuestros cargos en las Ejecutivas del Partido y de la Unión–
dirigido un saludo a los miembros de la Internacional Sindical, reunidos
en Madrid con las nuevas Comisiones Ejecutivas. Entre otros, estuvieron
presentes Jouhaux, Citrine y Mertens. Fue un acto cordial, que
consolido viejos lazos. Los ministros socialistas renunciaron a proponer
nombres para gobernadores civiles. Como no todos fueron escogidos
acertadamente, hubo conflictos en algunas provincias entre estos
representantes del Poder y las organizaciones obreras de la Unión
General.
El Gobierno nombró a Besteiro delegado del Estado en la Compañía
Arrendataria del Monopolio de Petróleos, el puesto mejor retribuido
dentro del Estado español. No lo aceptó, como rechazó igualmente la
Embajada en París. El 7 de mayo, el cardenal Segura, arzobispo de
Toledo, publicó una pastoral en que, de modo jesuítico, atacaba al nuevo
régimen. Su divulgación facilitó la obra de ciertos grupos extremistas,
produciéndose incendios de iglesias en Madrid y provincias. Como
Prieto, ministro de Hacienda, había cedido al Ayuntamiento de Madrid la
Casa de Campo, que la real casa había dejado en lamentable abandono, de
acuerdo con él, yo la abrí al público tan pronto comenzaron a surgir
incendios en edificios religiosos, a fin de desviar el golpe, invitando
al pueblo madrileño a tomar posesión de tan extensos terrenos,
consiguiendo en parte lo que nos proponíamos.
Julian Zugazagoitia |
Un reducido grupo de extremistas se pronunciaron en Sevilla contra el
régimen republicano. Fracasó el movimiento, pero la represión,
desproporcionada, causó daño al Gobierno. A principios del nuevo
régimen hubo un Congreso cenetista en Madrid y en él se acordó declarar
la guerra a la República. La realidad es que declararon guerra a la
Unión General y al Partido Socialista, y así lo reconocieron algunos de
sus propios historiadores, los más imparciales, para lamentarlo
profundamente.
Elecciones constituyentes
Teniendo en cuenta el largo periodo de dictadura, la realidad es que los
partidos políticos tuvieron que improvisar casi todo. Las derechas,
sobrecogidas por una gestión odiada por las masas, no se atrevieron a
dar la batalla en esta primera lucha electoral, en que, salvo
excepciones, hubo alianza de los partidos integrados en el Gobierno,
como hemos visto en Madrid.
Fui ponente en el Congreso de la República de las actas de Salamanca, y
propuse la nulidad de aquella elección, como había reclamado el pueblo
de la citada capital, con huelga general y algunos disturbios, en cuyo
día, Unamuno, muy afectado, anunció públicamente, para calmar los
ánimos, que renunciaría a su acta si aquel chanchullo derechista no se
anulaba con nuevas elecciones. Las derechas, para sacar triunfantes a
sus candidatos, a la cabeza de los cuales figuraba Gil Robles,
incluyeron a Unamuno y a Primitivo Santa Cecilia, tipógrafo socialista,
muy popular en Salamanca, acumulándoles igualmente votos falsos en
pueblos en donde no hubo elección.
Fernando de los Ríos |
Lo moral y lo legal debió ser convocar nuevas elecciones, pero con el
pretexto de salvar a Unamuno, que no hubiera peligrado, por presiones de
Fernando de los Ríos, retiré el dictamen y el chanchullo fue
sancionado, iniciando un lamentable camino en las costumbres del nuevo
régimen. Como no quedamos satisfechos con tan lamentable espectáculo,
Manuel Cordero, al tratarse de las actas de Lugo, se opuso igualmente a
su aprobación, con idénticos motivos, aunque entre los elegidos figuraba
Juan Tizón, socialista, incluido por los caciques de Portela Valladares
para calmar la irritación que su contubernio había de provocar entre
los socialistas. Aquí ya no figuraba Unamuno y el Parlamento hizo
justicia. Se repitieron las elecciones en Lugo, y el caciquismo se vengó
contra el candidato socialista, que perdió su puesto. En Galicia fue
muy difícil, aun con la República, que las elecciones fueran sinceras.
Luis Araquistáin |
El 27 de julio Besteiro fue elegido definitivamente presidente del
Parlamento, una vez aprobadas las actas y constituido éste de modo que
pudiera comenzar a legislar. En septiembre Femando de los Ríos pronunció
un discurso en nombre de la minoría socialista parlamentaria, sobre el
problema religioso, tema escabroso para otros grupos de la Cámara, como
los formados por las derechas y dentro del Gobierno por Alcalá-Zamora y
Miguel Maura. Luis Araquistain intervino defendiendo el artículo 1º de
la Constitución, “República de trabajadores”, cuya idea había lanzado
Ortega y Gasset, quizá luego arrepentido, y a la que Alcalá-Zamora
agregó “trabajadores de todas clases”. En realidad, todo ello sobraba en
la Constitución, y sólo sirvió para críticas.
El 4 de octubre, tras un debate desagradable, Margarita Nelken fue
aceptada como diputada por Badajoz, a pesar de que al ser elegida no era
española ni afiliada aún al Partido Socialista. El 14 de octubre, sin
que fuera oportuno, ya que no tenía relación con su gestión como
ministro de la Guerra Manuel Azaña pronunció un discurso en el que se
atrevió a decir que España había dejado de ser católica ¡Y hacía meses
él se había casado en la iglesia de los Jerónimos, la más suntuosa de
Madrid! El Gobierno saltó hecho trizas –sin aprobar aún la
Constitución–, y fue Besteiro, como presidente del Parlamento, quien
resolvió la crisis, encargándola propuesta de Lerroux, a Manuel Azaña
para que presidiera el nuevo Gobierno, que en general siguió siendo el
mismo, sustituyendo a Maura y a Alcalá-Zamora con un simple cambio de
carteras.
Margarita Nelken |
El final de 1931
El 11 de diciembre de 1931, el Parlamento republicano eligió presidente
del nuevo régimen a Niceto Alcalá-Zamora, por 362 votos. Hubo varios
votos sueltos y 35 papeletas en blanco, de diputados socialistas, según
habían procedido en la votación previa efectuada en la minoría
socialista.
Manuel Azaña |
Azaña dimitió su cargo de presidente del Consejo de Ministros, puesto en
el que fue confirmado por el nuevo Jefe del Estado, y siguió con los
mismos ministros, aunque hubo algunas modificaciones de carteras. Así,
Prieto pasó de Hacienda a Obras Publicas, y Fernando de los Ríos, de
Gracia y Justicia a Instrucción Pública. En Hacienda entró Carner. En
septiembre ingresaron en prisiones militares los generales que actuaron
en el Directorio presidido por Primo de Rivera, que sufrieron proceso.
Ese mismo mes quedó aprobado por el Parlamento el seguro de maternidad,
implantado por Largo Caballero, como ministro de Trabajo, rechazado,
incluso con huelgas, por los cenetistas. Prieto fue el único ministro
que se mostró de acuerdo con Alcalá-Zamora en el problema religioso,
según reveló años después en un artículo escrito en México.
Creía, y estaba en lo cierto, que era inoportuno hostilizar a la Iglesia
sin que la República estuviera consolidada. Prieto se había casado
civilmente y tenía sus hijos sin bautizar, precisamente lo que no habían
hecho algunos de los que deseaban pasar por anticlericales rabiosos. La
Constitución de la República fue sancionada por 368 diputados, contra
40, el 9 de diciembre de 1931. En favor del Estatuto para Cataluña hubo
314 votos, de los que 101 eran diputados socialistas, contra 24 de la
derecha. La ley de Reforma agraria consiguió 318 sufragios y 19 en
contra. La reforma agraria se quedó en el papel, según se lamentó
amargamente Azaña en sus Memorias, lamentación demasiado tardía. La
República aceptó el Himno de Riego como himno nacional.
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