Los comentarios del vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, sobre la reciente condena de Isa Serra han desencadenado una aguda crisis entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial. El detonante ha sido la resolución del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, que ha castigado a la portavoz de Unidas Podemos en la Asamblea Regional con 19 meses de prisión por los delitos de atentado contra la autoridad, lesiones leves y daños
 contra agentes de la Policía durante unos altercados a raíz de un 
desahucio hipotecario en el año 2014. La resolución judicial no ha 
gustado a Iglesias, que ha criticado el fallo en las redes sociales y en
 los medios de comunicación al asegurar que sentencias de ese tipo 
“generan una sospecha inaceptable” sobre la independencia e 
imparcialidad de los tribunales. Además, el líder morado alega: “Las 
sentencias se acatan (y en este caso se recurren), pero me invade una 
enorme sensación de injusticia. En España mucha gente 
siente que corruptos muy poderosos quedan impunes gracias a sus 
privilegios y contactos, mientras se condena a quien protestó por un 
desahucio vergonzoso”. Y añade que “por prudencia” no dice lo que piensa
 sobre la condena a Isa Serra, aunque deja claro que opina “algo que 
piensa mucha gente en la sociedad”.
Como no podía ser de otra manera,
la Comisión Permanente del Consejo
General del Poder Judicial (CGPJ) no ha tardado en entrar en el barro de la
polémica para rechazar “rotundamente” las críticas de Iglesias. En un
comunicado aprobado con los votos a favor del presidente del Tribunal Supremo y del CGPJ, Carlos Lesmes, y de los vocales José Antonio Ballestero, Álvaro Cuesta,
Juan Manuel Fernández, Juan Martínez Moya y Pilar Sepúlveda (el magistrado Rafael Mozo ha votado en contra), el
Poder Judicial ha expresado su “profundo malestar” con el líder de Unidas Podemos, no solo por cuestionar
una actuación judicial, sino por sospechar de la “falta de imparcialidad de los
jueces españoles” al insinuar que estos “otorgarían un trato desigual y
privilegiado a unos colectivos que, por su influencia y contactos, serían
impunes a la acción de la Justicia”.
Para la Comisión Permanente, estas afirmaciones “merecen un absoluto y
 rotundo rechazo”, ya que “más allá del legítimo derecho a la crítica 
generan una sospecha inaceptable respecto del proceder de juzgados y 
tribunales cuando es público, notorio y reconocido que estos, a lo largo
 del tiempo, han dado sobradas muestras de su independencia, 
imparcialidad y objetividad, cualquiera que sea la posición política o 
social de los enjuiciados”. Lesmes pone como ejemplo de pulcritud e 
independencia de la Justicia española sentencias condenatorias por 
delitos de corrupción dictadas por los tribunales españoles en los 
últimos años, como la del caso Nóos, Gürtel, los ERE o las “tarjetas black”,
 entre otras. Sobre este último caso, no deja de ser curioso que la 
guerra entre jueces y Gobierno haya estallado precisamente el mismo día 
en que se ha sabido que Rodrigo Rato está más cerca de 
salir de prisión en régimen de “semilibertad”, pese a no haber cumplido 
ni 2 de los 4 años y medio a que fue condenado y pese a que tiene 
pendiente otra sentencia por el turbio asunto de la salida a Bolsa de Bankia.
 Al español medio, ese que no entiende de leyes, le cuesta trabajo 
asumir que una joven activista pueda ser sentenciada a 19 meses de 
prisión por defender a una familia a punto de perder su casa en un 
injusto desahucio bancario mientras Rato, gran símbolo de la corrupción 
en nuestro país, pasa casi de puntillas y sin enterarse por el penal de Soto del Real.
 Para Lesmes y sus magistrados esta paradoja debe ser un mero asunto de 
técnica judicial y de aplicación de agravantes y atenuantes sin mayores 
connotaciones ocultas. Sin embargo, jurídica, moral y éticamente la cosa
 no se sostiene y medio país se ha dado cuenta a estas alturas de los 
feos cambalaches judiciales. 
No obstante, y sin entrar en la
cuestión de si existe un supuesto doble rasero en la Justicia española o un
trato privilegiado para los poderosos, es de ley reconocer que el comunicado de
los jueces no deja de tener su parte de razón, ya que el comentario de
Iglesias, si bien nace de la sinceridad y de los hechos contrastados, se antoja
cuanto menos arriesgado o poco prudente para alguien que ostenta una
responsabilidad de Estado tan importante como es la Vicepresidencia del Gobierno. Ahora bien, si recurrimos a la
hemeroteca, llegamos a la conclusión de que Lesmes suele ponerse exquisito en
sus duros comunicados cuando quien hace el comentario extemporáneo o fuera de
tono es un integrante de la izquierda, mientras que cuando el ataque proviene
de un político de la derecha la cúpula judicial suele ser bastante más
tolerante, condescendiente y hasta amable. 
Recuérdese cuando en junio de 2018 el portavoz del PP, Rafael Hernando, acusaba al PSOE de manipular la sentencia de la trama Gürtel:
 “Ningún miembro del Gobierno ha sido condenado o ha estado inmerso en 
un proceso por corrupción”, dijo el político popular, y a continuación 
cargó contra el juez progresista del tribunal, José Ricardo de Prada. “No seré yo quien se refiera a los antecedentes políticos de uno de los magistrados, el señor De Prada, candidato de Izquierda Unida en época de Zapatero a presidir la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, ni a su sintonía con el mundo proetarra, ni a sus declaraciones cuando decía que en la Audiencia Nacional
 se torturaba”, aseguró el portavoz popular, que sin duda se despachó 
mucho más a gusto que hoy lo ha hecho Iglesias. No parece que aquellas 
palabras de Hernando fuesen precisamente respetuosas o amables con un 
integrante del Poder Judicial y sin embargo Lesmes no reaccionó con 
tanta pasión, virulencia y efusividad en aquel momento.
También conviene recordar cómo el CGPJ pidió simplemente “mesura” al ex ministro de Justicia del PP, Rafael Catalá, cuando este cargó ávidamente contra uno de los jueces de “La Manada”,
 a quien acusó de tener “un problema singular”, mientras que en otra 
ocasión la cúpula de los magistrados reprobó con bastante más tibieza 
unas afirmaciones del ex ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, ante la excarcelación del etarra Santi Potros. 
Quiere decirse que es cierto que el Poder Judicial, como órgano 
corporativo que es, suele reaccionar con contundencia cuando se siente 
atacado. Solo que, por lo visto, la vehemencia y severidad suele ser 
bastante más agria y hostil cuando las críticas llueven del frente de 
bajas presiones de la izquierda que de la derecha. No se trata de 
concluir aquí que Lesmes es un hombre del PP, aunque ejerciera durante 
“ocho años como alto cargo en Gobiernos de José María Aznar”, tal como 
denuncia Pablo Echenique en un tuit. De hecho, desde el 12 de mayo del 2000 hasta septiembre del 2005 ejerció como director general de Relaciones con la Administración de Justicia.
 Todo lo cual nos lleva a que quizá el problema de fondo, la avería que 
subyace en el Poder Judicial, no sea tanto de personajes que no se 
toleran por sus ideas políticas, sino de estructura y de sistema de 
elección de los jueces y magistrados. Un procedimiento que al estar tan 
politizado termina por enfangar un pilar fundamental de nuestra 
democracia. 
La independencia e imparcialidad que invoca Lesmes ha fallado en 
numerosas ocasiones en los últimos años, como en el escandaloso asunto de las hipotecas que fue dirimido en el Tribunal Supremo o en la misma sentencia del “procés” en Cataluña.
 Y entonces no gobernaba Pablo Iglesias. De modo que mientras el sistema
 de selección de nuestros jueces y magistrados no esté totalmente 
descontaminado del virus de la política, la sombra de la sospecha 
seguirá planeando sobre nuestra maltrecha y teledirigida Administración de Justicia. 
Fuente → diario16.com


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