En
plazo no lejano y con la misma naturalidad con que vemos desfilar hoy
las ambulancias sanitarias automóviles que llevan su benéfica acción a
todos los lugares de nuestro dilatado término, veremos circular mañana
la biblioteca circulante. García Figueras, T. “Las bibliotecas en la
cultura popular”, Revista del Ateneo nº 57, enero-febrero, 1932, p. 1-5.
La llegada de la Segunda República
a España no solo trajo consigo un nuevo régimen político reformista y
democrático de libertades y de importantes cambios y medidas
legislativas, sociales, políticas o jurídicas, sino que abrió un nuevo
periodo en el que la cultura pasó a ocupar un lugar fundamental en la
acción del Estado, como se recogía en el artículo 48 de la nueva
constitución en el que se declaraba que el servicio de la cultura es atribución esencial del Estado…
Esta preocupación cultural de los distintos gobiernos republicanos,
sobre todo durante el primer bienio, quedó plasmada, como es sabido, en
una política de ambiciosa reforma educativa que entre otras medidas
contemplaba un optimista plan de creación de nuevas escuelas (1) que
perseguía el objetivo de elevar el nivel de alfabetización de una población que tenía un analfabetismo de más del 30% y a la vez paliar el grandísimo déficit de plazas escolares.
oAsí,
en Jerez, en el año 1931 se crearon 22 plazas más de maestros y
maestras para empezar a enjugar el déficit existente tanto entre la
población de la ciudad como de la campiña, aunque bien es verdad que,
como se lamentaba el buen maestro Teófilo Azabal Molina,
asesinado (2) en nuestra ciudad el 29-8-1936, debido a los problemas
económicos del municipio este esfuerzo inicial del primer año de
República no tuvo luego mucha continuidad.
Si este
plan de reforma educativa ha recibido una considerable atención por
parte de los investigadores, menor ha sido sin embargo la prestada
(aunque es cierto que cada vez más), dentro de esta política cultural
republicana, al importante proyecto republicano de creación
bibliotecaria y a las medidas de promoción, extensión y
“socialización”(3) del libro y de la lectura, un proyecto desconocido
hasta esos momentos en España , sobre todo para el medio rural y
pequeñas poblaciones que carecían de bibliotecas públicas y librerías.
Para ello se crearon instituciones estatales como el Patronato de Misiones Pedagógicas
o la Junta de Intercambio y Adquisiciones de Libros que pretendían
acercar el libro a miles de personas que residían en esos lugares tan
alejados tradicionalmente de los circuitos de lectura por el
analfabetismo existente y la falta crónica de bibliotecas públicas o
populares. Esta eclosión de iniciativas culturales en torno al mundo del
libro durante estos años de República ha llevado a algún investigador a
calificar en este sentido el periodo republicano como de República de los libros (4), destacando igualmente el apoyo prestado por las autoridades republicanas a un mundo editorial en ebullición (5) en estos años aunque ya iniciado desde los años finales de la Dictadura del militar jerezano.
En
nuestra ciudad esa preocupación por el fomento de la lectura y su
acercamiento a los lectores tuvo también su reflejo en diversas
iniciativas, entre ellas la preocupación por impulsar el uso y fomento
de la Biblioteca Pública Municipal, la creación de
otras bibliotecas en zonas de recreo y ocio de la ciudad, la creación de
bibliotecas escolares con cierto criterio pedagógico, el
impulso dado a la celebración del Día del Libro, o el reparto de libros
entre los alumnos más asiduos a la Biblioteca Municipal, una propuesta
realizada por el bibliotecario Manuel Esteve en 1936.
En
este ambiente de efervescencia cultural y de sincero interés por
acercar la cultura y el libro a aquellos lugares tradicionalmente
apartados de toda oferta cultural y de los caminos por los que el libro
se movía es también en el que nacen en Jerez modestos pero novedosos y
dignos proyectos de promoción cultural en el que el libro ocupó un lugar
importante. Así puede calificarse el impulsado y desarrollado por el Ateneo Jerezano
con el apoyo del Ayuntamiento de Jerez en la localidad serrana de
Villaluenga del Rosario el primero de abril de 1933, una “misión
cultural” que, entre otros propósitos, tenía el de dejar allí de manera
permanente una humilde biblioteca, abierta al uso de todos los vecinos,
no solo de los alumnos, aunque se instalara en la escuela pública que desempeñada el maestro Antonio Gálvez Jiménez, otro maestro igualmente asesinado el 12-9-1936(6)
Apenas
8 meses después de su entrada en servicio esta biblioteca había
registrado ya más de 559 lecturas entre niños y adultos y 105 lectores
niños y adultos del pueblo los cuales tenían entre sus lecturas
preferidas Robinson Crusoe, Sagunto, La Odisea, Cuentos Vivos, entre los niños y obras como La barraca, La isla del tesoro, La vida es sueño, El árbol de la ciencia, Caminito abajo,
del poeta, periodista y jefe de la Guardia Municipal de Jerez Antonio
Chacón Ferral, fusilado (7) también en la ciudad en el otoño de 1936, y Poesía, prosa y verso,
de Juan Ramón Jiménez, entre los adultos.(8) O iniciativas de difusión
del libro como la desarrollada en nuestra propia ciudad durante la
celebración del Día del Libro de este último año por parte del
Ayuntamiento que distribuyó entre las escuelas públicas de Jerez cerca
de 2700 volúmenes y 27 en la escuela existente en Tempul que regentaba
el maestro Cristóbal Castillo, otro de los maestros asesinado por los
militares sublevados(9) en 1936
La puesta en valor de la
Biblioteca Municipal y del hecho cultural en general en estos primeros
años de gobierno republicano en Jerez puede observarse de manera clara
también en el acusado cambio de tendencia que se nota en la evolución
del número de lectores de la Biblioteca Pública Municipal con la llegada
de la República y que se concretó en un notable incremento del mismo.
Mientras que la media de lectores durante los años de la Dictadura de
Primo de Rivera, de 1923 a 1930, fue de 7003 lectores, en los años que
van de 1931 a 1935 esa media ascendió a 10744 lectores, lo que supone un
aumento de casi un 54%. En términos absolutos se pasa, por ejemplo, de
los 8026 lectores de 1930 a los 10133 de 1931 o 10121 de 1932(10) Qué
duda cabe que en este cambio influyó también el meritorio trabajo de
catalogación y organización de sus fondos que por orden de la
autoridades municipales republicanas venía desempeñando el recién
nombrado director de la Biblioteca Manuel Esteve Guerrero, desde 1931.
Estas
cifras, no obstante, no pueden ocultar un fenómeno que no por intuido
debemos dejar de subrayar, a saber, que la mayor tasa de analfabetismo
en la España de esa época correspondía a la mujer: efectivamente, ese
aumento de lectores seguía ocultando que las mujeres que acudían a la
Biblioteca representaban aún porcentajes casi despreciables, mínimos,
respecto a los varones. Así, para 1935 estas representan solo un 3,3%
del total y para 1934 un escuálido 2,4% del total de lectores de ese año
(11).
Al calor de este ambiente de preocupación oficial por el
libro, por su promoción y extensión floreció y se desarrolló una serie
de iniciativas comerciales que de manera fervorosa, casi misionera en
algunos casos, como el que hoy nos trae a estas páginas, y sin perder de
vista el interés empresarial, claro está, coadyuvaron a este empeño
gubernamental en pro del libro. La organización de las primeras ferias
del libro de Madrid, por ejemplo, se llevó a cabo por Agrupación de
Editores Españoles la cual contó desde su nacimiento, en julio de 1934
por iniciativa de Rafael Giménez Giles, con el entusiasta apoyo de los
primeros gobiernos de la República.
Una de las más novedosas propuestas editoriales en pro de esa divulgación del libro y de
la ampliación de los circuitos de lectura, entre otras, fue la creación
de bibliotecas circulantes que montadas sobre camiones estand cargados
de libros recorrían pueblos y ciudades del país donde permanecían entre
uno y varios días. Se trataba de camiones dispuestos a modo de mostradores de libros que iban a llevar el espíritu de la ferias [del libro] a los pueblos. (12)
Esta iniciativa de la Agrupación de Editores Españoles
contó desde el principio con el total apoyo de los gobiernos
republicanos a través de los gobernadores civiles de las provincias que
visitó la expedición bibliotecaria ambulante, como ocurrió con su visita
a nuestra provincia en 1935 cuyo gobierno era desempeñado entonces por
el también autor y escritor Luis de Armiñán.
Además
de la capital de la provincia esta biblioteca circulante visitó otros
pueblos: Jerez, La Línea, San Roque, Algeciras, Tarifa, Conil, Chiclana
de la Frontera, San Fernando, Puerto Real, Puerto de Santa María
(Biblioteca Municipal) Rota, Sanlúcar de Barrameda (Biblioteca
Municipal), Alcalá de los Gazules, Medina Sidonia, Arcos de la Frontera,
Bornos, Villamartín, Setenil, Alcalá del Valle y Torre Alháquime.
En Cádiz se instaló el día 11 de marzo en la plaza de San Antonio donde el escritor Wenceslao Fernández Flórez,
delegado de la Cámara Oficial del Libro, dio una conferencia sobre lo
que significaba esta importante iniciativa (13) Los ayuntamientos que
deseaban recibir la visita de esa expedición de la biblioteca y sus
integrantes debían solicitarlo y comprometerse a subvencionarla con la
cantidad de dinero que considerasen, una cantidad que le sería devuelta
de nuevo pero invertida en libros que podían servir para una biblioteca
municipal o popular ya existente en la población o bien para ser
utilizado como el germen del nacimiento de una nueva. De los pueblos o
ciudades de los que poseemos información, el público de Cádiz asistente a
la exposición y demás actos celebrados se gastó 580,29 ptas., seguida de Jerez con 560, 47 ptas. (14)
El
municipio jerezano a pesar de la delicada situación económica de los
recursos municipales, destinó para este fin 2000 ptas. procedentes del
capítulo de Imprevistos del presupuesto municipal. La iniciativa fue
acogida de manera muy favorable tanto por los medios de comunicación
como por el propio ayuntamiento de la ciudad.
Así se daba la bienvenida a los integrantes de la expedición de la Agrupación de Editores Españoles desde el periódico el Guadalete el día de su llegada, el 16-1935:
Propagadores del libro. Bienvenidos.
(…)
No es empresa fácil la que os habéis puesto en ese viaje nada cómodo
que estáis realizando. Porque no es el artículo que ofrecéis de aquellos
que incitan a adquirirlo. Vuestro carro acaso extrañe, y por eso, por
la novedad que envuelve, posible es que se vea cercado de
curiosos en los pueblos que visitáis (…) bueno es que las masas
populares se enteren de que el libro es una mercancía que merece ser
tratada con solicitud (…) Bienvenidos, animosos propagadores del libro
que en viaje incómodo habéis llegado a Jerez. Seréis por unas horas
nuestros huéspedes de honor y quiera el Cielo que al seguir vuestro camino os llevéis grata impresión del tiempo que permanezcáis aquí… “(El Guadalete, 16 de marzo de 1935)
El
Pleno celebrado por el consistorio en la sesión de 9-3-1935(15) acordó
efectivamente subvencionarla con esa cantidad y designó inmediatamente a
una comisión de personalidades para efectuar la selección de los libros
en su momento: Director del Instituto, presidente del Ateneo,
presidente de la comisión municipal de instrucción pública, director de
la Biblioteca Municipal y al archivero Municipal Adolfo Rodríguez Rivero (16)
Los
actos de esta expedición de propagación del libro en la ciudad estaban
previstos para el 16-3-1935 aunque hubo de posponerse para el día
siguiente a causa del mal tiempo. A las doce de la mañana del domingo 17
de marzo de 1935 se celebró en la Plaza del Arenal este acto. Delante
de la estatua de Primo de Rivera y dando frente al camión-estand
librería se instaló un estrado cuya presidencia ocupó el alcalde Juan
Narváez, a quien acompañaban en el mismo el comandante militar de la
plaza Fernández Rodríguez de Arellano, el director del instituto Coloma,
señor Chacón y la escritora cubana Ofelia Rodríguez Acosta (17), que
acompañaba a esta expedición del camión librería. Intervino el jefe de
la expedición Miguel Ruiz Castillo quien después de izada la bandera
republicana e interpretarse el himno nacional, se dirigía a los
asistentes trasladando un saludo del presidente del Gobierno. A
continuación se hacía entrega al bibliotecario municipal Manuel Esteve
de las obras que por valor de la subvención de las 2000 ptas. había
adquirido el Ayuntamiento con destino a la Biblioteca Municipal. La
asistencia de público a la exposición fue bastante concurrida pues
además de la exposición de libros se desarrollaron también otras
actividades, entre ellas proyección cinematográfica o concierto de
música.
Todos estos proyectos quedaron truncados por
la fuerza de las armas impuesta sobre la población de aquellos
territorios que quedaron bajo las botas de los militares rebeldes al
mando del General Franco. Las bibliotecas creadas durante este periodo
de República, como decía Juan Vicens de la Llave, inspector de
bibliotecas populares durante la República, muchas de ellas fueron
consumidas por el fuego de las hogueras a las que se arrojaron y muchos
de los protagonistas y colaboradores de este proyecto, maestros muchos
de ellos, fueron fusilados como hemos visto que ocurrió en Jerez con
Cristóbal Castillo, Teófilo Azabal Molina y Antonio Gálvez, y otros más.
Fuente → lavozdelsur.es
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