Es el momento de la política, de la unidad y de la organización de las clases trabajadoras: En la medida de nuestras posibilidades todos tenemos que estar en la lucha contra el virus, colaborando de un modo u otro con las instituciones administrativas, con las organizaciones de auxilio a los más necesitados, y respetando el criterio de las autoridades sanitarias de confinamiento en nuestras casas.
En todo el país están surgiendo ejemplos emocionantes de personas y colectivos que están dispuestos a ayudar a los más necesitados. La colaboración y la solidaridad total sin diferencias sociales debe ser el común denominador.
Esta camaradería y fraternidad con la que nos enfrentamos al virus, no nos debe confundir con los mensajes más o menos intencionados que se emiten desde todos los ángulos mediáticos, medios de comunicación, personajes de la vida civil y de la política, que repetitivamente nos dicen que en este momento dejemos a un lado la política; se nos pide algo así como la renuncia a nuestro sustrato mental para analizar lo que ocurre en el mundo que habitamos y en todo lo que nos rodea.
Sin embargo, resulta difícil desviar la vista si todo lo político está íntimamente ligado y alimenta nuestra vida material y espiritual, y está encadenado a todo lo que fue colectiva e individualmente nuestro pasado y será nuestro futuro; es algo que nos envuelve como una nube que cubre todos los rincones de nuestra existencia.
El poder realiza enormes esfuerzos imaginativos y se vale de nuestras fantasías para confundirnos con la causa y el origen de las cosas. Así, en su afán cotidiano inventa cortinas de humo que dificulten el marco general que condiciona nuestras vidas. No se debe visibilizar mucho que nos movemos en un territorio que viene determinado por instituciones, valores y leyes que aseguran y protegen los intereses de una minoría frente a los que sólo tienen su fuerza de trabajo.
Esta pequeña facción social, dueña de los medios de producción se valen de todo el entramado institucional, normativo y mediático para que nadie ponga en duda la explotación de la fuerza de trabajo, y esta se realice sin alteraciones. La continuidad en la generación de la plusvalía es necesaria para la reproducción y la ampliación de su capital.
A pesar de todos sus esfuerzos por mantener una tasa de ganancia que evoluciona sin parar a la baja, el capitalismo está en una crisis profunda que ahora se manifiesta de la peor forma posible, generando una terrible pandemia que provoca contagios y muertes, y que a su vez afecta y desmorona todas sus estructuras económicas y altera los modos de vida de la población.
Los hechos sanitarios que hoy estamos sufriendo en nuestro país embisten negativamente con más intensidad de la esperada, a causa de las políticas que se han venido realizando desde hace muchos años cimentadas en Los recortes en sanidad, educación y en el gasto público, privatizaciones de empresas estatales y reformas laborales. El castigo social corresponde a verdugos con nombres y apellidos.
En este orden de cosas, el sistema sanitario con el que se encuentra Pedro Sánchez para hacer frente al contagio del coronavirus, presenta enormes carencias en todos sus registros, personal cualificado, médicos, ATS, psicólogos y profesionales no sanitarios necesarios para el funcionamiento de los centros hospitalarios, escasez de camas, mascarillas, guantes, batas y otros elementos imprescindibles para proteger al personal que directamente se enfrenta al virus.
Las políticas de privatizaciones y de recortes iniciadas por el PSOE y continuadas con más intensidad por el PP habían debilitado las estructuras sanitarias en toda España, pero muy especialmente en Madrid y en Cataluña. El ataque de la pandemia encuentra una débil respuesta institucional por lo que se contagian miles de personas, mayoritariamente residentes en la comunidad de Madrid.
No obstante, conviene recordar lo que dice Joseba PERMACH: “el virus en su propagación no diferencia entre clases sociales, pero no todas las clases sociales tienen las mismas posibilidades de evitar al virus. No es lo mismo viajar en un coche privado que en un transporte público, no es lo mismo vivir en un piso de 60 o 70 metros con la familia que en una casa grande o en un buen chalet, no es lo mismo ir a trabajar por miedo a ser despedido que llevar tu empresa o tu negocio desde casa, no es lo mismo trabajar de cajera en un supermercado que en tu casa con un ordenador, no es lo mismo vivir de las rentas que de cuidadora en un hospital”.
La crisis sanitaria es el instrumento en el que se justifican los ataques de la derecha y la ultraderecha contra la gestión del gobierno de coalición. Los dirigentes del PP y de VOX sobrepasan sin escrúpulos todos los límites expresivos calificando a Pedro Sánchez desde ser un mal gestor a “sepulturero”, “asesino”, incompetente, incapaz, y entre las más extremistas del lugar hay quien pide un golpe de estado, como Rosa Díez.
La belicosidad y agresividad dialéctica se lanza desde plazas políticas, periódicos digitales, articulistas, y activistas de las redes sociales. La conforman las declaraciones de dirigentes de los partidos políticos de derecha y de extrema derecha, los artículos de opinión procedentes de la prensa y periodistas identificados ideológicamente con aquellos, y en la intensa difusión de los memes y mensajes en las redes sociales con los que se quiere ridiculizar a Pedro Sánchez y sus ministros.
Muchas mentiras y falsedades forman el argumentario populista que utiliza básicamente y de manera demagógica los errores en la gestión de la crisis sanitaria, el tiempo esperado para declarar el estado de alarma, su extensión territorial y funcional, las compras de material, la utilización y exposición innecesaria del ejercito como respuesta a las críticas de ciertos sectores de la sociedad sobre los gastos militares, etc.
No cabe duda que estas organizaciones reaccionarias son las puntas de lanza de los sectores oligárquicos que preparan las condiciones para un ataque más feroz una vez que pase la crisis sanitaria contra las clases trabajadoras y lo poco que quede del Estado del Bienestar.
Ahora bien, si dejamos las actitudes de la derecha y ultraderecha, y nos centramos en las medidas económicas que en esta crisis se están ejecutando por el gobierno de coalición, hay que señalar que son actuaciones que aspiran a taponar los muchos agujeros por los que se puede derramar y quedar vacío de contenido el régimen monárquico español. El gobierno de coalición y sus políticas muestran como la luz del día que son uno de los pilares que sustentan a la Monarquía, que a su vez es la gran columna sobre la que descansan las poderosas oligarquías económicas de este país.
No se dictan soluciones ni se aprueban remedios para combatir la fuerte polarización económica y social que está condenando a la marginalidad a grupos sociales que se hunden en una profunda fosa de precariedad y exclusión social. No es lo que una y mil veces nos declaran en sus manifestaciones públicas los dirigentes del gobierno, al contrario, sometidos y claudicando antes las fuertes presiones de la patronal se están realizando políticas económicas que favorecen a los intereses del capital y van en contra de la clase obrera.
Un gobierno de progreso no debería dejar pasar este momento para realizar transformaciones económicas olvidadas, pendientes desde hace muchos años y necesarias para modificar las estructuras sociales de este país. La nacionalización de la sanidad privada, de las telecomunicaciones, de las eléctricas, la derogación de la ley mordaza, el derecho a la autodeterminación, etc. en definitiva, quedan en el baúl de los recuerdos medidas que ilusionarían a las clases trabajadoras y oxigenarían las diferentes instituciones del estado español.
No hay nada nuevo que inventar, están perfectamente identificadas las reivindicaciones históricas que se han concretado a lo largo de una trayectoria de muchos años de lucha en la defensa del derecho al trabajo, a la sanidad pública de calidad, a la vivienda, a disponer de un sistema educativo de calidad, a la igualdad real entre los seres humanos, a la eliminación de los privilegios de la Iglesia, y de otros grupos sociales con fuerte presencia en las instituciones militares y civiles del Estado.
Desde todos los sectores anticapitalistas y antimonárquicos tenemos que impulsar un movimiento de clase y combativo, socialista y antifascista; hay que perseguir a toda costa la unidad de todas las personas interesadas en una sociedad en donde la solidaridad y la igualdad real y efectiva de todos los seres humanos esté por encima de cualquier otra consideración.
En definitiva, de lo que se trata en estos momentos es promover e impulsar la unidad y organización a pesar de las limitaciones que en estos momentos tenemos por el confinamiento en nuestras casas que nos impide toda acción y movilización colectiva, para que una vez que superemos el enorme problema sanitario del coronavirus seamos capaces arrojar al cubo del recuerdo a la Monarquía y conseguir un país en el que la riqueza y sus instituciones estén al servicio del pueblo trabajador.
Fuente → kaosenlared.net
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