¿Qué es corrupción para ti?

¿Qué es corrupción para ti? 
Gerardo Tecé   
 
Tenemos ganadores de la 39ª edición del concurso “Qué es un Rey para ti”. Entre los proyectos seleccionados destaca el de una alumna vallisoletana de un colegio del Opus Dei que, a ritmo de rap, ha subrayado la capacidad incansable de trabajo del monarca, para sorpresa de todos. Sorpresa por el formato elegido, claro está. Entre los proyectos ganadores, un cómic que explica el papel fundamental de la Corona para el buen funcionamiento del día a día, un collage tipo vidriera eclesiástica con la cara de Felipe VI o una reconstrucción a pequeña escala de un puente que, construido por el monarca, une simbólicamente a todas las comunidades autónomas. Algunos de los trabajos realizados por los padres de estos alumnos premiados son auténticas virguerías.

El certamen escolar de elogios a la Casa Real ha sido una de las primeras apariciones públicas de Felipe VI tras conocerse el caso de la cuenta en Suiza con dinero procedente de Arabia Saudí y la denuncia por amenazas que protagoniza el rey emérito. En la ceremonia, ningún padre o alumno se salió del guión para añadir a sus trabajos un anexo de última hora exigiendo un mínimo de decoro a la Casa Real. Pobres, tampoco es que les correspondiese a ellos la denuncia con plastilina. Sí les correspondería haberlo hecho a unos medios que no estaban acreditados para el evento de apología monárquica pero que, sin embargo, lo reprodujeron de manera acrítica en sus informativos: “Aquí vemos a los niños, llenos de ilusión al enseñarle sus trabajos a Felipe VI”. De haber estado allí, seamos sinceros, tampoco habrían sacado el tema.

En España, que algo sea parte del paisaje o se convierta en socialmente inaceptable depende de la voluntad de los medios de comunicación. Suele pasar en países con niveles bajos de cultura democrática. Cuando las portadas de los periódicos y las tertulias de radio y televisión se centraron durante una semana en la venta del piso de protección oficial de un dirigente de Podemos, el estruendo fue tal que el asunto llegó a la calle en forma de conversación en los bares. La calle decidió entonces, de forma acertada, que aquello de sacarse 30.000 euros vendiendo un piso protegido podría ser legal, pero no era ético. Lo mismo pasó con el robo de cremas de Cristina Cifuentes o la sociedad con la que Maxim Huerta El Breve facturaba en el pasado: se convirtieron en debate nacional. Es la diferencia entre ser portada y tertulia machacona o ser una breve reseña porque no queda más remedio.

La monarquía española es una de las mejores agencias comerciales del mundo, con una extensa red de clientes

La misma falta de educación democrática provoca que estos medios de comunicación funcionen como viga maestra de un Frankenstein de muchas piezas llamado impunidad de la Casa Real española. Los directivos de los grandes medios de comunicación abrazan la censura en torno a los asuntos de la monarquía con la misma naturalidad con la que se toman el café de las once. Es más, normalmente estos directivos ni siquiera tienen que hacer el ingrato trabajo de ejercer la censura: cualquier trabajador de un medio de comunicación sabe si tiene permiso de la planta noble para hacer su trabajo o no lo tiene cuando la institución monárquica se cruza. Cualquier atisbo de contenido que pueda dañar la imagen de la Casa Real, o simplemente, molestarla, directamente no aparecerá. Si por el alcance de la noticia, llega a publicarse, lo hará con un perfil lo suficientemente bajo como para evitar que el asunto acabe llegando al debate público.

Decir que la Casa Real ejerce directamente la censura es un mito urbano sin base. De hecho, son pocas las veces que la propia monarquía ha pedido activar los medievales resortes de los delitos de opinión contra su institución. No lo necesita, al igual que no lo necesita el directivo del medio de comunicación. Y, además, sería torpe que la monarquía tuviese una política represiva para lograr la impunidad. La serie Hunters especula con la idea de que cientos de dirigentes nazis, cabezas pensantes del Tercer Reich, acabaron trabajando para el Gobierno de Estados Unidos tras el final de la Segunda Guerra Mundial. “Iba a empezar la Guerra Fría y nuestros cerebros estaban muy cotizados. Los rusos nos amenazaron con matarnos si no trabajábamos para ellos. Pero Estados Unidos, en cambio, nos ofreció una vida llena de oportunidades si trabajábamos para ellos”, confiesa un personaje. El mismo e inteligente modus operandi –oportunidad en lugar de castigo– es el que usa la Casa Real española para construir a su alrededor un cordón de impunidad difícilmente franqueable.

La monarquía española es una de las mejores agencias comerciales del mundo, con una extensa red de clientes –dueños de las principales empresas del país– que disfrutan de las ventajas y grandes oportunidades que ofrece llevarte bien con la Casa Real. Una red clientelar que lo inunda todo. Dos ejemplos de esta misma semana. El premio “Qué es un Rey para ti” lo patrocina, a través de su fundación, la compañía de telefonía Orange. Tras acabar con la apología monárquica con menores, la Casa Real anunciaba que el rey Felipe sería socio de honor de una ONG patrocinada por Foster Swiss, consultora especializada en creación de sociedades offshore. Un día más en la oficina.

Esta misma semana, la Casa Real ha sido protagonista en el Congreso de los Diputados. Protagonista, pero no noticia. La noticia hubiera sido que pasara algo distinto a lo habitual. PP, PSOE y Vox han rechazado la comisión de investigación de las actividades presuntamente corruptas de Juan Carlos I. Una comisión de investigación tumbada con la tranquilidad de que la sociedad no se les echará encima. Con la tranquilidad de que los medios no harán del tema un debate social. Con la tranquilidad de que esos medios están controlados –vía propiedad, vía publicidad– por los mismos empresarios que se codean con la monarquía española y sus estupendos servicios de intermediación comercial nacional e internacional. Una Casa Real a la que nunca nadie le pregunta: ¿qué es corrupción para ti?
 

Fuente → ctxt.es

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