In memoriam: mujeres activistas de la II República y la Guerra Civil
 

María Unanue fue a una charla-homenaje a las mujeres activistas durante la II República y la Guerra Civil y aprendió tanto que nos lo ha querido contar.

In memoriam: mujeres activistas de la II República y la Guerra Civil: Hace unos meses fui a un acto de Gogora. Algunas diréis: ¿por qué nos lo cuentas ahora? Pues mira, muy sencillo, porque no quería dejar pasar la ocasión de compartirlo aunque no vaya a ser trending topic. Y otras diréis ¿qué demonios es eso de Gogora? Esta pregunta es muy lícita. Aunque por lo visto se creó allá por 2016, yo no estoy muy IN, y a mí Gogora me sonaba sólo de oídas, más concretamente por este artículo que leí dos días antes de ir al evento. Por si queréis seguirle la pista al tema, posteriormente ha salido este también. Cada cual que saque sus propias conclusiones, pero oficialmente, Gogora es el Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos del Gobierno Vasco. Para quienes tengan curiosidad, su biblioteca de acceso público especializada en memoria, con testimonios de víctimas (¿supervivientes?) en formato audiovisual, está en Bilbao, en la calle María Díaz de Haro número 3. Es interesante.

¿Y se puede saber de qué era el acto? Os preguntaréis. Su título era ni más ni menos que: ‘Homenaje a las mujeres activistas durante la II República y la Guerra Civil’. Ahí es nada. Obviamente cuando me enteré decidí ir, porque estaba convencida de que iba a aprender muchísimo y a mí aprender me gusta. El evento empezó con la separación de los cargos públicos a un lado (zona vip) y el populacho y los medios de comunicación al otro. Flashes de fotos, speech-es y aplausos. Posteriormente, bajamos unas escaleras a una especie de horno decorado de blanco lacado, y vimos un breve documental sobre mujeres antifascistas. Para terminar, Amaia Goenaga nos presentó a quienes iban a ser las ponentes de la charla que venía después: Miren Llona, Gurutze Ezkurdia y Mónica Calvo.

A Miren Llona la conocía de oídas por ser profesora del máster de la UPV de género, pero nunca la había visto en persona. De todas maneras, sobre todo la tenía fichada por su obra: Entre señorita y Garçone: historia oral de las mujeres bilbaínas de clase media (1919-1939). Sin motivo aparente, me la regaló una compañera de trabajo hace años, y aunque nunca he vuelto a verla ni a saber de ella, se lo agradecí muchísimo en mis adentros (y se lo vuelvo a agradecer desde aquí: ¡Gracias, Ana!). No recuerdo esta lectura con mucha claridad, pero sí me vienen flashes de anécdotas de las mujeres que forman parte del estudio y sobre todo se me quedó metido a fuego en el caso de las mujeres nacionalistas vascas, el reconocimiento al papel que la religión tuvo a la hora de «empoderarlas» para que salieran de sus casas, se convirtieran en oradoras e hicieran las veces de madres de la patria y de los gudaris vascos. Esto del papel de madre abnegada no es necesariamente muy rompedor, ni novedoso, pero vale la pena leer a quienes lo han investigado. He contado miles de veces en estas líneas que mis primeros pinitos como oradora fueron con lecturas de misa mientras cursaba el Catecismo. Después me mandaron cantar en solitario en mi primera (¿y última?) Comunión. A partir de ahí yo creo que pasó algo, posiblemente que perdiera cierto pudor a exponerme (también que me hice yonki de la aprobación externa, dicho sea de paso), y bueno…el resto es historia de mi vida: aquí estoy. Si fuera coherente con lo que pienso debería ser agnóstica, pero soy cien por cien atea, me importa una mierda la palabra del señor (de cualquier señor), la institución eclesiástica y todo lo que me suene a imposición por la gracia de dios. Esto no quita para que crea firmemente que la excusa de la religión te ayude a pensar, aunque sólo sea para decidir que no comulgas con ruedas de molino, o que ir a misa me parezca una manera más de formar parte de tu comunidad. No es la que yo elijo, no me interesa para mi vida ni para quienes quiero, pero entiendo que otras personas hagan uso de esta forma de socialización. Siempre que se haga con mentalidad crítica y consciencia, bienvenido sea todo lo que nos cause bienestar. Sentarte en un banco dentro de una iglesia que posiblemente esté construida sobre algún derruido lugar de culto ancestral, que a su vez se construiría seguramente sobre una zona con corrientes telúricas suficientes como para que la gente llorara, viera visiones o sintiera que se le ponían los pelos como escarpias, me parece una manera de conectar con una misma perfectamente lícita. De hecho recomiendo una visita a la iglesia románica de Santa María de Eunate, en Navarra, porque la guía es maravillosa y no tiene desperdicio. Obviamente, insisto, la jerarquía patriarcal de la Iglesia, sus múltiples abusos y violaciones, asesinatos, la inquisición, el pecado original, los castigos divinos, las penitencias y toda la parafernalia se pueden ir a freír espárragos.

Llona habló de la creación de Mujeres Modernas de Torre Urizar, quienes en los años treinta desde el bilbaíno barrio de Irala, sin duda, ponían en cuestión el orden tradicional imperante. Nos presentó también a AMA, creada en plena guerra, en el año 1937: asociación de mujeres antifascistas. En general nos hizo un recorrido que versó sobre pacifismo, feminismo y de cómo antes de la República la misoginia era no sólo la norma, sino, como todas sabemos, la ley. Explicó lo en boga que estaba la creencia de la complementariedad de los sexos (algunas de mis amigas en 2020 siguen creyendo en ella a pies juntillas) y contextualizó la opresión perpetua en la que se vivía, al estar las mujeres eximidas por ley de ser seres independientes y autónomos, siendo el matrimonio prácticamente la única forma de supervivencia. Importante subrayar el artículo 428 del Código Penal que decía lo siguiente: «El marido que, sorprendiendo en adulterio a su mujer, matare en el acto a los adúlteros o a alguno de ellos, o les causare lesiones graves, será castigado con la pena de destierro. Si les produjese lesiones de otra clase quedará exento de pena. Estas penas son aplicables en análogas circunstancias a los padres respecto a sus hijas menores de veintitrés años y sus corruptores, mientras aquellas vivieren en la casa paterna». Su derogación urgía. Evidentemente, con este percal, la República que legalizó el matrimonio civil, el divorcio (1932), el derecho a voto de las mujeres (reconocimiento absoluto a Clara Campoamor que se negó a «dejar al margen de la República a la mujer») y aseguraba cierto nivel de igualdad era sin duda alguna La Panacea. Mencionó a muchas, entre ellas a María de Maeztu o la Pasionaria Dolores Ibarruri y sobre todo se refirió a las vidas de mujeres trabajadoras, de clase media e intelectuales. (Añado aquí entre paréntesis que hace año y medio posiblemente, vi en el teatro Lyceum Club, y aunque no lo reseñé, quiero decirle a todo el mundo que tenga ocasión de ir a verla, que no se la puede perder, porque te emociona muchísimo y aprendes un montón. Este link es de cuando estuvieron en Bilbao, no tengo ni idea de cuál será su paradero ahora. ¡Pero investigad y no os la perdáis por lo que más queráis!)

No conocía el trabajo de la segunda ponente, Gurutze Ezkurdia, sobre Emakume Abertzale Batza y el movimiento de las mujeres nacionalistas vascas del siglo XX, quien a la hora de contextualizar lo que pensaba analizar para que nos situáramos en la temporalidad de los hechos lo redujo a: la Segunda República duró siete años, el franquismo duró 40 años, y el postfranquismo lleva durando otros 40. Algunas nos reímos, aunque es tan tremendamente cierto que da ganas de llorar. Me gustó enterarme de que estas mujeres empezaron a organizarse a siete minutos de mi casa en el número 14 la calle Correos y la calle Bidebarrieta. ¿Hay plaquitas que lo señalen? Señor alcalde, que estaba allí presente a escasos metros mirando a las musarañas y comiendo chicle mientras las ponentes hablaban: deberíamos esmerarnos más con la memoria histórica. Desde aquí os animo a todas a escribir al Ayuntamiento de Bilbao con vuestras sugerencias, del tipo que sean, porque contra todo pronóstico, a veces responde. A mí me han puesto un foco en unas escaleras, se han pasado a arreglar la pantalla del horario del bus o me han respondido para decirme que la recogida de basura del monte al que voy pertenece al ayuntamiento del pueblo vecino. El pueblo vecino me respondió que correspondía a Diputación y, en definitiva, las ruedas, los escombros, los cristales y la mierda ahí siguen, por los siglos de los siglos. En fin, que yo no sé si el ayuntamiento de verdad escucha o no, pero es nuestra responsabilidad al menos hablar (esto lo aprendí de la madre de la película Good Bye, Lenin!). Pero a lo que vamos, que me lío, Ezkurdia contaba cómo los objetivos de estas mujeres nacionalistas eran claros y concisos: lo que ella llama la expansión del JEL (Jainkoa, Euzkadi eta Legezarra, ¡ojo cuidado!, que esto de transgresor no tiene ni la T), hacer el bien, educar y crear patria. Yo me quedo con la b y la c, aunque he de decir que mostró unas fotos del Aberri Eguna del año 1932 y es cierto que ver a mujeres tomando las calles, en el nombre de (casi) «lo que sea», es emocionante. Fueron ellas quienes pusieron los cimientos de las ikastolas, y una vez más ver lo que se cocía tan cerquita, en la Belostikale 1 en el Palacio de Arana, me parece escalofriante. Decir por supuesto que pese a que en sus inicios fueron absolutamente vitales, hoy por hoy las ikastolas, si no están publificadas, como todos los centros concertados subvencionados con dinero público, flaco favor hacen al sistema educativo separatista según el nivel adquisitivo con el que se cuente. Pero sigamos. En su power point había fotos de estas mujeres maestras en las aulas, y me satisfizo ver que su alumnado estaba sentado en grupos y que algunos de los grupos eran mixtos. Un fuerte aplauso. Además, entre las múltiples funciones que llevaban a cabo las mujeres de esta asociación, la que creo que más nos sorprendió a quienes escuchábamos fue la de espías. Ni me lo había planteado. Gracias a sus dotes de espionaje, se salvaron muchas vidas, y no se hace el suficiente hincapié en ello. Terminó su ponencia con una cita que no conseguí entender del todo, pero a la que personas de mi lado que no conocía de nada apostillaron un: «Claro que sí, bien dicho». Yo sólo diré que me dieron escalofríos, y como nieta de migrantes trabajadores manuales y sirvientas maketas, educada en ikastola y en la sacrosanta Universidad de Deusto, trabajando en educación pública y militando en anarcosindicalismo, o sea, siendo el cuadro ecléctico que soy: entiendo que antaño el tema fuera distinto, pero HOY, en 2020, ni dios, ni amo, ni partido, ni sindicato, ni marido, ni mujer, ni ponente, ni señora del público entusiasta, ni nadie me va a venir a decir a mí si soy o no soy vasca. Sólo me faltaba eso.

Rosario, la dinamitera.
La ponente que más me fascinó fue Mónica Calvo. Empezó algo nerviosa (no me extraña, con todos los peces gordos allí mirando), pero lo petó. Me gustan las ponentes que apenas leen y que cuentan con pasión, expresividad y aspavientos los frutos de sus investigaciones. Mónica Calvo así lo hizo. Con una forma de hablar sorprendentemente natural pero un lenguaje de lo más preciso y técnico, hizo que nos trasladáramos al Chalet-prisión de Orue, donde encarcelaron a unas tres mil mujeres durante la Guerra Civil Española desde 1937 hasta febrero de 1942. Su ponencia, ‘Represión penal del activismo político y social de la guerra hacia las mujeres’, intentó unir todo lo dicho desde el vídeo del inicio del evento hasta lo comentado por Llona y Ezkurdia, sintetizando lo que representó para las mujeres republicanas la toma de Bilbao por las tropas franquistas el 19 de junio. Su explicación fue fantástica y me sorprende que no la estemos llamando de todos los sitios para entrevistarla u ofrecerle que nos cuente lo que sabe. Me pareció curioso que nos explicara que en lo que a detenciones de mujeres se refiere no hay fotografías (al menos, que no se hayan encontrado). ¿Por qué? Porque en vez de detenerlas in situ, cuando estaban supuestamente delinquiendo, las detenían en sus hogares, en sus lugares de vecindad. Calvo nos explicó que ante la saturación de la cuarta galería de la cárcel de Larrinaga (situada en el lugar donde se unen las calles Zabalbide y Fika de Bilbao, y hoy está el grupo de viviendas Garamendi), se habilitó un nuevo lugar para encarcelar a mujeres: el Chalet de Orue. Para las curiosas, este lugar estaba en Santutxu, en la salida de metro de Zabalbide, por la boca de metro de Karmelo. Las comunistas Flor Cernuda o Rosario Sánchez Mora (conocida como la dinamitera y a quien Miguel Hernández dedicó: Rosario dinamitera), entre otras, allí estuvieron presas. Importante me parece subrayar los nombres de las once mujeres fusiladas en Bilbao, cada una por razones más peculiares que la anterior, sin tener absolutamente ninguna de ellas delitos de sangre. Mujeres afiliadas a sindicatos, CNT o UGT, socialistas, comunistas, nacionalistas y mujeres que no dijeron pertenecer a ningún grupo organizado. La mujer de la CNT Adelaida Pérez González, de 48 años, natural de Bilbao, pescadera, fue fusilada el 12 de marzo 1938 por presuntamente haber tirado a otra mujer a la ría. Lo que se intentaba castigar, a toda costa, era la rebelión militar, y lo que estas mujeres sobre todo entre 20 y 50 años tuvieron que sufrir fue una prisión sobre todo ejemplarizante, que pretendía que todas y cada unas de las mujeres se relegaran al espacio privado y supieran lo que les esperaba si de allí salían.

Aún así, afortunadamente, haciendo caso omiso a las amenazas del bando sublevado fascista, el activismo de las mujeres republicanas en la guerra fue amplio y variado, aunque sobre todo respondiera a su rol de madres combativas. Calvo nos explicó que había llamados constantes al activismo de las mujeres a través de prensa tan dispar como la que hacía el Diario Vasco o la (todavía existente en Bilbao) anarquista federación de Mujeres Libres en mayo de 1937 animando desde el periódico CNT del Norte a las mujeres a salir de sus hogares a implicarse en la lucha. En cualquier caso, así a grandes rasgos, el llamado general, salvo excepciones, parecía ser sobre todo a pasar de ser madres en casa de sus familias exclusivamente en el ámbito privado a ser madres en las calles de todos en el ámbito público y confeccionar ropa, cuidar heridos o trabajar en las fábricas en los puestos que quedaban. Cuestiones que no eran moco de pavo, porque, precisamente gracias a esto último, muchas jóvenes pudieron incorporarse por primera vez al trabajo remunerado, y a través de este podrían afiliarse a sindicatos y tener un lugar para el pensamiento más allá de los espacios controlados por hombres. Según Calvo, fueron las mujeres quienes organizaron milimétricamente la venida de personas refugiadas y desplazadas. Algunas, ejercieron de periodistas, como fue el caso de Margarita Nelken. A Nelken, a la navarra fusilada en el cementerio de Derio el 5 de agosto de 1937 Juanita Mir o a la bizkaina del PNV Polixene Trabudua se pondrá de ejemplo, en diarios y periódicos, para que a partir de febrero de 1937 se aliente a salir a las mujeres a las calles como propagandistas y así animar a milicianos y gudaris. Para esto, aparentemente, el lenguaje de las periodistas y activistas evolucionó a uno bastante más agresivo y directo que distaba mucho del que los cánones femeninos de comportamiento solían recomendar. Peeeeeeeeero no podemos olvidar, y me alegró muchísimo de que Mónica Calvo hacia el final lo dejara caer, que además de trabajar en la construcción de fortificaciones del frente de Bilbao, por ejemplo desde la Brigada femenina Stalin, se mostrara una actitud rupturista con el rol de madre y cuidadora, y se expresara la disponibilidad de las mujeres para el combate, literalmente diciendo que se ofrecían para: «Cubrir los puestos de los combatientes y que la vida real no se resienta (…) antes de vivir de rodillas ante nuestros violadores». Calvo resaltó que aunque los nombres de mujeres en ciertos batallones innegablemente fueran una minoría, las mujeres milicianas estuvieron presentes en el frente con el Batallón Rusia o el Batallón Malatesta de la CNT, entre otros. Esto hay que honrarlo con muchos aspavientos, porque no hay roles de primera y de segunda, pero a mí me da mucho subidón saber que hubo milicianas en el frente hace ya casi 90 años. (Inevitablemente pensé en la película Libertarias, que aunque no está ambientada aquí y es más vieja que la tos, a mí me fascina.)

Bien. Pues esto es lo que quería contaros hoy. ¿Y cuál es mi conclusión de todo esto? Que se puede asistir a un evento institucional partidista con objetivo X y desconfianza, coger muchos apuntes, aprender cosas nuevas interesantísimas, y escribir tu propio artículo resaltando lo que aparentemente importa poco y se dijo bajito, pero tú consideras que es importante que aparezca en fosforito en algún lado. Muchas gracias a las tres ponentes, que lo hicieron genial, y en especial a Mónica Calvo que me hizo salir de allí feliz, emocionada, con cierto orgullo raro y mucha admiración hacia ella y las que mencionó. Por centésima vez en esta sección, gracias gracias y más gracias a todas las mujeres activistas y militantes de antes, a las de ahora y a las que están por venir. GRACIAS.


Fuente → pikaramagazine.com

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