"Es un error pensar que Vox no tiene una estrategia, que es una pura fuerza de reacción"
 
 
 "Es un error pensar que Vox no tiene una estrategia, que es una pura fuerza de reacción": Permítaseme comenzar con una pequeña confesión: no me invitan a muchos actos y declino asistir a algunos de los actos a los que me invitan, por diferentes motivos que no es necesario explicar ahora mismo. No es evidentemente éste el caso. Hace muchos años, en 2007, leí un artículo muy bien documentado de nuestro autor, Miguel Urbán, en Sin Permiso sobre la extrema derecha en España que antes se había publicado en Viento Sur. Repito: en 2007. ¿Qué quiero decir con esto? Que nos encontramos ante un libro de urgencia, pero no escrito con urgencia. Que detrás suyo hay años de estudio del fenómeno. Tampoco es un libro oportunista, como tantos otros que han ido saliendo estos últimos años con motivo del ascenso de toda una serie de partidos situados a la derecha de los conservadores en toda Europa.

Es éste un libro que presenta el árbol genealógico de VOX, lo encuadra en su contexto histórico y político internacional, analiza su ideología y su programa económico y explica los motivos de su irrupción. No entraré en detalle. Ya lo hará, imagino, su autor, y en cualquier caso, para eso mismo está ya el libro. No se insistirá nunca lo suficiente en la importancia de esta tarea, porque de todo eso depende su definición exacta, sin abusar, como alerta Urbán, del término fascista. No se puede combatir un fenómeno si no se lo diagnostica correctamente.

Mussolini dijo en una ocasión que el fascismo no es una mercancía de exportación, pero como es sabido, otros lo imitaron y adaptaron a las condiciones de sus países en un contexto europeo caracterizado por la crisis y la pauperación de las clases medias y trabajadoras. Una cosa parecida ocurre con el fenómeno actual. Permitidme una cita: “Un largo pasado autoritario y nacionalista actúa en el presente como una vacuna contra los partidos de extrema derecha”. Esto lo decía una especialista del Real Instituto Elcano en 2017. Según el medio que se hizo eco, que era el Huffington Post, en España “no hay caldo de cultivo” para la ultraderecha “por la cercanía en el tiempo de la dictadura franquista, con la que se asocian todos los movimientos ultraderechistas y fascistas que puedan surgir, así como los símbolos que emplean”. Opiniones como ésta eran muy frecuentes hasta hace unos pocos años, como también lo eran los comentarios en redes sociales riéndose de la escasa asistencia a los actos de VOX o de las fotografías y vídeos de Santiago Abascal corriendo por una carretera o montando a caballo en Andalucía. De eso, hoy, no bromea ya casi nadie.

Es un error pensar que VOX no tiene una estrategia, que es una pura fuerza de reacción anclada en el pasado. Lo demuestra, por ejemplo, su astucia a la hora de alinearse internacionalmente, entrando en el Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos en el Parlamento Europeo. Eso les ha servido para estrechar vínculos con el ultraconservador Ley y Justicia (PiS) de Polonia, pero también para escapar del veto que existe contra Identidad y Democracia (ID), del que son miembros partidos más conocidos para el público catalán, como Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen, la Liga de Matteo Salvini o el Partido de la Libertad de Geert Wilders. Lo demuestra también su discurso, simple pero efectivo, o incluso efectivo por simple, que se salta la etapa del fascismo en el poder para retornar a sus raíces ideológicas de los años veinte y treinta. Si en Alemania y Austria se trata de la revolución conservadora, en España Abascal evita la iconografía franquista y sus asociaciones y se deja fotografiar con un libro de Ramiro de Maeztu o cita en televisión a Ramiro Ledesma Ramos, el fundador de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS), discípulo de José Ortega y Gasset –de quienes toma la expresión “hemiplejía moral” de La rebelión de las masas–, defenestrado por José Antonio Primo de Rivera en su disputa por el control de Falange Española.

En el aspecto comunicativo dispone, por ejemplo, de una telaraña de medios de comunicación afines, fundaciones, organizaciones y cuentas en todo tipo de redes sociales con las cuales busca ampliar su influencia. Todas ellas aparecen y se analizan en este libro, pero volvámoslos a citar: la Fundación para la Defensa de la Nación Española (DENAES), el Grupo de Estudios Estratégicosn (Gees), el Grupo Intereconomía, Libertad Digital, Burbuja, Caso Aislado, ForoCoches, EsDiario, OKDiario, Mediterráneo Digital.

Otra cuestión a destacar, especialmente aquí, en Cataluña: la cuestión nacional. Cómo el anticatalanismo se convierte periódicamente, como escribe el historiador Ferran Gallego –no por casualidad citado en el libro– en un coagulante para la derecha española. Que el crecimiento de VOX se dispare después de 2017 y los hechos en Cataluña no es ninguna coincidencia, como tampoco lo es el desproporcionado espacio que ocupa en su discurso este asunto, y que les permite esquivar tener que dar explicaciones sobre su programa de reformas sociales, o mejor dicho, antisociales.

Dejo los interrogantes sobre cuáles son las maneras más eficaces para combatir a estos partidos para el debate, aunque en cualquier caso se enumeran en el libro, con sus ventajas e inconvenientes. Sí que me sumo a la precaución de su autor a la hora de sobreestimar su eficacia. Antes he dicho que hay que ser escéptico ante las explicaciones fáciles. De la misma manera, hay que desconfiar de las soluciones fáciles. Personalmente, una de las que más me llama la atención es la influencia sobredimensionada que se otorga a los medios de comunicación, para pedir a continuación un "cordón sanitario". Una medida que se ha cuestionado por volverse en contra de sus promotores si esos mismos medios, con argumentos democráticos, imponen un "cordón sanitario" a partidos de izquierdas. Pero también porque se basa en una teoría de la comunicación de los años veinte obsoleta, la llamada teoría de la aguja hipodérmica, que considera al público como una especie de envase vacío en el que se puede inyectar el mensaje, como si el receptor viviese en un vacío social y no tuviese criterio. Un discurso político no echa raíces si las condiciones no son favorables. En este sentido, cabe recordar que en las pasadas elecciones en EE UU, Hillary Clinton recibió el apoyo de 500 medios de comunicación y Donald Trump el de 28, una cifra inferior a la de los medios de comunicación que pidieron no votarlo, que fueron 30. Muchos de los partidos euroescépticos, nacional-populistas y de ultraderecha que han incrementado su apoyo en las elecciones tenían a los medios establecidos en contra, lo que, gracias a la erosión de la credibilidad de estos propios medios, les favorecía más que no perjudicaba.

También querría recuperar la advertencia de un pensador hoy más bien olvidado. Georg Lukács en 1933 advertía del chantaje al que podrían someternos “aquellos ‘políticos’ que quieren volver a rescatar la ‘democracia’ para oponer a las formas aún no desarrolladas de fascismo sus formas más desarrolladas”. En términos parecidos se expresó Antonio Gramsci en los Cuadernos de la prisión en su reflexión sobre la elección del mal menor, que obliga a las fuerzas de progreso “a capitular progresivamente, poco a poco, y no de golpe”. No es ésta una cuestión menor, porque algunos de los teóricos de la nueva derecha son conscientes. Pienso sobre todo en el italiano Diego Fusaro, que sostiene la tesis de que la izquierda presenta un combate contra un fascismo inexistente para renunciar a luchar contra el capitalismo y justificar su adaptación a él. Un argumento cínico porque se avanza a la crítica que he señalado antes y la hace suya.

Otra cuestión, relacionada con esta última, que se apunta en el libro y que me gustaría plantear aquí es la conveniencia de centrar la atención en un solo partido. En los medios alemanes se comentaba la semana pasada el caso austríaco: el movimiento antifascista –que en Austria va desde el partido socialdemócrata a la izquierda extraparlamentaria– se centró en el FPÖ. Después de las elecciones, el Partido Popular Austríaco (ÖVP), que hasta entonces gobernaba con el FPÖ, cerró una coalición con Los Verdes. El ÖVP hizo suya buena aprte de la política de inmigración del FPÖ, que ahora continúa con Los Verdes. Ahora el movimiento antifascista ha de replantear su estrategia, entre otras cosas porque un partido con quien compartía algunas plataformas, Los Verdes, ahora se encuentra en el ejecutivo y es, en consecuencia, corresponsable de estas políticas.

Y finalmente hay la cuestión espinosa, y muy debatida, del apoyo obrero a VOX. Sabemos que el grueso del trasvase de votos procede del Partido Popular y de Ciudadanos, y que el mapa electoral revela apoyos en los barrios de rentas más elevadas y una base social con una importante presencia de militares y miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Ahora bien, Urbán llama la atención sobre la edad del electorado: más de la mitad de los que siguen a VOX tienen menos de 44 años, más de las tres cuartas partes no han cumplido todavía los 55 y sólo el 12% son jubilados. VOX también es el partido que más ha crecido en Instagram y YouTube, las redes preferidas por el público más joven, y recientemente ha abierto una cuenta en Tik Tok, una red que utilizan muchos adolescentes.

Sin conciencia de clase –que se crea a través de un tejido asociativo y organizaciones en las cuales los trabajadores participan y se sienten representados–, el voto obrero puede ser movilizado con factores culturales, llamadas a la seguridad ciudadana y falsas promesas de mejoras laborales. De todo ello existen numerosos precedentes aquí y en otros países europeos. En el caso de VOX no convendría bajar la guardia. En las elecciones andaluzas de 2018 Abascal habló de VOX no como “un partido de extrema derecha, sino de extrema necesidad”, una expresión tomada del fundador del Sindicato de Obreros del Campo (SOC), Diamantino García. En las últimas elecciones generales, VOX creció en lugares donde hasta ahora no lo había hecho. En Fuenlabrada, por ejemplo, fue segunda fuerza con un 19,96% de los votos, detrás del PSOE, con un 33,48%, pero muy por delante de Unidas Podemos, con un 15%. En Vallecas, un ejemplo clásico, ganó el PSOE con un 30,93%, UP fue segunda fuerza con un 17’76%, seguida del PP con un 16’26% y VOX con un 15’18%.

Aquí mismo, en Barcelona, VOX obtuvo buenos resultados en Pedralbes (12%) o Sant Gervasi-La Bonanova (8’7%), pero también resultados destacables en barrios como Torre Baró (12’9%), Baró Viver (12%), Ciutat Meridiana (10%), Vallbona (9’8%), Besòs i el Maresme (9’7%), La Marina (9’3%), Les Roquetes (9’1%), Trinitat Nova (8’6%), Verdun (8’2%) La Teixonera (7’9%) o el Carmel (7’5%). Seguramente se trate de un voto con techo por las especifidades del caso catalán, como el hecho nacional o la raigambre de las organizaciones políticas de izquierdas en el extrarradio. Seguramente se trate de un voto motivado por la presencia de inmigrantes en estos barrios, en los que se realiza aquella competición por unos trabajos y servicios públicos cada vez más escasos de la que habla Urbán en su libro. Seguramente una parte significativa de este electorado se movilizó en un sentido cultural y nacionalista español. De todos modos, los porcentajes conseguidos en estos barrios, donde el PSC gana cómodamente y En Comú Podem obtiene buenos resultados, algunos del 10 y el 12%, llaman la atención sobre la posibilidad de una implantación duradera.

Por citar otras ciudades de los Países Catalanes: en Tarragona consiguió un 10’16%, en Palma fue tercera fuerza con un 19’18%, también lo fue en Alicante (18’46%), Castellón (18’33%) y Valencia (16’76%). Conviene matizar, evidentemente, que el voto de la derecha ha quedado fraccionado en tres fuerzas, siendo Ciudadanos la que ha salido más perjudicada, víctima de su propia estrategia basada en la crispación por la cuestión nacional y la línea dura en materia de política de inmigración. También que el PSOE quizá ya incluyó esta posibilidad en su estrategia de campaña, siguiendo el modelo de polarización y de Frente Republicano en Francia. Sea como fuere, se tendría que analizar caso por caso para conocer los motivos que han llevado a este crecimiento, y para detenerlo. Este libro es un primer paso en esa tarea.

Texto de la intervención del autor en la presentación de La emergencia de Vox (Sylone y viento sur , 2020) de Miguel Urbán el 28/02/2020 en Barcelona


Fuente → vientosur.info

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