El anarquista Agustín Rueda Sierra, fue asesinado a golpes en 1978 por la policía franquista

El anarquista Agustín Rueda Sierra, fue asesinado a golpes en 1978 por la policía franquista en la cárcel de Carabanchel: Agustín Rueda Nació en 1952 en una barraca de la Colonia del pueblo minero de Sallent (Barcelona). Su madre, tejedora y su padre minero, protagonistas del drama de la miseria habitual de la época. Estuvo 4 años de aprendiz de matricero, despertando su conciencia de explotado. Agustín intentó dinamizar el barrio, creó un club juvenil, con proyecciones, conferencias, recitales de cantaores, organizó un equipo de fútbol. Durante la huelga de los mineros de Balsareny y Sallent en 1972, se volcó en asambleas informativas, manifestaciones, grupos de ayuda: los caciquillos industriales lo veían como un enemigo y fue expulsado del trabajo.

Militante de CNT, estuvo encarcelado hasta febrero de 1973 en la cárcel Modelo de Barcelona a causa de su participación en una manifestación en protesta por las condiciones de vida en la colonia, y por el atropello y muerte de la madre de un compañero. Cuando salió libre no le daban trabajo, la vida le arrinconaba, su madre se quedó ciega, el club juvenil fue cerrado por la empresa. Tuvo que sobrevivir trabajando como temporero de la vendimia en Francia y de albañil ocasional.

Tras morir sus padres en 1974 se quedó sin casa. En 1976 pasó a Francia para ayudar a un desertor de la Colonia y tomó contacto con los exiliados anarquistas de Perpiñán. Desde allí pasaba clandestinamente libros, panfletos libertarios, fotocopiadoras para la CNT. En febrero de 1977 fue detenido, llevado a la comisaría de Layetana, y de ahí a Figueras, a restablecerse de la paliza. Pasó a la cárcel de Gerona, y se convirtió en miembro activo de la COPEL (Coordinadora de Presos En Lucha). Esto provocó su traslado en enero del 78 a la prisión de Carabanchel.

Los presos iniciaron la construcción de un túnel, que fue descubierto el 13 de marzo de 1978. Ocho presos fueron sacados de sus celdas para ser interrogados. Fueron golpeados y torturados dejando un reguero de sangre, hematomas y fracturas en los terribles sótanos de la cárcel. Agustín fue el último “interrogado”, no delató a nadie. Cuando fue devuelto a las celdas tenía todo el cuerpo negro de los golpes recibidos, apenas podía pronunciar palabra, tan solo repetía una y otra vez que se encontraba muy mal y creía que iba a morir.

Llegaron 2 médicos de la prisión y comprobaron la insensibilidad de las piernas de Agustín con agujas. Uno le dio una patada en las costillas diciéndole: “Eso es de la humedad del túnel”. A las 10 de la noche los carceleros pusieron a Agustín dentro de unas mantas y se lo llevaron a rastras, inconsciente, con los ojos en blanco. Murió esa misma noche en el hospital penitenciario de Carabanchel. Los otros 7 presos torturados reconocieron y declararon contra los asesinos sin ningún género de dudas. Por ello fueron represaliados y trasladados a distintas cárceles donde fueron sometidos durante días a todo tipo de abusos y palizas con el fin de obligarles a retirar sus testimonios.

Un informe pericial señaló que Agustín había recibido una paliza, “generalizada” porque sólo el 30% de la superficie del cuerpo del recluso no tenía contusiones; “prolongada” porque “no se hizo en 5 minutos y fue realizada por varias personas; “intensa” por la potencia de los golpes, que derivó en una pérdida de más de 3 litros de sangre; y “técnica” porque no había golpes en órganos vitales.

Diez años después de su muerte, el director de la cárcel y diez funcionarios fueron procesados por la Audiencia Provincial de Madrid que les condenó a a entre 8 y 10 años de prisión. Ninguno de los condenados permaneció en la cárcel más de 8 meses, los responsables del asesinato fueron puestos en libertad por Landelino Lavilla y Rodolfo Martín Villa.

La única organización opuesta a los Pactos de la Moncloa, el anarquismo, a través de la reconstruida CNT y otros colectivos libertarios movilizó a miles de personas. Desde el Ministerio de Interior de Martín Villa se inició una guerra sucia contra los libertarios que incluyó infiltración, persecución, intoxicación mediática y el asesinato de no pocos militantes, con la complicidad de la extrema derecha. A Agustín lo mataron por ser de la COPEL, por ser anarquista. Todo un aviso para navegantes en toda regla.

La muerte es siempre un acontecimiento fatal sin sentido, ni siquiera los mártires se libran del olvido. Pero Agustín Rueda nunca quiso ser un mártir, amaba profundamente la vida. Prefirió callar que delatar a sus compañeros de viaje y por eso se ensañaron con su cuerpo. Ni todos los golpes del mundo hubiesen conseguido hacerle pronunciar una palabra.






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