

Desmemoria mediterránea: ‘Repúblicos’ y republicanismo en la España moderna / Quim Solias Huélamo:
El estreno de The Witcher ha
vuelto a poner en boca de todos aspectos y características del
imaginario mitológico centroeuropeo que tanto se muestra en autores como
J.R.R. Tolkien o G.R.R. Martin. Así mismo, pone de manifiesto la falta
de grandes obras literarias que traten la fantasía épica desde un punto
de vista mediterráneo global, tal y como pasa en el Norte de Europa. Y
es que, desde los años setenta, el gran consumo de la fantasía épica se
limita a las obras encuadradas en el estilo nórdico: con elfos, gnomos,
vikingos, donde además aquellos personajes más propios del Mediterráneo
son vistos normalmente con exotismo e incluso desprecio. Esto le hace
preguntarse a uno cómo sería una novela de estas características, con
capacidad de ofrecer un Mediterráneo idealizado con sus criaturas
fantásticas y con la tendencia cultural hegemonizadora que tienen estas
grandes producciones. Mismamente pasa con el campo de la Historia de la
Teoría Política, donde la falta de un consenso común mediterráneo a la
hora de reclamar una tendencia capaz de aunar todas las corrientes de
sus territorios y la imposición de las teorías asociadas a las escuelas
atlánticas, han generado una sumisión de todas las Humanidades y
Ciencias Sociales de los países mediterráneos hacia sus congéneres (como
Estados Unidos). Esto ha provocado que en la literatura, en la
politología o en la historia, las teorías más aceptadas y además, los
mayores best sellers, provengan de estas escuelas y no de las del Mare Nostrum.
Un claro ejemplo es el de los “repúblicos”, las personas que
abogaron por un discurso republicano a lo largo y ancho de la historia.
Hace 50 años que J.G.A. Pocock [1] formuló la concepción de que el
legado de personajes mediterráneos como Maquiavelo era el causante de la
Declaración de Independencia de los EEUU. A través de la lectura de
clásicos como Nerón, Maquiavelo había adaptado el discurso a favor de la
República a los tiempos convulsos que vivió, y así mismo hicieron los
autores americanos como Thomas Jefferson, que se basaron en autores
europeos para su teoría republicana. Este proceso, nada sencillo,
involucraba a multitud de escritores que transmitieron este mensaje,
desde los copistas medievales de las obras de los clásicos romanos hasta
los primeros liberales ingleses que se llevaron sus ideales al
continente americano.
A través de la lectura de clásicos como Nerón, Maquiavelo había adaptado el discurso a favor de la República a los tiempos convulsos que vivió, y así mismo hicieron los autores americanos como Thomas Jefferson, que se basaron en autores europeos para su teoría republicana
Pero ¿qué piezas faltan en el engranaje para el traslado de las
ideas de personas como Maquiavelo hacia el norte de Europa? La
respuesta a esta pregunta está en los “repúblicos”, aquellos hombres y
mujeres que, además de influir desde la España Moderna a la globalidad,
escribieron sobre concepciones de la República, su funcionamiento y su
aplicación.
Tal es así, que de entre estos autores marginados por la
hegemonía atlántica, hay varios ejemplos que sobresalen por su
influencia y el valor de los escritos. Y es que, estando ligados al
mundo de las Cortes y al de gobiernos municipales, hicieron valer su
discurso en la práctica política y en sus escritos. Para explicarlo de
manera breve, bastan unos pocos ejemplos que pueden ser muy
ilustrativos.
Una clara referencia de ello es Juan Ginés de Sepúlveda, quien
usó de manera activa el término “República” para el gobierno de la
comunidad y ciertamente puso de moda este uso y el de la consideración
de que los ciudadanos debían tener una vida activa políticamente hablando [2].
Otro español, Acevedo y Salamanca, fue incluso más allá con declaraciones como “Senado,
consistorio, consejo, capítulo, cabildo, colegio, universidad,
comunidad, cofradía, congregación, es todo una misma cosa, y es una
junta de hombres savios diputada para el gobierno de una alguna cosa
pública o particular.” E incluso, situó la República como ente soberano dentro del gobierno por orden de Dios.
También Juan Costa, más cercano a la Corona de Aragón, atajó
-siempre dentro del marco monárquico- que el gobierno del monarca
dependía de sus gobernados y así mismo de sus funcionarios: “toda
República tiene tres partes. La primera es el Rey. La segunda, los
ciudadanos que la sustentan. La tercera, el vulgo de los oficiales. De
estas tres partes la primera toca el mandar lo que en la República se
debe hacer, la segunda mandar y hacer, y la tercera hacer solamente” [3].
La fuerza e influencia ideológica de estos autores, pese a la
dificultad de difusión con los medios de la época, no fue ni de lejos en
balde. Todo este discurso republicano fue cogiendo calado dentro de los
municipios castellanos y aragoneses, lugar céntrico para el desarrollo
de la política en la España Moderna, hasta el punto de entrar de pleno
en los escritos de los comuneros en Castilla y los agermanados en
Valencia. Así fue que la Junta comunera expuso su programa de la “Ley
perpetua”, redactada en 1520 con un sentimiento fuertemente
constitucionalista, y que exigía al rey que observara las leyes del
reino y propugnara unas Cortes más activas. Por ello, los partidarios
comuneros comenzaron a utilizar el término “República” dentro de sus
reivindicaciones. El mismo Alonso de Castrillo, en su Tractado de República, decía del gobierno republicano que era “la más noble de las congregaciones humanas y de más alto merescimiento”. Del mismo modo lo hacían en Valencia intelectuales tan poco estudiados como Joan Llorenç [4].
Pese a que agermanados y comuneros fueron pasto de la reacción
de la institución monárquica, su discurso hizo calado en los gobiernos
municipales y más allá, donde el término “República” seguía en boca de
los representantes en las instituciones. Así mismo, la influencia de sus
escritos y la transmisión de este discurso republicano llegó hasta el
jurista español del siglo XVII Jerónimo de Ceballos, y a partir de allí
hacia los más conocidos Francis Bacon, John Locke, Thomas Jefferson o
Rosseau. Es por tanto, un viaje discursivo enorme, con un camino largo y
que de boca en boca nos ha sido legado a hoy día [5].
Resulta descorazonador el hecho de que en un país como España, que ha tenido una historia en la que el pensamiento republicano ha ocupado un importante lugar en los últimos tres siglos, no reconozca como otros países (EEUU o Inglaterra) la herencia republicana de estos autores y autoras
Por lo expuesto, resulta descorazonador el hecho de que en un
país como España, que ha tenido una historia en la que el pensamiento
republicano ha ocupado un importante lugar en los últimos tres siglos,
no reconozca como otros países (EEUU o Inglaterra) la herencia
republicana de estos autores y autoras. Y aún más triste es el hecho de
que las menciones republicanas a los comuneros, tan propias entre
sectores más tradicionalistas del republicanismo actual, se hagan en
base a pensamientos decimonónicos, ya desfasados y rechazados por la
historiografía y la politología. Sin embargo, hay una tendencia clara
hacia la recuperación de este discurso. Autores como Manuel Herrero o
Francisco José Aranda han tratado de demostrar la influencia de estos
“repúblicos” a lo largo de la España Moderna. Ahora sólo falta la parte
más difícil: hacer llegar la voz de los personajes de estos siglos a la
actualidad para dar una experiencia histórica aún mayor al
republicanismo en España.
Referencias
[1] John Greville Pocock, The Machiavelian Moment, Princeton, Princeton University Press, 1975.
[2] Xavier Gil Pujol, “Concepto y práctica de república en la España moderna: las tradiciones castellana y catalano-aragonesa”, Estudis. Revista de Historia Moderna, n. 34, (2008), pp. 111-148. Traducción ampliada del capítulo en M. Van Gelderen y Q. Skinner, eds., Republicanism. A shared European heritage, Cambridge University Press, Cambridge, 2002, vol. I, cap. 13, p. 127.
[3] Francisco José Aranda Pérez, “Repúblicas ciudadanas. Un
entramado político oligárquico para las ciudades castellanas en los
siglos XVI y XVII”, Estudis. Revista de historia moderna, n. 32, (2006), pp. 7-48.
[4] Xavier Gil Pujol, op. cit.
[5] Manuel Herrero Sánchez, ed., Repúblicas y republicanismo en la Europa moderna (siglos XVI-XVIII), Madrid, Fondo de Cultura Económica de España, 2017.
Fuente → latrivial.org
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